martes, 6 de octubre de 2015

JOSÉ FERNÁNDEZ BREMÓN [17.188]


José Fernández Bremón

José Fernández Bremón (Gerona, 1839 - Madrid, 1910), escritor, periodista y dramaturgo español.

Huérfano de padre y madre desde muy niño, vivió en Madrid desde los tres años educado y criado por su tío José María, quien le inició en el mundillo literario. Emigró a Cuba y México, donde habría hecho fortuna por su laboriosidad y talento natural de no haber deseado ardientemente volver a su patria; ya en ella fue colaborador de El Globo, El Bazar (1874-1875), Blanco y Negro (1891 -1892), El Liberal, El Diario del Pueblo y Nuevo Mundo; fue redactor de La España, que luego dirigió, así como de La Época y La Ilustración Española y Americana; en esta última publicaba una "Crónica general" a la semana comentando los sucesos de actualidad con sátira ligera e ingenio, pero siempre sin decir las cosas a las claras. Denunció, por ejemplo, el interés de las potencias occidentales en ocultar los desmanes y crueldades de Turquía en Bulgaria. Ironizó también la habitual treta de valorar más las apariencias que las esencias en poemas como "Dar liebre por gato" y otras veces descubrió plagios literarios. Otros poemas suyos fueron recogidos en El libro de la Caridad (1879), según Cossío. Afiliado siempre al partido Conservador, fue un periodista con gracia particular, oportuno en la anécdota y la broma. Su escepticismo aparente era más bien benevolencia tolerante. Asiduo de la tertulia de María de la Peña, Baronesa de las Cortes, sostuvo con Leopoldo Alas "Clarín" una sonada polémica en 1879 que abarcó más de veinte años; Clarín le achacó la culpa de la estruendosa silba que acogió su drama Teresa y le llamó "el Himeto de la crítica en cuanto a dulzura"; por eso fue blanco predilecto de sus Paliques junto a autores como Peregrín García Cadena. Bremón correspondió atacándole cuando vino a dar una conferencia al Ateneo de Madrid en 1886 y en otras ocasiones. Sin embargo, habían sido amigos y ambos se apreciaban como escritores; en 1900 Clarín le llamó

Chroniqueur fameux, d'un langage très correct et auteur de beaucoup de contes pleins de talent et de fraîcheur charmante. (L. Alas, "L'Espagne. Politique, littérature..." (núm. especial de la Nouvelle Revue Internationale, París, 1900, p. 90.

No dejaron de molestarse tercamente: Bremón silenciaba el nombre del enemigo y éste le motejaba de crótalus Bremonensis; además las patrañas inventadas por otros le achacaron «que tuve parte en el fracaso de Teresa, en los juicios [adversos a esta pieza dramática de Alas] de la prensa y en su separación de El Liberal», que Alas creyó eran verdad.

Sus Cuentos (1879) fueron muy apreciados y han sido recientemente reimpresos (Un crimen científico y otros cuentos, Madrid: Lengua de Trapo, 2008). En plena época del Realismo, le intresa la fantasía per se y presagia la literatura de ciencia-ficción o ficción científica no ocasionalmente, sino en dos de sus cuentos, "Un crimen científico" (1875) y "M. Dansant, médico aerópata" (1879), que son los mejores de este género en la España del XIX; el primero narra los experimentos de un médico para hacer ver a los ciegos, con marcado aire gótico; el segundo cuenta un rentable timo. En otros imita lo mejor de Charles Dickens. Otras narraciones son Siete historias en una: cuento (Madrid: Imprenta y Estereotipia de El Liberal, 1885) y Gestas o El idioma de los monos (Coruña, 1883). Al teatro lleva un fino humorismo sentimental que no llega nunca a caer en la sensiblería, a pesar de que no llegó a tener éxito con su producción dramática, en la que destacan obras como Dos hijos, Lo que no ve la justicia, Pasión de viejo, ¡Una emoción!, El espantajo (1894), Pasión ciega, Los espíritus, El elixir de la vida y La estrella roja (1890).




El cocido madrileño

Con medio kilo de vaca
y diez céntimos de hueso,
un cuarterón de tocino,
un buen chorizo extremeño,

y garbanzos arrugados
que ensanchan en el puchero,
sale en mi casa un cocido
que nos chupamos los dedos.

Cuando llega la matanza
se compra hocico de puerco,
y echo un cuarto de gallina
si hay en casa algún enfermo.

Solemos tomar de sopa,
arroz, sémola o fideos;
si es pan, con hierbabuena;
los macarrones, con queso.

Nunca en su tiempo perdono
los nabos foncarraleros,
las judías de La Granja
y los cardillos más tiernos.

Mi ensalada es de escarola,
de lechuga o de pimientos;
el gazpacho es muy sencillo,
con poco pan y muy fresco.

Mis postres no son de lujo:
torrijas, miel, higos secos,
albillo dulce de otoño
y uvas de cuelga en invierno.

Con cebolletas y rábanos
mi mesa a veces refuerzo,
y aceitunas de Pastrana
que yo mismo me aderezo.

En fin, me gustan -y acabo-
el pan blanco recién hecho,
mantel limpio los domingos,
y Valdepeñas del bueno.

Así comieron en casa
mis padres y mis abuelos;
como es sana la comida
todos morimos de viejos.

