viernes, 24 de julio de 2015

JOSÉ MARÍA PINO SUÁREZ [16.618}


José María Pino Suárez

José María Pino Suárez (Tenosique, Tabasco, 8 de septiembre de 1869 – Ciudad de México, 22 de febrero de 1913) fue un político, abogado, poeta, periodista y revolucionario mexicano que sirvió como el séptimo y último vicepresidente de México de 1911 hasta su asesinato en 1913, durante los eventos de la denominada decena trágica. Durante su trayectoria fue también secretario de justicia (1910) en el gabinete provisional de Francisco I. Madero, gobernador de Yucatán (1911), secretario de instrucción pública y bellas artes (1912-1913) y presidente del Senado (1911-1912). Como periodista, fue fundador y director de El Peninsular, y como poeta, fue autor de varias obras que se publicaron tanto en México como en Europa. En 1969, su viuda, María Cámara Vales, recibió la Medalla Belisario Domínguez del Senado de la República, reconociendo el sacrificio de Pino Suárez por la democracia y la libertad en el país. Es conocido como el "Caballero de la Lealtad".

Fue hijo de el comerciante José María Pino, natural de Mérida Yucatán, y de Josefa Suárez. Sus abuelos paternos fueron José María Pino y Perfecta Salvatiel, mientras que sus abuelos maternos fueron José Eusebio Suárez y Baltasara Abreu. Su bisabuelo fue Pedro Sainz de Baranda y Borreiro. Poco después del nacimiento de José María murió su madre. Su padre, un ocupado hombre de negocios encargó su educación a un tutor privado. Al llegar Pino Suárez a la adolescencia, se decidió que realizara sus estudios en la ciudad de Mérida (Yucatán). Ahí ingresó al Colegio de San Ildefonso, una escuela jesuita que llevaba un plan de estudios basado en el del Liceo Francés. Al terminar sus estudios de preparatoria, entró a la Escuela de Jurisprudencia de Yucatán de la que se graduó el 12 de septiembre de 1894.

Al graduarse de abogado, se dedicó al ejercicio de su profesión. En 1896, recién casado, viajó a la Ciudad de México, donde asociándose con su tío, Joaquín Casasús, abrió un despacho de abogados. Dedicado a esto, y a su poesía, la cual nunca dejó de escribir en su tiempo libre.

En 1899 decidió regresar a Mérida para entrar en actividades comerciales con su suegro, Raymundo Cámara Luján.

Familia

Pino Suárez de una familia connotada en la península de Yucatán. Su bisabuelo fue Pedro Sainz de Baranda y Borreiro (1787-1845), un marino y político novohispano nacido en San Francisco de Campeche instruido en la Armada Española, que tomó parte, en su juventud en batalla de Trafalgar, sirviendo en el buque Santa Ana que peleó contra el buque insignia Británico del Almirante Cuthbert Collingwood, el HMS Royal Sovereign. Sainz de Baranda jugó un papel importante en la creación de la primera Marina del México independiente por lo cual algunos lo consideran el padre de la Armada Mexicana.

Hijos de Pedro Sainz de Baranda y por tanto tíos abuelos de José María Pino Suárez, fueron los campechanos, Joaquín Baranda y Pedro Baranda. El primero, abogado, político, escritor e historiador mexicano que sirvió como Secretario de Justicia e Instrucción Pública (1882-1901) del presidente Porfirio Díaz. El general Pedro Baranda y Quijano, fue diputado constituyente en 1857, e impulsó la creación de los estados de Campeche y Morelos, siendo el primer gobernador de este último.

También tío de Pino Suárez, fue el tabasqueño, Joaquín Casasús, abogado y economista, del Porfiriato, presidente de la Academia Mexicana de la Lengua.

Pino Suárez se casó con María Cámara Vales, hija de Raymundo Cámara Luján quien pertenecíó a la denominada casta divina en el Yucatán decimonónico.

