miércoles, 25 de febrero de 2015

MARÍA GIMENA BARBOZA DRI [15.063] Poeta de Argentina


MARÍA GIMENA BARBOZA DRI

María Gimena Barboza Dri nació en Concordia, el 30 de julio de 1992. Culminó sus estudios secundarios en el colegio Bachillerato Humanista Moderno. En el año 2011 se mudó a la ciudad de Santa Fe, para seguir la carrera de Licenciatura en Letras, en la Universidad Nacional del Litoral. De la cual actualmente cursa el tercer año.

Hasta el momento, sólo ha publicado sus textos literarios en los blogs del Grupo Heliconia; a saber: Breves no tan breves, Químicamente Impuro y Poemia. Como así, en la antología "Letras del face", compilada por la Licenciada Marita Rodríguez-Cazaux y editada y publicada por la Editorial Dunken de Buenos Aires, en mayo de 2013.

Administra el blog: www.bolasmelodiosas.blogspot.com.ar



DE LAS COSAS QUE ME RECORREN

La gota,
no, no, no,
la gota,

cómo me acaricia la nariz,
cómo baja y ante el impulso del final,
cómo se detiene.

Cómo corre hasta caer en la curvita -bajo la nariz, sobre la boca-,
cómo luego se abre al llegar a la comisura de los labios,

cómo se di vi de,
cómo ya no es gota.

Cómo ya es mínimo arroyo y dulcemente me besa,
cómo ya deja de correr y yo lo beso.





UN SOLCITO PARA MÍ QUERÍA

No me preguntes "quién sos",
no, ya no, no lo vuelvas...

La rubiecita se mezcla con el sol en el cielo
y hay dos soles
y la sonrisa se le mezcla con los soles
y ahí son tres,
solcitos,
hermosos solcitos altos
y después puntitos,
sólo puntitos,
brillantes

y vos abajo preguntándome quién soy
y yo mirando la rubiecilla feliz,
las pequeñas rubiecillas felices y altas.
Brillitos agudos.

-Álcenme. ¡Álcenme solcitos!
-¿Quién sos? ¿Quién sos?
-¡Álcenme!
- ¿Quién sos? Vos, ¿quién?

No te quería matar, yo,
no te quería;
quería un solcito.
Un puntito,
uno...
Para mí.





CONSTANTES POÉTICAS

Creo haberte
hablado ya
sobre las piedras
rígidas del asfalto negro azulado,
las perlas ocasionales de las luces fugitivas, repentinas
que espejan aquello que
no es que
nunca
será
nada.
Creo haberte
hablado acerca
de los anuncios que
poetas de aquello que nadie lee
bailan acéfalos incesante coreografía dentro de música oxidada
en frío nocturno que
no es que
no
exis
te.
Y de los ojos
abrillantados
por hambre del perro
que te mira desde la esquina
donde dobla el viento helado que le cala la escasa carne
hasta la insignificancia
de sus huesos
tan
mar
chitos.
De los tiempos,
también en que
los ojos se me quedaban
tiesos frente al tiempo como las piedras frente a los autos
y como los anuncios
frente a la rudeza
del
aire
impío.
Te dije en
algún tiempo,
que era yo cierto perro
aterrado frente a la sarna y el descuido de la calle iluminada
repentinamente
te dije yo que
odia
ba
serlo.
Y a  tanto
corazón descocido,
ya la avenida no me transita
lenta frente a los sentidos que expele mi piel reseca de miedo
ante la muerte.
Lo odiaba y
no
su
pe
no
tar
que
no
ser
poe
ta
es
no
vivir
y que
ya en
el
aire
final
cierta
esencia
se
ha
ido
de
mi
ser.







LAS FORMAS DE LAS NUBES

Es de destacar que en el cuaderno de Nerea los renglones garabateados de palabras mal escritas contaban con precisión el avance que, aunque imprudente, se producía lento en el transcurrir del cielo durante esa tarde.

Según ella, volaba primero un cocodrilo desdentado con la cola tan doblada que le rozaba el hocico, y luego en otra nube, sobre el cocodrilo, se producía el acto fallido de un bebé sobre una silla queriendo alcanzar a duras penas un zapato algo gigante.