Cuando quiera usted probarla
a las doce lo ponemos,
que a la española se come
el cocido madrileño.

Téngame usted por su amigo,
Joaquín García Cornejo,
fábrica de mariposas
en la calle de Toledo





Esta es sin duda la receta más marciana que he publicado en este blog. Una curiosa receta escrita en verso de gato asado que encontré en una vieja librería cerca de la Puerta del Sol -por cierto que a los madrileños se les conoce como gatos- . El autor es un escritor de mediados del siglo XIX: José Fernández Bremón del que la interesante editorial Lengua de Trapo acaba de publicar Un crimen científico, relato considerado el decano de la ciencia ficción española.
http://miquel-zueras.blogspot.com.es/2012/06/me-parecio-ver-un-lindo-gatito.html
por MIQUEL ZUERAS




GATO ASADO

Elige un gato joven que tenga buena facha.
Cébale con riñones, asadura y pichones; prohíbe darle sustos,
desazones, castigos y disgustos, y al año tendrá el minino
el cogote muy ancho y el pelo fino.
Ya gordo y reluciente, acariciándole con la mano,
degollarás al gato dulcemente como si degollases a tu hermano.
Desuéllalo con arte, pásale un espadín de parte a parte y ásalo a fuego lento:
Báñalo con aceite aderezado, limón y ajo machacado en tanto lo volteas,
y a medio asar, es el instante, con sal lo espolvoreas.
Si al asarle seguiste mis consejos, ríete de liebres y conejos.
Y sólo algún mentecato pedirá que le des liebre por gato.


NOTA: no se ha maltratado a ningún gato al transcribir este poema-receta.
Dedicado también a mi gato Gatony. Espero que estés ahora en el cielo durmiendo sobre nubes de whiskas. 








José Fernández Bremón nació en 1839. Fue periodista, colaborador en revistas como La Ilustración Española y Americana o Gente vieja y redactor así como director de La España. Además fue hijo de militar, lo que le permitió seguir el desarrollo de numerosos inventos en este campo, como el submarino o el helicóptero. Se puede creer que este hecho quizás incidió sobre sus escritos de ciencia ficción. Escribió en el momento de esplendor del cuento y de la creación de folletines: en este contexto, en 1879, publicó Un crimen científico y otros cuentos.  

“Un crimen científico”, el primer cuento de esta obra, es un magnífico testimonio de la primera ciencia ficción española. Presenta —como su título da a entender— las extravagancias de un experimento científico hipotético: la trasplantación de ojos. El doctor Ojeda quiere aplicar esta innovación a su propia hija, Aurora, quien ha perdido la vista. Empieza sus pruebas sobre animales como gallinas, cerdos o, en un estado avanzado, un mono. Por eso no es raro ver animales tuertos en los alrededores del castillo en el que vive. Para dar la luz a su hija, estos ojos animales no son eficaces y el doctor Ojeda necesita ojos humanos. Desgraciadamente, nadie se atreve a pasar por el castillo, lugar oscuro y lúgubre sobre el que se cierne el misterio. No es tarea fácil para el doctor Ojeda encontrar a un voluntario. Sin embargo, un día, lo imposible ocurre: Tomás, un campesino adicto al juego, se presenta a la puerta de la inquietante mansión. Ha perdido a las cartas todo lo que había ganado con la venta de la cosecha y, para evitar un nuevo sermón de su esposa Lucía, está dispuesto a hacer una donación a la ciencia. Mientras, en el pueblo todo el mundo se preocupa por su desaparición. Incluso se dice que un esqueleto ha sido encontrado cerca del castillo y que podría ser el del campesino… ¿Acaso el experimento no ha tenido éxito?

bremonEs fácil reconocer, por la presencia de una invención especulativa, que este texto forma parte de la ciencia ficción. Sin embargo, también se relaciona con otros géneros literarios, muy distintos. No es raro que la ciencia ficción se asocie con otros tipos de relatos porque es más bien un modo que un género literario propiamente dicho. Así, en “Un crimen científico” hay elementos del relato policiaco o de la novela gótica, además de pasajes sentimentales o humorísticos.

Fernández Bremón nos hace reír con episodios muy cómicos, como cuando Aurora, la hija del profesor, recupera la vista: lo primero que ve es un mono tuerto, y piensa que es su propio padre. Otros elementos divertidos son los nombres elegidos para los protagonistas: todos corresponden a su personalidad y les dan un carácter lúdico. La mayoría de los nombres tienen que ver con los ojos. Por ejemplo, Ojeda viene de ojear; Aurora está en relación con la luz del principio del día; Lucía deriva de Santa Lucía, una de las patronas de la vista, y Tomás remite a Santo Tomás, el apóstol que no creía en la resurrección de Jesús sin ver pruebas. Además, Antón, uno de los servidores del profesor, que cuida a las bestias tuertas, remite por su parte al patrón de los animales. 

Como otros relatos de Fernández Bremón, autor redescubierto y reeditado por la hispanista Rebeca Martín, “Un crimen científico” nos descubre a un narrador con mucho oficio, curtido en las columnas de la prensa y del folletín, que conoce los resortes de diferentes géneros, y que escribe en medio de aguerridas polémicas científicas, en los años del debate sobre Darwin y de la llamada “segunda polémica de la ciencia en España”.

Florence Léglise
Février 2014








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