Vida política

Fue miembro del Partido Nacional Antirreeleccionista, y se unió a Francisco I. Madero al paso de éste por Yucatán haciendo campaña política. Pino Suárez organizó grupos leales en Tabasco y Yucatán. Además cuando Madero estuvo preso en San Luis Potosí, Pino Suárez le escribió regularmente informándole de los progresos revolucionarios en Yucatán y Tabasco.

Gobernador de Yucatán

Fue candidato al gobierno de Yucatán apoyado por el Partido Nacional Antirreeleccionista que representaba a la corriente maderista, contendiendo contra Delio Moreno Cantón y Enrique Muñoz Arístegui. Mediante un fraude electoral evidente, el triunfo fue otorgado a Muñoz Aristegui, condidato oficial del porfiriato, iniciándose casi de inmediato una persecución política artera en contra de los dos candidatos perdedores que los hace huir temporalmente del estado.

Cuando Madero se liberó de la prisión y asumió la presidencia provisional conforme al Plan de San Luis, nombró a Pino Suárez gobernador de Yucatán, desempeñándose como tal del 5 de junio al 8 de agosto de 1911. Después al constituirse el gabinete en Ciudad Juárez, Madero nombró a Pino Suárez secretario de justicia, cargo que desempeñó de septiembre hasta el día 13 de noviembre de 1911.

En ese año se convocó a nuevas elecciones en Yucatán y en el mes septiembre volvieron a realizarse. Ya con Madero a punto de asumir la presidencia de México, decidieron presentarse nuevamente a la lisa electoral los candidatos perdedores de la contienda anterior: Delio Moreno y Pino Suárez. Todo parecía indicar que Delio Moreno sería el ganador por su abrumadora popularidad, el triunfo favoreció a José María Pino Suárez,. quien asumió la gubernatura Constitucional de Yucatán el 17 de octubre de 1911.

Vice-Presidente de México

Poco tiempo después, el 15 de noviembre de 1911, Pino Suárez pidió licencia indefinida para asumir el cargo de vicepresidente para el que había sido electo, acudiendo al llamado que meses más tarde le costaría la vida. A su cargo de vicepresidente se sumó después el de Secretario de Justicia y Bellas Artes. En Yucatán, mientras tanto, el Congreso estatal designó como gobernador a Nicolás Cámara Vales, cuñado de Pino Suárez, contra quien Delio Moreno se rebeló el mismo año de 1911, iniciando un movimiento infructuoso desde la población de Opichén.

Al instalarse el nuevo gobierno federal en México, los enemigos políticos de Madero hicieron imposible su gobierno y, mediante diversas maniobras, forzaron a los recién electos a renunciar a sus respectivos cargos el día 9 de febrero de 1913, durante la revuelta conocida como la Decena Trágica.

Fallecimiento

Leal a Madero, Pino Suárez murió junto a él y por la misma causa. El día 22 de febrero de 1913, ambos fueron asesinados arteramente cerca de la penitenciaría de la Ciudad de México, donde se les trasladaba con ese propósito premeditado. Los acontecimientos de la Decena Trágica fueron encabezados por Bernardo Reyes, Félix Díaz y Victoriano Huerta. Cuando se conoció el asesinato del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, se originó en el resto del país una unificación de criterios contra el general Victoriano Huerta y sus secuaces, habiendo levantamientos armados contra las tropas del gobierno federal.

Los restos mortales de Pino Suárez fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres en noviembre de 1986.

Obra poética

En el campo de las letras en el que también destacó, Pino Suárez fue autor de Melancolías 1896 y de Procelarias 1903. Escribió el prólogo de Memorias de un alférez, obra de Eligio Ancona, en 1904.

Reconocimientos

En 1915 por decreto del H. Congreso del Estado de Tabasco, Tenosique, la ciudad natal de José María Pino Suárez, fue elevada a la categoría de ciudad con el nombre de Tenosique de Pino Suárez en honor al gran político tabasqueño, y a la entrada de la ciudad, fue colocada una estatua en su memoria.

