miércoles, 7 de diciembre de 2016

JUAN CARLOS VILLAVICENCIO [19.705]


JUAN CARLOS VILLAVICENCIO 

Juan Carlos Villavicencio (Puerto Montt, 1976). Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica y Magíster(c) en Literatura General, en la Universidad de Chile. Poeta, traductor, exprofesor y editor de Descontexto Editores, y de los blogs Descontexto y Teillier Aleph. 

Figura en antologías y revistas en Chile, España, Italia, EE.UU., México, Perú, Argentina y Grecia. Editor de la antología crítica Nostalgia de la Tierra (Ediciones Cátedra, Madrid 2013) y de la antología Libro de homenajes (2015), ambas del poeta Jorge Teillier. 

Editor, junto a Carlos Almonte, de El viajero de las lluvias (2015), antología de Rolando Cárdenas, y de Una casa junto al río (2016), antología de Clemente Riedemann. Traductor de la antología Grodek (2014), de Georg Trakl, de The waste land, de T. S. Eliot (junto a Braulio Fernández Biggs), de El guardador de rebaños, de Fernando Pessoa/Alberto Caeiro, de La arquitectura de la luz, poemario de Antoni Clapés, y de Llegará una suave lluvia, antología de Sara Teasdale. Ha publicado el libro de poesía The Hours (2012) y Breaking Glass (2013), poemario dual escrito con Carlos Almonte. 

Descontexto: Arte/política/cultura (1.098.000 visitas)


y Teillier Aleph (129 mil visitas).    http://teillier.blogspot.com.es/


LA CRUZ DE ANÍBAL

Delenda est Carthago
CATÓN EL VIEJO

Fríos atardeceres de tantas horas de batalla,
a través de rocas i vientos,
distancias inocentes para la sangre que luego
                       ofrecería a una sacerdotisa astral.
Griega o fenicia de azul i delgada silueta
                       le muestra las cartas de luna, sacrificio
                       i extraño retorno a la angustia de elefantes
                                       sobre el hielo: militares calaveras.
Ya sabe del azar i sus pesares,
mas no olvida tal camino, ni las muertes, ni la propia.
Sus manos se derriten ante los ojos de féminos fuegos
                       i se entrega –nuevamente— a ella,
esperando nacer a la condena de otro juramento.

* Catón el Viejo terminaba todos sus discursos con esta frase, que significa «Cartago debe ser destruida». En realidad, la raíz de la palabra delenda significa «borrar», como en el inglés delete, o las palabras españolas indeleble y deletéreo.



DESNUDAS HUELLAS POR EL MUSGO

(Canto muerto a mi hermana Coté i a su risa ausente)

El eco de sus horas se adivina.
Reitera el viento su sonrisa de vidente amante
                              i la nostalgia del destino en contra de su piel,
                                                       i las raíces.
Hay duendes perdidos ahora sin sus manos en el fuego.
Hay ausencia de sus trazos i hay reflejo entre la tierra
que no es más i no entendió.
He ahí ella en el jardín gritando su sonrisa
                i la traición insoportable a las esferas.
Pero hay dioses i hay amigos guardando
                                             tus huellas por el aire.
Hay sátiros i ninfas sonriendo a la espera de tu voz
                asomada en la luz del sol o de tus noches,
insistiendo en verte repetida en las hojas de todos
                los manzanos i en tus ojos ahora fríos,
que empiezan a entibiar.



PTERSEUS

Ha venido a romper la huella de sus tiempos
                                             sobre el trono,
oscuro grito del hastío i el tatuaje de la luna
                grabado en sus perdidas miradas,
ajenos por olvido, o apenas siendo objetos.
Ha crecido rojo como el sol de oriente
               i su furia para quitarles ya la lluvia
                               i entregarles el desierto.
Sí, han caído color sangre tres cabezas de mujeres
                                     i serpientes:
ahora de cenizas otras alas i otras herraduras de plata
                reflejando el incendio de los templos
                i de todos sus misterios el derrumbe,
o silente un nuevo abismo sin piedad.



