domingo, 8 de febrero de 2015

MANUEL MEMBREÑO [14.758] Poeta de Nicaragüa


MANUEL MEMBREÑO

Nicaragüa, 1988. Estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Centroamericana [UCA]. Es autor también del volumen de relatos «Flojera» [Centro Nicaragüense de Escritores, Colección Narrativa, 2012]. Publica ocasionalmente a través de su ególatra blog personal: «Confesiones de un sparring» [sparrings.blogspot.com]. Actualmente reside en Managua y trabaja para una empresa de agroquímicos en Tipitapa, fabricando herbicidas y pesticidas, entre otros tipos de veneno.


EL NIÑO QUE NACIÓ UN DÍA
EN QUE DIOS ESTUVO ENFERMO

Envueltos en sangre vienen los sueños

como estallidos de carne

espontáneos
          severos
                innecesarios.

La rudeza del parto
abriéndole cuenta al antifaz de alimaña
que va como premio
                  en
                  re
                  da
                  do
                    al cordón umbilical.

Te has dado a esta tierra
como la luna a los muertos:
fastidioso, irresoluto.

El bastardo

con su posta de enfant terrible
de dientes afilados
y espinazo sin fin

            vagabundeando

                por esquivos callejones
                donde la luz
                no ha de sentir cuerpo.

Y esperás tocar
con la llaga de los pies
tu placenta
            y devorarte a vos mismo

                                 oh mi dulce caníbal.

Porque te has dado a la vida
como un búho a la noche:
indefenso, pendenciero.

Amamantado por la desidia
en tu labio han hecho hogar
larvas de flojera

                          y el escorbuto en tus ojos

pinta fatalidad alojada

como dos mazmorras

          en la tronera de tu cráneo.

Te diste a la nada
          menos recibiste
                          peor encontrarás.

Gritar patalear llorar: todo en vano.

No conjugués tu puño antes de tiempo:

nueve meses son suficientes

                            para concebir el enojo.




EL ÚLTIMO BAILE

Bailé un tango con la muerte
y era la mujer equivocada.
        Norberto Salinas

Cuando llegués a vieja —porque llegarás a vieja—
y cuando las luces a tu alrededor no sean más
que obstinadas estrellas aletargando su muerte;
cuando la música sea sólo el tintineo de una campanilla
colgando del roñoso pescuezo de un gato tuerto;
cuando en el pecho de tu pareja dejés descansar
todo lo que conmigo no tuvo un solo minuto de reposo,
estarás triste, extraña y distante amiga, pues
                                          /comprenderás
—es demasiado tarde— que esta pieza la guardabas
                                            /para mí.




PORNOGRAFÍA

La orgásmica embestida golpeando
la vana tranquilidad de los cuerpos
y que incesante los arrastra hasta
la escena tan repetida: la cama
—celda inútil del esbelto torso 
que se avizora como mástil guía—
y dos bultos asilados, callados,
sabiéndose tan sólo con sentido
estando uno encima de otro.
Olvidá si es hombre o mujer;
no importa si sos hombre o mujer.
Repasá labios, senos, nalgas, penes
erectos, flácidos, grandes, pequeños;
que ningún túmulo de piel sea
extraño a la curiosidad de esta
lengua ni la miopía de tus dedos.
Dejá todo dogma, todo el miedo.
Dejá todo lo que no te sirva
fuera de la habitación —mi virgen
cuartilla: trémula e impenetrable.
No hablés: chillá, gemí, gritá, mordé
y perforá hasta que el deseo
sea un escudo innecesario.
Veníte en su boca, veníte de una vez,
laváte y empezá todo de nuevo,
pues para qué más es la poesía.




MISIVA A UN JOVEN POETA SALVADOREÑO

A Vladimir Amaya


La soga enmadejándose
anudada a la base del estómago
invirtiendo el vómito:
son los días, Vladimir, augurando
la lluvia que nos cae de adentro.
Y todavía pensás que tenemos escapatoria.
Te empeñás en hallarle seno a Dios
y en llamar familia a la hilera de cruces
que te recorre del ombligo a la costilla hueca.
Tozudamente mordés la manzana
y echás su pulpa a las alas de los mosquitos
para que en cada nuevo mártir
una selva sigilosa les plagie la sangre.
No importa cuántas veces le digás
a la muerte que nada querés con ella;
su agenda no permite citas
con malos amantes ni occisos de mentira
—si lo sabré muy bien.
Permitite no darle tanta importancia
al ciego que desde el espejo te espeta;
su desdentado ademán no cambiará
por mucho que le escupás con mañanas.
Hacéme caso, poeta, que las piedras han roto
                                    /a llorar ríos.
Y también yo empezaré a pudrirme al final
                                   /de este poema.



