lunes, 16 de febrero de 2015

MÓNICA GONZÁLEZ VELÁZQUEZ [14.892] Poeta de México



Mónica González Velázquez 

(Ciudad de México, 1973). Egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM de la Licenciatura en Diseño Gráfico. A la par cursó el Diplomado de Creación Literaria en la Escuela de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). Editora, promotora literaria y poeta. Ha publicado los poemarios: Tríptico de desamor (Fundación Cultural Trabajadores de Pascual y del Arte A.C., 2001), La luz y las sombras altas (Fósforo, 2006), Poesía reunida (miCielo ediciones, 2007), Las cosas últimas (Fridaura, 2008); Gran mal (miCielo ediciones, 2010) Glory box (miCielo ediciones, 2012), Las eternas rutas (Diablura editorial, 2013). 

En preparación la reedición de Glory box (El quirófano ediciones; Guayaquil, 2013) y El misterio de los mundos vulgares (Canapé ediciones, 2013). 

Poemas suyos también han sido incluidos en antologías de poesía en México, España, Nueva York y Argentina. Destaca su participación en El Mapa poético de México: Del silencio hacia la luz (Zur, 2008) y en el documental Los peces del viento: palabras, words, des mots... Una investigación acerca del desarrollo de la Poesía Slam en México (BaSango, 2008). Becada por la Agencia Internacional de Cooperación Española para un proyecto de investigación literaria (2010), Mención honorífica en los certámenes anuales de poesía en Badajoz y Alicante (España, 2010). Desde el año de 2007, ha participado como poeta y editora en Encuentros literarios internacionales en España, México y Nueva York; este mismo año también fundó miCielo ediciones, proyecto especializado en la publicación de poesía en formato de Libro-Objeto.




Del libro Glory Box (El quirófano ediciones, 2014; Guayaquil)


Entonces soy los pinos
soy la arena caliente
soy una brisa suave
un pájaro liviano delirando en el aire
o soy la mar golpeando de noche
soy la noche.
                   Idea Vilariño

 
LA EXISTENCIA COMO ACTO DE RESISTENCIA

 
Descendimiento

Empuño la espada que me ayuda a combatir y desciendo. Voy por las calles como por ríos vertiginosos. Atisbo tu brazo en alto. Me has guiado hasta ti. Mi huella en el asfalto, calza su descendimiento. En el arroyo vehicular, naufragan las esquirlas de mis alas rotas.

He venido a renacer un nuevo día. Ahora soy parte del vértigo, ese que todos los días te escupe en la cara: guerra, odio racial y cifras de dolor en la carne. Me duelen los pies de tanto correr. Me queda la voz para gritar fuerte, escúchame en tus sueños. Mis cantos por tu presencia, son de esperanza. Vine a ofrecerte ríos de luz, a encontrarme en el cristalino de tus ojos, a caminar tus rumbos.

Reconóceme, soy quién rapó sus crespos largos, aquel que habita por debajo de esta superficie fétida, donde tu mirada no alcanza. Soy más que una mano percudida que se extiende a tu paso.

En la orfandad de la razón, he renunciado a paisajes inimaginables y al brillo del cielo raso. Sólo me queda la línea divisoria entre el cielo y un páramo de concreto en donde existe de todo: gente, coches, campanarios y el eterno vuelo de las palomas.

 

Romper huesos de paloma para hacerse escuchar

Estoy esperando una mejor ocasión
para elaborar un verso acústico
que me asista

 

Escribo

En una vuelta de mi mano
se abre el mundo
los caminos buscan destino
el viento enrarecido contempla sus islas
la piedra es un puente que une continentes
pájaros de vivos colores transgreden sus jaulas
y en libertad sobrevuelan
no hay nichos
las deidades caminan entre los mortales



Canto a la ciudad lo que soy
asisto donde los hombres brindan
(no son nuevas formas de olvido)
yo también necesito saber
que existe algo que se llama destino.

Un coleóptero hipnotizado surca la luz
la noche es capaz de aplastarlo todo
la brújula de mi mente gira
en el liquido que me aguarda.
 
Nunca por el fuego pasa la boca inadvertida
es un niño pequeño y frágil
en el intento de nombrar el mundo.
 
Aquí estoy
en la orilla del vértigo
barca, constelación y cartografía
línea que no cruzan los viajeros

                                    el
                                    corazón
                                    de un árbol
                                   soy
                      soy

 

 

En esta cama, que no es la mía, no hago más que soñar

El sol sale bajo la columna de tu garganta.
               Silvia Plath

 

En algún tiempo aprendí
que la lejanía no reconstruye el pasado
que el miedo no cura el insomnio
que pueden mis manos dañar los muros
que cabeza e instinto son malos compañeros
que tengo dos pares de extremidades
que puedo correr contra el viento
que el viento refresca la cara
que todo es posible
y puedo volar si quiero.

Hoy, tus alas desaparecieron
mil consignas
representan tu vida:
 
No te pases de la raya
quédate en tu sitio
no intentes la fuga
cielo-horizonte-ojos-mente-sobrevuelan
 
No niegues tu nacimiento
no describas
el canto del agua

No mires atrás
una estatua de sal serías.

¿Qué certeza guardan sus palabras?

¿Vaga idea de la muerte o braza ardiendo en la boca?

Espejo congelado en el reflejo del brazo en alto

¿Qué pasó antes?

