domingo, 13 de julio de 2014

JUAN MIGUEL PÉREZ GÓMEZ [12.294]


Juan Miguel Pérez Gómez

Nuevo Laredo, Tamaulipas, México  1975. Licenciado en derecho. Mención Honorífica en el Concurso Juan José Amador, 1998; Mención Honorífica en el Concurso Estatal de Poesía Para Jóvenes, 1999; Doble Mención Honorífica en el Concurso Estatal de Poesía Para Jóvenes, 2001; Premio de Literatura del Noreste Juan B. Tijerina, 2004; Premio Estatal de Poesía, 2007; Premio Estatal de Narrativa, 2007; IV Encuentro de Escritores Jóvenes en Monterrey, 2008; II Encuentro México Joven en Varsovia, Polonia 2009;  Premio de Publicación Editorial para Obra Escrita, 2010; VII Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer 2011  Publicaciones recientes: Estigmas (2011, ITCA, Poesía), Bestias Domesticas (2011, Conaculta-ITCA, Cuento)


A flor de piel (1999)



7

Tus senos son dos lunas
enterradas en tu pecho.
Los giro
para mirar su lado oscuro.


10

No es hacer el amor.
El amor ya está hecho.

Es sólo

que le damos forma.



16


Un racimo de uvas negras
cuelga en tu entrepierna.
En mi saliva se advierte
una sed de ti
y en mis ojos
una anticipada borrachera. 



19

Toda tú
un manjar suculento,
una pista de baile,
un carnaval de mascaras
para mis cinco sentidos.




20

Tu cuerpo
fue moldeado a mis manos
como la manzana
es a la boca.




31

Ya no te desnudes así,
con esa naturalidad poco sensual
que te hace irresistible.




32

La punta de mi lengua
vaga perdida
en el laberinto de tu oreja.



33

La víbora cambia de piel sola,
yo te ayudo
a quitarte las medias.




38

Tu sexo es un mar
donde yo
             jugando a Dios
arrojo un puño de peces. 







Temporada de ángeles (2001)



12:17 p.m. 

Sin los ángeles Dios no puede ver
lo que ocurre dentro de las casas.



12:38 p.m.

Cuando entramos al mar
nuestro ángel se queda
mirando desde la orilla.



1:16 p.m.

Aunque está prohibido el suicido en primavera
los ángeles se cuelgan de una soga de luz
que se cuela por el cristal roto
de la cúpula de la iglesia.



3:39 p.m.

Otra vez el sueño del palenque
donde dos ángeles
con navaja en el tobillo
pelean en el redondel.



4:04 p.m.

No son querubines
son cabezas de niños degollados
con alas ensartadas en la nuca.



5:36 p.m.

Cuando dos personas hacen el amor
sus ángeles se espulgan
                   y se comen
uno a otro 
                    los piojos de las alas.




6:09 p.m.

La chica en el antro
se recoge el cabello
y allí está Cupido
con su sonrisa infantil
tras ella
apuntándome con una 45 .           




8:00 p.m.

El angelito
imitando a Diana la cazadora
se orina arriba de la fuente.




8:45 p.m.

El ángel del borracho
no recuerda dónde dejó su espada.




10:10 p.m. 

Cuando tocó el arco iris
el ángel        e x p l o t ó
        en un millón
de  mariposas de colores.





Estigmas (2007)



Génesis

Bienvenidos a la creación:
después de siete días no se aceptan reclamaciones. 



El carnaval del arlequín

Dentro de mi cuerpo
todo el tiempo
incesto de células,
orgía de bacterias,
promiscuidad de anticuerpos,
degenere
todo el tiempo.  




Boom boom boom

Mi cabeza 
por un table dance con Salomé.




Amor de lejos        

Es de noche en Ítaca,
hay gemidos que llegan a la luna.    
Penélope tiene los dedos húmedos
y los pezones en pie de guerra
apuntando al infinito.
               Se toca sola
junto a un manto descosido,  
revolviéndose en la cama
que a estas horas
       es
              e  n  o  r  m  e  .




Ritmo de otoño

Yo: también se dice a veces
al mirar un cuadro abstracto.




