sábado, 20 de octubre de 2012

JORGE FERNÁNDEZ GRANADOS (8133)




Jorge Fernández Granados (nació en la Ciudad de México el 31 de octubre de 1965, es un poeta, narrador, ensayista, antólogo y traductor mexicano.
Estudió guionismo y literatura en la SOGEM. Becario del Centro Mexicano de Escritores, 1988-89; del INBA, 1991- 92, y del FONCA, 1992-93.1

Obra

Obra Poética

Entretejedura (colectivo), (UAM/Delegación Cuauhtémoc, 1988)
La música de las esferas (Castillo, 1990)
El arcán­gel ebrio (Unam, 1992)
Resurrección (Aldus, 1995)
El cristal (Era, 2000)
Los hábitos de la ceniza (Joaquín Mortiz, 2000)
Principio de Incertidumbre (Era, 2007)

Narrativa

El cartógrafo (Cnca, 1996)

Antología

La fábula del tiempo (Era, 2005), selección de la Obra Poética de José Emilio Pacheco

Premios

Premio Literario Nacional de la Juventud "Alfonso Reyes" 1988, por "La música de las esferas"
Premio Internacional de Poesía "Jaime Sabines" 1995, por "Resurrección"
Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2000, por "Los hábitos de la ceniza"
Premio Iberoamericano de Poesía "Carlos Pellicer" 2008 para obra publicada, por "Principio de Incertidumbre"




Los peces

Fuimos bajando hasta el fondo
por las calles del puerto. La noche
remaba en el abismo de los ojos. No recuerdo qué tanto
la brisa nos cubrió de sal y estrellas.
Es conveniente dormir a menos que amanezca, dijo,
pero éramos legión para esas horas ya rancias de cantinas.
El ron juntó a los peces
y a todas las criaturas que no duermen
esa noche de pescadores y viajantes, de grasa y aguacero.

Emigramos a La Luna,
que era una carpa improvisada en los
dudosos territorios del suburbio.
Sudores y cervezas, baile, sedimento
de géneros grotescos de alegría,
se fueron combinando con torpeza
hasta temblar en una sombra, un amasijo
de danza, alcohol y extrañas vidas.

Los círculos que lees con tu mirada
no están en realidad aquí,
pero a ti te fue dado contemplarlos,
—dijo sonriendo y se perdió bajo los cuerpos
en la anchurosa fiesta de esa carne.
El ritmo gobernaba la sordidez o la gracia
y en medio de su lago nos fundimos.

Más tarde, ya cansados
los pocos rezagados en La Luna,
sin sueño y con nostalgia de horizonte,
fuimos a buscar el mar:
la sonata del agua, el apetito de su hechizo,
en esa vigilia donde el límite
del cielo y el océano es todavía tiniebla.

Algo nos lleva ante la orilla
a ver cómo la luz se recomienza
y estar aquí sin comprenderlo,
testigos de este mar alucinado,
súbitamente viejos, silenciosos,
oyendo de su más oscuro corazón
una alabanza.

Sentados en el muelle esperamos el día:
poco a poco fue llegando su violeta,
la noticia azul de su marea,
y en el silencio de su gloria amanecimos.






TATUAJES

las pieles tatuadas guardan una historia

cada tatuaje consigna un trazo oscuro que deja para siempre atrás el blanco delicado de la inocencia 

pues la piel es un espacio anónimo que espera el primer estremecimiento la primera caricia la primera herida para recordarla

peculiar violenta o hermosa la piel es afín a la superficie vulnerable de un planeta: una acumulada y legible cicatriz que cuenta sus edades

porque la piel es delgada y distingue cada temperatura cada emoción cada señal que la atra-viesa

porque la piel es muda y única

las pieles tatuadas guardan una historia






CADA VER

cada ver

nudos ocultos de cuerpos mutilados en el amanecer del desierto donde pequeñas telarañas invaden con la certeza acumulada de la quietud sus cabellos sus párpados sus labios abiertos aún en la congelada y secreta palabra del instante frente a la muerte tan parecida al silencio de este páramo ahora que al caer la noche se llena de laboriosos insectos que brotan de las grietas del suelo y exploran esos cuerpos como si se tratara para ellos de un extraño meteoro que hubiera caído hace días en el desierto examinan con destreza el cir-cular espacio de aquel grito sin garganta

