lunes, 26 de octubre de 2015

CAROLINA MARIA DE JESÚS [17.286] Poeta de Brasil


Carolina Maria de Jesús

Carolina Maria de Jesús (Sacramento, estado de Minas Gerais, 1914 - São Paulo, estado de São Paulo 1977), fue una campesina, poeta y cronista brasileña.

Carolina Maria de Jesús nació en Minas Gerais, en una comunidad rural donde sus padres eran pequeños agricultores. Hija ilegítima de un hombre casado, fue tratada como una paria durante toda su infancia, y su personalidad agresiva empeoró los momentos difíciles por los que pasó. A los siete años, la madre de Carolina la obligó a ir a la escuela cuando un rico hacendado decidió pagarles los estudios a ella y otros niños pobres del barrio. Carolina dejó de asistir a la escuela en el segundo año, pero aprendió a leer y escribir. La madre de Carolina tenía dos hijos ilegítimos, lo que causó su expulsión de la Iglesia Católica cuando era joven. Sin embargo, fue una católica devota durante toda su vida aunque nunca fue aceptada de nuevo en esa comunidad. En su diario, Carolina hace muchas veces referencias a la religión.

La tirada inicial de diez mil ejemplares se agotó en una semana (según la Wikipedia en inglés, fueron treinta mil copias vendidas en los primeros tres días). Aunque escrito con el lenguaje simple y poco elegante de una persona sin muchos estudios, su diario se tradujo a trece idiomas y se convirtió en bestseller en Estados Unidos y en Europa. Pero no fueron solamente fama y publicidad lo que Carolina consiguió con la publicación de sus diarios: también el desprecio y la hostilidad de sus vecinos. “Escribiste cosas malas de mí, lo tuyo es peor que lo mío”, gritó un vecino borracho. Decían que era una prostituta negra que se había hecho rica escribiendo sobre la favela y que se negaba a compartir el dinero. La rabia de los vecinos se vería motivada también por el cambio de domicilio de Carolina a una casa de ladrillo en el extrarradio. Esto fue posible gracias a las ganancias iniciales de la publicación de su diario. Los vecinos la rodearon y no la dejaban marchar. La hija de Carolina, Vera, contó en una entrevista que su madre aspiraba a convertirse en cantante y actriz. Pobre y olvidada, Carolina María de Jesús murió en 1977, de insuficiencia respiratoria, a los 62 años.

Vida

Gracias a la filantropía de la dueña de la parcela de tierra que trabajaba Carolina junto a su familia, pudo asistir a la escuela hasta los siete años. Esto era muy extraño para la década de 1920 en Brasil, donde las niñas pobres de color que vivían en zonas rurales no recibían educación alguna.

Más tardé se mudó y trabajó como sirvienta, empleo que perdió al quedar embarazada del primero de sus tres hijos. Vivió gran parte de su vida en una favela (barrio marginal) de São Paulo, donde recogía cartones y otros desechos, que vendía para subsistir.

Su madre murió en 1937 y ella se vio obligada a emigrar a la metrópolis de São Paulo. Carolina construyó su propia casa usando madera, hojalata, cartones y cualquier otra cosa que encontró. Salía todas las noche a recoger papel para conseguir dinero para mantener a su familia. Cuando encontraba revistas y cuadernos antiguos los guardaba para escribir en sus hojas. Empezó a escribir su diario sobre el día a día de su vida en la favela. Esto enfadaba a sus vecinos, que no sabían leer y se sentían incómodos al verla siempre escribiendo, y además escribiendo sobre ellos. Tuvo varias relaciones amorosas cuando era joven pero siempre se negó a casarse porque había presenciado muchos casos de violencia doméstica. Prefirió permanecer soltera. Sus tres hijos eran de padres diferentes, y uno de ellos era de un hombre rico y blanco. En su diario, detalla el día a día de sus habitantes de la favela y describe sin rodeos los hechos políticos y sociales que presenciaba. Escribe cómo la pobreza y la desesperación pueden llevar a las personas buenas a traicionar sus principios con tal de conseguir alimento para sus familias.

El diario de Carolina María de Jesús se publicó en agosto de 1960. La descubrió el periodista Audálio Dantas, en abril de 1958. Dantas cubría la inauguración de un pequeño parque municipal. Inmediatamente después de la ceremonia, un grupo de indigentes llegó reivindicando la zona, persiguiendo a los niños. Dantas vio a Carolina de pie, cerca del lugar, gritando “iros o apareceréis en mi libro”. Los intrusos se fueron. Dantas le preguntó qué quería decir con aquello. Ella se mostró tímida al principio, pero después le llevó a su chabola y allí le enseñó todo. Él le pidió una pequeña muestra y corrió con ella hasta el periódico. La historia de Carolina “electrizó la ciudad” y en 1960, se publicó Quarto de despejo.

