miércoles, 29 de abril de 2015

LUIS VÉLEZ DE GUEVARA [15.806]




Luis Vélez de Guevara

Luis Vélez de Guevara (Écija, Sevilla, 1 de agosto de 1578 – Madrid, 10 de noviembre de 1644), dramaturgo y novelista español del Siglo de Oro dentro de la estética del Barroco conocida como conceptismo, padre del también dramaturgo Juan Vélez de Guevara.

Fue hijo del licenciado Diego Vélez de Dueñas y de Francisca Negrete de Santander, ambos de corta hacienda y de probable ascendencia conversa. Estudió en la Universidad de Osuna, donde se graduó de bachiller en Artes el 3 de julio de 1596, de forma gratuita por ser pobre. Después fue cuatro años paje del cardenal Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla; por entonces escribió su primera comedia, El príncipe transilvano (1597–1598). Al morir el cardenal, en 1600, marchó como soldado a Italia en el ejército del Conde de Fuentes, participando en las campañas de Saboya, Milán y Nápoles bajo el nombre de Luis Vélez de Santander. También tomó parte en la jornada de Argel con el almirante genovés Andrea Doria y estuvo bajo el mando de Pedro de Toledo en las galeras de Nápoles, lo cual, según su hijo, le llevó seis años, aunque los documentos se refieren, sin embargo, a dos años, ya que parte de ellos los pasó en la Corte, en Valladolid, y aún estuvo un tiempo en Sevilla. Se estableció con la Corte en Madrid en 1607 y entró al servicio del Conde de Saldaña, hijo del Duque de Lerma, dedicándose también a la abogacía y a las letras, y empezó a utilizar los apellidos por los cuales es más conocido desde 1608, año en que el 24 de septiembre se casa con Úrsula Remesyl (o Ramisi) Bravo, a la que también cambió el apellido por Bravo de Laguna. De ella tendrá en 1611 al también dramaturgo Juan Crisóstomo Vélez de Guevara. Aún casaría dos veces más (en 1618 con Ana María del Valle, fallecida de sobreparto el 20 de noviembre de 1619, y con María López de Palacios en 1625), manteniendo además algunas amantes y muchos hijos, por lo cual siempre pasó gran parte de su vida endeudado. Es falso que se hubiera casado en una cuarta ocasión. El cambio de apellido se debe a quererse honrar con el de un presunto antepasado suyo, uno de los trescientos caballeros que sacó de Ávila el rey Alfonso X el Sabio para ganar Jerez de la Frontera. Como cuenta Emilio Cotarelo, un tal Luis de Santander fue quemado por judaizar en 1554 en su natal Écija, por lo que le convenía rehuir ese apellido e inventarse una hidalguía inexistente para poder medrar.

En 1608 publicó su Elogio del juramento del Serenísimo Príncipe don Felipe Domingo, cuarto de este nombre, en cuya portada se titula «criado del Conde de Saldaña». A partir de 1611 abundan los documentos que testimonian su fama como poeta y dramaturgo (fue uno de los pocos poetas dramáticos que siempre tuvo admiradores y nunca enemigos). Sin embargo, las primeras comedias que se le publicaron, El espejo del mundo y El hijo de la barbuda, lo fueron en 1612. Por desavenencias con el Conde de Saldaña abandonó su servicio y empezaron sus habituales problemas económicos a causa, entre otras cosas, de su enorme familia, si se ha de juzgar por los numerosos versos de circunstancias que dedicó a pedir; se ganó fama por ello de poeta pesetero o pedigüeño, bajo el sobrenombre de «el importuno Lauro»; aun en su testamento deja una enorme lista de pequeñas deudas que satisfacer. Entró, sin embargo, al servicio del Marqués de Peñafiel, hijo del Duque de Osuna, durante dos años, y, después de haber sido breve tiempo ujier del Príncipe de Gales, futuro Carlos I, en 1623, alcanzó en 1625 un buen cargo similar, el de ujier de cámara regia, aunque... sin sueldo, salvo gajes de la casa, médico, botica y entierro. Esto le dio alguna tranquilidad para consagrarse a su obra dramática, en la que logró grandes éxitos (El rey en su imaginación, 1625; Si el caballo vos han muerto, 1633; Los amotinados de Flandes, 1634; La nueva ira de Dios, 1635). En 1633 consiguió una cierta estabilidad económica al lograr una pensión mensual de doscientos reales, lo que, en marzo de 1636, fue sustituido por otra merced del monarca, un puesto de carnicería en el mercado; pidió sin embargo en continuos memoriales ayuda de vestuario y condumio, algo habitual en quienes vivían de las letras, siempre, con todo, muy dignamente, pues al mismo rey se quejaba en estos términos:


No hay Marqués de Villafranca 
ni Conde partinuplés. 
Todos son por un rasero 
Marqueses de Peñafiel, 
Condestables de Noescuches, 
Mariscales de Novés, 
tan fanfarrones de bolsas, 
tan escollos de arancel, 
que aunque con plagas les pida 
no darán un alfiler.