ESTUDIO METÓDICO DEL LLANTO

porque tuvimos una infancia demasiado correcta
porque fuimos presa y víctima una moneda por vez
porque los caminos no eran como los habían desteñido
porque el viento despeina los álamos sin su permiso
porque son de cristal los vientres de las madres
porque amo de mil formas distintas a la misma mujer
pero ella me dirá que no quiere saber nada de mis libros
porque a veces es más bello sólo saber del mar
                                               /no verlo
porque se nos murió Wichy legándonos su
                                /irresponsable retorno
porque biológicamente merecemos menos que
                                       /la amargura
el llanto nace igual a un mechero Bunsen
que torpe sobrepasa a la noche sin distinguirse
hasta crecer con el mismo desenfado de las uñas





Poemas sin Esquina, Manuel Membreño, Editorial EquiZZero, 2013.


"Poemas sin Esquina" es unos de los poemarios ganadores del Segundo Certamen de Poesía "Ipso facto 2012" del cual el jurado dijo al respecto:

"Un trabajo de lo mejor de la poesía joven centroamericana..."

Estamos pues ante un poeta joven que se posa al borde del precipicio,  no como una fórmula de escape sino como el punto de partida (sin paracaídas) de ésos textos que toman vida propia y nos transportan hacia esa esquina remota donde yace el poema, la vida misma, las eternas preguntas, los temas por explorar.

Si hay algo que Manuel asimila con gran originalidad, es esa fuerza que caracteriza a la poesía nicaragüense -siempre a la vanguardia de la poética centroamericana-. No debe extrañarnos que, en algunos de sus textos, la raiz de Martínez Rivas haga eco, no como llana copia del poeta en ciernes sino como el extracto, la médula de esa tradición tan rica que se funde y a la vez se nutre para parir un producto nuevo, original y único como "Poemas sin esquina".

Mostramos a nuestros lectores una selección de algunos de los poemas que aparecerán en el libro.


EL HOMBRE QUE INTENTÓ ABANDONARLO TODO
(Reverso de una fotografía de Christopher McCandless)

Christopher llegó a cierta edad –también nosotros–
en la que descubrió, finalmente, que son las islas
las que van a dar con los marineros perdidos.
Fue entonces que lo vio: la prenda enrarecida
alrededor del cuerpo, tan desgastada por su uso,
desvanecida casi. El dolor, me refiero al dolor.
<<No soy más que el picaporte de una puerta
que nadie se aventura a abrir>> dijo.
Por tanto notó los torsos en viva carne roja,
desnudos en la llamarada, tenaces en el abrazo. 
<<No soy más que un perro amarrado
en el patio trasero de mi historia>> pensó.
Fue ahí cuando decidió abandonarlo todo.
Darse a un mundo reciente como un hombre reciente.

De Christopher ya no deseo hablar, pero hay veces
en que comparto sus planes: salir una mañana,
buscar un parque desolado, sentarme en la primera
banca vacía que encuentre y dejarla toda ahí,
con su aspecto de animalillo muerto y asustado,
en una bolsa de papel. Será desde entonces
responsabilidad del primer tonto que la encuentre
hasta que decida, tiempo después, hacer lo mismo.

Sólo entonces podré decir que esta tristeza no es mía.


ELEGÍA DE UNA MERCADERA
QUE NO ENCUENTRA LUGAR EN LA RUTA 109

…el millón de muertecitas que tiene el mercado.
Federico García Lorca

A doña Vilma, de la Casa de los Encajes
1 cuadra abajo, 25 varas al lago

Ahí, ésa que va tambaleándose
como un ciprés que reta la ventisca,
como pez que lucha contra el anzuelo,
como una mujer de pie en un bus;
sí, la que extiende sus brazos por lo alto
y que en lugar de rezar, parece
reclamar algo: la misma plegaria,
la que jamás, jamás, es atendida.   
Aquella efigie borrosa, pobre,
certeramente fácil de olvidar,
comprende que en este mundo no hay lágrimas
idénticas, ni una para otra, aunque
el dolor use la misma colonia.
Ay de esta madre, ay de sus hijos.
Ay de esta niña que prefirió
no voltear la vista y sucumbir
no en figura de sal; sí en la piel
poliforme y curtida de los vivos.
Pero ay de sus hijos. ¡Ay de mi madre!
Un buen día de éstos –lo prometo–
te cederé el asiento, y mientras
este armatoste de óxido y tripas
restalle en las curvas de una ciudad
ausente, te susurraré un secreto:
el desamparo tiene el centro hueco
y justamente cabemos los dos.