cada verdad

cuenta una historia inconclusa que persiste semienterrada en las dunas terrizas cuenta los huesos que interrumpen la arena en la orilla de la carretera a casas grandes los torturados vestigios de la mutilación de cuerpos jóvenes y flexibles repentinamente tomados por asalto borrados de la tierra y entrando sin voluntad sin anuencia en la región oscura de la destrucción cuenta el osario de la soledad que descompone este prehistórico sol del de-sierto una por una cuenta esas calcinadas formas de lo desaparecido

cada verdad es un ver

cuerpos fulgurantes en el lecho de un reseco río o de campos de algodón o de lomas de po-leo en la orilla de una urbe de inmigrantes y máquinas seriales para siempre detenidos en un hereditario gesto ante el encuentro con el último estamento del dolor como una pista del combatiente negro de humo en la punta de sus dedos azules restos de esmalte en sus uñas rotas sus manos atadas con sus propias agujetas su cuello casi de niña estrangulado ánimas ya si existe el ánima cuerpos en la tierra de los cuerpos inocultables costillares que esplenden descarnados como el fósforo bajo el fanal de la luna del eriazo y hablantes vértebras adolescentes aún vibrando bajo la quemada música del sueño

cada verdad es un cadáver

viviente en la memoria de los desenterradores los que diariamente rondan desde el crepús-culo hasta la madrugada en no oficiales vehículos en desvencijadas trocas o en cuadrillas a pie armados de una vara y una bolsa buscando en horas robadas al trabajo o al sueño disimulados vestigios no del todo desintegrados aún por el tiempo la podre y los animales piezas rotundas del rompecabezas de la prevaricación todos lo saben desperdigados en ciertos lugares recurrentes como la carretera a casas grandes o esos terrenos del margen los desenterradores que a diario persisten sin recompensa civiles laboriosos como los in-sectos del desierto que no duermen peinando las afueras de la ciudad con el único deseo de no hallar esta jornada tampoco un arete una pulsera un jirón de ropa cualquier objeto que dé aviso de otro nuevo descubrimiento 

cada verdad es un cadáver de eva

que a pesar de todo comienza su accidentada emersión como esfera de aire en la hondura del agua y parece decir en ese demorado ascenso en ese zigzagueante trayecto de la as-fixia oye el rumor bajo este engañoso silencio oye la tempestad que rojamente escribe ciertos nombres en los muros oye la mutilada multitud que va buscando cada noche sus huellas en el polvo para volver a caminarlas y volver a caminarlas hasta que se cierre el gran círculo de las sacrificadas oye la repetida la impune la numerosa estrategia de la muerte con la que se ocultan oficiosamente esas mismas huellas evidentes oye subir poco a poco estos cuerpos a la superficie calcinada del desierto de chihuahua como el mar tar-de o temprano arroja a la tierra los delicados objetos de un naufragio

cada verdad es un cadáver de evaporable luz





CREDO

nunca
nunca tiene sentido
nunca tiene sentido esa descarga 
nunca tiene sentido esa descarga de fuerza
nunca tiene sentido esa descarga desigual de fuerza 
nunca tiene sentido esa descarga desigual y desesperada de fuerza
nunca tiene sentido esa fuerza desigual y desesperada
nunca tiene sentido esa desigualdad de la fuerza
nunca tiene sentido esa desigualdad
nunca la fuerza sin sentido
nunca la fuerza
nunca