Colaboró en academias literarias y certámenes poéticos serios o burlescos, y organizó veladas teatrales en Palacio, con representaciones propias y comedias «de repente». Incluso llegó a corregir las obras del propio Felipe IV. Sin embargo restringió los temas de sus dramas a la Historia profana o bíblica. En 1641 publicó su obra más conocida, la novela El diablo cojuelo. Verdades soñadas y novelas de la otra vida, en un estilo muy conceptista. Poco después, en 1642, cedió su cargo de ujier a su hijo Juan, quien fue también escritor y dramaturgo, si bien menos fecundo que su padre, y se retiró. Murió en su casa de la calle de las Urosas asistido por su esposa, María de Palacios, el 10 de noviembre de 1644, de unas calenturas malignas y un «aprieto de orina»; poco antes había testado ante Lucas del Pozo, dejando por albaceas al duque de Veragua y a fray Justo de los Ángeles; está enterrado en la capilla de los Duques de Veragua, en Doña María de Aragón.

Todos los ingenios de su época alaban unánimemente en él, como Cervantes, «lustre, alegría y discreción de trato». En su época llegó a rivalizar con el propio Lope de Vega y Calderón por el cetro del teatro español, tanto en los corrales de comedias como en los coliseos de la realeza. Lope mismo no le escatimó elogios en su Filomena y en su Laurel de Apolo, como tampoco Francisco de Quevedo, Juan Pérez de Montalbán o Cervantes, quien, sin embargo, en el prólogo que puso en 1615 a sus propias comedias, veía excesivas sus aparatosas escenografías llenas de «rumbo, tropel, boato y grandeza». 

Montalbán escribió en su Para todos que había escrito más de cuatrocientas comedias, y todas ellas de pensamientos sutiles, arrojamientos poéticos y versos excelentísimos y bizarros, en que no admite comparación su valiente espíritu.

De esas más de cuatrocientas comedias, cifra en que concuerdan no menos de tres testimonios de la época, se habían conservado ochenta en tiempos de Cayetano Alberto de la Barrera; hoy su número alcanza a unas cien. Han estudiado la vida y obra de Vélez Cayetano Alberto de la Barrera, Paz y Meliá, Pérez y González, Cristóbal Pérez Pastor, Adolfo Bonilla y San Martín y Francisco Rodríguez Marín

Obra

Como autor dramático es un continuador de la comedia nueva de Félix Lope de Vega, muchos de cuyos temas utilizó. Como él, insertó romances populares y canciones de la lírica popular en sus piezas y adaptó temas heroicos de la historia nacional. En ambos aspectos destacó, pero se le recuerda sobre todo por sus magníficas comedias de tema histórico: Atila, azote de Dios, Tamerlán de Persia y El príncipe esclavo y hazañas de Escandenberg escenifican temas de historia extranjera, si bien su obra maestra en esta temática es Reinar después de morir, donde adapta con gran finura y altura poética los trágicos amores de Inés de Castro que tanto sugestionaron a los autores dramáticos europeos y peninsulares, entre los que habría que citar a Jerónimo Bermúdez con sus Nises, a Tirso de Molina con su Siempre ayuda la verdad o a Luis de Camoens en el canto III de su Os lusiadas.