OTRO FARO PARA UN CIEGO

Acaso daba la ventana hacia el Sur,
cuando el reloj cayó gris sobre el hielo
i un abismo se presentaba inundando
mi retorno a un vacío sin fronteras.


SIN REFLEJOS UNA DUDA

Nada indigno puede caber jamás en el santuario de su cuerpo.
Si la maldad habitara esa hermosa mansión,
también la bondad querría morar en ella.
WILLIAM SHAKESPEARE

Un nuevo esbozo de pintura trazado en un océano,
lo hace retornar al recuerdo de esa isla perdida donde está.
Ahí debe dormir, mientras él,
cubriéndola de otoños,
intenta descifrar los tatuajes viajando hacia sus ojos,
bajando,
más atrás.
Una caricia resbala como una cascada de pinturas
                por su sangre,
o una caja liberando esa música que la devolvería
             a reconocerse frente al templo que es su luz,
                       ahora oculta.
Pero él no sabe entre muros i palabras
               cuáles son sus huellas por el prado,
antes que amanezca,
ni cómo abraza o si lo mira ciego lanzando dados más allá.
Sólo va dejando líneas rojas sobre el bosque de sus vuelos,
iterando el suave baile de esa figura abriendo puertas
               i entreveros del ayer. Escondida,
ella roza en otro mundo cada escena que él le entrega,
inventando o recreando, otra vez,
en el agua la silueta vista reflejando su verdad i no mentiras.
Cuál es cuál.



EL DOMINIO DE LA BESTIA

Mais les pauvres bêtes qui veulent prouver leur amour
ne savent que se coucher par terre et mourir.
JEAN COCTEAU

El pozo recibe sus caras i la sangre muerta.
Invisible en el respiro,
la bestia camina ordenando un dominio perdido
               mientras guía los metales por el bosque.
Aparta el fuego de la luna resguardando aquel silencio:
un dios en las tinieblas refiere otra historia
                                            sin asco ni perdón.

                                       Composición de Philip Glass



SIC ITUR AD ASTRA

Hay la huella de la lluvia i de una piedra retornando al río,
desafío al sol i a aquellos que olvidaron el musgo i el perdón.
Nostalgia de un futuro lejos para navegar a través
                de nuevas aguas
–la oscuridad de lo ignorado más allá-
olvidando la avaricia o la impiedad del tiempo ajeno,
aquel rencor,
donde no volverá a ver otro atardecer en ese mundo.

Las ruinas de un faro ahora bajo el mar,
la lágrima que no cede en el adiós.

 2010



DESTINO MÍTICO DE CLUB DE DEPORTES 
PUERTO MONTT (1)

a Luis Villavicencio,
padre i fundador


Afuera el hombre entre el humo del café i los periódicos
regalaba su primera piedra al sueño i al futuro de botines
            i los arcos enfrentados.
Abrazando el abismo de un Sur donde ya no quedan faros,
frente a una isla la esfera suda esquivando las lluvias,
           nadando el viento, abrazada al aire
           que se impone desde el mar,
como frente a una fotografía de un paraíso de pescadores,
el desafío en el herido césped i aquel grito en la batalla,
los sufridos últimos instantes de un delfín que ya agoniza
–ni el reiterado dolor de la derrota,
          ni la muerte silbando mandamientos–,
porque ahora en las venas frente al mar,
otro partido,
otra partida,
un nuevo ajedrez de hombres sin reinas ni rey –sólo un dios–
ante el umbral de una red sin peces
que duele como muesca en la piel de todo ojo
          incapaz de perder la sombra rodando del fuego,
derrumbando la única torre que se impone,
i el sueño al final en el retorno a la guarida del frío
          de otra luna por fin ahora en paz.

 en Un balón envenenado. Poesía y fútbol, Visor, Madrid, 2012
[1] Fundado el 6 de mayo de 1983, es el equipo de fútbol profesional más austral del mundo. También es conocido como “Los Delfines”.