El silencio de las puertas

comunica dos estancias o dos cuerpos
posiblemente dos naturalezas

la puerta divide lo que ha de ser guardado u oculto de la intemperie

el silencio es la puerta que resguarda a las palabras del pensamiento
de las palabras de la voz

quien guarda silencio cierra una puerta para guardarse a sí mismo

tras una puerta como tras el silencio ocurre algo secreto

cerrar una puerta o guardar silencio son dos gestos equivalentes
de soledad




De Los hábitos de la ceniza, 2000

ESPECTROS

La memoria echa sus cartas
en un lento ritual siempre incompleto
como quien busca una inscripción en el árbol
donde las cicatrices están frescas
como quien busca en esta ciudad la piedra que recuerda
los hoteles y los templos
los rostros casi repetibles de la gente
y el aroma verde de la lluvia
junto a la manía amontonadora de los escaparates
y los cafés de luz fría y bebidas tibias
donde se gastaron las palabras
sobre el arte y el amor entre
otras bellas mentiras inmortales

como quien busca el paraíso barato de los cines
el maquillaje cursi de las citas
la transparencia de unos ojos
en que todavía no ha entrado el mundo
y arden con esa edad radiante
entre el asombro y la malicia
como quien busca esas noches que parecen existir
antes de ser vividas
y en que una parte de nosotros muere
noches de sangre risa y turbias confesiones
cuando se aprende a hablar de todo y nada
oyendo cómo pasa el tiempo
por viejas canciones y nuevas gargantas
indefinibles noches de un carnaval humano
menos siniestro que sentimental y al cabo
más cerca de la melancolía que de la euforia
tribu de aquellos que buscan una noche de su vida
tener algo más que un buen empleo
madrugadas de humedad y comezón
en recámaras prestadas
cuando después del sexo el tedio tiene prisa
por dormirse o mejor buscar un taxi
y volver a la noche de nadie 
la predadora sombra que todo el tiempo nos recuerda
qué breves son los éxtasis del gozo la fe o la juventud
qué breves son los sueños por los que damos la vida
mientras 
en la avenida el ruido de la gente
es la primitiva música el fondo
perpetuo apurado
de las historias de todos
de las historias de nadie 
que van poblando de alegría miseria y monólogos la noche

como quien busca también
con su barato traje gris los empleos 
de la mediocridad o el hambre
triunfos llenos de fracaso
despachos desvencijados y fantasmas
o mansiones resguardadas 
donde nadie ignora que la vida de tantos 
tiene un irrisorio precio
callejones de carroña y bares
donde se oficia el deseo y el sarcasmo
donde la vida es grotesca y bíblica
o azoteas muy cerca del cielo
llenas de ropa limpia gatos y mujeres
que soñaban cosas imposibles y fumaban
pensando en su guerra su país las dictaduras
que tarareaban canciones de amor pero amaban con rabia
y tenían siempre una maleta al lado de la cama

como quien busca hoy como ayer esas calles
calles menos habitables que el amor y sus espectros
donde pasan discretamente las vidas y se acumulan
como el polvo a la orilla de las bancas
calles que parecen espejismos a lo largo de los años
siempre demasiado cómplices
de su reticente aroma a decadencia
del mercado permanente de sus postergadas promesas 
mientras el cielo deshace lentamente 
su viejo corazón de piedra
calles que a pesar de todo cualquier día
ocultan un encuentro cierto atardecer un pasadizo
una extraña inscripción como un secreto
y en donde sabemos que de alguna manera
extraña y hermosa
aún habita ese nombre que oímos en un sueño





NADIR

A dónde van las cosas que nos duelen,
las que vivimos así, calladamente,
contando nuestros pasos que se borran.
El humo, la canción,
nada importante,
la misma calle, el mismo tren, la misma sombra.
A dónde van cualquier tarde 
esas imágenes que aran
hasta el último rincón de lo que somos,
y vuelven y brillan y no hablan.

A dónde van entonces que nos duelen
como un crujido de brasas en la noche,
como un espanto de pájaros y rezos.
Una herida que pasa despacio
al otro lado de la carne.
O sólo duele la pobre, pobre maravilla
que nos traspasa 
y se aleja en su viento de detalles,
el truco triste de su apenas, muda
y miserable, duele toda, todavía.

Y a dónde va, igual, toda esa mancha
del dolor que invade
la hierba, la herrumbre, las baldosas
y el secreto temblor de las miradas.
A dónde van las cosas
que traemos en un pozo, en la huella de los dedos,
las voces del asombro y el amor y la tristeza.
Sólo sombras
limitadas, nuestras, quietas
y casi ofrendas también, 
irremediables,
viejas.