En historia nacional, sin embargo, alcanza más cumbres poéticas: Más pesa el rey que la sangre dramatiza la leyenda de Guzmán el Bueno; La restauración de España recuerda la de Pelayo y Covadonga; El diablo está en Cantillana reseña la leyenda en la que un hombre se disfraza de fantasma para evitar que el rey Pedro I el Cruel mancille su honra; La luna de la sierra se desarrolla en tiempo de los Reyes Católicos en torno a la figura del malogrado príncipe don Juan; en El águila del agua dramatiza la figura de Don Juan de Austria y la batalla de Lepanto. A lo que obliga el ser rey combina elementos de la comedia de honor y de la comedia de privanza, llegando a un desenlace «burocrático» en que el malhechor no paga por su malevosía con la sangre, sino fijando carteles ordenados por el Rey, en los cuales pregona su culpa. La Luna de la Sierra es una graciosa parodia de Peribáñez y el Comendador de Ocaña de Lope de Vega, pero donde la comedia de Lope es una celebración del amor matrimonial, la obra de Vélez invierte los esquemas tradicionales para llegar a un final tan sorprendente como cómico. Don Pedro Miago es una comedia de privanza, compuesta en el verano de 1613 y en la cual por primera vez llevó el denso estilo gongorino del Culteranismo a los corrales públicos. Es, además, una fuente directa del gran Villano en su rincón de Lope de Vega. En 1617 consta representación de La Ninfa del cielo, comedia de bandoleros a lo divino que fue atribuida sin fundamento a Tirso de Molina con el nombre de La condesa bandolera, pero que consta en manuscrito en la Biblioteca Palatina de Parma como de Luys Vellez (sic). En torno a esta fecha escribió también El niño diablo, que ha sido también atribuida a Lope de Vega.

En leyendas folclóricas de romances y cancioncillas populares se inspiran La serrana de la Vera y La niña de Gómez Arias. La primera cuenta la historia de la serrana que asesinaba a los hombres después de yacer con ellos; la segunda, la de la jovencita seducida y vendida después como esclava. Esta última es fuente directa de la comedia del mismo título de Pedro Calderón de la Barca, quien la refundió.

También compuso Vélez comedias bíblicas como La hermosura de Raquel, Santa Susana y La Magdalena, así como no pocas piezas pertenecientes al género del auto sacramental. Es más, cultivó con éxito el entremés y comedias de diversión evanescente y pasatiempo como El embuste acreditado y El disparate creído.

En su teatro menor destacan los entremeses Los sordos, Antonia y Perales, El hambriento, Los atarantados, La sarna de los banquetes y La burla más sazonada. Escribió loas como Loa curiosa, Loa curiosa y de artificio y Loa sacramental, y bailes como el Baile de los moriscos.

Como narrador compuso una novela parangonable al género de la novela picaresca por su temática satírica, si bien no estrictamente (carece de autobiografismo y de otros elementos que la constituyen), ya que más bien se acerca a la sátira lucianesca de costumbres de forma parecida a los Sueños de Quevedo o Los anteojos de mejor vista, de Rodrigo Fernández de Ribera; El diablo cojuelo, publicada en 1641, fue escrita no antes de 1637 con un fin moralista; su fin es ofrecer una panorámica de la sociedad en todos sus niveles, lo que logra, tomando además un gran valor documental agregado para la imaginería de la época, y ataca en especial el vicio de la hipocresía y especialmente a la nobleza de Madrid, donde estaba entonces la Corte, y de Andalucía; pero ese ímpetu satírico decae a partir del quinto tranco o salto, quizá porque el autor tiene en cuenta su acuciante situación económica y que depende de los que ataca; en la primera parte de la obra, los personajes zaheridos se muestran como sabandijas humanas (sic); en la segunda, de talante más cortesano, aparecen interesadamente alabanzas y largas listas de nombres amigos a la manera de «cameos». El estilo es acusadamente conceptista, por lo cual a veces roza lo ininteligible, de tanto como llega a concentrar significados con todo tipo de anfibologías, dobles sentidos, juegos de palabras, alegorías, retruécanos y elipsis, quizá con la intención no declarada de competir con Francisco de Quevedo. Dividido en trancos en vez de en capítulos, el argumento es el siguiente: un estudiante que huye de la justicia, don Cleofás, entra en una buhardilla de un astrólogo y allí libera aun diablo encerrado en una redoma, quien en agradecimiento, levanta los tejados de Madrid y le enseña todas las miserias, trapacerías y engaños de sus habitantes. Este recurso narrativo sin embargo no es nuevo, y se inspira claramente en Los anteojos de mejor vista (1620–1625) de Rodrigo Fernández de Ribera. La obra fue pronto traducida a las lenguas europeas y suscitó imitaciones, como Le diable boiteux (París, 1707), de Alain-René Lesage, quien la alteró todavía más en su segunda edición en dos volúmenes en París, 1726. La novela de Vélez fue editada en el siglo XX por Adolfo Bonilla y San Martín (1910) y por Francisco Rodríguez Marín (1922). En honor a este poeta se le concedió su nombre a un instituto en su ciudad natal, Écija.

