jueves, 25 de junio de 2015

JOAN MARI IRIGOIEN ARAMBERRI [16.371]


Joan Mari Irigoien Aranberri

Escritor en lengua vasca, nació en San Sebastián el 30 de septiembre de 1948.

Cursó los estudios de ingeniero industrial.
Su primer título es Oilarraren promesak (1973). En 1975 obtiene el Premio Ciudad de Irún, junto con Iñaki Zubizarreta, con los poemas Hutsatik esperantzara. En 1980 obtiene el premio Azkue con la novela Poliedroaren hostoak (Erein, 1982), novela introspectiva de contextura compleja en la que el protagonista va buceando en sus antecedentes familiares hasta remontarse a las dos guerras carlistas.

Licenciado en Ingeniería, si bien nunca ha ejercido en este campo. Su profesión, desde hace bastantes años, es la de traductor y adaptador de textos para televisión. Ha trabajado géneros como la novela, el cuento, la poesía y la narrativa para niños y jóvenes. En su juventud hizo varios viajes a Sudamérica y entró en contacto con la literatura de autores como Arguedas, Scorza, Sábato, García Márquez, Vargas Llosa y Benedetti. Pero sobre todo se interesó por Juan Rulfo, autor de Pedro Páramo y El llano en llamas.

Resumiendo en los siguientes párrafos el estudio que sobre Irigoien ha realizado la profesora Marijose Olaziregi (Historia de la literatura vasca, UNED, 2000), se puede decir que en la primera novela, Oilarraren promesa (Edit. Gero, 1976), que obtuvo el Premio de la Crítica, se narra una historia que abarca un período de tiempo muy amplio. Concretamente se describe el origen mítico del pueblo Azpil. A partir de 1830, Azpil se verá dominado por un grupo represor formado por el cura, el profesor y el alcalde. La situación cambia con la llegada de un nuevo profesor, que será rápidamente asesinado. Según la estudiosa Marijose Olaziregi, esta narración hay que tomarla como un claro alegato contra la represión del franquismo contra el País Vasco, y es palpable la influencia del realismo mágico sudamericano.

En 1982 Irigoien publicó su segunda novela, Poliedroaren hostoak (Edit. Erein), que fue traducida al castellano con el título La tierra y el viento (Edit. Hiru, 1997). Ganó el Premio Resurrección María Azkue en 1980 y el Premio de la Crítica en 1982. Se trata de una novela-río que narra el devenir de dos linajes enfrentados violentamente entre sí durante cinco generaciones: los Elizalde (carlistas) e Ibargoien (liberales). Abarca desde la primera guerra carlista hasta la época franquista. El narrador-personaje Juan Mari (alter ego del autor), explica que ha utilizado el manuscrito de su tío Joxe para escribir el libro. Dos elementos identifican a ambas familias: la tierra y el viento. La tierra simboliza la tradición, religiosidad e inmovilismo de los Elizalde; y el viento, el progresismo, racionalismo y movilidad de los Ibargoien. El libro es "uno de los mejores ejemplos de la prosa mágico-mítica del autor", según Marijose Olaziregi.

La siguiente novela, Udazkenaren balkoitik (Edit. Erein, 1987), obtuvo el Premio Mirande en 1986 y tiene un tono realista que la aleja de las anteriores. El argumento gira en torno al pueblo de Ollaran (trasunto del lugar de nacimiento del autor, Altza), un pueblo antes idílico que se ha convertido en un amasijo de cemento, habitado sobre todo por emigrantes y con el euskera ausente de la vida social. El protagonista decide ingresar en ETA.

Después publicó la novela Babilonia (Edit. Elkar, 1989), que se puede leer también en castellano, con el mismo título (Edit. Acento, 1999). Cuenta la historia del caserío de mismo nombre, en el que dos hermanos, Trínido y Feliciano, se odian ya antes de que nacieran. Pelean por la misma mujer y en su madurez compiten en la guerra en bandos diferentes, uno con los carlistas y otro con los liberales. "Lo verdaderamente llamativo resulta lo bien estructurada y planteada que está la novela", ha escrito Marijose Olaziregi. Babilonia está organizada en tres planos narrativos, cada uno con su propio narrador. El tercer narrador es Mari, una diosa de la mitología vasca. Esta novela tuvo una muy buena acogida de público.

