domingo, 10 de agosto de 2014

PERLA RIVERA [12.785]


Perla Rivera 

Nació en Ajuterique Comayagua, Honduras, un 3 de enero de 1982, Licenciada en Letras y Literatura por la Universidad Pedagógica Nacional ‘’Francisco Morazán’’ , Profesora de Educación media y primaria. Promotora de arte. Su poesía es inédita, de corte sensible y existencial, en ella el amor y la nostalgia confluyen en un mundo caótico.






Todo converge;
Las horas,
el cielo,
los motivos,
la promesa hecha el día anterior,
incluso el tráfico
o la canción que suena en la estación de radio.
Todo.
Menos tú.






La gente deambula
cargando vidas en su espalda.
Avanzan como autómatas.
Urgidos.
Tropiezan en las calles
de este boulevard que es la vida,
sin notar siquiera que un rincón casi infinito
alguien llora una partida.







Hoy desperté y creí.
Sentí tus manos.
Disfruté desde el agua caliente de mi ducha
hasta el sabor amargo de mi café.
He aprendido a morir con certidumbre
a sonreír en silencio
y a ver a través de las únicas ventanas que representan un amanecer para mí;
tus ojos.








Versos

Hoy quiero regalarte algo que sea valioso.
He buscado en la cajita de Pandora lo que queda en el fondo,
que como un pájaro vestido de inquietudes se asome a tu puerta
y te deje un mensaje escrito en un instante.

He encontrado esto; versos.
Lo mejor que se esconde entre mis dedos.
Lo mejor que tengo.

Versos y sombras, atardeceres de versos.
Pero de esos que llevan atadas sobre sus largas cabelleras estrellas dormidas.
Que exhuman el recuerdo de tus manos sobre mis alas en vuelo.
Líneas que se desdibujan cuando apareces sosteniendo el misterio del viento.

Desierto urbano
Mis pasos recorren la ciudad,
se adhieren al concreto que los devora ,
como en una danza suicida interminable.
Rostros imposibles se fijan en mi chaqueta,
murmuran frases sutiles,
buscan mis ojos que se borraron tras el espejo esta mañana.
Paso junto al café de la esquina, nuestro café.
Hace días está cerrado,
se volvió estéril tras nuestro intervalo vertiginoso
y fortificó su entrada.
Llevo el libro que hace mucho te pertenece-Como todo en mí-.
Un anciano en la esquina me ve y sonríe,
aún hay alguien que puede hacerlo en esta ciudad de argamasa.
Le veo con mi rostro sin ojos
y atisbo a mostrar una mueca que se pierde como la tarde
como esta tarde huérfana de tu voz, de tus letras, de tus ojos.








Barcos de papel

De pie junto a la orilla sostengo barquitos de papel,
los arrullo como a niños huérfanos.
Los cubro de armonías con mi voz.
Elijo entre los colores que habitan esas cartas-barcos;
el violeta, una sombra se asoma desde mi habitación,
me observa desde el espejo, vierte por sus ojos un aguacero.
Los barquitos nadan sobre la lluvia que se derrama,
cada uno tiene un color distinto,
el color de los días que se deshojan como margaritas…
me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere.
Y de nuevo estoy junto al borde,
eligiendo barcos y retomando el canto.






El arbolito de mi pueblo

Ayer pasé frente a la placita de la iglesia de mi pueblo,
el panorama fue desolador, el impacto fue como un golpe bajo.
Lloré como hacía tiempo no lloraba…
con un nudo en la garganta y aguantándome las lágrimas
que luchaban por desbordarse…
se me hizo pequeñito el corazón
al ver como cortaron el árbol milenario inseparable del paisaje que guardo en mi
memoria desde que nací.
El árbol que desparramaba sombra, nido de vida,
de risas, de llanto, testigo mudo de besos furtivos, de historia.
Soberbio, elegante, protagonista de mi origen y del origen de mis padres,
ya no estaba.
Lloré irremediablemente porque me siento más huérfana que nunca.
Hoy quiero sembrarme donde estaba ese árbol,
echar raíces profundas y elevar una plegaria al cielo.






Profundidad

La tristeza de mi padre
cava hondo.
Es líquida.
Tanto,
que me sumerjo en ella
y  me ahogo.





Beso

La catedral
en espera
de que unos ojos
y unos labios
cometan el sacrilegio de turno.





Es esta la hora,
sola entre muchedumbres.
Creo espacios,
donde las huellas que siguen tus pasos
son las que llevan  a mis motivos.
Tan poderosos como el lenguaje de tus dedos.
Nada existe, solo el tiempo en que modelas
la ternura de una tarde
y el enigma de romper  ese abismo
cuando te habito.







Suicida

Te aíslas bajo cerraduras de silencios,
cuando te busco convertido en luz.
He muerto varias veces,
he sido suicida
y un verso me recoge cada noche en el vacío.
Él cruza la calle para verme, yo todas las posibilidades para ser la suya.

Hoy me permito ser cursi, y escribo quizás poesía rosa. De eso hablo, de la geografía  de los gestos, de la exactitud cuando marcas en mi cuerpo las fronteras.














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