viernes, 8 de mayo de 2015

CHRISTIAN LAW PALACÍN [15.899]


Christian Law Palacín 

(Madrid, 1973), poeta. Es periodista, traductor y crítico de cine.

Ha escrito:

-Pendientes de la noche, (Huerga & Fierro, Madrid, 2003)
-Algo menos que el corzo. (Valencia, Pre-Textos, 2009)






DE: Algo menor que el corzo, Pre-Textos, Valencia, 2009


DOBLE INVIERNO

Extraño es que la nieve dé plenitud al frío.
Pero aún lo es más que el blanco boreal
desentierre el pasado. Una mañana
regresa y un invierno en un jardín
inglés y, netamente, los juegos y las voces
de algunos que hoy ya han muerto
rompen el aire. La constancia
del vivir, aun tan frágil, tenía en el olvido
aquella nieve. Vuelve
ahora en esta otra, y es muy honda
la tristeza por ser inesperada.




NORMANDÍA

Julie, con un instante debería bastarnos:
los dos en la escalera riendo hacia la lluvia.
(Es como Normandía,
dijiste en un idioma apagadizo
al sentir el nublado sobre el rostro.)
¿No es esto suficiente? ¿Es más perfecto un sueño?
Cuando arrastren tormentas
los años, ¿imaginas
en tan breve aventura hallar refugio?





MADRE

En las tardes oscuras y difíciles,
cuando pienso que no podré acabar
sin lágrimas ninguno de mis días,
y siento cómo crece con las horas
y cómo es insalvable la distancia
que nos separa, y nada me hace fuerte,
ni siquiera el amor de quien más quiero,
sólo busco el descenso de la noche
sobre mí con tu cuerpo y que tu abrazo
me entregue todavía ese universo
en el que no ha triunfado aún el frío.





LOS MIEDOS DE LA ESPECIE.

Te llegarán, mi amor, como los lobos:
invierno, fronda, aprisco, a cielo abierto…





NARANJO EN CARABANCHEL

Crecido en la rudeza de un barrio periférico,
a su espalda un grafiti
con las tildes de oro
ejerce de horizonte de febrero.
                                    Diría
que sus ramas se buscan perfumadas
en la altura del aire.
Que sus horas inciertas,
expuestas a una doble
ira, municipal y adolescente,
despliegan entereza en equilibrio.
Que todo empieza a resultarle ajeno
salvo el gorrión
y el agua.





NADADORA (Madre)

Ha caído la tarde sobre el césped
y la piscina. Solitaria, lenta
en las amplias brazadas con que anuncias
tu presencia en el mundo, vas mezclando
el largo azul y su caudal dormido
con música de tibia plata húmeda.
El sol final de llamas encendidas
no será para ti, tan esperada,
y se aleja, cumplida ya su agenda,
por los remotos cielos transmarinos
entre satélites indiferentes.
Hubieras elegido el mediodía
de ser la luz lo que necesitaras,
pero has venido sólo por el agua,
ventura incomparable para un cuerpo.
Por oscuro que sea el encontrarte
como un ensueño breve, amor aún vivo,
bajo una toalla para cuando salgas
serena de tu baño hacia la noche.





PISCINA

para Antonio Portela

Bajo soles furiosos es prado de agua dulce
destinado a la dicha, radiante como gala
de cristal de Swaroski. Pero cuando se vuelve
inesperado impluvio que agobian las tormentas,
los bañistas padecen carencia de zafiro.
Venus Anadiomena a menudo deslumbra
en urbanizaciones con piscina. John Cheever
eligió, en su escritorio, trenzar oscuridades
con sus oros azules, porque vio, entre ginebras,
las teselas celestes transformarse en miradas
abisales. Igual a sí misma, y diversa
según cada aventura, lo mejor es lanzarse.
¿Dedicaremos junio, sin prisa, a deslizarnos?





Son así

Son así los sueños, no hay nadie
que anticipe su rostro. Saben
nutrirse de un verano, de la cueva del viento,
de los oceanarios matinales,
de un desnudo integral en la academia.
Llegan de todas partes, a veces de los muertos
que vienen a habitarnos,
de sus ásperas arpas
que siempre sonarán donde pisemos.
Son así,
los universos fuertes
deciden concurrir ante nosotros.
Puede esperarse al circo y al cometa,
a los galgos ahorcados, a los héroes de sombra
de Conrad en los sueños.
Hay quien elige, sin embargo,
ir a su encuentro a la intemperie,
quien logra abrirse paso
en el desbordamiento prodigiosos,
quien  recorre las dunas que custodian
el milagro en la noche
y allí busca
el lugar del abrazo con la ausente.




CRÍTICA:POESÍA

PENDIENTES DE LA NOCHE
Christian Law Palacín
Huerga & Fierro
Madrid, 2003

Por JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS 

Un poeta auténtico suma dones y acumula conocimientos. También sabe sacudírselos con un gesto casi animal, parecido al desperezarse. Christian Law Palacín hace todo eso en este primer libro. Tiene un equilibrio propio y un proyecto -cosmológico y cromosómico- palpable en cada palabra. Semejante tarea puede ser heroica. Él se la toma con ironía. Su aventura arranca en la urbe, con un soneto de naturalidad admirable: "Poeta, son las siete. Tu jornada / comienza con la alegre amanecida". Ante la nevera vacía, nuestro Píndaro reelabora el dilema de César Borgia: "Cervezas ya no quedan, agua o nada". ¿Línea clara, poesía figurativa? Ciertas ficciones cinematográficas nos remiten a eso. Pero algo augura otros logros: "aquella vana fiebre donde era un ser ficticio / no está para cantarse". La consciencia inaugura la conciencia: "Cuídate de prodigios que se anuncien...
/ Cuando avisen fortuna, entiende males. / Al que aguarda un portento, tenlo lejos". Una moral insólita, la primicia de la madurez, se vuelca en endecasílabos dignos de Quevedo: "No te mueva la gloria prometida. / No obedezca tu vida a ley severa". Barroco temprano, este desengaño que legitima al joven poeta para la crítica social ("que son la fuente del progreso dicen"). El erotismo se vuelve entonces más hermoso: "el cuerpo del deseo es este reino / de bárbaros tras un invierno oscuro". Su Triunfo del amor nos brinda un Ovidio o un Petrarca cercanos: "Ofréceme el dolor, hoy hazme incierta / la vida que se inicie entre esas sombras". Puede permitirse ser sentencioso ("sé que mi muerte aquí será soñada") y hasta pesimista ("que no me alcance el alba entre estos hombres") alguien que sabe "que nada contradice su dulzura".





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