La novela Consummatum est (Edit. Elkar, 1993) se aleja de las referencias históricas y míticas vascas y ofrece una historia más universal, que se puede resumir como la lucha entre el bien y el mal. En uno de los planos se cuenta ha vida de una monja de ascendencia alemana, mística y con un poso fuerte de romanticismo, y en el otro, las peripecias de un fascista que lucha por vengarse del sufrimiento que padeció en la infancia. Este trabajo fue publicado por la casa Ttarttalo en castellano en el año 2001.

En 1996 Irigoien hizo su primera incursión en la novelística de humor para adultos, con la obra Kalamidadeen liburua. Narra las peripecias de una familia en la que el padre es un poeta místico y el abuelo un poeta social, ambos despistados y verdaderas calamidades. En la segunda parte del libro Irigoien aprovecha para hacer crítica del machismo. La novela incluye ilustraciones de Antton Olariaga, cómics y crucigramas. Marijose Olaziregi cree que la excesiva caricaturización de los personajes hace pesada la lectura de la obra y contribuye a que finalmente no resulte tan humorística.

En el 2000 publicó su novela más extensa, con más de 600 páginas, y la que más tiempo le ha llevado: Lur bat haratago (Edit. Elkarlanean). La acción está situada en la Navarra del siglo XVII. El protagonista principal, Joanes Etxegoien, se siente a caballo entre dos mundos: entre la heroicidad de sus antepasados, que batallaron contra Castilla, y el pragmatismo de sus padres, reconciliados con los nuevos gobernantes; entre la luz de la ciencia y la protección de la religión; entre la tradición y los tiempos modernos; entre la tierra y el mar, entre Europa y América y entre los católicos y los luteranos. Irigoien ha usado una prosa cercana a la de Axular, el primer escritor vasco conocido, del que se siente admirador. El relato ofrece un retrato de la sociedad navarra de hace trescientos años y es, según el escritor Hasier Etxeberria, "un viaje hacia la libertad y un alegato a favor de la tolerancia, aunque de manera no explícita".

También ha publicado la novela para niños Apaiz zaharraren guitarra (Edit. Elkar, 1996).

En poesía, tiene los libros Hutsetik esperantzara (Edit. Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, 1975), Denborak ez zuen nora (Edit. Erein, 1991), Hautsa eta maitemina (Edit. Elkarlanean, 1998, poemas muy breves) y Metak eta kometak (Edit. Elkar, 1994, poesía para niños).


La ventana que da al huerto

(A Bitoriano Gandiaga, in memoriam)

Para el tejedor de palabras eran términos indistintos aquí y allá.
A la sombra de un espino -piedra, flor y púa-,
ansiaba el mismo cuerpo del aire y quería el sol por cabellera.
Y tenía un sueño: dar alcance a la alta luz...

Dentro de sí arrastraba el cansancio de los hombres.
Era Aránzazu su huerto y el eje de su vida,
y era el vacío de la piedra su inspiración y aliento.
Y tenía un sueño, y el sueño se lo llevó.

También yo tengo, como la oscura ciruela de tu poema,
una gota de rocío que acaba de nacer en mi pupila,
pero hoy no me voy a dejar vencer por la tristeza.

Y es que al abrir la ventana que da al huerto,
he podido escuchar la callada voz del aire:
“Aquí estoy, como siempre, por los siglos de los siglos...”

(Traducción del autor)



(Versión Original)

Ortuko leihoa.  

(Bitoriano Gandiagari, in memoriam) 

Hitz-ehuleari hemen zitzaion
han. 
Elorria aterbe -harri, lore eta arantz-,  
airea nahi zuen soin, eguzkia adats. 
Bazuen amets bat: goi-argia atzeman... 

