domingo, 8 de marzo de 2015

LORENA DURÁN RIVEROLL [15.149] Poeta de México


Lorena María Durán Riveroll

(Baja California, México  1974). Entusiasta de la literatura y de la ciencia, realizó estudios de Ingeniería Bioquímica y Lengua y Literatura. En 2010 publicó su primer libro, Cuerpo presente, en el que conjuga poesía, cuento y prosa. Obtuvo el Premio Universitario de Poesía UABCS (2006), premio de poesía Juegos Florales de La Paz (2009), premio de cuento para niños “Bahía de Letras” (2011) y Migajas en el camino, Premio Estatal de Poesía Ciudad de La Paz 2012. Actualmente estudia el Doctorado en Ciencias Marinas.



Migajas en el camino

"Si abres este libro y sigues el rastro sobre la piel, sin un vértigo de más, tendrás que desabrocharte el pecho, y convertirte en un lector al borde de las venas, para experimentar cómo esta poesía abierta se deja hacer con tus palabras."

Rubén Rivera 





Canto a solas

Me lleno los ojos de papel
y cuando canto creo que soy feliz.

Como la segadora, viuda anónima
y yo huérfana de ambasa toda luz, ceniza
sin ti, la cegadora
que arranca de raíz
toda espera, toda esperanza.

Oírme cantar a solas
alegra y entristece 
a los fantasmas.





Migajas en el camino

No dejé migajas en el camino, no puedo volver,
de manera que el único templo de tus ojos
será el olvido.

Por la madrugada
todavía sangro con esquirlas de sueño
cuando llegas hasta mí, 
hasta mi musgo y me penetras con el mundo 
y te vas.

Ya amanece: el hoy enorme me tortura
se me vacía por el esófago
y me digiere desde adentro, lento.






Náufragos

Y qué si naufragamos
y de tanto naufragar nos volvemos anfibios:
uno se puede acostumbrar a respirar bajo el agua
o bajo el llanto del otro.

Recuerdo de lejos los nombres de la vida
las lloviznas,
recuerdo que reí alguna vez
pero olvido.






Despedida crónica

En el lecho de las despedidas crónicas
ya nada me complace,
ni me excita, ni me asusta:
tengo la emoción adormecida
y la soledad constante y exaltada






Todos estos años

Sin un vértigo de más
me asomo a estos años
en que me abrí en hendiduras,
en ofrendas,
en ciudades que inventamos
lejos de la ciudad.

Todos los rostros del mundo
te han mirado desde entonces;
desde el inicio nos unimos 
y sobre el montón de musgo negro tendí mis labios
hoy inmensamente tuyos.

Todos los rostros de mi sexo
te han mirado desde entonces:
entre las piernas yo,
bajo las cejas yo,
entre los brazos tú,
en mis pezones el mundo
rodeado de íntimos cometas.






Tu habitación sin sueño

Estoy en tu habitación sin sueño 
revolcándome de ausencia, 
de olores que reconozco: ésta soy yo en tu 
almohada 
que tiene mis cabellos, mis flujos, 
los resabios de las noches. 

Me hueles, me cabalgas. 
Te escucho subir por la escalera. 
Me presientes, transparente, 
sabes que te espero. 
Llama.





Olvido temporal

Es la hora del vino, medicina de infortunio
necesaria en días de nubes que te esparcen
sobre las tumbas
de mis pequeñas
pero infinitas y oscuras 
muertes de ti.

Y la hora, siempre la misma,
en que llegas, puntual, marea que marea
y te vas,
mientras tu silencio
que precede al bálsamo de mi ventana
me sitúa en los ojos 
un olvido temporal.






Andrómeda

Estoy atada, desnuda entre las rocas
esperando a quien ha de liberarme:
cabeza arrancada de serpientes
que convierte en piedra
a quien entra en sus pupilas;
todo, al fin, para nada
porque —y esto nadie lo sabe— 
son mis cadenas autoimpuestas
finas como mis cabellos
como ellos, ferozmente largas.

No hay quien me proteja
no hay cabeza de Medusa que me salve;
sigo desnuda en las rocas a la orilla
de un mar que embravecid
osólo te grita
pero tú 
tú nunca llegas.






Recuento de los daños

I

Lo que fuimos: todo, cosmos, poros erectos.
El deseo que fuimos: llama, brasa,
cuerpo encendido.
Lenguas que examinaban,
tránsito, dedos al borde.
Lo que fuimos que no tiene nombres, 
que nadie conoce,
que sombra, que noche.
Lo que somos: ceniza, risa burlona, 
carnaval de ironías:
Somos la vida.


II

Inventemos un jueves. 
La noche se cimbra entre mi deseo y tu cuerpo,
la noche me grita tu deseo y mi cuerpo
es viernes y la noche nos grita que estamos solos 
y nos tenemos y estamos
acompañados del otro: 
he aquí que estamos solos.

Imagina que llego a tu casa, que salto por el balcón, 
que me desnudo en tu cama. 
Pongamos que no escribo, 
que descansa la memoria, 
que olvido.


III

No existen palabras que sangren lo suficiente. 
Por más sílabas, por más acentos,
consonantes, 
por más que encierren catedrales, 
dioses que se ríen, 
aventura limitada por adioses largos 
y bienvenidas cortas. 

No existen adjetivos que me pronuncien, 
promesas que puedan cumplirse, 
pagarés con cuerpo. 
No hay cama que me sostenga, que me confunda, 
que me diga haz el amor y después regresa. 
No hay velas que se mantengan encendidas, 
y heme aquí llena de domingos irremediables.
de mi piel como sombra, 
mi piel que ya no habla, sólo poros, sólo sangre
de venas irredentas, 
sólo gritos sorprendidos en la boca.


IV

Recuerda. Te exijo que recuerdes. 
Que no sea yo la única suicida. 
Que en tus labios brote la sangre 
de la piel entumecida, 
en tus ojos los mares 
testigos de la barca hacia los brazos. 
Que tus manos se agrieten queriéndote a solas,
en las noches ebrias,
en las noches de ausencia.
Te exijo que recuerdes y que te duelas
en duelo compartido sobre sábanas
manchadas de castigo por miedo, por olvido.




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