Cronología de su obra dramática

El príncipe transilvano (1597–1598)
El espejo del mundo (antes de 1611)
Los hijos de la barbuda (antes de 1611)
La serrana de la Vera (1613)
La niña de Gómez Arias (c. 1614)
La vida de la santa madre (c. 1614)
Don Pero Miago (c. 1614)
La montañesa de Asturias (c. 1614)
Las dos partes de La hermosura de Raquel (c. 1614)
El conde Don Pero Vélez (c. 1615)
El amor y celos en vizcaíno (c. 1615)
El embuste acreditado (c. 1615)
El Marqués del Vasto (c. 1615)
El príncipe viñador (c. 1615)
La ninfa del cielo (ante 1617)
El niño diablo (c. 1620)
El diablo está en Cantillana (post 1620)
El rey en su imaginación (1625)
Los novios de Hornachuelos (post 1620)
El verdugo de Málaga (post 1620)
El águila del agua (post 1620)
Más pesa el rey que la sangre (post 1620)
Si el caballo vos han muerto (1633)
Los amotinados de Flandes (1634)
La nueva ira de Dios (1635)
Los tres portentos de Dios (c. 1635)
Reinar después de morir
El diablo cojuelo (1641).


Portada el diablo cojuelo.jpg



El diablo cojuelo (fragmento)

" Primero lo debieron a la naturaleza -respondió el Cojuelo, y prosiguió diciendo-: Aquel gigante que viene sobre un dromedario, con un ojo, y ese ciego, solamente, en la mitad de la frente, con un árbol en las manos de suma magnitud, lleno de bastones, mitras, laureles, hábitos, capelos, coronas y tiaras, es Polifemo, que después que le cegó Ulises, le ha dado la Fortuna a cargo aquella escarpia de dignidades, para que las reparta a ciegas, y va siempre junto al carro triunfal de la Fortuna, que es aquel que le tiran cincuenta emperadores griegos y romanos, y ella viene cercada de faroles de cristal, con cirios pascuales encendidos dentro de ellos, sobre una rueda llena de arcaduces de plata, que siempre está llenándolos y vaciándolos de viento, y ese otro pie, en el elemento mismo, que está lleno de camaleones que le van dando memoriales, y ella rompiéndolos. Ahora vienen siguiéndola sus damas en elefantes, con sillones de oro sembrados de balajes, rubíes y crisólitos. La primera es la Necedad, camarera mayor suya, y aunque fea, muy favorecida. La Mudanza es esa otra, que va dando cédulas de casamiento, y no cumpliendo ninguna. Esa otra es la Lisonja, vestida a la francesa de tornasoles de aguas, y lleva en la cabeza un iris de colores por tocado, y en cada mano cien lenguas. Aquella que la sucede, vestida de negro, sin oro ni joya, de linda cara y talle, que viene llorosa, es la Hermosura: una dama muy noble y muy olvidada de los favores de su ama. La Envidia la sigue y la persigue, con un vestido pajizo, bordado de basiliscos y corazones. "


Los atarantados (fragmento)

"GARABÍS: Salve, guarde, ampare, anime,
conserve, prospere el cielo
al sacristán -rey de bastos-,
a la dama y a los viejos.
Tengan, escuchen, aguarden,
callen, oigan, vean, siendo
piedras, cantos, jaspe, mármol,
bronce, estaño, plomo, hierro.
Yo sé que hay en casa boda,
y para dalles contento,
ha de bailar quince días
esta moza hecha envolteto.
Es de las atarantadas,
que la picó en el celebro
una tarántula inorme,
y ansí baila sin remedio;
mas todos se han de apartar,
que si toca a alguno de ellos,
bailará toda su vida."


ALGUNAS POESIAS INÉDITAS DE Luis Vélez de Guevara SACADAS DE VARIOS MANUSCRITOS
POR Adolfo Bonilla y San Martín
(Publicado en la Revista de Aragón.)
ZARAGOZA
TIPOGRAFÍA DE MARIANO COMAS, PILAR, 1902