Barruan gizonen nekea zeraman.  
Arantzazu ortu, Arantzazu ardatz,  
harriaren hutsa zuen goranzko hats.  
Bazuen amets bat, ametsak
eraman...  

Nik ere, okaran ilunak lez, badut  
ihintz xortaren bat, begian jaioa, 
baina oroimina gaur ez dut ondoez.  

Eta zabaldu dut ortuko leihoa,  
eta haizearen hots
isila entzun dut:  
“Hemen naiz, beti lez, betiko beti lez”.



Desde mi experiencia de escritor
JOAN MARI IRIGOIEN
Estriíor 


Quizá pueda resumir en un poema entresacado de mi libro Denborak ez zuen ñora ("El tiempo no tenía adonde") todo aquel mundo de mi infancia:

JARDINES PERDIDOS


".. .sin otra luz y guía I sino la que en el corazón ardía" S. JUAN DE
LA CRUZ)


La colorida polifonía de aquellas inmarcesibles rosas de tu hogar,
cuando para ti la eternidad era, sin más, flor de cada día.

O las palabras que acunaron tu infancia
en el origen de las cenizas:
los cuentos de la maga molinera: cuentos de brujas y de veleros;
y la caricia de aquella voz de ojos azules: paisajes derramados en
poemas de silencio.

Asimismo,
el reloj de pared que la sombra perezosa del sol hacía avanzar; 
o arroyos de trigo, ya sin agua,
que si bien cerraban todo un mundo al mismo tiempo abrían otro
en el pan recién fermentado de cada día.

Y las trenzas de aquella muchacha,
donde cada día se posaban, juguetonas, dos verdes mariposas,
mientras tu corazón vivía saltando
de rosa en rosa,
de una a otra eternidad.

Puedes recordar también
los cuatro cirios en tomo a aquel primer difunto,
luces abiertas al otro mundo,
que disolvían los cuatro puntos cardinales del féretro.

Y aquellos olores,
cálidos, penetrantes, bíblicos perfumes
que desde oasis lejanos traían
los caballos del viento en carruajes de fuego,
sándalo e incienso.

Y, pues crees que puede volver a suceder aquello que una vez
sucedió,
partirás de nuevo hacia aquellos jardines de la eternidad,
aunque cansancio y herrumbre
cubren hoy tu corazón. 



Finalizo, hablando de mis próximos proyectos. Hace unos tres o cuatro años que comencé a escribir algunos poemas breves, que espero constituyan el próximo año un libro. Se titulará, creo, Kiribilak (Espirales). Va a ser un libro más de silencios que de palabras, al que creo voy a incluir al final una serie de liras, que, si en la literatura española cuentan con una rica tradición, en la literatura vasca no. Y es que la lira, sobre todo en manos de grandes poetas como Fray Luis de León o san Juan de la Cruz, es una composición que siempre me ha seducido, tanto por el ritmo como por la musicalidad.
Pero para entender un poco el espíritu del libro, voy a traer aquí una cita de aquel artículo que escribí para aquel encuentro que tuvimos en Verines, y que llevaba por título El territorio de las letras. Decía, o dice así, dicha cita:

"Otro punto transcendental es el del tiempo y el de la muerte, porque al fin y al cabo, ¿no será ese territorio como un baluarte que construimos piedra a piedra y palabra a palabra, contra tanta desolación y tanta ruina? Pues sabiendo que la vida es humo y que el humo casi ya no es, soñamos con la solidez de la piedra, que es lo mismo que decir que soñamos con ese tiempo sin tiempo, que no puede venimos sino de nuestra propia energía interior, capaz de hacemos sentir las "cosas creadas como una red que cubre el mundo y cuyos hilos se comunican con los planetas y las estrellas", en palabras de Gérard de Nerval.

