lunes, 21 de septiembre de 2015

ARMANDO ROJAS MOLINA [17.101]


ARMANDO ROJAS MOLINA

(Nació en Vicuña, departamento de Elqui, Chile en 1889 - ¿?).
-E1 lirismo de Rojas Molina no significa una nota nueva en nuestro concierto poético. Seguidor de Pedro Antonio González. Algunos de sus versos se acercan tanto en su fisonomía a los del gran bardo, que dudamos pueda sacudirse de su enorme influencia lírica y darnos los elementos distintivos de un estilo propio. Con todo, se presiente en él -como álguien lo ha dicho- a un poeta de cepa nueva y robusta por su viva desnudez introspectiva y sugestionante evocación».
Este candidato a artista es un eterno descontento de su obra. Escribe una tirada de versos; los corrige; borra la mitad; cercena y estruja los que quedan, en busca de la esencia. Así le resultan composiciones de frases cortadas, breves, lacónicas. Entre líneas se traduce cierta pretensión de encerrar en cada verso todo un poema.
La publicación de su primer volumen poético, Las flores de mi huerto, originó un incidente. Nuestro autor reunió en un folleto de cincuenta páginas aquello de sus versos más corregidos, más limados. Como perros al bofe, cayeron los críticos sobre el cuerpo del delito.
Uno le dijo: "No valía la pena hacer gemir los tórculos de la prensa con estas naderías poéticas". Otro le echó en cara que no burilase rimas tan maravillosas como las de Gustavo Adolfo Bécquer. Otro, más cruel, le dijo poco más o menos: "Ud. tomó dos versos perfectamente buenos ... pero ajenos, y como se trataba de sorprender al lector, los adulteró y plagió sin más trámite". Otro, más osado, al dispensarle el honor de leer una de sus composiciones, entendió (cinco moros) en vez de (sicomoros) y esto so pretexto de hacer un chiste.
Ante esta carga cerrada, Rojas Molina, tuvo un gesto de orgullo. Rabiosamente arrancó de su folleto aquellas páginas que con razón o no estigmatizó la Sátira, y lanzó en veinticuatro horas una segunda edición corregida)) de su libro, esta vez reducido a quince páginas de versos y seis páginas más, que contienen un artículo candente denominado: Mi respuesta a los críticos.
En su afán de reducirse, de seguro, Rojas Molina quedaría más satisfecho si pudiera reeditar su artículo convertido en esta sola frase: "Mis detractores son unos asnos: no gustan de manjares, sino de trapos y papeles".
La prosa de Rojas Molina está muy por encima de SUS versos. Ha dado a la prensa artículos políticos, entrevistas e impresiones literarias que han llamado la atención hasta de aquellos que censuran SUS flores. 

[SELVA LÍRICA - JULIO MOLINA NUÑEZ. Santiago de Chile, Enero de 1917]. 



Las flores de mi huerto
Autor: Armando Rojas Molina
Santiago de Chile: Impr. Chile, 1913




Las flores de mi huerto, poesías por A. Rojas Molina


CRÍTICA APARECIDA EN LA UNIÓN EL DÍA 31 - 01 - 1913 . AUTOR: ANÓNIMO


“Hay necesidad de que se defina qué es poesía?

“Mientras sintamos que se alegra el alma,
sin que los labios rías;
Mientras se llore sin que el llanto acuda
A nublar la pupila;
Mientras el corazón y la cabeza
Batallando prosigan;
Mientras haya esperanzas y recuerdos,
Habrá poesía!”


El joven escritor, señor Rojas Molina ha formado un ramillete con treinta y tantas flores de su huerto poético.

Sobre estas flores vamos a decir unas cuantas palabras.

No lo tomará el poeta a mal: él nos lo ha pedido.

Después de haber leído todas sus poesías nos hemos preguntado muy tristemente ¿qué entienden por poesía los jóvenes literatos que pulsan la lira nacional?

Y hemos recordado a Bécquer.

Lo hemos recordado, porque el poeta de la eterna rima tratando el mismo tema que es tan caro a nuestros jóvenes, el amor, hace vibrar las almas con un hondo sentir que el autor de “Las flores de mi huerto” no ha logrado en ninguna de sus composiciones, y adviértase que el señor Rojas Molina consagra al amor muchos de sus versos.

No hay ternura ni pasión en el huerto del señor Rojas Molina.

A juzgar por sus poesías, parece que el amor fuera para el poeta algo artificioso que sale de los labios en frases vulgares que no hablan nada al corazón, el único interesado.



Y no exageramos un ápice.
Veamos un diálogo en “Las Camelias”:
“¿Por qué las has guardado dijiste indiferente.
Y después agregaste: “Ah! Por curiosidad”…
La sangre presurosa agolpóse a mi frente
y murmuró mi alma: “Dios mío, qué crueldad!”
Si no es intolerable prosa rimada, qué es esto?...



En la composición titulada “Raquel” se lee esta estrofa:




“Raquel desconocida. Yo que te quiero tanto
y que al pasar me miras y me juzgas snob…:
tuve un sueño tan dulce que espantó mi quebranto:
tú eras Raquel la bíblica y yo era Jacob”



El destino lo quiso!...” y canta el poeta luego:



“Seguimos nuestras sendas distintas en la vida
cual si empujados fuéramos por misterioso alud:
tú, del deber esclava, con la dicha perdida;
yo llevando en el alma un pequeño ataúd.”





Para no acumular los ejemplos de prosaísmo, de mal gusto, de pobrísima o de nula inspiración, de falta de sindéresis, hacemos una última cita sobre el tema apuntado:


“Ensueño de pasión, soy tuyo. El mundo
lo veo todo en tu pupila ardiente.
Y un hondo anhelo de éxtasis profundo
me parece que cruza por tu frente”



¡Qué cuerdas tan flojas, qué dedos tan poco diestros, qué ánimo tan desnudo de lirismo y de pasión!