Recibió el incentivo del periodista Audálio Dantas para escribir un diario, que luego fue publicado. Fue editado en 1960 con el título de Quarto de despejo. El libro se convirtió rápidamente en bestseller, realizándose numerosas ediciones en su país natal y en el extranjero. Publicó también Casa de alvenaria, en 1961, sin repetir el mismo éxito.

Obra

Quarto de Despejo (1960).
Casa de Alvenaria (1961).
Pedaços de Fome (1963).
Provérbios (1963).
Diário de Bitita (1982, póstumo).




CAROLINA MARIA DE JESÚS: CRONISTA Y POETA DE LA FAVELA

POR WILSON ALVES-BEZERRA



El 9 de mayo de 1958, los lectores del periódico paulista Folha da Noite se toparon en la portada, y después en la página 9, junto a la historieta de Periquita, con una serie de cuatro fotos de una negra de 44 años con un pañuelo blanco en la cabeza que le tapaba el cabello y destacaba su perfil bien delineado. En todas las fotos, la misma pose: la cabeza reclinada, mientras leía, escribía o simplemente miraba al piso. Las fotos estaban acompañadas por el texto del joven periodista Audálio Dantas; el título era: “El drama de la favela escrito por una de sus habitantes”.

En el reportaje sobre la negra recolectora de papel que sólo había ido dos años a la escuela y que leía los libros que encontraba en la basura, el reportero insistía en recalcar que “su vida no es mejor ni peor que la de los demás habitantes de la favela”. Pero ella tenía algo, sí, que la diferenciaba del resto de los vecinos: un conjunto de aproximadamente veinte cuadernos manuscritos en los cuales escribía cuentos, poemas, crónicas y un diario personal.

El reportero conoció a Carolina cuando fue encargado de realizar un artículo sobre la vida cotidiana de la miserable comunidad que recién se había incorporado a las márgenes del río Tietê, en el corazón de la mayor metrópoli de Sudamérica. Al encontrar a aquella mujer, él consideró que había cumplido su misión, pues la voz que podría hablar mejor sobre la realidad de la favela era la de ella, no la de ningún periodista.

Tanto el reportero como la entrevistada formaban parte del gran flujo de migrantes que, a partir de los años cincuenta, desde diversas partes del país iban rumbo a São Paulo en busca de oportunidades de trabajo y de mejores condiciones de vida. Ella había llegado de Sacramento, municipio del interior del estado de Minas Gerais, vecino a São Paulo; él iba desde Alagoas, el distante estado del noreste, de Tanque D’Arco, poblado donde hoy en día no viven más de seis mil habitantes. La población de São Paulo dio un salto de dos a 3.5 millones a lo largo de aquella década y el fenómeno de las favelas era la señal de que algo iba mal en el crecimiento descontrolado de la ciudad.

El texto de esta mujer de Minas debió haber sonado perturbador para el lector común, pues eran las palabras de una negra pobre, poco letrada, soltera, madre de tres hijos, que recogía cartón, botellas y papeles que vendía para garantizar los alimentos de la familia —yuca, arroz, frijoles, legumbres— y comida para el puerco que criaba en el fondo de la casa. Muchas veces pasaba hambre, padecía de cansancio crónico, pero, gran paradoja, nunca dejaba de escribir en sus cuadernos. En ellos registraba con parsimonia la hora en que despertaba, su estado de ánimo, el dinero que había ganado a lo largo del día, con quién había conversado, las discusiones presenciadas, alguna observación lírica sobre el paisaje, el clima, la condición miserable en que vivía y, a veces, versos.

La miseria, siempre asociada al ámbito rural, se mostraba en la gran ciudad. En una sociedad que hacía apología del progreso, en la metrópoli que ya vivía la cultura del automóvil, las amargas palabras de Carolina ciertamente causaban impacto: “15 de julio, cumpleaños de mi hija Vera Eunice. Yo quería comprarle un par de zapatos, pero el costo de los productos alimenticios nos impide la realización de nuestros deseos. Actualmente somos esclavos del costo de la vida. Encontré un par de zapatos en la basura, los lavé y reparé para que los calzara. No tenía ni un quinto para comprar pan. Entonces lavé tres botellas y las cambié con Arnaldo. Él se quedó con las botellas y me dio el pan”.

