lunes, 30 de junio de 2014

DANIEL DÍAZ MANTILLA [12.095]


Daniel Díaz Mantilla

Daniel Díaz Mantilla. La Habana, CUBA   1970. Narrador, poeta y ensayista. Licenciado en Lengua Inglesa, actualmente trabaja como editor de la revista literaria La Letra del Escriba. 

Ha publicado Las palmeras domésticas (narrativa, Premio Calendario 1996), en·trance (narrativa, Premio Abril 1997), Templos y turbulencias (poesía, 2004), Regreso a Utopía (novela, 2007) y Los senderos despiertos (poesía, Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas 2007). El Instituto Cubano del Libro le otorgó en 1998 la Beca de Creación Dador y en 1999 el Premio Temas de Ensayo en la modalidad de Humanidades. Sus textos aparecen con frecuen­cia en las revistas culturales del país y se incluyen en antologías de la literatura cubana actual editadas en varios países de América y Europa.





EL MAR INMÓVIL

Sobre las afiladas olas del mar inmóvil va, trabajosamente, la larga caravana de hombres recios y callados en busca de la tierra escurridiza. Un antiguo profeta les pro­metió ese suelo donde sólo una simiente germina, florece y da frutos: la simiente del bien. Y sobre las agudas crestas van quedando cercenados los cuerpos de estos ambi­ciosos viajeros que desterraron de sí la bella tierra para buscarla en imposibles confi­nes, creyendo que por ello sería mayor su recompensa.





CÓMO

No se trata de saber porque sabiendo ignoramos lo que resta.
No se trata de buscar porque buscando no vemos
y sin buscar encontramos lo perdido.
No se trata de querer
porque queriendo despreciamos eso que sin esfuerzo tenemos.
Buscar o no buscar, querer o no: no importa, sino cómo.





DETENIDOS

Detenidos entre llorar y sonreír,
sin llegar a hacer uno ni otro,
hablamos
tras la máscara.
Cuánto hiere el llanto que se guarda,
cuánto la sonrisa que se esconde.





POR EL FILO

Caminando por el filo del cuchillo
me pregunto qué haré cuando llegue a la punta.
¿Saltaré al abismo
o volveré sobre mis pasos
como si estos no hubiesen tenido otro propósito
que hacer una maroma?





CRISIS

Si miro adelante sin pensar todo lo que me ata,
si expongo mi sangre, mi casa, mis obras,
si rompo lo que hice por lo que haré,
lo que soy por lo que he de ser,
entonces, ¿qué seré que perdure,
qué palabras diré que alguien crea?
Pero si me siento a recordar
las veces que arriesgué y perdí,
si considero las heridas que guardo,
las que ingenuamente causé,
si pongo en la balanza mi fe y mi temor,
si dudo de lo que quiero y me aferro
a carencias parciales,
si me niego a soñar lo improbable
y me quedo así,
mordiéndome los labios,
entonces, ¿para qué las palabras?

http://www.isliada.org/poesia/2011/08/el-mar-inmovil/






De la incertidumbre

Oscuro es el comienzo, lejos en la memoria se nos pierde y fantaseamos reinventándolo con fragmentos escasos, viejas fotos, supuestas evidencias que alguien halló bajo toneladas de polvo. Oscuro es y lo buscamos, queriendo ver en él causas del modo en que habitamos el presente.

Incierto es el presente, volátil amasijo de tendencias, solapados presagios en el continuo aluvión: una trama de noticias sin sentido y un sentido que se oculta entre sensacionales disparates. Incierto es y lo vivimos, soñando descubrirle alguna veta del futuro.

Extraño es el futuro, con signos de tormenta se nos muestra y entre consignas de esperanza conjuramos hacia él un sendero salvador, una salida ilesa a la amargura y la impiedad que atestiguamos. Extraño es y nos sorprende, como una foto de la infancia vista en los años finales de la vida.





Aquí y ahora

Todo es misterio aquí, ignoro y miro:
el trigo siegan en flor y echan al horno
entre cantos de alabanza,
la higuera seca reverdece,
el vino es agua.
Silencios que hasta ayer parecían himnos
retumban como rachas de tormenta
en estos muros tan sólidos y ajenos.
Todo es misterio:
¿de qué mar trae su red cargada de peces
a través del desierto, sudoroso el pescador,
cantando su tonada jubilosa,
para quién;
de qué desierto sin fin es el polvo
que escurre por las venas
del pastor y su rebaño?





La inutilidad, la indiferencia

Lo peor de decir es la inutilidad de las palabras.
Lo peor de desnudarse es la indiferencia de quien mira.
En estos días veo tu rostro y no lo reconozco,
oyes mi voz cual si una voz lejana que gritara
apagada por el viento, por el rugido del mar.
En estos días vivir
es caer sin moverse del lugar en que se está,
sin que alguien sepa o quiera saber.
Todos caemos, nadie vibra, nada se mueve
y lo peor es eso: la inutilidad, la indiferencia,
el desaliento que siembran en quien se desnuda o dice.





Representar

Cuánto de lo que hacemos no tiene otro propósito que representar: si escribo versos, ¿es para que alguien me diga poeta? Si me anudo una corbata al cuello, ¿es para que me traten como un señor? Si sonrío frente al espejo, sin testigos, ¿es para creer que soy en realidad feliz? ¿Y si miento con descaro, y si intento ser sincero?

Representar es extenuante, no representar es imposible.





Sinécdoques de la distancia

Como esporas o ceniza o polen u olas
que el viento arrastra del otoño al verano,
largamente mas sin metas previstas;
como barro moldeable y común, masa homogénea
entre las manos pulidas, ya insensibles,
de un alfarero en serie;
como estrellas en cúmulo, difusas
por el resplandor de otras estrellas
que la distancia sostiene casi juntas, casi inciertas
tras la serena lente de un telescopio fugaz y casi atento;
como la sal, la lluvia, el mar, el légamo
o el astro menos visto,
somos: herederos momentáneos de lo eterno,
orgullosos de un acto, de una fe sin futuro,
de una huella más o menos absurda
en la conciencia de cualquier espécimen
de esta raza pertinaz e irrisoria, casi sensata.
Como las lágrimas, los besos, las cuentas del rosario
o el recuerdo de una época anterior y ya perdida,
somos: sagrados, inútiles, propensos
a la burla ingeniosa o al olvido.






Aprendizaje

Cómo se fue amurallando la inocencia, demorándose en cálculos el espontáneo ademán, la sonrisa recordando previos filos, contraída en espiral de dudas la voz, como un caracol tras el contacto frío con la espina.

Cómo se fue labrando el surco oscuro de la frente, espesándose en los ojos la posibilidad más agria, el golpe atemperando la arrojadiza entrega, la esbeltez arqueada por su carga de altos sueños renunciados.

Dónde quedó la infancia, qué memoria de azogue volverá a dibujarla en el espejo, qué viento traerá de vuelta el eco de las primeras canciones.

http://www.lajiribilla.cu/articulo/7857/




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