lunes, 27 de julio de 2015

VICTORIA VENTOSO Y CÚLLEN [16.631]


Victoria Ventoso y Cúllen 

(1827 – 1910) Natural del Puerto de la Cruz.

Dejó casi toda su obra en un libro titulado: Ensayos Poéticos, y que permanece inédito.
Sus temas preferidos fueron el campo y el mar y también cantó sobre todo a los amores del hogar.

Diversos críticos nos han hablado de ella como una poeta de gran inspiración al estilo de Santa Teresa y con una gran ternura.

Ya en la segunda mitad del siglo XIX, y aprovechando el momento de la poesía romántica, pudieron abrirse paso algunas aguerridas mujeres con un cierto nivel cultural  como para  hacerse presentes en la Literatura. Entre ellas: Victoria Ventoso y Cullen (1827-1910) Natural del Puerto, de la Cruz, dejó casi toda su  obra en un libro titulado Ensayos Poéticos, y que permanece inédito. 

Sus temas  preferidos fueron el campo y el mar  y también cantó sobre todo a  los amores del hogar. Diversos críticos nos han hablado de  ella como una poeta de gran inspiración, al estilo de Santa Teresa, y con una gran ternura.  
       
Conocemos documentalmente el caso de la poeta Victoria Ventoso y Cullen, se da a conocer con un poema en las páginas del periódico El Guanche (1859) y que reaparece meses después con varios textos en El Eco del Comercio. El silencio posterior, tras su matrimonio con un prohombre local, es absoluto. Sin embargo, murió a los 83 años, en los años noventa del siglo XIX, dejando a su familia un amplio poemario, de tono romántico e intimista y de corte nostálgico, titulado Ensayos poéticos, cuya exhumación se está intentando actualmente.



El poema que transcribimos a continuación lleva el siguiente prefacio; AL Sr. D. Domingo Verdugo, con motivo de unos versos que me dedicó animándome a cultivar la poesia, al regalarme el «Arte Poético", en el que he estudiado lo poco que sé. 


Vuelve otra vez abandonada lira
A dar al viento tu inseguro son
Que oigo una voz amiga que le inspira
Indecible confianza al corazón.

Oigo la voz, y cuanto en torno miro
Ignota dicha al pensamiento da:
El cielo, el mar, el aire que respiro.
Todo me encanta y enajena ya.

Que aunque viera este Valle alegre, hermoso,
Sus joyas, flores de fragante olor;
El Teide que aparece majestuoso
Entre nubes de espléndido color.

Cuando el radiante sol desde el Oriente
Esparce sus bellísimos fulgores;
Cuando aún impregnado está el ambiente
Del nocturno perfume de las flores;

Aunque oyera gemir el vago viento
En las hojas mezclando su armonía
Con el tranquilo melodioso acento
Que dan las aves al nacer el día;

O a la tendida sombra reposando
De acacias y frondosos limoneros
Mirara el agua resbalar doblando
Juncos, algas y helécho en sus senderos;

Y llegar las mansísimas palomas
A bañarse en su margen intranquila,
Y partir luego a las cercanas lomas
En ordenada, presurosa fila;

Aunque en noche serena y silenciosa
De un lucero al dulcísimo fulgor,
Admirara su lumbre misteriosa
Y el imenso poder del creador.

Que hizo tan bello el suelo, el firmamento
Que a los hálitos cambia en nubes bellas,
A los que mueve con su soplo el viento
Eclipsando la luz de las estrellas...

Ah yo nunca canté cuando sentía
Que entre dudas fluctuaba el corazón,
Ignorando que fuese poesía
Mi ruda y mal regida inspiración.

Pero hoy oigo una voz decirme "Canta";
Voz que me infunde tal confianza y fe,
Que aunque vuelva cortés lisonja tanta
En adelante, sí, yo cantaré:

Que cantando se alejan los pesares
Y yo no aspiro a más placer y gloria;
Si algo valen entonces mis cantares
Solo a esa voz lo deberá Victoria.

(Mayo de 1850)
Selección y notas de Antonio Rula Álvarez 









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