Qué pobre es el dolor si lo inundan
de gavetas, filigranas o preguntas,
si lo explican. No se curva
el dolor sobre su lámpara, no pasa
por el umbral de las palabras.
Es sedoso rumor bajo el candil del esqueleto,
cangrejo hambriento que se entierra
en la arena púrpura del alma.

A dónde va la sombra de las cosas, el vaho
de la tibieza en un cristal.
A dónde va el prodigio, ese ver
de pronto
el afilado fuego, la serpiente
a los pies de una diosa de madera.
Ese ver
que sólo es aire, rastro,
música de huellas;
y ese como tocar de pronto 
una honda, honda grieta
debajo de este mundo.






SILUETAS DE SU ROSTRO

Es luz de algún verano milagroso
o tiempo detenido ante la muerte
de un largo atardecer. Quizá la lluvia
sonando en la ventana alguna noche.
Habita umbrales en ciudades de paso,
el mármol, la penumbra, los misteriosos gestos
de alguien que se despide, el imán
de cierto rostro en una multitud,  el nombre
de una calle que no existe,
un aroma, una voz, una tonada.

Ella aparece sólo tocándonos la frente:
es otra y es la misma, inapresable,
y se va como vino, como es.

Está también, de pronto, en la tranquila tinta,
en una página más, agazapada
como nudo de danza, música mental,
apacible euforia, íntima, semántica.
O es una gota de casualidad,
la diáspora del placer
que siempre comprendemos tarde, pero vuelve
con el sigiloso tacto de algo 
que quema y alumbra y huye
un instante; mientras la vida es aquello 
que transcurre entre sus lapsos.

Sólo aparece tocándonos la frente.
Es otra y es la misma, inapresable,
maldita, extraña, necesaria loca,
se ríe de nosotros, su vestigio,
la sombra, antigua sombra de su rostro.






LA ESCALERA

Para conversar, tal vez, contigo
reviso la transparencia
de un viejo lenguaje
con un ánimo pausado, esa hora
donde todo guarda silencio
para oírte.

Para reunirme contigo
donde creo adivinarte, discreta
y puntual, cruel –no sé
si aún guardo en mi cabeza
una esquirla del sueño
donde hablabas
desde la penumbra de una escalera
donde sólo escucho tu voz 
y creo, muy lentamente,
que subo.

Nunca supe quién eras;
pero dentro de mí, acaso tu rostro 
dormía, leve, elusivo
y me ayudó a vivir
mientras mi cuerpo escalaba
esos duros peldaños de piedra.

Aún oigo esa voz en mi desafinada 
alegría. Y amaneces 
como entonces, humilde, aérea.
Me despiertas. Recuperas
las edades solares de mi risa.

Tu presencia
ha sido el extraño argumento de mi vida.

Sólo tu voz sin rostro
llamándome al final
de una escalera en la penumbra
de una casa vacía.

Dentro, tal vez, de lo que temo
estabas antes mirando, mirándome volver
la cabeza de miedo. Te sé
tan visitante en la última luz 
de la ventana como reunida
en el resplandor angosto de cada peldaño 
con el que sólo pretendo aún
llegar a ti, tomar tu mano al final de la escalera
y decirte, con este viejo lenguaje,
que ha sido tan grande el miedo 
como el amor por ti, desconocida.






LOS OJOS

Me pesarán tus ojos
de aquí hasta la muerte.
La culpa ha sido mía:
yo no debí mirarlos.

Creo que cabe mi vida
en la esférica tristeza de tus ojos
que parecen de siempre estar mirando
tras la lluvia en el cristal de una ventana
otra lluvia, ya borrada. Otra lluvia.

Qué silenciosamente cabe un mundo en esos ojos
y me pregunto dónde terminan,
cuál es la orilla oscura del relámpago que guardan.
Qué antiguamente caen estrellas 
al fondo de esos ojos,
qué justicia o qué barbarie o qué secreto
les dio tal vez la ingobernable luz del cielo.