Luis Velez de Guevara Al Conde de Olivares

ROMANÇE

Ex.mo Conde
y Duque—que no llego
todo quanto en vos se junta
a ser tanto como vos,
Pues, mas alla de ser hombre,
ese heroico coraçon
solo en vuestro pecho cabe,
pero en muchos mundos no—
Cuya prudente cabeça,
con prouidente valor
abraça[1] vna Monarchia,
y no puede hacerlo el sol:
Luis Velez, vuestro criado,
que Vgier de Camara soy,
porque mi vgiera fortuna
nunca de vgier me paso,
Dice que va a la jornada,
como si fuera de Dios,
señalado de la mano
del maiordomo mayor.
Y que para ella no tiene,
ni para de aqui a Borox,
sobre que caer Vgier,
ni en Castilla ni Aragón:
Que de su familia es siempre
despensero y comprador,
y que su guarda-mangel
solos consonantes son.
Ademas, que tan desnudo
y tan en cueros estoy,
que vinagre Velez puedo
llamarme con mas raçon.
A V. Ex.a suplico,
por las entrañas de Dios,
con vna de costa ayuda
(Gongora transposicion)
Vista desnudez tan grande,
de de comer a este Azor
que tanta avara Noruega
su pluma solicito.
Y entre tanto, Conde mio,
que yo a la jornada voy,
no quede mi casa in Aluis,
dominica de Pasion
Ni sera bien que vn christiano,
aunque peregrino soy,
vaya a San Calatayud
con esclauina y bordon.
Que soy entre los Vgieres
el vgier que encomendo
para sola esta jornada
el Padre Predicador,
Porque tengo para ella
cautivos sin redençion
mis gages en Tremecen
y mi bolsa en Asamon;
que esto a pie quedo lo habia
menester la suspensión
de mi bolsa, 
porque a muchos dias 
que se me quedo 
Entre las manos 
Como un pajarito, 
de dolor de mirarse sin dineros, 
que sangre del alma son; 
y desde entonces mi olla 
tanto de mi se olvido, 
que la e querido volver 
por vagabunda a Alcorcon. 
Socorred, Conde de el Cielo, 
esta plaga que sobro 
de tantas como a la mesa 
siguieron a Faraon. 
Tened lastima de mi, 
y al mismo paso y tenor 
que trae la necesidad, 
disponed a execucion, 
Sin andar al retortero 
engañando el dia de hoy, 
y aguardando el de mañana 
hecho Juan de espera en Dios. 

Asi a la gracia seguro 
de vuestro Rey, 
sin pension de el tiempo 
ni de embidia, siendo vos movil de vos, 
Vivais mas largas edades 
que da la Historia a Nestór, 
y sea efímera el fenix 
en vuestra comparacion. 
Laurel os aclame el Mundo 
de filipo vencedor, 
tantas veces grande, 
quantas vos lo haceis 
si el lo nacio. 
Santos los que intercedeis 
con el Conde Mi Señor, 
que de su vista a su aliento 
lucientes reflexos sois: 
San Don Luis de Haro el bueno, 
de los Guzmanes blason, 
primero en mi letania
 y segundo de los dos:
San Protonotario: San Contreras, 
el valedor de los pobres: 
San Juarez, nuevo Portugues Caton: 
San Rocas: san Gabriel lopez, 
que es de todos asesor: 
S. Villanueva: San Arce, 
de santa resolucion: 
San Mendoza, de las Musas 
segundo Apolo Español: 
San Legarda: San Carnero, 
que sea manido a mi voz: 
San Josef Gonzalez: 
san tenorio el bienhechor, 
y el mas bien quisto del mundo, 
santo de mi devoción: 
San Francisco de Rioxa, 
que de una vez se bebió 
la sagrada Biblioteca 
Vaticana en infusión: 
San Don Marcelino,
 Archivo de las buenas letras hoy, 
y del Colcos de las leyes 
mas valeroso Jason: 
San Don Francisco Zapata, 
norte por lo conductor 
a tanto embajador Mago 
de Dromedario y Pendón: 
San Grimaldo: 
San Velazquez: 
San Moncada:
 San doctor Herrera: 
San Montesdoca: 
San Carbonell: 
San Simon: 
Para mi ayuda de costa 
sed todos en mi favor, 
no faltandome en el trance 
de tan justa pretension; 
que yo os prometo 
un Luis Velez de cera 
y de Diaquilon, 
que os ablande las entrañas, 
quando no bastare yo, 
Entre tanto que aqui quedo 
delante del gran señor, 
diciendole de rodillas: 
"te rogamus, audi nos." 


RECORDANDO A LUIS VÉLEZ DE GUEVARA.

Siempre se ha escuchado decir que Ecija es muy mala madre y muy buena madrastra y de algunos hechos ocurridos parece ser que ello se confirma. No cabe duda, que el más importante autor ecijano de todos los tiempos, ha sido el célebre dramaturgo Luis Vélez de Guevara, autor de más de cuatrocientas comedias, entre ellas Reinar después de morir, ósea los amores de Doña Inés de Castro con Don Pedro de Portugal, Cumplir dos obligaciones, Duque de Saboya, Obrero de Caña, El Diablo Cojuelo y muchas más. De nuestro dramaturgo, dijo Lope de Vega, al dedicarle su Laurel de Apolo:

Ni de Ecija dejara,
El florido Luis Vélez de Guevara
De ser su nuevo Apolo,
Que pudo darle sólo
Y sólo en sus escritos
Con flores de conceptos inauditos,
Lo que los tres que faltan;
Así sus versos de oro
Con blando estilo la materia esmaltan.