En la Capital del Estado de Tabasco, Villahermosa, hay una estatua de José María Pino Suárez, con la leyenda:"El Pueblo de Tabasco al Caballero de la Lealtad". Está situada en el anexo de la Plaza de Armas frente al malecón de la ciudad. Igualmente una de las principales avenidas del centro de la ciudad y de muchas ciudades tabasqueñas llevan su nombre, el cual también está escrito en letras de oro en el Salón de Sesiones del H. Congreso de Tabasco.

En la Ciudad de México una de las principales calles del centro de la ciudad, así como una de las más importantes estaciones del Sistema de Transporte Colectivo (METRO) llevan su nombre.


Esperanza

Cuántas veces en medio del camino
sin flores y sin luz de la existencia,
bajo el peso fatal de mi sentencia
me detengo cual triste peregrino.

Cansado de sufrir, la frente inclino
e implorando del cielo la clemencia,
pido un ángel bendito de inocencia
que me ayude a luchar con el destino.

Mas vano ha sido mi constante anhelo;
en el mar de mi vida no hay bonanza,
y si angustiado me dirijo al cielo,

mi suspiro se pierde en lontananza;
sólo guardo en tan hondo desconsuelo
en lo íntimo del alma una esperanza…

Mérida, 1891




Usumacinta

Besando pasa la risueña falda
de mi pueblo tranquilo y venturoso,
y deslízase luego, voluptuoso,
por inmensas llanuras de esmeralda.

Sus márgenes adornan en guirnalda
flores mil que fecunda allí el coloso,
copiando en sus cristales, majestuoso,
los colores, azul, violeta y gualda.

El sauce que se inclina en la ribera
préstale sombra grata en el estío,
y el camalote y la gentil palmera
dulces rumores a mi undoso río…

¡Quiera el cielo propicio, cuando muera,
bañen sus aguas el sepulcro mío!...




Alma de lucha

Combatir contra todos los tiranos
y contra toda imposición injusta;
defender la Verdad santa y augusta
y de la Patria sus fueros soberanos.

Sólo a hombres libres extender la mano;
a los serviles, descargar la fusta
de nuestra frase señorial y adusta
con valor y civismo catonianos.

Contra el Error y la Injusticia alertas,
montar la guardia austera y formidable
del Honor y el Deber ante las puertas.

Y en el suplicio siempre inacabable
de Tántalo infeliz, dejar abiertas
nuestras alas que van a lo insondable.




Poema que le dedicó a don Porfirio y que, según decía, lo motivó a participar en la lucha antirreeleccionista


Vilipendiaste de la Patria el nombre
y Padre de la Patria te proclamas.
Hollaste la República y te llamas
héroe y Caudillo de inmortal renombre.

No hay proditorio crimen que te asombre
si al Poder en sus hombros te encaramas.
Y cuando el nombre de justicia infamas
te das de justiciero el sobrenombre.
Y todo gime a tu Poder opreso
y cede ante tu afán homicida.

Más de tu oprobio y baldón el peso
morir no puede el pensamiento humano
que al firmar tu registro de partida
con tinta roja escribirá: ¡Tirano!





José María Pino Suárez, la errada lealtad

Por Javier Lara Bayón

Dos días antes de su asesinato el 22 de febrero de 1913, prisionero ya por los golpistas e intuyendo el desenlace fatal, el depuesto vicepresidente José María Pino Suárez se lamentó con uno de los pocos testigos de aquellas horas de agonía, el embajador de Cuba, Manuel Márquez Sterling:

Qué les he hecho para que intenten matarme? La política sólo me ha proporcionado angustias, dolores, decepciones. Y créame usted que sólo he querido hacer el bien. La política al uso es odio, intriga, falsía, lucro. Podemos decir, por tanto, el señor Madero y yo, que no hemos hecho política, para los que así la practican. Respetar la vida y el sentir de los ciudadanos, cumplir leyes y exaltar la democracia en bancarrota, ¿es justo que conciten enemiga tan ciega, y que, por eso, lleven al cadalso a dos hombres honrados que no odiaron, que no intrigaron, que no engañaron, que no lucraron?