Ahora que la noche será mi enorme casa
voy a llevar tus ojos oscuramente míos.
Con ellos, la luz será un recuerdo
íntimo y sencillo.

Quiero habitar en ellos sin peso, vaga forma
detenida un instante 
en la amorosa memoria de su fuego,
sólo para estar en ti, contigo,
en esa última razón
de mí que son tus ojos.







De Principio de incertidumbre, 2007

LOS DISPERSOS

y en una equivocada edad donde caminan
los dispersos los que no han abierto
su verdad al mundo aún al resuello como la quitanza
de lo que todos saben pero no 
han pronunciado

perduran o perseveran en lo limpio los dispersos
en la desigualdad del orden donde guardan
como la sed como la musitante sed su avinagrado día
en ese digno
afán con una cifra
en la orilla de los números del mundo

miserables los dispersos reiteradamente juntan
cuatro cosas y el alegre respirón de un aire viejo
se saludan
se sospechan
desde la mutante memoria del amor
o la palabra (cualquier gesto) los agrupa
y los retiene 
convidados de piedra confundidos en todo

casi se pierden casi se dan 
por omitidos unos a veces
y apagan con los dedos una llama
escriben en la arena dicen que son niños
soplan en el polen transparente
y se ríen 
pasan con su piedra ardiente rotan como púlsares
se impacientan se distraen se despiden
los dispersos

unas veces no
los hallaremos más nadie diría petrificados
sus jardines su reloj sus herramientas
su triste manera de mirar algo tan lejos 
muy algo tan lejos

qué raros son 
los dispersos
a nadie le gusta tenerlos demasiado tiempo cerca
parecen ácido o luz 
queman sorprenden incomodan no sabe uno qué hacer 
abre la puerta
deja que salgan
toma gracias adiós 
y que dios
te cuide
pero no vuelvas

ruido
ruido en el corazón
de los dispersos 
eso 
debe pasar porque enmudecen
gritan cantan 
sufren se despiertan
porque se van a pie distancias
que nadie quiere caminar
y no se cansan 
sólo se mueren a veces
porque en su respiración hay un murmullo que parece canto
una razón 
que no los deja vivir que no los deja quedarse
y cómo hacer cómo decirles 
que ya no 
hay casi lugar
en esta cárcel para ellos







LOS FARSANTES

quienes no tienen un alma fingen todas
las superficies que venden 
no la verdad sino la astutísima
baratija

obsérvalos saludan sonríen bromean siempre parecen simpáticos siempre “están en todo” levantan las cejas con simulado asombro desdeñan entre dientes caminan aprisa (huyen)

almas chatarra que ratean
peces en el río revuelto
y quince minutos engatusan 
al que se deja

obsérvalos revisan sus uñas la punta de sus zapatos el brillode sus labios el corte de su bigote la marca de su reloj la altura del escote el nudo de la corbata o simplemente el aspecto “casual” de la mezclilla

su máscara es mutante y siempre a la medida 
del momento su ámbito
natural es el plasma de las pantallas
el cómodo veneno de la evanescencia o la levedad 
donde todo se vale

obsérvalos nunca faltan invaden sin aviso los vestíbulos otean la tertulia serpeando entre la concurrencia con sus redituables maniobras de encantamiento con su arsenal (ajeno) de frases “ocurrentes y eruditas” con su ágil quincalla quedabién

se puede engañar a todo el mundo algún tiempo
se puede engañar a algunos todo el tiempo
pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo
—dijo quien luego fue asesinado en un teatro

obsérvalos hormiguear en el banquete apersonarse con prisa zalamera en la mesa de los notables y no perder oportunidad de añadir su nombre a las listas de preocupados en causas sociales mientras reparten caravanas en los resonantes salones de las cortes escucha cómo se pisan unos a otros por trepar a la tarima cómo se apuñalan por la espalda cómo se arrebatan la carroña del hocico

pero los peores son los más finos
los que bordan con hilo delgado
un permanente disfraz a la medida de su farsa
un simulacro amébido tan perfecto 
que ya no se distingue 
de su propia vida