Se dice que Vélez de Guevara fue muy favorecido por el rey Felipe IV, desprendiéndose de ello que estaba bien considerado en la Corte, mientras que en el año de 1892, más de doscientos años después de su fama, ni siquiera se sabía en Ecija la parroquia donde nació, pues se fijaba su natalicio en la feligresía de San Gil y su casa en la número 10 de la calle Puente. Al mismo tiempo en dicha fecha, aparecía una calle con el nombre de “Vélez”, vulgarmente conocida por Sajones, con entrada por calle Mayor y salida a calle Salto, la misma calle, de muy corto recorrido, que hoy se nomina “Vélez de Guevara”.

De lo anterior se comprueba el poco interés que en Ecija, su ciudad natal, se mostraba respecto de tan insigne autor, pues lo cierto es que la calle “Vélez”, correspondía a la segunda palabra de dicha calle que estaba rotulada como “Peñón de Vélez” (en recuerdo a la isla de dicho nombre), pero que al haberse caído la parte alta del rótulo de dicha calle, concretamente la correspondiente a la palabra “Peñón”, cuando en el año de 1816 se rotulan las calles ecijanas, el político de turno, quizás pensó que aquella calle estaba dedicada a Vélez de Guevara y la dejó nominada sólo y exclusivamente con el primero de sus apellidos, sin preocuparse, no sólo ya de asignarle una calle de mayor amplitud para su mejor difusión, sino lo más importante, dejar de consignar el segundo de sus apellidos, que hubiese servido para identificarlo plenamente, lo que fue recuperado posteriormente por las corporaciones que rigieron los destinos ecijanos durante el siglo XX y últimamente, en esta época, con su nombre a un centro de enseñanza.

Aunque ello sea anecdótico, lo que si es un poco más preocupante es que nadie indagara sobre el nacimiento de Luis Vélez de Guevara hasta el año de 1903, en que el escritor Don Felipe Pérez y González, desde Madrid y para un artículo que sería publicado en la revista La Ilustración Española y Americana, dedicado a Vélez de Guevara, encarga a Don Evaristo Mejía de Polanco, Procurador y primer teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Ecija su búsqueda en las Parroquias ecijanas, encontrando su partida de bautismo en la Parroquia de San Juan, acudiendo al ecijano Don Juan N. Díaz Custodio, para que realice la correspondiente fotografía de dicha inscripción, cuya fotografía, quien escribe, cuando investiga el archivo de Díaz Custodio para la publicación de su biografía en 1994, la encuentro con todo lo que sigue a continuación:



La anterior inscripción bautismal, textualmente, dice: 

“LUIS.- Sabado primero día del mes de Agosto año de mil y quinientos e setenta y nueve años baptice yo el Bachiller Alonso Navajas Clerigo Cura de la Iglesia del Señor San Juan a Luis hijo de los señores Licenciado Diego Velez de Dueñas y de Doña Francisca su legitima muger fue su padrino el ylustre Señor Don Alonso Chico de Molina vecino desta ciudad en fe de verdad lo firme de mi nombre.- Firmado.- El Bachiller Alonso Navajas.”

En la misma Iglesia de San Juan, al libro 2º de moniciones, correspondiente al año de 1573, al folio 9 y con fecha 10 de Febrero, aparece nota de casamiento:

“El Señor licenciado Diego Velez de Dueñas, vecino de Sevilla, collacion de la Madalena, hijo del Señor Alonso Rodríguez Velez y de Doña Isabel de Dueñas, su mujer y la señora Doña Francisca de Negrete de Santander, hija del señor Licenciado Diego de Santander, difunto y de la Sra. Maria de Medina, vecina desta parroquia.”

Entre las mismas notas encontradas, aparece que Luis Vélez de Guevara tuvo tres hermanos, una primera hermana Isabel, bautizada el lunes 8 de Abril de 1577 en San Juan, inscrita folio 130 del libro 6º de Bautismos; otra segunda hermana llamada igualmente Isabel (quizás por fallecimiento de la primera), bautizada en igual iglesia de San Juan el miércoles 14 de Julio de 1581, anotado el mismo en el folio 223 del citado libro 6º y un último hermano, llamado Diego, bautizado el lunes 17 de Marzo de 1586 en la misma Iglesia Parroquial de San Juan, donde aparece inscrito al folio 54 del Libro 7º de Bautismos.