¿Será por ello que dentro de ese poliedro que somos —que al ser poliedro es cerrado y es noche: noche oscura del alma—, nos esforzamos en mantener una de las caras abiertas, para que a modo de claraboya podamos vemos en ese
espejo más amplio que es el más allá, a la espera que definitivamente se haga la luz? Sé que en estas palabras late el espíritu de románticos y místicos, con su deseo de unión con el Uno o con el Todo, sueño que en mis días más felices, pese a todo, sigo compartiendo, lejos del cansancio y del desamor". Vaya, como ejemplo, este par de poemillas, elegidos al azar: 



1

No decir nada,
para que la nada nos diga.


2

Camaleón,
espejo de las apariencias,
cuerpo cambiante de la palabra.

Y todo fue así hasta que,
tras los velos,
unos labios de ceniza me besaron.

¿Fue la rosa de tus cenizas la que me besó...? 



LEER EL ARTÍCULO COMPLETO:
http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/bibliuned:Llcgv-F5469520-D68C-0E35-88FE-25C3BF11DC11/Experiencia.pdf





Altza

Altza:
    zu zinen nire jaioterri.
Ume nintzenean
    nire etxeko leihoak
          askatasun bideak ziren.
Ume nintzenean
    zure odola
          berde-berdea zen,
        eta
zure magalean
    aurkitu nuen ama lurra.
Ume nintzenean
    mundu guztia
        agurtzen zen.
Zure odol berdean,
    pinpilinpauxak,
    xoriak,
    errekak,
    zuhaitzak,
                          gizonak.
    izadia nuen maite!
Otso
    diru-zurrupatzaileak
          etorri ziren arte.
Aurrerapenaren izenean,
            errekak zikindu,
            airea kirastu,
                          eta...
                                  M
                                  i
                                  l
                                  a
                                  P
                                  i
                                  s
                                  u
                                  k
                                  o
                                  D
                                  e
                                  a
                                  b
                                  r
                                  u
                                  a
                                  k
                                altxa
                              dituzte
Erraldoientzat
    aupatutako hilobiak
          diruditen
              dorre zatar horiek
                        zure berdea
                        lurperatu dute.
Hauts,
  ke,
      eta
          zimendu,
  lehen izadi bizia zinena,
  orain kanposantu.
  Izadi sarraskitua,
                  hila...
          Izadiarekin bat,
          gizonen begiratua ere
                          hotza...
                          Herri arrotza!
                          Herri-toki?
                              Zerri-toki...!
  Ume nintzenean,
        bai,
              nire etxeko leihoak
                                azkatasun bideak ziren.
                                Orain berriz,
            preso baten
  leihoak
dira.
        Dilin                                  Dalan
                Hemen bukatzen da
        Dilin                                  Dalan
                    herri baten
        Dilin                                  Dalan
                      historia
        Dilin                                  Dalan
                        Dalan.

Hutsatik esperantzara, 1974





EGUN BATEZ

              Egun batez,
              ardi bat bezala,
              joera bakar
                    eta
              itsu batean
              bideratu nindutelako,
                          horregatik agian...

              Egun batez
              askatasunaren hegalak
              ebaki zizkidatela
              konturatu nintzelako,
                          horregatik agian...

              Egun batez
              ostadar batean
              kolore desberdinezko
              zazpi arku
              bereizten
              ikasi nuelako,
                          horregatik agian...,
              jasangaitz eta aspergarri
              egiten zaizkit
              kolore bateko bideak.

Hamaika bide hasiak,
        hamaika bider hautsiak,
                  beste
    hamaika
              bide
                      berri
                                hasteko...,
mundua aberri duen
        erromes galdua
                                  iduri.

Izan ere,
askatasunaren izenean
ni neu naiz
      neure bizitzaren lemazaina
eta
    muga bakarra jarri diot
                        ene jokabideari:
maitasunaren
      muga gabeko muga...

Iluna da bizitza,
        baina
            edozein
                gizon-emakumeren bizitza
                    alferrikakoa ez dela
                          dakidalako...,
aurrera jarraituko dut,
      esperantzaz,
          ene bide gabeko bidean...