VALPARAÍSO

De tu carne siempre abierta al cosmos,
de tu océano sangre como calles, corazones
                      como alturas que no cesan,
el grito i maravilla contra el esqueleto tumbado de cenizas
                               o el viento enfrentando el filo
donde las horas se trizan ante la insistente afrenta
               a la lógica o la gloria entre las ruinas,
Valparaíso,
eco de todo infierno i gemido en la tierra
                                              contra el mar,
contra cada augurio la insistencia mayor de un puerto
                     siempre herido i crudo i áspero
que no deja silueta alguna en las olas o las velas
                              de todo siglo nuestro en su tristeza
i todo ejemplo donde el fin del hombre
               puede más que el hombre,
cuando todo gesto refracta la huella contra otro mundo,
                                             no olvida
la verdad i crudeza de un respiro persistiendo
               bajo toda estrella nueva,
o acaso muerta junto al mar.



Anhelos

Son los deseos de quien no teme repetirse.
Jorge Teillier


Un libro de dibujos expresionistas, un pasaje liberado a Nueva York,
            un vaso antiguo, las llaves de una casa junto al mar, 
                                                una chimenea en invierno,
un calendario en que los días no pasen, una jarra de single malt, 
                        una fábrica de Legos, el hogar de mis padres,
otro mapa del universo, volver a abrazar a mi gato Tango, 
            una maleta vieja,
la risa de Porto, un traje a la medida, un encendor,
                                                una bicicleta,
un asiento en el estadio de Chinquihue, 
            una pelota, un poema que ya voy a terminar, 
un teléfono al pasado, ese disco de Stravinski, Miles Davis, 
                                                             o Piazzolla,
un puñado de cartas más felices, el loco del Tarot, 
un caballo oscuro,
un lápiz forjado en el Sur, 
el liquen de un manzano bajo el viento i esa lluvia.

31 de mayo, 2015





Infierno

no men, if men are gods
e. e. cummings

No habrá hombres ni dioses en aquel oscuro espacio.
Acaso sólo la sombra de la idea que pudo ser
(la más obvia caída de aquel condenado por su sangre;
la huella de sí mismo en el círculo de fuego i sus cenizas)

un dios, si los demonios dicen la verdad; un espejo

al incendiarse ante el eco del destino dibujado 
por su propia mano en un palimpsesto herido
sin principio más allá.
Todos los mundos repitiendo
            el trazo en las estrellas al confabular
                                    la ira constatada,
su cobardía, traición, sueño o idiotez:

tal fue i será i es su estirpe,

aquella que defiende el horror i guarda en el pecho
la arquitectura de una condena ausente de luz
i de latidos de todo cosmos en sus manos
como selva oscura en la que se pierde la esperanza.




11
Septiembre
1973


Porque regala su vida 
ellos le quieren dar muerte.
Víctor Jara

Era el hombre.

Los pájaros de fuego abrieron heridas en la tierra.

La traición al espíritu de un sueño justo.
El círculo de sangre que no cesa.

–La arena torturada,
            el aire atravesado por un ataúd
            o una daga hasta el fondo de todo mar.
La ciudad cruzada por un río
que no invirtió su curso, todavía–

Tantas cruces en la memoria esta oscura noche reiterada. 

La estrella que continúa siendo nuestra.



                                     11 de septiembre, 2016






BREAKING GLASS – JUAN CARLOS VILLAVICENCIO
Ediciones GrilloM, Santiago de Chile, 2013

At Dusk¹
Al atardecer

Casi no advierte el sendero, pero sigue caminando. Se interna entre bosques carentes de luna i estrellas con la secreta idea que la hace respirar. El sonido que deja caer la noche es bajo i leve, pero no hay miedo que la evada del destino deparado. Caos, se dijo entre dientes al sentir que debía detenerse. Acaso nadie podría ver sus ojos bajo el largo pelo oscuro. Respira mirando ciega el cielo, recuerda el pasado i las pieles que frente al fuego se humedecen. De su mano caen ahora una esfera i una flor muerta. Caos o mentira de los siglos, mientras aparta los ocultos cuerpos que ha ido dejando la naturaleza i su devenir ajeno: nunca más. Traza lo que cree un círculo: se desnuda. Una vasija ahora va dejando rozar el agua helada por su cuerpo. Un espejo se quiebra en las cenizas que el viento persiste en ocultar: un respiro sin huella, ahora el fin.