El lenguaje, aunque estaba lejos del gusto imperante, era, por un lado, la realización contingente de lo que los autores vanguardistas de los años veinte habían buscado como patrón estético: “La lengua sin arcaísmos, sin erudición. Natural y neológica. La contribución millonaria de todos los errores. Como hablamos. Como somos”, según pedía el poeta Oswald de Andrade en el Manifiesto de Poesía Pau Brasil, de 1924. Sin embargo, por otro lado, su texto incluía las marcas de quien tenía una imagen de la escritura que no era solamente la del lenguaje hablado e intentaba aproximarse a un léxico rebuscado, a una poesía fin-de-siècle que aún persistía, como veremos más adelante.

Era de esperarse que el reportaje del joven Audálio Dantas repercutiera y creara debates apasionados: ¿Carolina de verdad existía o era la creación de un reportero astuto? Lo que ella escribía —en caso de que existiera—, ¿era o no literatura? ¿Cómo un periódico de la burguesía se permitía publicar un texto de una casi analfabeta? Se trataba de un retrato del Brasil urbano y miserable hasta entonces inédito, narrado por una voz singularísima.

En dos años, los primeros diarios se volvieron libro: Quarto de despejo, diário de uma favelada (1960). Fue el surgimiento de Carolina para una comunidad de lectores impensable hasta entonces: la edición de diez mil ejemplares se agotó en una semana; la brasileña se volvió tema de reportaje en revistas alrededor del mundo: Le Monde, Paris Match, Time, Life, entre otras; fue traducida al inglés, francés, español, alemán y otros nueve idiomas. Se estima que ya han sido editados más de un millón de ejemplares de sus obras.

Después de Quarto de despejo (disponible en inglés como Child of the Dark), se lanzaron también Casa de alvenaria (1961; en inglés I’m Going to Have a Little House) y Provérbios (1963). De manera póstuma, se publicaron Pedaços da fome (1982) y, primero en francés, Journal de Bitita, en 1982, y cuatro años después, en Brasil, Diário de Bitita (1986; Bitita’s Diary).

Ya en los años noventa, los historiadores João Carlos Sebe Bom Meihy y Robert M. Levine publicaron Meu estranho diario (The Unedited Diaries of Carolina Maria de Jesus), que recoge largos pasajes integrales que escaparon a las ediciones conocidas o que figuraron en ellas con grandes supresiones. En este, se respeta al máximo el lenguaje de la autora. Para el lector mexicano son más accesibles las traducciones norteamericanas, pues todas circulan hasta hoy en ediciones bien cuidadas.

La obra de Carolina Maria de Jesus ha despertado interés en gran medida por su carácter sociológico: se trata de una nueva figura en el campo social, portadora de un discurso que se contraponía al de la “democracia racial” propagado por el brasileño Gilberto Freyre en su estudio Casa grande y senzala.

El odio racial emergía en las páginas de Carolina con una lucidez notable, como se lee en este fragmento del 17 de noviembre de 1958, recogido por Bom Meihy y Levine, con todo y los errores de lengua registrados: “Tiempo llegará en que los blancos van a quemar a los negros cuando mueran, para que ellos no tengan derecho de ser sepultado. entendí que la única cosa que el blanco no despresia es el voto del negro.

Sólo en las épocas electoráles el prieto es ciudadano. Yo pienso que el prieto de Brasil debía y debe ser tratado y considerado como prehistórico. Porque él rememora un pasado de inculturas blancas” (pp. 78-79). Tal fragmento se inclina más hacia la obra del siquiatra de Martinica Frantz Fanon, autor de Piel negra, máscaras blancas, que al discurso de los optimistas que afirmaban que en Brasil no había (y no hay) prejuicios étnicos.

Más allá del aspecto de crónica y denuncia social que vuelven el texto de Carolina un excelente reportaje y testimonio histórico, existe también la discusión en torno a la literariedad de su texto. Al considerarse que sus diarios inauguran la literatura marginal o periférica en Brasil —hoy ejecutada por autores como el exconvicto Jocenir, el novelista y rapero Ferréz, entre otros—, es válido preguntarse en qué consiste el salto de lo testimonial a lo estéticamente relevante.

Los diversos diarios de la autora poseen una escritura en que se notan operaciones de lenguaje que van más allá de lo descriptivo. Sus paralelismos son desconcertantes: “Me voy a bañar y me voy a acostar. No tengo sueño porque tengo sueño durante el día. Y en la noche tengo poesía” (p.71), o “Porque quien predomina en Brasil son los blancos. Y los negros son predominados” (p. 202).