Dejé escrito al principio que, según crónicas e informaciones, Luis Vélez de Guevara fue favorecido de Felipe IV. No sé si fue o no cierto, pues aunque nació en Ecija, fue en Madrid donde pasó la mayor parte de su vida, pero la realidad que me encontré entre las notas que junto a la fotografía de su partida de bautismo poseía Díaz Custodio, es que murió en 10 de Noviembre de 1644 en Madrid totalmente endeudado, como se desprende de su propio testamento, otorgado el 5 de Noviembre de 1644, escribanía de Lucas del Pozo, a los folios 426 y 427, años de 1643 a 1645.

Al principio de su testamento dice: “Iten declaro que por el presente estoy muy alcanzado y necesitado de hacienda para poder disponer y dejar las misas que yo quisiere por mi alma. A continuación relaciona las deudas como siguen:

Declaro que a Matías de Arronis, mercader de Paños en la Plaza le debo algunas cantidades de maravedíes de recados que he sacado de su casa.

A Francisco Martínez, mercader de sedas en la Puerta de Guadalajara, le debo también algunos maravedíes de mercadurías que he sacado de su tienda.
Debo cincuenta reales a Mateo Velasco, mercader en la Puerta de Guadalajara de resto de un vestido que saqué para mi mujer.

A una mujer de un ropero en la calle Mayor que no conozco ni se donde vive y en aparecer mando se la paguen y hágase diligencia y si no apareciere se digan de misas por las ánimas del purgatorio.

A Juan Lázaro, sastre le debo otros cincuenta reales.

A un sastre que vive frente a San Yuste le debo lo que el dijere de hechura de un vestido de camino.

Debo a un engastador que vive en la carrera de San Jerónimo, de un engarce seis reales.

Debo al padre pastor religioso del Convento de la Santísima Trinidad descalzos de esta Villa cien ducados en vellón que el susodicho me prestó por hacerme amistad y buena obra.

Al padre Fray Justo de los Angeles, religioso de San Jerónimo de esta Villa lo que el dijere mando se le pague.

Debo a Doña María de Orta lo que apareciere por una cédula hecha por Don Francisco Carrión mi cuñado.

A Jaime, boticario en la calle del Príncipe lo que apareciere por las recetas que están en su poder de las medicinas que ha dado para mi casa.

Debo a Francisco Sánchez Lencero tres reales de a ocho de plata de resto de una deuda que le debía.

También debo cien reales de vellón a Jorge de Ober, casero.

Debo doscientos reales de vellón a don Diego de Sierra, Canónigo de Zamora.

Termina nombrando albaceas y testamentarios al Excmo. Sr. Conde de Lemus y Excmo. Sr. Duque de Veraguas, Almirante Mayor de las Indias y a Fray Justo de los Angeles, religioso del Convento Real de San Jerónimo de Madrid y a Doña María López de Palacios, su legítima mujer, y a Juan Vélez de Guevara su hijo legítimo mayor, instituyendo a su mencionada mujer por universal heredera de sus bienes, derechos y acciones y por tutora y curadora de las personas y bienes de de Doña María Vélez de Guevara y Don Juan Vélez e Guevara, niño de cuatro meses, sus hijos legítimos...” 

Tras dichas notas aparece la firma de Vélez de Guevara, insertada al pie de su testamento que es como sigue:



No cabe duda que Vélez de Guevara, por muchos favores y privilegios que recibiera de la Corte, no dejó tras su fallecimiento bien alguno, excepción hecha de sus magníficas obras literarias, pero ello fue un maravilloso legado para que las generaciones posteriores, disfrutáramos de las mismas y que yo, concretamente de su famosa obra: El Diablo Cojuelo (1641), novela costumbrista entroncada con el género picaresco, en este apartado recordatorio dedicado a tan insigne escritor, he querido reproducir el trozo de tranco relativo a Ecija, que dice:

“... Y levantándose por el aire, parecieron cohetes voladores y los dichos alguaciles, capados de varas, pedían a los gorriones : ¡favor a la justicia!, quedándose suspensos y atribuyendo la agilidad de los nuevos volatines a sueño, haciendo tan alta punta los dos halcones, salvando a Guadalcázar, del ilustre Marqués de este título, de claro apellido de los Córdovas, que dieron sobre el rollo de Ecija, diciéndole el Cojuelo a Don Cleofás:

- Mira que gentil árbol berroqueño, que suele llevar hombres, como otros fruta.