PATUAREN INTSEKTUAK

Dena idatzia zegoen.

Dena idatzia zegoen, bai, jaio jaioak ginelako eta hil ere hil egin beharko genuelako noizbait, orduan ez bagenekien ere.

Eta ezjakintasunak eskaintzen zigun pozarekin, tximeletak eta amona mantalgorriak harrapatzera abiatzen ginen, herriko zelai-soroetarantz jauzika.

Egunsentia baino gorriagoak ziren amona mantalgorri haiek, baina puntu batzu zituzten han-hemenka beren mantaletan —euri-tanta beltzak iduri—, gauak ere ereinda baitzituen orduko bere begininiak eguzki gorriaren lurretan.

Eta eskuetan hartu eta atzetan gora igotzen uzten genien, han goitik ihesi joaten zitzaizkigun arte.

Eta hegan eramaten zituen amona mantalgorriak
gure gaua eta gure eguna,
gure bizitza eta gure heriotza,
orduan ez bagenekien ere.





JAIOTERRI

Haizeak eraman zuen haurtzaroko jauregia
eta oroimenaren gelak ere husten hasiak zaizkizu.

(Mendeen hautsa kulunka
zokoetako amaraun poligonaletan).

Bizitza airean desegiten den kea da,
udazkenaren balkoitik dakusazun desolazioaren paisaia.

Baina ametsak
ezerezaren lurretan aurkitu zuen bere gorputza
eta zuk ere
zerbait solidoa eraiki nahi zenuke
zeure oroit-hondakinen gainean.

Maiatzeko kilkerrak
erloju bat zuen bere elitroetan
eta handik isurtzen zituen eternidadeak tantaka bere segundoak,
—basaliliak eta sekulabelarrak perfumatutakoak—,
oihanaren harrabotsetan gaindi.

Enarek eta irrigoek espazioa gezikatzen zuten
argiaren galsoroetan
eta haltzak zaintzen zuen erreka
etxeko neskatxa zen,
uraren gorputz higaezina.

Haurtzaroaren jauregian
ez zegoen ezer ulertu beharrik,
usainduz ulertzen baitzenuen mundua,
arrosak eta krabelinak.

Eta loreak zerizkion haurtzaroko udaberri joriari,
loreak eta loreak,
haragi errugabearen eremuetan
gladiolo gorriak dardar.

Apirilak erbesteratutako usoak
atzera ekartzen zizkizun urriak
eta haien joan-etorrietan ez zen ezer galtzen
mugimenduaren ibai guztiek
eternidadearen ozeano geldia baitzuten helmuga.

Baina iragan zibilizazioetan bezala,
haizeak eta denborak
zure betiko tenpluak ezabatu ditu,
hegazti hegal-beltzek bete dute zeruaren urdina

eta bakardadeak habitatzen ditu orain
arkitekturaren eskeletoak,
husgune bat hemen, husgune bat han.

Astunak dira
  aire itoaren berunaz
      eginak dauden
        husgune horiek
eta denborari espazioaren ahidura dario.

Horrelako hondamenaren aurrean
haurtzaroko begiak berreskuratu nahiko dituzu

eta begion prisma optikoek eragindako inbertsioan
haragi hilezkorrez jantziko duzu
iragan errautsiaren hezurdura,
ilunabarreko zerua kobalto-urdinez,
eternidadez mugagabetuko denboraren iheskortasuna.

Eta azkenean ez duzu jakingo
zuk mundua asmatu duzun
ala munduak zu.




ERORI DA ERREZELA

Erori da errezela:
ederra da gero gorputz biluzia!
Erramu eta kanela,
zugana da den guztia,
ene gaua eta ene gau-zuzia.

Usain gozoa darizu:
gogoko dut zure adatseko oihana.
Ez naiz beldur ez naiz izu,
zure soinak bainarama...
Gorako bidean, galduz noa zama.