LOS AGONISTAS

esta noche cualquiera de martes 
sólo los jóvenes de menos de veinticinco 
tienen aún algo inesperado que ganar o perder en su vida
casi todos los demás nos hemos acostumbrado 
a las pequeñas domésticas mediocres dosis en las que viene la vida

sólo los jóvenes de menos de veinticinco esta noche cualquiera de martes
perforan con fosforescentes proyectiles de música
adentro de sus oídos las murallas indiferentes de la noche
y arriesgan su identidad por un increado don que los acecha 
arrastran hasta el peligro el privilegio de la juventud 
mientras su corazón todavía sin blindaje
podría recibir precisamente hoy precisamente esta noche cualquiera de martes la perdurable herida
que los hará fuertes o espectrales para siempre 
la bala abisal que les obligará si sobreviven a construir la dura cicatriz de su coraza

hay que admitir que casi todos los demás estamos algo muertos 
o sometidos o demasiado cansados a estas horas ya del trabajo y dormimos o vemos tv o merendamos
salvo ellos y sus todavía salvajes almas 
los demás somos un precavido cálculo de aquí hasta mañana 
de la pérdida a pedazos 
de aquella ilusión que hoy a ellos los desvela







LOS MUERTOS

será que guardan la medida de otro mundo
suspendido 
entre dos instantes de esto
que aquí llamamos tiempo 
o lo vivido un súbito
recuerdo esta certeza 
de que nunca estamos solos

yo no soy un hombre soy una legión de muertos

y algo cae
y pertenece
a su reino 
al evocarlos

será

que guardan otra acumulada edad
de la tierra que descansa
en lo que estuvo en la tierra
si es que fuera
tierra todo lo visible y lo
que no

será

que habitan lo invisible
pero pesan
desde ahí
y nos inventan
yo no sé
sólo digo que están muertos sólo digo 
que los pienso
en este aquí
provisional presente como decir aparición 
de lo que fueron o somos o seremos digo fe 
en lo aparecido y lo desaparecido y lo inaparecido 
(aún)
digo visitantes 
ausencias en las ruinas 
del amor

y el espanto 
que nos falta (todavía)
para deletrear la tierra

será

que no sospechan 
que su mundo es este mismo el único y que (aún) 
discutimos su existencia 
porque piensan despacio muy despacio
como muertos tanto 
que uno solo de sus pensamientos 
puede tomar siglos 
en nosotros igual para nacer 
que el cristal bajo la roca o ser veloces deslumbrantes
como el reflejo del sol 
en el lomo de los peces (oro) un golpe
que rebasa el pensamiento en un 
destello

esto no es un pensamiento es un temblor

todos mis muertos
que tanto he contado y conocido
ellos tan antes y son muertos son todos desde el tiempo 
donde arañé la cita
de una historia esta historia de una sombra son testigos
y acaso
testamento

será

que están ya conmigo todos viviendo mis muertos

LOS FANTASMAS

el arte de olvidar comienza recordando

alúmbralos escúchalos una vez más
devuélveles un cuerpo
a tus fantasmas

esa demorada forma de decir adiós
a lo que fue y amaste y ha brillado
con su huella imperfecta pero firme
en el recuento de las cosas 
que guardarías como un tesoro

hay que amarlos hasta que se vayan
mirarlos hasta que desaparezcan
oírlos hasta que el silencio
detenga al fin su corazón 
herido todavía de palabras

pudieran ser a través de tu llegada algo que no se ha ido 
del todo o un mendicante 
amor que ha extraviado en alguna encrucijada
su camino de regreso
o sólo cierta vieja luz 
que por momentos vuelve

no huyas de ninguno
recuerda que todos como tú mismo están de paso
dales audiencia y justicia 
con la misma dignidad que a los vivientes
pues si los ignoras 
habitarán tus actos
porque también forjan los invisibles eslabones de tu miedo

déjalos alumbrarte desde su ausencia
acaso el itinerario de vivir 
requiere presenciarlos
y ellos son la mitad de su belleza

y ten en cuenta que el arte de aprender 
también comienza recordando



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