Las Musas chilenas deben andar muy alicaídas por los huertos o los jardineros son muy poco artistas…

Y la vaciedad de ideas corresponde a la absoluta falta de emoción.

El amor, por lo menos en sus versos, para nuestros jóvenes poetas es un erotismo sin pizca de calor o de llama…

Ni lo han saboreado a lo divino ni lo han estudiado a lo humano, de tal modo que los cantos de amor se resumen en invocaciones a



“vírgenes pálidas
Perfumadas, purísimas y admirables!
Que transidas por sudores helados
Son amadas por sobre todo lo que el mundo existe.”



Conceptos que se encuentras en casi todas las poesías amatorias de los jóvenes.

Ah! En esos versos no se aprende que “no haya cosa más dulce que el amor, ni más fuere, ni más cierta, ni más ancha, ni más alegre, ni más cumplida, ni mejor en el cielo ni en la tierra.”

Porque el amor nació de Dios…

El amor es presto, limpio, piadoso, alegre y deleitable, sufrido, fiel, prudente…es mirado, humilde, recto, y no liviano ni regalado; medido, casto y reposado, pero el amor entendido a la manera de nuestra joven nidada poética es un fraseo hueco y mal hilvanado.

No es aquel amor cantado por Gabriel y Galán.



“Y la sombra querida”
“Me dijo que el amor era la cosa
más bella de la vida;
me dijo que el amor era más fuerte,
más grande que la muerte;
me dijo que las almas que se adoran
el roto lazo de su unión no lloran,
porque el beso ideal de la constancia
se lo dan a través de los abismos,
de la tumba, del tiempo y la distancia.

Y me dijo también: “La vida es bella;
si en ella descubrieses tras mi huella,
la honda belleza de que está nutrida,
y me quieres amar…ama la vida,
que a Dios y a mí nos amarás en ella.”


***

Dedica el poeta una composición a los suicidas. Y tampoco haya en la Muerte, como no lo halló en el Amor, el numen, ese sagrado soplo de las Musas.


“Los suicidas”

“Conocieron del mundo los zarpazos,
y miraron sin miedo la partida
al quedarle –resto único de vida-
el pobre corazón hecho pedazos.
No tuvo el mundo para ellos flores,
y colocó en sus labios la agria suerte
el desprecio por todos los dolores
y un amor infinito hacia la muerte.”



Hay en esta composición una doble vulgaridad aplastante: la ideológica y la literaria, y, además, algún disparate contra el sentido común, como el decir que “la agria suerte colocó en los labios de los suicidas.


“el desprecio por todos los dolores
y un amor infinito hacia la muerte.”


¡Hacia la muerte!


¿Y dónde está la emoción lírica?

En cambio, con cuánta energía expresó en ocho versos el poeta Essousse su rebeldía contra la vida, y su orgullosa y amarga tristeza.


“Adieu, trop infacende terre
Fleaux humains, soleil glacé;
Comme un fantóme solitaire,
Inapercu jáurai passé.
Adieu les palmes inmontelles.
Vrai songe de mon áme en feu.
L’air manquait, j’ai fermé mes ailes.

Adieu!"

Quiera el cielo que alguna vez los jóvenes amigos de las Musas enderecen el rumbo, y no pierdan estérilmente las facultades musicales que poseen.

¿Cuándo dejarán de imitar a Rubén Darío (de quien aparece prendado nuestro autor) y se encaminarán derechamente, solo, sin andaderas, al sagrado bosque donde el numen alienta en cada rama y en cada flor?

El librito de versos del señor Rojas Molina, está impregnado con ese decadentismo literario tan en boga que algunos, tal vez injustamente, han llamado “decadentismo rubendariano” y que ha llegado a ser un artificio de sonsonetes rítmicos sin ideas ni sentimientos.

¡Estamos hartos con esa capilla que apadrinan las hadas de Anatole France y del Doctor Mudruz!





Las flores de mi huerto por A. Rojas Molina



CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 07 - 04 - 1913. 
AUTOR: OMER EMETH

Prometí recorrer con cuidado este “huerto” hasta en sus rincones para descubrir en él alguna “flor”.

Promesa muy arriesgada, porque, según me lo contó el mismísimo hortelano, mis apreciados colegas en crítica han declarado que no hay tales flores y que este es un huero soñado…

Entré… Ya iba muy adelante mi investigación y el huerto empezaba a parecerme tan yermo como un Sahara, cuando di con los siguientes versos a Rubén Darío:



“Durmiese en el silencio la orquesta de las hojas.
El mar echó a la playa las húmedas congojas.
Los cisnes –bajo el fúlgido espejo de los cielos-
eran como una blanca líneas de barquichuelos.
Eran como una rara esflorescencia mística.
Eran como una extraña procesión eucarística.

Suspendieron las olas su incesante vaivén.
Pasó el alma de Homero encarnada en Rubén…”



He ahí, -pensé- la flor que busco. No es maravillosa ni, por sí sola, basta a formar jardín, pero ahí está real y verdadera.

La señalo, pues, y mi promesa está cumplida. Pero confieso que si mis colegas fueron severos, no se les puede llamar injustos…

El señor Rojas Molina, cuyo prefacio es bastante provocador, no podía esperar que se le tratase con excesiva caridad…

Le perdono lo que a mí se refiere en aquel prefacio; pero le advierto que en el huerto de un autor primerizo no debiera faltar la modestia. Es esta una flor que solo un Goethe o un Víctor Hugo puede menospreciar con cierta impunidad.



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