Una tierra más allá

En el año en que vuestra merced fue mi profesor en Salamanca, le hablé a veces de mis padres —del señor Martín y de la señora Graciana—, y de mi tío Joanikot.

También le hablé de mi hermano Mattin.

Pero escasas veces del abuelo Nicolás.

Mi abuelo Nicolás —y no menos mi padre— tenía cual asunto principal, la reputación, la honra y el buen nombre de mi casa, de sus gentes, ello arrimado a lo más hondo del ser. Por ello, cuántas veces no nos dijeron, tanto uno como otro, a Mattin y a mí:

—No olvidéis, rapaces, que desde las guerras contra los francos, todos los urbiaindarras somos nobles..., pero lo son unos más que otros.

¡Que era lo mismo que decir que éramos del linaje de Etxegoien!

A lo que se dice, la historia de nuestra casa en su último siglo y medio no era algo para sentir orgullo, pues dado que nuestros ancestros, los agramonteses, fueron vencidos en aquellas malditas guerras que asolaron el reino de Navarra, hubieron de sufrir humillaciones y desquites incontables, entre los que cumple señalar la demolición de las murallas del castillo, además del desmochamiento de sus dos torres de defensa.

—Y así, tras penalidades y quebrantos, tuvimos que marcharnos de Urbiain hacia el destierro... —nos decía nuestro abuelo Nicolás, como si él hubiese padecido tales desgracias e infortunios en propia carne, a pesar de que el testigo principal no fuera él, sino su abuelo, y el abuelo de mi abuelo a lo último, el señor Eusebio Etxegoien.

Una vez en el destierro, nuestros pasados tuvieron que vagar de casa de unos hidalgos que eran amigos a la de otros, de Lapurdi a la Baja Navarra, y de la Baja Navarra a Lapurdi; también, alguna que otra vez, a tierras del Bearn, hasta que al fin compraron casa y tierras a un señor que deseaba marchar a las Indias, donde apercibieron nuevo nido. Aquel destierro, a dicha, medido en leguas no era infinito, mas, al igual que un pequeño alejamiento entre los cuerpos acarrea a los amantes un desprendimiento de sus almas, sucedía así con los hombres y las mujeres de nuestro linaje, a quienes lo próximo se les hacía inalcanzable, y el destierro insufrible. Para paliar en algo aquel sentimiento acerbo e irse acostumbrando, poco a poco, al nuevo lar, les hubiese venido que ni de molde un ambiente de sosiego y paz; al contrario, tanto en Lapurdi como en Baja Navarra y Zuberoa, sucedíanse incontables disputas entre católicos y protestantes —las que hubo entre Charles de Luxe y el señor de Belzunze pueden servir de ejemplo—, que nuestros ancestros trataron de evitar y, de una forma u otra, lo lograron, pero sin poder arrumbar en sus cuerpos y almas aquel rastro de peligro, desazonado y enojoso, ante el temor de que el paso dado hacia delante se les trocara, en cualquier momento, en paso atrás, como condenados a peregrinar, un día sí y el siguiente también, por un camino enjuto, a cuyos bordes abriéranse un par de abismos.

El abuelo Nicolás nos decía muchas veces:

—¡En cuántas ocasiones me llevó mi padre —y vuestro bisabuelo Albert, por tanto— a alguna de esas cimas de los montes Pirineos, desde donde se columbraban las ruinas del castillo que perdieron nuestros mayores. Y ¡cuántas veces nos dijo, asimismo: "Navarra se perdió, y se perdió para siempre, pero el palacio tal vez no!...". Y sonriéndome, añadía: "Nicolás, los Etxegoien hemos sido cual el aceite, que siempre anda arriba, y seguiremos siéndolo... porque, como reza el refrán, cien años pueden convertir al señor en villano, mas otros cien pueden convertir al villano en señor...