La traición de las imágenes

Esta no es una pipa,
ni este es el segundo verso,
ni a Dios le sangra la nariz,
ni tú lo estás leyendo.




En la playa

Fue mía en un sangrante ocaso
sobre un tálamo de blanca arena, 
dentro del esqueleto de una barca.
Mientras ella mordía su collar de caracoles
yo me eché el crepúsculo en mi espalda.
En tanto, cientos de cangrejos,
con sus ojos saltones de lujuria,
indiscretos, con sus pinzas, aplaudían.




La pregunta

¿Qué estarás haciendo en este momento?
En este preciso instante
cuando escribo estos versos,
no cuando otro los esté leyendo.
Entonces no sabré cuánto tiempo habrá pasado,
y espero,
por mi propio bien,
que esta pregunta ya no me importe tanto.




La madre del artista 

Mamá, todo era mentira,
las viñas están podridas,
la vela cede temblorosa
y tu rosario
                    no detiene el avance de las sombras.

¿Por qué no nacemos con una pistola bajo el brazo? 



La Muerte enjaulada

Fue capturada por un pastor
al volver con su rebaño de la sierra.
Se alimenta de ramas de panteón,
pan de muerto y pensamientos suicidas.
La gente hace fila en la feria
para preguntarle
cuando les tocará morir.
Apuntan la fecha en un papel y,
por el mismo boleto,
pasan a conocer al toro con seis patas.





Cadáver exquisito

A veces pienso que Nietzsche tenía razón,
que Dios está muerto en algún lugar,
que somos ratas de laboratorio
que dejaron de correr dentro de ruedas
y aprendieron a salir de la pecera.

Alguna nave se topará mañana
con el cadáver podrido del creador
como un científico loco
que se bebió nuestros orines
y yace tieso
bajo una mesa de experimentos.




Castaños en el Jas de Bouffan en invierno  

Padezco la debilidad, especialmente en invierno, de salir a caminar al parque.
Tengo algo de desertor de un club suicida en busca de tumbas perdidas.
Los jardineros barren los esqueletos dorados hasta formar montañas
y les prenden fuego. Arden entonces las hojas, que no aprendieron a volar,
bajo un triturador baile de lenguas demoníacas.

Destellos que descubren estigmas en los leprosos castaños, 
iníciales, flechas y corazones que tortuosamente les tatuaron
con filos de navaja, furtivos amantes y soñadores de secundaria,
dando testimonio de que en ese lugar se estremeció la carne
en un gemido, tras la derrota de la falda.

Quizás ese resoplido que se escucha cuando el viento agita las ramas
nace de esas heridas anónimas que el rocío viste de escarcha
y que parecen llorar al despuntar el alba.
Digiérase que con el correr de los años F  y M coinciden en una sala de cine
y hacen como que no se conocen.
Que P  no vive con A  sino con T, que a su vez nunca supo
que seis años después de terminar con H, éste murió en un accidente.       




Musa

No trasluce el espejo de humo
tu tronco de violín abandonado.
Te ocultas bajo la piel de la cama,
lagarto a nado a media agua.
Asoman de pronto tus senos,
dos ardientes estrellas alineadas
en los contornos de tu cuerpo.
Cuelga tu cuello al borde de la cama
resignado a la guillotina de mis dientes.
Adivinan mis ojos ciegos tu presencia
en la poca luz que explota en las persianas.

Mis manos te están formando a mi manera,
aunque te sientes viva sólo tu cabello existe.
La parte que toco en ti se va creando,
lo demás es limbo entre las sábanas,
es sombra espesa, es yeso,
es algo maleable, es agua helada,
fuego que sopla, vértebra, casi hueso, 
es carne que vibra, casi sueño, casi nada.




El cumpleaños   

Llegas a casa.
El mundo se queda tras la puerta
o mejor aún: desaparece.
Percibes un aroma a mujer,
sí, un olor a mujer mojada lo inunda todo,
y todo cambia de colores.
Te diriges a la cocina,
no, no es allí, pero se siente,
definitivamente estuvo ahí.
El aroma te guía, no, no te guía,
te jala, te envuelve en una nube
y te desprende del suelo,
ya no caminas: flotas,
te elevas por la sala.
No tienes duda:
un olor a mujer mojada lo inunda todo.
Junto a la ventana, que da al mundo que apagaste,
entonces, por fin, se te revela,
con su vestido negro que era verde,
flotando, inmensa, en la recamara,
así se besan, palomas al vuelo,
y todo se ilumina, se apaga
y se reinventa. 