Las horas se le pasaban casi sin sentirlas cuando las nubes estaban blancas y pomposas como ese día, porque se armaba fácilmente un film secuencial con diferentes situaciones inusuales, algunas tanto así, que hasta resultaban cómicas. Lo que Nerea no anotaba en su cuaderno (ni esa tarde, ni nunca) era cómo las imágenes se iban deformando de modo algo aterrador, frente a sus ojos, y cómo todos los personajes proyectados eran asesinados cuando el viento los corría y los soplaba tan livianitos como si fueran plumas. No quería recordar cómo le parecía que el bebé moría lentamente y que el zapato se le fusionaba con la cabeza, y cómo ambos también caían sobre la cola del cocodrilo, quien iba perdiendo poco a poco la parte inferior de la mandíbula.

Sin embargo, paralelamente, Geremías dibujaba en otro cuaderno precisamente esas emocionantes deformaciones monstruosas que tanto le intrigaban y apasionaban. Los renglones de Geremías estaban repletos de hombres decapitados, de perros que perdían las orejas y las patas, de pájaros sin alas, y hasta de mujeres que se iban ensanchando tanto, hasta que la piel no resistía y quedaban pedacitos blancos de cuerpo esparcidos sobre todo el contraste celeste del cielo. Geremías se armaba las tragedias más emocionantes, las situaciones más tristes y los personajes más desdichados.

A la hora de regresar, Nerea se llevaba las historias escritas por Geremías. Y él, las de Nerea.

Ambos las leían antes de dormir y al otro día, si la mañana no amanecía nublada, ni demasiado despejada, volvían a encontrarse a la hora de la siesta para devolverse los cuadernos y comenzar historias nuevas.





DAMA DE NOTAS MUDAS

La que vive
entre desvanecerse al ser.

La dama
de los ojos que demasiado han visto.

La del viento,
ya no ve.

Ya no es.

Sobre un céfiro fugaz
se ha ido en busca,
y ahora que regresa
con las manos
vacías
y tan llenas
de la premura
del tiempo despiadado
que va,
que se va,
y deja polvo
y nada.

Y muerte.

La que vive
entre desvanecerse al ser.

La dama
de los oídos que demasiado han escuchado.

La del compás,
ya no oye.

Sobre la asonancia de una rima
se ha ido en busca
de hallarse música,
y ahora que regresa
con ella entre los dedos,
con ella entre las curvas;
de las que callan,
de las que cantan el silencio:
las mohínas,
las adustas,
las huidizas.
De las que los rostros no perciben.

La que vive
entre desvanecerse al ser.

La dama
que se ha ido por demasiado andar.

Y por desandar ha sido
y por ser,

se ha desvanecido

donde retoza
lo que se cree que jamás ha sido.

Y no es muerte,
y es tan vida

como la vida misma le es.





VERSOS DE AROMAS CASEROS

Ámame
y hazme llorar.

Libérame
otra vezaromas c
los grilletes del esternón
en este encuentro casual.

Tócame
la caja musical.

Rózame
los órganos
que habitan en el pecho
de mi ritmo natural.

Déjame
besarte la llanura con los pies.

Déjame
tus caricias
en el alma dócil
y el cuerpo en rigidez.

Llévame
contigo en la corriente de tus cantos.

Enférmame
las exhalaciones
con la frescura de las aguas
en los ríos que amo tanto.

Ámame,
hazme llorar otra vez.

Y cúbreme
estos versos,
con la risa de tu llanto
entre frío y calidez.




EL SUICIDA

Viajé con un poeta en el colectivo de ida. Me confesó que había decidido matarse al arribar a su pequeño monoambiente pero que aún no sabía cómo.
—Estoy cansado de mí —me dijo—. De pequeño ambicionaba sobre la vida, cada amanecer buscaba más; ahora no tan viejo, ni siquiera ambiciono dinero. Esa es mi causa.
Acabo de entrar a la cama y entre los pensamientos nocturnos me percaté de que ese hombre no era un costumbrista, sino tan sólo otro poeta que no fue.
Espero que finalmente haya optado por escribir y no por suicidarse.








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