¿Qué pasará después?
nadie-sabe-a-nadie-le-duele

 


Anido la luz para caminar insomne
al fuego un balde de agua
a la mano una daga
(para cortar el impulso que todo toca)
y a la noche una oración:

 

Save Our Souls

 

 

LA VIDA COMO UN PEDAZO DE CABLE UNIDO A LA TIERRA

 

El inventario y la despedida

I

Miro el horizonte, desciendo. Un cielo rojizo tapiza la ciudad; tantas veces odiada–amada–odiada, y anhelo fugaz de quien jamás la haya caminado. En la periferia de esta fauce que engulle, mastica y digiere sin distinción; en lo más alto de la vida horizontal, habitan mis pertenencias: un libro a medio leer (entre el sueño, el ocaso y los turnos de espera), una vasta colección de síncopas intermitentes (voces y sonidos metálicos que dan vida al atardecer), una cama (donde a ciertas horas, los milagros son posibles y los pactos de paz han sido firmados, no hay hambre, enfermedad y los niños no son el blanco de ataques extremistas, y el que camina lo hace con el espíritu), una almohada (donde reposa la furia de tantos días de activismo combativo y el eco del grito libertario desde la selva), sábanas blancas (donde los ángeles copulan), una mesa con cuatro plazas, un lirio en su centro y espacio para compartir las viandas y el corazón; quien también consta en el inventario junto con un par de piernas que lo transportan y unas manos que lo entibian, un par de ojos que lo miran latir a pesar del horror y la sangre derramada –pero de eso estamos hechos principalmente: sangre, huesos, dolor– al lado del dolor habita la esperanza, un par de maletas, zapatos de viaje para la travesía y paisajes inimaginables en este sitio donde los caminos bifurcan.


II

Ahora que por fin te vas, déjame al lado de la carretera y con la boca por delante. Déjame con el bestiario que habita en mis sueños y mis hombres y mis mujeres y mi máquina de olvido y mi historia de familia y mis cuerdas en los zapatos y mis errores y mis pocos aciertos y mi voz cortando el aire, cuando ya nada es suficiente y sólo me consuela el Blues. Déjame con mis afiches: Goya, Tapies, Bacón, Modigliani. Déjame con los vértigos de Miller y Gil de Biedma severamente enfermo, reposando en la mesilla de noche. Déjame con Luis Urbina: Llora y llora, con su amor como un pájaro loco, dando tumbos en la noche estrellada. Déjame con ansias, el piso alfombrado, los labios, el corazón apretado; mordiscos en la cavidad de la boca y unos labios blanquísimos sin nombre. Pero sobre todas las cosas: déjame con mi dosis de realidad y un vaso de agua en la mano.

 

Buenos presagios

En forma de águila y con sigilo, llegaron los buenos presagios y se posaron sobre el tendedero, mientras una lavandera refregaba cuellos y calcetines, percudidos por la mugre y la cotidianidad necesaria en la superficie de las cosas; y luego revoloteaban extasiados por la luz parda de una pantalla china, allá donde se compran los remedios para casi todas las enfermedades que aquejan a la humanidad, en el callejón del Niño Perdido casi esquina con Eje Central; y más tarde, en la convalecencia de una súbita confusión de palabras, temblor de dedos, espalda arqueada y espuma escurriendo por las comisuras de unos labios blanquísimos sin nombre.

Y aunque parezca más difícil, en la máquina traga monedas y adentro de una burbuja transparente en un verso cuyas líneas sentencian: Estoy aquí, soy tu suerte. También estaban los buenos presagios.

 

La vida como un pedazo de cable unido a la tierra

I

No me dirá, una sola palabra
apenas sus labios enmudezcan.

El brazo rígido, la cara pálida
me pierdo en sus pupilas de fuego.
 
Creerá que fue un sueño
todos sus recuerdos han desaparecido
su cuerpo lánguido gravita en la almohada.

Miro sangre correr por su boca
me ha contado que es caliente y espesa.
 
Trino de cuervos, su voz apenas reconocible
coros desesperados que los dedos tensados dirigen
alto clamor, percusión de contraltos
progresión melódica, ráfaga hasta el destello
tenacidad grave del arco y la lira.
 
volar, volar, VOLAR...
sobre un páramo que nunca existió
aciagos campos de luz en el hemisferio
donde sus sueños habitan.

Viaje insólito de mareas arremolinadas
surca sus orillas con el cuerpo plateado
en una danza prominente.
 
Sus días son altos precipicios de paredes blancas
donde el tiempo transcurre en citas semestrales
y la vida como un pedazo de cable
unido a la tierra que no le pertenece.
 
En la fulminante experiencia
navega sobre nubes de terciopelo
turquesa es el color sobre los párpados
vuelve de sí sobre pasos vacilantes
y lluvia intermitente en las entrañas
(sombra quieta, en el rellano de la escalera)
 
¿Quién en su nombre, contará la historia fragmentada?
 
Antes y después del Gran mal
una vez más, la vida se escribe en la confusión de sus ojos.
 
Yo le ofrezco dulces de anís y amaranto
cuentos insólitos, cine de antaño
cante hondo, romero perfumado
y el brillo de todos mis astros.

 

II

Mi mano será su ancla
cuando las aguas desborden.
 
Mi voz será su guía
cuando emprenda el viaje de oscuridad y silencio.
 
Mi sombra será su sombra
cuando el sol no brille
ni cerca ni lejos.
 
Mis brazos serán los suyos
cuando las manos graviten.

Mis piernas serán las suyas
cuando huir quiera del espanto.
 
Mi nombre escuchará
cuando pierda el control
y el switch desate la electricidad en su espalda.
 
Y cuando la nube azul instale su reino
en días de aparente sosiego
mi cordura será la suya
cuando no entienda
que yo
soy su reflejo.





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