lunes, 30 de noviembre de 2015

JOSÉ MARÍA PAZ GAGO [17.641]


JOSÉ MARÍA PAZ GAGO

José María Paz Gago nació en Celanova (Ourense), tierra de poetas. Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidade da Coruña, ha recorrido el mundo como profesor visitante y conferenciante en Universidades de cuatro continentes, desde Costa de Marfil y Túnez a México, Estados Unidos, Colombia o Argentina, desde París o Venecia a Chisinau o Nanjing.

Autor de numerosas obras académicas, como La estilística (Madrid, Síntesis 1992), Semiótica del Quijote. Teoría y práctica de la ficción narrativa (Amsterdam y Atlanta, Rodopi, 1995), La recepción del poema. Pragmática del texto lírico (Kassel, Reichenberger,1999), La máquina maravillosa. Tecnología y Arte en el Quijote (Madrid, SIAL, 2006) o La revolución espectacular. El teatro de Valle-Inclán en la escena mundial (Madrid y Barcelona, Castalia, 2012).

Presente en numerosas Antologías, en su obra de creación destacan los poemarios Manual para enamorar princesas (Madrid, SIAL, 2005), traducido a una decena de lenguas, y Guía de lugares inexistentes (Madrid, Pigmalión, 2011), traducido al francés (París, L'Harmattan, 2011).





A las cinco de la madrugada
habíamos decidido
hacer el amor
y la guerra
y la colada.

Te  sentaba bien
el viento
que aireaba nuestras venas
de tanto efluvio embotellado
y no querías mirar hacia atrás
para no ver a los que caían a nuestros pies,
extenuados.

No hablábamos
para no distraer nuestra atención
de tantas actividades
programadas
para el resto de la velada.

No sé ni cómo ni porqué
comenzaste con aquella letanía
de caricias aceradas,
de  palabras malsonantes
y de versos
y toqueteos
y refranes obscenos
y restos de canciones fragmentarias.

Yo estaba borracho de palabras
que trataba de comprender inútilmente
cuando sacaste tu cuchillo
amenazante
y me heriste con crueldad
en lo más profundo del estómago.

En aquel instante del delirio amoroso,
que no consiguió apagar
ni la sangre ni el dolor,
encendimos, por fin, la lavadora.


*



Fugaz,
casi como una estrella,
pasaste a mi lado.

Imperceptible
e instantánea,
nunca volveré a verte.

Tengo al fin una certeza:
Era ése
el amor interminable.


*


Tus ojos me miran,
quieren perderme.

Tus brazos
me cercan,
me envuelven.

Yo sé
que en ti
encontraré
la gloria en el infierno.



*



En el Grand Hotel des Bains
se ha detenido el tiempo.
La vida ha quedado
congelada para siempre
en la pantalla.

La playa sigue allí,
con su luz cenicienta,
encerrada en esa terrible mirada
de Aschenbach
fascinado por la muerte.

La Quinta de Mahler
acompaña las últimas horas
del compositor moribundo, extasiado
en el amor imposible.

El ángulo permanece
igual,
inalterable.

Plano  y contraplano.
Mortal, el deseo
perdida, la mirada.

(de Manual para enamorar princesas, Madrid, Sial, 2005).




En el cementerio de Montparnasse
ya no viven los poetas.
Se han ido
de alquiler
al paraíso prometido,
un loft
con ascensor directo
al goce pasajero
de la gloria literaria.

Sus almas se pudren
entre los anaqueles blancos
de libreros libertinos,
en los archivos
inexistentes
de una computadora
imaginaria,
entre la hojarasca
erudita
de una enciclopedia
encriptada.

Sus almas han quedado
para siempre
enlatadas
en discos
que compactan
letanías de versos obscenos,
estrofas libertarias,
los últimos poemas en prosa
de esta generación
al filo incruento
del olvido.

Sus cuerpos han resucitado
sobre las tumbas
de un café-cementerio
en cuyas lápidas
están grabados
sus nombres mortales,
atornillados
a estos mármoles
que ya han perdido
su antigua suntuosidad.


*


Los domingos por la tarde
todas las ciudades
son iguales
o distintas.
Rincones perdidos,
esquinas ocultas,
callejones sin citas.

Los domingos por la tarde
todo lo inunda
una extraña luz vacía,
un sol que ciega
a los paseantes
moribundos.

Deambulan
por ciudades desconocidas,
por rincones olvidados;
los domingos por la tarde,
todos los seres
son noctámbulos.

Los domingos
se llenan las ciudades
de paseantes anónimos
en busca de
ese sol frío y claro
que todo lo invade.

Las ciudades se quedan
vacías
y sólo circulan
autómatas
sonámbulos
a bordo de vehículos
no tripulados.

(de Guía de lugares inexistentes, Madrid, Pigmalión, 2011).







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