En medio de la descripción de lo cotidiano, el texto de Carolina contiene el rechazo a las convenciones burguesas, como el optimismo en relación con la familia y con la vida social: “Yo quise varios empleos. No me aceptaron por causa de mi lenguaje poético. Por eso no me gusta conversar con nadie” (p. 38). “Hay días en que quiero a mis hijos. Y hay días en que, si yo pudiera, me gustaría acuchillarlos y volverlos a acuchillar” (p. 39).

Se nota su conciencia en cuanto a su condición de escritora. Mediante su escritura, es evidente que ella lo hace en respuesta a una pulsión, pero también a un proyecto literario en el cual hay contornos definidos. En estos dos fragmentos se pueden ver sus preferencias estéticas y el carácter de denuncia de su diario: “Era 6 y media cuando João apareció. Le mandé prender el fuego. Después le di una zurra con una vara y con una correa. Y le rompí las cochinas historietas. tipo de lectura que detesto” (p. 45). “Los hombres vagabundos quieren arrebatarle el balón a los chamacos. Los niños les lanzan piedras a los huevones. Y ellos quieren golpear a los chamacos. Cuando me ve se calman, porque nadie quiere quedar incluido en mi Extraño Diario” (p. 74).

La oscilación entre la imagen de poeta lírica que muchas veces la autora trae de sí está en desnivel evidente con la materia de su escritura —la miseria, la violencia, el prejuicio cotidianos—. Eso marca una diferencia importante con autores como el argentino Roberto Arlt, que se complacía en describir la vida puerca. De Carolina Maria de Jesus se puede decir que tiene la doble formación de la literatura que encontró en la basura y de las voces que su sensibilidad le permitió escuchar en las calles y en la favela.

Un amigo le aconseja seguir el camino de las bellas letras: “El señor Manoel vino aquí. Me dijo que no escriba la pornografía, porque le quita el donaire al libro” (p. 80).

Cumplidos este 2014 los cien años de su nacimiento y 37 de su muerte, editorialmente Carolina resiste, sobre todo en Estados Unidos, donde todos sus libros están disponibles. En Brasil aún es objeto de estudios académicos, pero ya no circula entre el lector común; disfruta de la amarga fama de ser relegada a la limitante condición de lectura escolar obligatoria. Sin embargo, el poder de su escritura, de sus imágenes, de sus metáforas, continúa intacto, clamando nuevas lecturas.

Traducción de Alma Miranda

Nota de los editores: La traducción al castellano de los fragmentos citados de Carolina Maria de Jesus respeta las formas del original.



Clarice Lispector e Carolina Maria de Jesus - foto: (...)

"Ela escrevia, de fato, um diário em seu barraco, atulhado do lixo que não pudera vender no mesmo dia. Quarto de despejo - Diário de uma favelada vendeu cerca de 100 mil cópias em um ano; 10 mil em três dias, equiparando-se a Jorge Amado e Paulo Coelho. Foi talvez o mais traduzido dos livros brasileiros [...] Grafomaníaca, deixou perto de 140 cadernos, folhas avulsas, pedaços de jornal e papelão anotados que os filhos guardam com orgulho até hoje." 

- Joel Rufino dos Santos, em "Os papéis de Carolina Maria". Almanaque Brasil (Curiosidades da literatura).


POEMAS E TEXTOS ESCOLHIDOS

Poesia

A Rosa

Eu sou a flor mais formosa
Disse a rosa
Vaidosa!
Sou a musa do poeta.

Por todos su contemplada
E adorada.

A rainha predileta.



Carolina Maria de Jesús



Minhas pétalas aveludadas

São perfumadas
E acariciadas.

Que aroma rescendente:
Para que me serve esta essência,
Se a existência
Não me é concernente...

Quando surgem as rajadas
Sou desfolhada
Espalhada
Minha vida é um segundo.
Transitivo é meu viver
De ser...
A flor rainha do mundo.

- Carolina Maria de Jesus, em "Antologia pessoal". (Organização José Carlos Sebe Bom Meihy). Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 1996.



Dá-me as rosas 

No campo em que eu repousar 
Solitária e tenebrosa 
Eu vos peço para adornar 
O meu jazigo com as rosas 

As flores são formosas 
Aos olhos de um poeta 
Dentre todas são as rosas 
A minha flor predileta 

Se a afeiçoares aos versos inocentes 
Que deixo escritos aqui 
E quiseres ofertar-me um presente 
Dá-me as rosas que pedi. 

Agradeço-lhe com fervor 
Desde já o meu obrigado 
Se me levares esta flor 
No dia dos finados. 