Mi abuelo Nicolás nos hablaba en euskara, pero también lo hacía en francés, máxime desde que nombró a don Francisco, el cura del pueblo, preceptor de mi hermano Mattin e igualmente de mí —en aquel tiempo en que, cansado y maltrecho, dio en dejar de lado las competencias que le correspondían como dueño y señor de la casa— y es que don Francisco no sabía francés, y mi abuelo era, bien al contrario, muy afecto al francés y a la cultura francesa, y pretendía, además, que se nos enseñara y acostumbrara en la mayoría de las lenguas posibles.

Le he hablado a vuestra merced del cansancio del abuelo, y añado ahora que sus causas hay que encontrarlas tanto en el fracaso que padeció en sus negocios, de los que le hablaré en páginas posteriores, como en su carestía de salud por culpa del reúma, ya que sus artejos recordaban a un carro chirriante, y parecíale un calvario el mantenerse en pie. Y, apoyándose en sus muletas, era costumbre de él salir fuera de la casa y sentarse en el banco de dura piedra, que por respaldo tenía el frontispicio del palacio, mientras nos decía:

—Dios nos otorgó dos piernas, pero al final ya veis, he de caminar con cuatro, a usanza de animales... ¡Y no, cabalmente, para marchar más presto!...

Y tras encender la pipa y llevársela a la boca, nos decía:

—Doy gracias por el tabaco, porque de otro modo... Y es que, para mí, el respirar el humo es respirar la vida... —y fumaba sin tregua, como chimenea, o aspiraba polvo de tabaco a falta de mejor cosa.

Era maravilla ver fumar a mi abuelo. Y es que no solamente aspiraba y rechazaba el humo, sino que parecía su manera de hablar. Y cuando se amoscaba, le salía una pequeña nube-remolino, como modo de mostrar su enfado; o arrojaba esa nube sobre quien le había disgustado, como si pretendiera hacerlo desaparecer entre los humos; por el contrario, si pretendía llamar la atención de los otros, alzaba la perilla, juntábanse los labios y de su boca salían unos bucles de humo que, en su camino hacia arriba, se hacían cada vez más ostentosos.

Y cuando nos hablaba de su admirado padre y del palacio de los Etxegoien, mi abuelo pergeñaba parecido invento, en gran danza de humo con nubes acá y allá.

—¿Dicen que Pizarro, Almagro y otra gente de su clase conquistaron las Indias?... —nos dijo en uno de aquellos parlamentos, mientras nos llegaba el rumor de la fuente que había frente al palacio y en mitad del jardín—. ¡No fue menos mi padre! ¡Aquél sí era un hombre inteligente y, además, bien entendido! Pues aunque era cierto que nos sobreponíamos al destierro, lo estábamos haciendo, según él, harto despacio, hasta el punto de que, una vez, dijo aquellas palabras que no podré ya olvidar: "Si un sueño no te deja, debes correr riesgos...", y, mirando afuera, a los maizales, determinó: "El porvenir de nuestra casa no está escrito en tierra, sino en hierro". Y, pensando darles a los bienes de la casa otra utilidad, compró la ferrería de Laiotza. "Ándate con tiento", decíanle los amigos, "que ya pasaron los mejores tiempos del hierro", a lo que él dijo: "Sí, puede que los tiempos del hierro y su provecho cumpliéranse ya, pero los míos, no". Y a partir de entonces creció alto, y le fue de perlas...

En esto, mi abuelo Nicolás, siguiendo las huellas de su padre, no hacía sino alabar ese mundo del hierro, y se admiraba de las ferrerías y los ferrones, a tal punto que porfiaba en que solamente los ferrones eran hombres derechos, curtidos día a día en los hornos incandescentes. Y después añadía: "Todos los demás son hombres demediados...".

