miércoles, 2 de julio de 2014

VÍCTOR JIMÉNEZ [12.141]


Víctor Jiménez 

Nació en la Ciudad de La Habana, Cuba, 1965. Es cineasta independiente, productor de televisión y escritor. Graduado en Producción de Cine y Televisión en Miami.  En el campo audiovisual ha realizado publicidad, cortometrajes y documentales, algunos de ellos premiados en Festivales Internacionales. Sus textos han sido publicados en diversas revistas de los Estados Unidos y Latinoamérica. Actualmente reside en Miami y trabaja para el Centro Creativo de Promociones de la Cadena NBCUniversal donde se desempeña como director, escritor, productor y editor. Ha publicado el poemario Siete Ciudades (Red- Ediciones S.L. Barcelona, 2012) Tiene listos dos poemarios inéditos, ILUSORIUM y Golpe de Mar.






Ícaro

Al filo de la roca se cortan las olas.
Una gaviota seca sus alas de abismos
y preguntas mientras tú callas en
la puerta del mar.
Soy una quimera de sal
que arde en el aire
un cauce sin rumbo.
Soy un Ícaro de alas derretidas por el sol.
Lanzo poemas a furiosos guerreros
de algas y gnomos de luz.
Tú eres fuego sobre la Vía Láctea
espinazo de ballena, canto de delfín.
Eres una gata negra de grandes ojos verdes
que me miran interrogantes desde la escalera.





Nocturno

En noches de insomnio
voy reconstruyendo mis obsesiones
juego con la memoria
recorro paisajes hace tiempo olvidados:
puentes azules, los lugares comunes de la niñez
el sol iluminando un jardín
una habitación fragmentada
un cuerpo desnudo.
Recuerdo ciudades:
esplendores nocturnos en Bogotá
una buhardilla en París, un cerro en Valparaíso
una esquina de Madrid.
Juego con una infinita sucesión de imágenes.
Es de madrugada en esta ciudad vulgar y nerviosa.
Vivo -a veces- en blanco y negro.
Llueve contra los cristales.
Apago la luz. 





Promesa

En el vértice de la noche
sus dedos hábiles exploran
intentan el juego de las ofrendas.
Son dos cuerpos excitados
llenos de promesas
que abren compuertas
conquistan territorios
hunden estandartes.
Los amantes son cómplices
que en su desnudez
traman una historia
no apta para menores
bajo el murmullo de la ciudad.





Exilios 

Siempre quise ser pintura:
eternizado en el presente y sus promesas.
Doble referido por un instante ante mí mismo.

Siempre quise ser casa:
esparcido en la distancia obligatoria de las ceibas.
Niño nómada sin un lugar en el mundo.

Siempre quise ser país:
evocación de largos exilios.
Incesante prisión. Fuego en el lenguaje.
Nítida memoria que canta y vocifera.





Corazón

De niño andaba
por la casa recorriendo
sus rincones
Todo era magia
un charco era la mar
y la noche me aterraba
con sus fantasmas.
Ahora la luz atraviesa
este certero sentimiento
de orfandad y soy
un guiño imaginario
un corazón enorme
a punto de estallar.





HANK

Me desprenderé de todo.
Regalaré mis libros y mi lengua.
Donaré mi colección de películas
extranjeras y mis ojos.
Botaré mi colección de cds y mis orejas.
Ya todo es obsoleto,
reliquias de otros tiempos
que en sus cajas de siglos
solo saben guardar polvo y humedad.
Quemaré mis escritos
en una fogata nocturna
y bailaré a su alrededor,
como hacían los Inuit
cuando eran libres sobre la Tierra.
Me miraré en el espejo a diario
para ver cómo voy de la anorexia a la bulimia.
Desarrollaré un tic exagerado.
Viviré a media cuadra de un Liquor Store
para embriagarme siempre,
sabiendo que todo es mentira
lanzaré las botellas al patio.
Maldeciré, lloraré,
protestaré hasta quedar sin voz.
Adoptaré a un perro del Shelter,
uno de esos que matan
para que sus ladridos y nobleza
no molesten a su dueño.
Le llamaré “Charles”,
como el viejo Bukowski.
Y nadie sabrá mi secreto.









I

Nunca cierro los ojos
en las fotos
aunque vea doble
como la vida.

Digo, trastoco,
desmiento y contradigo.

Pierdo el horizonte
sobre un fotograma
en blanco y negro,
espermatozoide torpe
en un mar contenido
por las olas y sus asombros.



II

Llueve
en esta ciudad
impermeable,
envuelta en un instante
pasa una mariposa,
entre taxis y grafitis
tirita,
bajo el arrullo de la lluvia.



III

En la mañana
miro a través de la ventana;
veo tu rostro de papel
una sonrisa voladora,
runas de piedra en el jardín
símbolos cargados de palabras.

Una sensación
agradable me invade,
afuera unas bragas
se mecen al viento.

Adentro, calma y silencio
un silencio claro, clarísimo
sobre este paisaje azul.



IV

Feliz  bajo el sol de octubre.
Aterrador y sexy
como un guiño
detrás de un espejo,
le clavo a los cobardes
el cuervo de Poe,
invento palabras,
siembro metáforas,
dibujo iconos.

Gritándole al día
trato de recordar
el salitre en mi lengua
y por mi bien
olvido el camino
de regreso a casa.

Eterno viajero.

Huésped desafiante
ante el día que se desvanece.



V

Mi isla mordida
de naufragios
se tiende al mar.

Cómplice de distancias,
me cuenta sus misterios.

Entre promesas,
surge la espuma y me salpica
como una barca en silencio.

Sabiéndome niño entre sus olas.





La Ciudad

Dime, ciudad ¿qué somos?
Sueño con calles de sombras
con azules y blancos
pero abro los ojos y no es Tánger
es Flagler Street
trampa de concreto y asfalto.

Vivo en una urbe que se
mueve al ritmo del reggaeton
ausente de gloria, hecha de retazos
que avanza amenazante
sin historia que busca monumentos
estatuas, frondosos parques
pero que aún no despierta
de sus equívocos.

El calor se viste de lunes
derramando una llovizna insistente
imaginada, en esta ciudad que
desvela todas sus interrogantes
con himnos, discursos, marchas
panfletos, pero nadie ve al perro
abandonado ni al gato herido
que suplicantes nos siguen los pasos.




Calles

Hay ciudades que amo con sus
calles monótonas de sombras.
Viejas calles que cuentan
bucólicas historias al paso del tiempo.
Quizás llevo una isla a cuestas.
El olor de la sal me persigue
como una llovizna que alcanza
las secuencias numeradas de sus muros.

Desnudo como una fábula
busco llegar a una plaza
a una bahía, para vociferar mis versos.
Quiero sacar la poesía a las calles
de esta urbe que fue campo un día
ayudar con ella a los perros hambrientos
salvar del oscuro asfalto al árbol
al gato y a los niños hijos del olvido.

Estamos a dos pasos de la tragedia
rumiando soledad sin importarnos
nada, devorados por la violencia sonora
de los indiferentes.
Escucha con cuidado:
la poesía anda por las calles
-a pesar de la inmundicia-
prófuga, sin vergüenza.
Va con los brazos abiertos.








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