- Carolina Maria de Jesus, em "Antologia pessoal". (Organização José Carlos Sebe Bom Meihy). Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 1996, p.169.



Humanidade

Depôis de conhecer a humanidade
suas perversidades
suas ambições
Eu fui envelhecendo
E perdendo
as ilusões
o que predomina é a
maldade
porque a bondade:
Ninguem pratica
Humanidade ambiciosa
E gananciosa
Que quer ficar rica!
Quando eu morrer...
Não quero renascer
é horrivel, suportar a humanidade
Que tem aparência nobre
Que encobre
As pesimas qualidades

Notei que o ente humano
É perverso, é tirano
Egoista interesseiros
Mas trata com cortêzia
Mas tudo é ipocresia
São rudes, e trapaçêiros

- Carolina Maria de Jesus,  em "Meu estranho diário". São Paulo: Xamã, 1996. (grafia original)



[Muitas fugiam ao me ver]

Muitas fugiam ao me ver
Pensando que eu não percebia
Outras pediam pra ler
Os versos que eu escrevia

Era papel que eu catava
Para custear o meu viver
E no lixo eu encontrava livros para ler
Quantas coisas eu quiz fazer
Fui tolhida pelo preconceito
Se eu extinguir quero renascer
Num país que predomina o preto

Adeus! Adeus, eu vou morrer!
E deixo esses versos ao meu país
Se é que temos o direito de renascer
Quero um lugar, onde o preto é feliz.

- Carolina Maria de Jesus, em "Antologia pessoal". (Organização José Carlos Sebe Bom Meihy). Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 1996.



Sonhei 

Sonhei que estava morta 
Vi um corpo no caixão 
Em vez de flores eram Iivros 
Que estavam nas minhas mãos 
Sonhei que estava estendida 
No cimo de uma mesa 
Vi o meu corpo sem vida 
Entre quatro velas acesas 

Ao lado o padre rezava 
Comoveu-me a sua oração 
Ao bom Deus ele implorava 
Para dar-me a salvação 
Suplicava ao Pai Eterno 
Para amenizar o meu sofrimento 
Não me enviar para o inferno 
Que deve ser um tormento 

Ele deu-me a extrema-unção 
Quanta ternura notei 
Quando foi fechar o caixão 
Eu sorri... e despertei. 

- Carolina Maria de Jesus, em "Antologia pessoal". (Organização José Carlos Sebe Bom Meihy). Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 1996, p.174.



Quarto de Despejo 

Quando infiltrei na literatura 
Sonhava so com a ventura 
Minhalma estava chêia de hianto 
Eu nao previa o pranto. Ao publicar o Quarto de Despejo 
Concretisava assim o meu desejo. 
Que vida. Que alegria. 
E agora... Casa de alvenaria. 
Outro livro que vae circular 
As tristêsas vão duplicar. 
Os que pedem para eu auxiliar 
A concretisar os teus desejos 
Penso: eu devia publicar... 
– o ‘Quarto de Despejo’. 

No início vêio adimiração 
O meu nome circulou a Nação. 
Surgiu uma escritora favelada. 
Chama: Carolina Maria de Jesus. 
E as obras que ela produz 

Deixou a humanidade habismada 
No início eu fiquei confusa. 
Parece que estava oclusa
Num estôjo de marfim.
Eu era solicitada 
Era bajulada. 
Como um querubim. 

Depôis começaram a me invejar. 
Dizia: você, deve dar 
Os teus bens, para um assilo 
Os que assim me falava 
Não pensava. 
Nos meus filhos. 

As damas da alta sociedade. 
Dizia: praticae a caridade. 
Doando aos pobres agasalhos. 
Mas o dinheiro da alta sociedade 
Não é destinado a caridade 
É para os prados, e os baralhos 

E assim, eu fui desiludindo 
O meu ideal regridindo 
Igual um côrpo envelhecendo. 
Fui enrrugando, enrrugando... 
Petalas de rosa, murchando, murchando 
E... estou morrendo! 

Na campa silente e fria 
Hei de repousar um dia... 
Não levo nenhuma ilusão 
Porque a escritora favelada 
Foi rosa despetalada. 
Quantos espinhos em meu coração. 
Dizem que sou ambiciosa 
Que não sou caridosa. 
Incluiram-me entre os usurários 
Porque não critica os industriaes 
Que tratam como animaes. 
– Os operários... 

- Carolina Maria de Jesus, em "Meu estranho diário". São Paulo: Xamã, 1996, p. 151-153. (grafia original)











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