Y, con esto, interrumpía sus soliloquios, aprovechados para emperezar sus aros y sus coronas de humo. Y, mirándolos, no deseaba yo sino que alguna de aquéllas pusiérase en su cabeza como sucede en los altares con los santos y las beatas... Imaginaba entonces que, al igual que cada pueblo, cofradía o congregación, y aun cada gremio del mismo oficio, tiene su santo —y así tiene Urbiain a Santa Clara, los franciscanos a San Francisco, y los sastres a Santa Lucía—, pudiera ser mi abuelo Nicolás el mejor abogado de los ferrones, si en buenhora tomáranlo como santo. Siguiendo con su historia, él nos dijo:

—Y otra vez, así me habló mi padre: "Nicolás, esto no tiene vuelta. Hasta hace poco, nuestro destierro y otras calamidades han propiciado los dimes y diretes de la gente; hoy, bien al contrario, no hacen otra cosa que hablar de nuestra ferrería y de nuestra fortuna. Pero, con todo eso, no es suficiente, y si pretendemos crecer, será remedio el extender nuestro negocio e ir de aquí para allá, por despabilarnos con hidalgos de alcances y mercaderes poderosos que sepan nuestros propósitos. Fabricaremos una red para que sepamos, en cada momento, adónde hemos de ir y qué corresponde hacer. Mira, si no, cómo la araña hace la suya, para disponer luego de su caza. Y tengo ahora presente nuestro palacio y la casa solar..., e imagino Urbiain, nuestro lugar de nacimiento. Es aquél, además, sitio excelente para disponer de otra ferrería, y por tanto hemos de hablar con su alcalde y con los gobernantes de la Alta Navarra, y hasta con el virrey. Hace tiempo que pusimos casa y hacienda al servicio ambas de Navarra, y llegada es la hora de poner Navarra a nuestro servicio..., porque siendo, como es, la voluntad de Dios inescrutable, ¿quién sabe si no hizo a nuestros pasados perdedores para que gozáramos nosotros de las mieles de la victoria?". Y aquél, ya sabéis, decir y hacer: escribió raudo al virrey, y éste le respondió dándole cita. Y tras leer ante todos la carta, dijo mi padre: "Tú, Nicolás, eres mi hijo único y mi sucesor, y vendrás conmigo".

Irigoien, Joan Mari. Una tierra más allá, Ttarttalo, Donostia, 2002. Traducción de Jorge González Aranguren





Serotonina-lore bat, mesedez (pasartea)
Gaitza ez zen digestio txar batek 
                                   eragindako ezinegon nekagarria,
pilula batek, minutu batzuetan, arintzeko modukoa;
ez zen haginetako mina,
dentistaren anestesiak 
                           istantean ken ziezadakeena errotik;
mina psikologikoa zen
--nola, baina, ezin esan den minari izen bat eman...?--,
ez fisikoa,
nire gogo aldartean eragin zuzena zuena,
nire buruarekin ere 
             arrotz sentitzerainoko jardun etengabean:

min hura,
min guztiak baina minagoa zena, ausaz
         --lehen hilabeteetan bereziki,
                     besteak ere ez txantxetakoak--,
ez berez minagoa zelako,
hura minutu batzuetan mozterik ez zegoelako baizik,
are gutxiago istant batean;
min hura, aldiz, parasito etxekalte guztiak bezala,
nire baitan luzaroan egoteko asmotan zetorkidan,
ez mendeko gisa, gainera,
nagusi gisa baizik,
halako eran, non,
       nigana heldu ahala gorputzaz jabetu
              eta etxeko gelarik onena egin baitzuen bere,
nire erraiak tronutzat hartuta,
bere lanari
--torturari lana deitzea baino gauza makurragorik...!-- 
                                                    ekiten zion bitartean,
segundo hamarrenik galdu ere gabe:

halaxe jan zidan, lehenik eta behin, bihotza,
eta halaxe bihurtu zizkidan 
        zentzumenei lotutako plazer guztiak
                                                         desplazer,
segundoak ordu astun jasangaitz,
eta bizia, berriz, 
                     ia igo ezinezko Mortirolo aldapatsu...

Joan Mari Irigoien
Bi urtetako kronika fakultatiboa (Elkar, 2015)






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