Sabines y la aurora boreal

En algunas regiones de Alaska existe la tradición de prestar la esposa al invitado a pasar la noche en casa. Qué costumbre tan salvaje  diría Sabines. Pero en una perspectiva más francesa estaríamos hablando de un entrañable anfitrión. La idea es que el huésped  “combata el frio”, por decirlo de alguna manera humanitaria.

No sé, quiero pensar que existen limitantes, esto sí, esto no, nada de mirarse a los ojos. Me aterra la imagen paciente del esposo leyendo un libro sobre el apareamiento de las focas mientras, cargada de los muslos, su mujer retumba las paredes y caen uno a uno los cuadros de la casa. Haz el amor, paloma, con todo lo que sabes.  

Uno piensa que al día siguiente él le va a lava la piel hasta arrancársela, que la tendrá que cortar en pedacitos y buscarle un lugar bajo la nieve. Pero al amanecer, ella, tan oronda, le fríe unos huevos de pingüino, mientras él Le mira la risa igual que si ella se la hubiera robado, y entonces No te conozco, me pareces ajena, como la mujer de otro  diría Sabines, y el esposo terminaría la frase:  Ah, ya sé: está mañana no te recogiste el pelo.              




El crimen del rey Mariposa 

Eyaculó el sol y unos murciélagos de sombras
se quedaron mamando de tu piel.
Estás enfermo de amor, de amor que mata.
Pero tú sigues abriendo tus alas a la noche
con tu disfraz de hija de Lot.
A veces te penetran, otras los penetras,
y la larva de la muerte los fermenta.

Resbalaste hasta el final del arco iris
para encontrar un lápiz labial nadando en el retrete.
Ninguna red (hada) detendrá el vuelo
de tus pestañas postizas.

De noche todos los gatos son Humphrey Bogart,
y la luna transforma en hombre lobo al policía.
Siempre habrá amantes para tu colección privada:
el caníbal en la ventana se llena la pupila.

De noche las putas salen a sobrevolar callejones,
y los halcones nocturnos buscan migajas de neón
en los ceniceros de un motel de paso carretero. 
                     Mañana no te reconocerán
ni los piojos vegetarianos
                                           de tu peluca.        





El poema donde quedaste embalsamada

Este es el poema donde incrusté tu cuerpo,
tus senos aplastados entre papel y verso,
tus cabellos extendidos, atados a las letras,
tus tristes ojos, tus callados ojos tristes.
Aquí, donde escribo amor, está tu boca.
Te voy a hacer eterna, serás para siempre,
inmortal como esta hoja,
momificado fragmento
de mi vida secreta,
donde un lunar es una coma y un paréntesis un gesto.
Sólo yo sabré en que letra tus pezones
tiemblan al leer este poema,
en que renglón tus muslos acaban,
donde poner el oído
para escuchar los ecos de tu risa,
por siempre clausurada.
Te dejo esta inquieta g que abandona a la ( )ramática
la puse justo ahí donde te gusta. 
Arriba yacen tus brazos cruzados, 
la tinta de la pluma te amordaza el corazón.  
En esta parte, y aquí donde dice dolor
te puse un clavo en cada pie
para que nada te duela como yo.




El orgasmo de Susana

Según Susana las mujeres
en su ciclo de vida 
sólo pueden generar seiscientos treinta y siete orgasmos,
después mueren irremediablemente.

Por eso ella lleva la cuenta en un cuaderno.
Esto a mí me deprime en lo particular,
no porque esté cerca de morirse
sino todo lo contrario, sus orgasmos
han disminuido considerablemente desde que está conmigo.

Cuando le sobreviene un orgasmo
parece una bestia dando sus últimos estertores
y dice que escucha un estruendo
como cuando callaron las trompetas
y los muros de Jericó cayeron.
Dice que escucha pisadas de elefante,
estrellas, a años luz, comprimirse y apagarse,
termitas discutir en congresos subterráneos,
y sabe si va a temblar la próxima semana.
Sus dedos son raíces que se adhieren a la sábana
mientras visita mundos devorados por las aguas   
y sucumbe al sonido de una hoja que se desprende de la rama.