Así, al final de su vida, después de haber presidido el Club Antireeleccionista de Mérida, participar en las dos campañas de Madero por la presidencia, formar parte de su gabinete provisional durante la Revolución, ganar la gubernatura de Yucatán y a quince meses de ocupar la vicepresidencia, en la lamentación de Pino Suárez se atisbaba una verdad paradójica: él no era ciertamente un político.

¿Quién era entonces Pino Suárez? Distinguido por la historia de bronce con el mote de “caballero de la lealtad”, su vida guarda algunas sorpresas y más de un misterio. Uno de ellos, cómo este “hombre sin tacha”, “firme, inteligente, modesto”, como lo llamó Vasconcelos, consiguió despertar en Madero un sentimiento de amistad tan profundo que no dudó en acompañarse de él en su breve gobierno, pese a la oposición de muchos de sus partidarios y las acusaciones de sus enemigos.

La lealtad de Pino Suárez hasta el final, su renuencia a escapar cuando pudo hacerlo por no abandonar al presidente tras el golpe de estado de Huerta, demuestran que Madero no se equivocó al escogerlo como amigo, pero tal vez sí al hacerlo vicepresidente. No debe soslayarse que con ese cargo, en el que recaería el Poder Ejecutivo en ausencia del presidente constitucional y estando bajo la amenaza de un golpe de Estado, la lealtad de Pino desacertó: no se debía a Madero, la persona, sino a las instituciones democráticas que ambos se habían esforzado por construir. Su prioridad debió haber sido la supervivencia del poder que representaba. Eso habría hecho un político, un estadista. Pino era un poeta.

Nacido tabasqueño en 1869 casi por accidente –su familia se contaba entre las más notables de Mérida y era bisnieto del padre de la armada mexicana, Pedro Sáinz de Baranda– José María Pino Suárez abandonó su Tenosique natal a los diez años para estudiar primero en el puerto de Progreso y más tarde en la capital de Yucatán. Ahí obtuvo el título de licenciado en Derecho en 1894. Dos años después contrajo matrimonio con María Cámara Vales, de una conocida familia de propietarios de haciendas en el estado.

Al tiempo que desarrollaba su carrera como abogado postulante en Mérida, Pino Suárez comenzó a ganar cierta fama local como escritor. Componía sobre todo poemas que aparecieron en publicaciones como La Revista de Mérida y el semanario Pimienta y Mostaza. Sus obras eran pequeñas creaciones de un tardío romanticismo (de ninguna manera modernistas como han querido ver algunos biógrafos), sonetos muchas de ellas, que muestra la innegable influencia en formas, lenguaje y vocabulario de la poesía lírica de Gustavo Adolfo Bécquer. Dos volúmenes publicados en vida recogen la mayor parte de ellas: Melancolías (1896) y Procelarias (1908). Por más que no fueran obras de gran aliento, José María nunca dejaría de sentirse y saberse poeta; la vocación no es necesariamente genio.

El interés literario de José María se orientó también hacia el periodismo. Asociado con su suegro en ciertos negocios, en 1904 consiguió de él los 80 mil pesos necesarios para adquirir una imprenta y fundar el periódico El Peninsular. Este diario vespertino se destacó –curiosamente– por su servicio de noticias nacionales e internacionales, como fue su reseña de la guerra ruso-japonesa. Durante su primer año de circulación el periódico ganó bastantes lectores y anunciantes importantes. Sin embargo, las denuncias del sistema de explotación de los peones en algunas haciendas henequeneras que aparecieron a partir de febrero de 1905 provocaron el enojo de los propietarios, quienes presionaron para quitarle anuncios y suscriptores hasta el punto de amenazar su estabilidad. En sus esfuerzos por mantener el diario y defender la libertad de expresión frente a dichas presiones, Pino Suárez participó en agosto de ese año en la fundación de la “Asociación de la Prensa Yucateca”, de la que fue vicepresidente. Parece haber sido entonces cuando, al calor de la defensa de su diario, creyó vislumbrar su vocación política. Al cabo, Pino Suárez tuvo que deshacerse de la empresa para evitar que quebrara, vendiéndola a su cuñado Alfredo Cámara Vales.