- ¿Qué columna tan grande es esa? -, le preguntó Don Cleofás.

- El celebrado rollo del mundo, le respondió el Cojuelo.

- Luego, ¿esta Ciudad es Ecija?, le repitió Don Cleofás.

- Esta es Ecija, la más fértil población de Andalucía, dijo el Diablillo, que tiene aquel sol por armas a la entrada de esa hermosa puente, cuyos ojos rasgados lloran a Genil, caudaloso río que tiene su solar en Sierra Nevada y después, haciendo con el Darro maridaje de cristal, viene a calzar de plata estos hermosos edificios y tanto pueblo de abril y mayo. De aquí fue Garci Sánchez de Badajoz, aquel insigne poeta castellano; y de esta Ciudad solamente se coge el algodón, semilla que en toda España no nace, además de otros veinte y cuatro frutos, sin sembrallos, de que se vale para vender la gente necesitada; su comarca también es fertilísima... 

Cuando iba el Cojuelo refiriendo esto, llegaron a la Plaza Mayor de Ecija, que es la más insigne del Andalucía y junto a una fuente que tiene en medio de jaspe, con cuatro ninfas gigantas de alabastro derramando lanzas de cristal, estaban unos ciegos sobre un banco, de pies y mucha gente de capa parda de auditorio, cantando la relación muy verdadera que trataba de cómo una maldita dueña se había hecho preñada del diablo y que por permisión de Dios había parido una manada de lechones, con un romance de don Alvaro de Luna y una letrilla contra los demonios que decía:


Lucifer tiene muermo;
Satanás, sarna,
Y el Diablo Cojuelo
Tiene almorranas.
Almorranas y muermo,
Sarna y ladillas, 
Su mujer se las quita 
Con tenacillas.


El Cojuelo le dijo a Don Cleofás:

¿Qué te parece los testimonios que nos levantan estos ciegos y las sátiras que nos hacen?. Ninguna raza de gente se nos atreve a nosotros si no son éstos, que tienen más ánimo que los mayores ingenios; pero esta vez me lo han de pagar, castigándose ellos mismos por sus propias manos y daré, de camino, venganza a las dueñas, porque no hay en el mundo quien los quiere mal, y nosotros las tenemos grandes obligaciones, porque nos ayudan a nuestros embustes, que son demonias hembras.

Y sobre la entonación de las coplas metió el Cojuelo tanta cizaña entre los ciegos que, arrempujándose primero y cayendo ellos en el pilón de la fuente y nosotros en el suelo, volviéndose a juntar, se mataron a palos, dando barato, de camino, a los oyentes, que les respondieron con algunos puñetes y coces. Y como llegaron a Ecija con las varas los alguaciles de la Corte, llegó la justicia de la Ciudad a hacelles fiesta y a lisonjeallos con ofrecerles sus posadas, y ellos, valiéndose de la ocasión, admitieron las ofertas con que fueron regalados como cuerpo de rey; y preguntándoles qué era el negocio que traían para Ecija, el Cojuelo les respondió que era contra los médicos y boticarios y visita general de betas; y que a los médicos se les venía a vedar después de matar un enfermo, no les valiese la mula por sagrado y que, cuando no se saliese con esto, por lo menos, a los boticarios que errasen las purgas, que no pudiesen ser castigados si se restrujesen en los cimenterios de las mulas de los médicos, que son las ancas; y que a las betas se les venía a quitar el tomar tabaco, beber chocolate y comer jigote.

Parecióle al Alguacil Mayor, que no era lerdo y tenía su punta de hacer jácaras y entremeses, que hacían burla dellos y quiso agarrillos para dar con ellos en la trena y después sacudilles el polvo y batanalles el cordobán, por embelecadores, embusteros y alguaciles chanflones; y levantando el Cojuelo una polvareda de piedra azufre y asiendo a don Cleofás por la mano, se desaparecieron entre la cólera y la resolución de los ministros ecijanos, dejándolos tosiendo y estornudando, dándose de cabezadas unos a otros sin entenderse, haciendo los neblíes de la más obscura Noruega puntas a diferentes partes y dejando a la derecha Palma, donde se junta el Genil con el Guadalquivir...” 

Hasta aquí algo que no conocíamos sobre nuestro más insigne e ilustre escritor universal, del que cuando escribo el presente en el año de 2004, hace 360 años de su fallecimiento, he querido aportar no sólo para que sea conocido, sino que sirva como divulgación de su cuantitativa y cualitativa obra literaria.

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