El encantador de serpientes   

El hombre acude a pagar su recibo del gas.
La señorita le quiere cobrar recargos.
Él extrae del bolsillo interno de su saco
una flauta negra que mandó traer de África.
                          La toca.
La señorita siente una araña tejedora
enmudecer sus cuerdas bocales,
apenas un gemido le inflama los labios.
Su clítoris es una mariposa
que quiere volar hacia un jardín de penes.

La señorita se desbotona la blusa
y se arremanga la falda.
Cualquier intento por satisfacer sus ansias
equivale a lanzarle piedras a la luna.

El encantador se aleja.
Como un ungüento para calmar la fiebre
la señorita se restriega el recibo vencido
por todas las fogatas de su cuerpo. 





La puerta 

No abras la puerta
que estoy fumando junto a la ventana,
y está la mesa puesta
para despellejar orquídeas blancas.

No abras la puerta
que tiemblan mis manos al cauce del río 
de tu sangre que canta,
y las agujas atraviesan el ombligo de las hadas.

No abras la puerta
que estoy pulverizando estrellas,
y a estas horas mi soledad me espanta.         

No abras la puerta.
Déjame encadenado a los grilletes
de esta oscura fermentación malsana,
encerrado de ti.

                   Pásate de largo, hermana.




La receta

Consígase una mujer
que esté entre verde y madura,
póngale un ramo de rosas en las manos
o una barra de chocolate,
según prefiera lo dulce o lo amargo.
Sáquela a descongelar al sol,
luego amase la carne hasta que se ablande,
métala a la sala a media luz por cuarto de hora, 
por nada del mundo se pase de tueste,
puede, si le place, sazonar con música el ambiente.
Recójale con delicadeza el cabello,
para saber que los poros están a punto de hervor 
se recomienda degustar un poco de su cuello,
si la transpiración dio paso a la salitre
desprenda todo aquello no comestible,
los accesorios y telas que la revisten.
Cerciórese de que los pezones se encuentren
debidamente inflamados cual pan horneado.
Ahora recuéstela, de preferencia en una cama,  
marine con una docena de caricias
en los rincones más oscuros de la piel.

Cuando esté a tres cuartos
agregue una cucharada de saliva
para que se mezcle con sus jugos
y le dé sutileza a la envestida.
Los gemidos le marcaran la pauta.
No olvide darle su volteadita,
abrirla con cuidado
y cortarla por en medio. 
Ni una pizca de amor, sólo deseo
esparcido en derredor de su banquete. 

Por la mañana, si guardó un poco
y despierta con hambre,
es de sugerirse un buen recalentado.  





El nacimiento de Venus    

Simonetta se llamó la joven que sirvió de modelo a Botticelli para este cuadro.

Una hermosa pelirroja por la que se masturbaban todos los hombres de Florencia en el siglo XV.

La casaron a los 15 años de edad, eso debió ensancharle las caderas.

Tenía 22 años cuando posó desnuda para el maestro, a esa edad murió.

No sabemos si el buen Sandro tuvo oportunidad de sentir en su mano el calorcito de su entrepierna de fuego, o si mezclaba semen en sus formulas de colores. Quizás él fue un tipo profesional que no se enamoró de ella. Sí, es posible.

Pero habría que explicar por qué Botticelli tardó 9 años en concluir el cuadro después de que ella murió. Eso sin contar que le dio por pintar mujeres de cabello rojo parecidas a Simonetta. Y sobre su petición de ser enterrado a los pies de su tumba 34 años después, ya ni hablamos.

La mitología nos dice que Cronos le cortó los testículos a su padre Urano y los arrojó al mar. Éstos se unieron en una placenta y de allí nació Venus.  

Simonetta murió de tuberculosis. Sandro no sabía, al transcribir al lienzo esa blancura de su piel, que mientras le daba vida a Venus, su amada se moría.

En su renacer Venus reclamó a la joven pelirroja, lo que fue una especie de castración del deseo a todos los hombres de Florencia,
y consecuentemente a nosotros.





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