El llamado a la política no fue entonces suficientemente fuerte. Entre 1906 y 1909, por el contrario, Pino se marginó voluntariamente de la vida pública, retirándose incluso físicamente a la hacienda azucarera de Polyuc. Lo que nunca abandonó fueron “sus apasionamientos literarios” que desarrollaba sin “menoscabo  de su reputación como hombre de negocios”, como escribió en el prólogo de Procelarias su gran amigo Ignacio Ancona Horruytiner, jefe de redacción de El Peninsular. Es más, para Ancona “el Pino íntimo” era “el de los versos”. Significativamente, a esa intimidad no permitía el poeta que llegara lo que en unos años acabaría por arrastrarlo en su torrente: “no resuenan en sus poesías los trágicos acentos de la vida contemporánea… no llegan los clamores del obrero ni la rebelión en que estallan las multitudes oprimidas”, observaba, no sin cierto reproche, el propio Ancona.

En junio de 1909, Francisco I. Madero inició en Veracruz su primera gira política en busca de la presidencia que habría disputar con Porfirio Díaz. Alentado por el gran recibimiento decidió continuar hacia Yucatán, pero al llegar al puerto de Progreso le esperaban apenas seis personas. Una de ellas es Delio Moreno Cantón, candidato a la gubernatura por el Centro Electoral Independiente. Otra el propio Pino Suárez, hasta entonces prácticamente retirado, como ya se dijo, de la vida pública, pero que había recibido con entusiasmo la publicación del libro  de Madero, La sucesión presidencial en 1910. La decepción de Madero por la poca asistencia fue pasajera, no sólo porque al llegar a Mérida una gran multitud lo aclamó, sino por el encuentro con Pino, a partir de entonces un verdadero amigo. Misteriosamente, o quizá lógicamente, el espiritista había congeniado con el poeta.

José María aceptó esta vez la llamada a la política que le hizo Madero en su libro y en persona. Fundó y presidió en Mérida el Club Antireeleccionista, que apoyó a Delio Moreno Cantón como candidato a la gubernatura para las elecciones de 1909. Los comicios resultaron, sin embargo, tan fraudulentos como serían los federales de 1910 en los que compitió Madero contra Porfirio Díaz y resulto vencedor Enrique Muñoz Aristegui. Mientras el “morenismo” era reprimido por el nuevo gobernador y pasaba a la clandestinidad, Pino Suárez se refugiaba en Tabasco, Estados Unidos y la ciudad de México, y estrechaba su relación con Gustavo Madero.  Cuando estalló la Revolución de noviembre de 1910, se exilió a Belice y Guatemala. Regresó para estar presente en la firma de los Tratados de Ciudad Juárez.







La otra viuda: María Cámara de Pino Suárez

Por: Norma Barrera

“Vuele a ti mi más alto pensamiento,/ llegue hasta ti mi trova más sentida,/ a ti, el único aliento de mi vida,/ a ti, de mi ilusión primer aliento”. Maruca fue la musa que inspiró la sensible y romántica pluma del abogado tabasqueño José María Pino Suárez para escribir este verso. Ella fue María Casimira Cámara Vales a quien le toco vivir la revolución mexicana muy de cerca y aunque no figuró entre el género femenino que participó como periodista denunciando el régimen de Porfirio Díaz como Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, o como Dolores Jiménez, fundadora de un club antirreeleccionista, doña Maruca fue cálido y fuerte apoyo de su esposo Pepe, el vicepresidente Pino Suárez que murió asesinado junto con Madero la noche del 22 de febrero de 1913.

Maruca y Pepe compartieron 17 años de vida matrimonial de cuya unión nacieron 6 hijos. Ella nació en la blanca Mérida un 4 de marzo de 1877, formaba parte de un grupo de 14 hermanos, entre los cuales destacaba Nicolás, quien luego de estudiar medicina en Alemania, estableció en Yucatán el primer consultorio para niños y a fines de diciembre de 1911 alcanzó la gubernatura de su estado.