¹ Composición de John Surman



Un ojo para una teoría óptica
Basado en An Eye for Optical Theory, composición de Michael Nyman


El lente ha retornado a su posición original. Sigue la huella de sí mismo en un espejo que no es capaz de dar cuenta de los trazos de la figura poseída. No hay pasillo ni ventanas. No hay cuarto i no hay nada, pero se desplaza. Tampoco hay colores o matices, por lo que se podría aseverar que el ojo es inservible en tal estadio. No era ese el camino. No se entiende, aunque se ha decidido proseguir con el estudio. El caso es que el ojo puede ver lo que no ve, aun cuando rompa algunas reglas. El intento ahora es distinto. No hay nada que deje huella, pero observa el comienzo de los trazos. Nada inteligible en un primer momento, aun cuando el tiempo no importe: se sitúa. Luego lo que se aprecia como torpeza adquiere forma más que fondo. Sucede que la teoría obliga a que ese sea el modo de actuar. El asunto del contenido es algo que compete al entrevero del viento, el capricho i los focos con los que la obra será montada. Azar o destino para los seres es algo que no compete al orden o fórmula incipiente, en el intento por lograr captar la idea de lo que el ojo ha podido apreciar tornando la atención hacia su interior. Pero otras son las observaciones que importan al que lo carga i el descuido es evidente.



The Hours, Juan Carlos Villavicencio. Grillom, Santiago. 2012. 35 págs.

Por Roberto Onell
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 29 de junio de 2014


Entre manos tenemos el poemario en prosa The Hours, firmado por Juan Carlos Villavicencio (Puerto Montt, 1976), ilustrado por María José Pozo. Se nos advierte, además, que los poemas fueron inspirados por la música The Hours, de Phillip Glass, de la cual se trascriben algunas partituras (CD incluido en algunos ejemplares).

Las catorce y breves piezas prosísticas que componen The Hours, intituladas en inglés, son los retazos de una historia que llega a insinuarse, pero no a completarse en su registro. Así la apertura: "Sólo queda sentarse a escribir el recuerdo oscuro que se cierne sobre el tiempo, ahora que ha llegado la última de ellas a tocar la puerta. Nadie puede situarse a un costado a escuchar, porque nadie entiende las palabras" ("The Poet Acts"). Más angustiado que desesperado, el hablante persevera en la urgencia de anotar lo recién vivido, en el dolor de hablar de esa ella ida, en la compañía eventual de un tú -yo desdoblado, lector- con dolorida perspicacia: "Ninguna vez el sol dejó correr el velo para que la sangre se encontrara con la piel. El silencio fue la herida, no el escape" ("For Your Own Benefit"). La escena del discurrir parece ser, entonces, la del hablante insomne, nocturno, lapidario en su desengaño, pero nunca entregado a la rabia, sino a la modulación de lo aún inminente: aquello nunca ido del todo, que amenaza con regresar. La brevedad del libro intensifica la experiencia. En contratapa, Diego Maquieira lo describe como "registro de los restos magistrales/ de un poema desaparecido en acción". En efecto, letras y partituras, el poemario es el resto tras el retiro de la marea musical y, por ello, lo que aguarda su nueva plenitud sonora. Testimonio y anuncio, como liturgia de las horas, The Hours es poesía, a secas, de eso otro enigmático y perceptible en las evidencias de cada instante.


The Poets Acts

Solo queda sentarse a describir el recuerdo oscuro que se cierne sobre el tiempo, ahora que ha llegado la última de ellas a tocar la puerta. Nadie puede situarse a un costado a escuchar, porque nadie entiende las palabras: todo decanta por un malentendido que se ha repetido secretamente ante la luna. Por eso los ojos son los que caminan bajo la lluvia las calles desiertas, i la dispareja mirada la otorgan el silencio i el dolor. Ahora, entre las ruinas, es la tinta la única que resiste la embestida de la ausencia: el desnudo grito que avanza manchando de invierno nuevas hojas.







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