Maruca contaba con 16 años cuando llegó la temporada de carnaval en Mérida y ahí conoció a don José María Pino Suárez. El noviazgo duro tres años que fueron acompañados por las serenatas y poemas que el joven enamorado le escribía y dedicaba a su tierna novia. La tan ansiada unión matrimonial se hizo realidad un 19 de marzo de 1896. Los primeros años de la joven pareja fueron tranquilos pero terminaron cuando Pino Suárez comenzó a ser perseguido por la policía porfirista y tuvo que huir en varias ocasiones porque además de utilizar la pluma para escribir románticos versos, también la empleó para denunciar, en su periódico El Peninsular, las injusticias que se cometían en las haciendas henequeneras yucatecas.

A partir de entonces, la suerte del matrimonio estuvo atada a los avatares de la política. En 1909 Francisco I. Madero visitó Mérida y Pino Suárez se sumó al antirreeleccionismo. Su férrea oposición al régimen local y federal lo obligó a dejar Yucatán para refugiarse en Tabasco a donde le siguió su fiel esposa. Perseguido por los esbirros de la dictadura, Pino Suárez y su esposa continuaron su peregrinar: marcharon a Guatemala y de ahí a Belice donde se embarcaron hacia los Estados Unidos para unirse a Madero. Cuando la revolución maderista triunfó doña Maruca, sus hijos y su esposo se reunieron en Yucatán y más tarde, en noviembre de 1911, se trasladaron a la ciudad de México para que Pino Suárez asumiera el cargo de vicepresidente de la República.

Por algunos meses volvió la calma a la vida familiar de doña Maruca, pero pronto se vio interrumpida cuando en febrero de 1913, en plena capital de la república, estalló la Decena Trágica. Pino Suárez decidió permanecer al lado del presidente Madero hasta el último momento y no prestó oídos a las súplicas de su angustiada esposa que le pidió que huyeran. La última vez que doña Maruca vio y habló con su esposo fue el 20 de febrero cuando ya estaba preso en la intendencia Palacio Nacional junto con Madero. Un día antes, ambos hombres habían renunciado a la presidencia y vicepresidencia del país.

Con gran preocupación y asolada por terribles dudas sobre el futuro de Pino Suárez, doña Maruca intentó verlo de nuevo pero ya no fue posible. Sin embargo, una luz de esperanza se abrió para ella cuando se difundió la versión de que su esposo y el depuesto presidente Madero serían llevados a Cuba. Sin pensarlo dos veces, doña Maruca tomó a sus hijos y se fue a la estación del ferrocarril para esperar la llegada de su compañero caído en desgracia. Las familias Madero y Pino Suárez esperaron en vano dos noches enteras. En la mañana del 23 de febrero, doña Maruca se enteró que su esposo había sido brutalmente asesinado por órdenes de Victoriano Huerta.

La violencia de la contrarrevolución dejó viuda a doña Maruca y huérfanos a 6 hijos entre los que estaba una pequeñita de escasos tres meses de vida. Tan grande fue el dolor de la mujer que no tuvo fuerzas para asistir al entierro. El penoso momento lo presenció su hijo Alfredo, de tan sólo 14 años de edad. La viuda de Pino Suárez quedó sola y en la ruina pues tuvo que regresar la casa, el automóvil, los muebles y dos vestidos de su hija María que le acababan de entregar. Sin ningún motivo que los atara a la ciudad de México, doña Maruca y sus hijos regresaron a Yucatán. Con el tiempo logró sobreponerse a la tragedia y dedicó el resto de su vida a sacar adelante a su familia. Cuando Venustiano Carranza llegó al poder se preocupó por las viudas de la revolución y doña Maruca recibió una pensión de 700 pesos. El 7 de octubre de 1969, a la edad de 92 años, doña María Cámara Vales viuda de Pino Suárez recibió la Medalla Belisario Domínguez.







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