ORGASMODA A DANI WOODWARD

Cuando te penetran es cuando más bella eres. Cuando te vienes hasta desgarrar tu propio sanctórum petrificado; cuando gimes un pentagrama más allá del silencio; cuando coqueta te desvistes de la frivolidad de los nombres, como saxofón haciéndole el amor a la noche, es cuando más bella eres. Tu vientre es una visión vaporosa de vergas vapuleadas, rendidas ante ti como soldados de un ejército sin comandante ni honores; es la magnífica deshonra de atornillar nuestra soledad a los rebeldes sinsabores de tu cuerpo. Tu pelo es incendio: tocarlo, qué delicia. Tu vulva palpitante es un reinado malévolo donde quiero, gustoso, ser empalado una y mil veces. Dime quién te arrendó tanta belleza, tanto desenfreno, y te doy esta mano y la otra con que narro; dímelo, y te erigiré un altar de otoño donde las hojas te rindan culto. Que esta tarjeta de sonido sean tus labios, y dame el salvoconducto a tu espectro, a tu incienso desahogado, a la unción de mis demonios en tu saliva. Dame todo eso y yo te doy el furor de mi canción; dámelo y te enseñaré que en el placer también nada el abandono. Lo sé bien, porque entre mamada y mamada te siento, desde ese monitor, más mía que cualquier otro torso de lodo desinflándose a mi lado.  



PORNOGRAFÍA

La orgásmica embestida turbando
la vana tranquilidad de los cuerpos
y que incesante los arrastra hasta
la escena tan repetida: la cama
–celda inútil del esbelto torso
que se avizora como mástil guía–
y dos bultos asilados, callados,
sabiéndose tan sólo con sentido
estando uno encima de otro.
Olvida ya si es hombre o mujer;
no importa si eres hombre o mujer.
Repasa labios, senos, nalgas, penes
erectos, flácidos, grandes, pequeños;
que ya ningún túmulo de piel sea
extraño a la curiosidad de esta
lengua ni la miopía de tus dedos.
Deja todo dogma, todo el miedo.
Deja ya todo lo que no te sirva
fuera de la habitación –mi virgen
cuartilla: trémula e impenetrable.
No hables: chilla, gime, grita, muerde
y perfora hasta que el deseo
sea un escudo innecesario.
Vente en su boca, vente de una vez,
lávate y empieza todo de nuevo,
pues para eso es la poesía.


EL HOMBRE QUE SIEMPRE LLEGABA TARDE A SU FUNERAL (Balada para Johnny Cash)

Recuerda las instrucciones para andar –me dijo Johnny.
Nunca pierdas el respeto por las cosas más pequeñas,
las aparentemente inútiles, como la última cajetilla
de cerillos o aquella chica que dejaste esperando
y que aún tiene esperanza en ti. Si miras una nube,
escupe lo más fuerte que puedas: atrás se esconde Dios.
No olvides que el barullo debajo de tus pies no es más
que el soplo de todas esas personas que agonizan recostadas
sin nunca haber comprendido la dicha de sólo caminar
sin rumbo seguro. Pero lo más importante –seguía Johnny–
es que no olvides llevar las manos en tus bolsillos.
Esto podría salvarte la vida –y sin saber por qué
hice lo que me explicó; de cuanto me enseñó, todo.

Vaya donde vaya, en mis bolsillos guardo siempre
las manos, sin importarme que los tenga vacíos
–eso lo aprendí de Johnny.
Lo hago para recordar que, no importa lo que pase,
siempre tendré algo a qué aferrarme: N---A---D---A
–eso lo aprendí de la vida.




EL HOMBRE QUE FUE SIEMPRE UN PERDEDOR Y LO DISFRUTÓ
(Invocación a Charles Bukowski)


y
abre una cerveza y bebe sólo la mitad.
vierte el resto sobre el dorso desnudo de una puta.
escribe en tu pecho las elucubraciones posteriores a un orgasmo.
párate de cabeza.
celebra cantando los albores de tu desdicha
vendrá hasta ti.




y

ha de llegar un espíritu hediondo y verduzco
que a su paso deja un rastro de orina y cenizas.
te hablará en el idioma de las gaviotas muertas
coronará tu lengua con su boca troyana.

y
he aquí que la depravada belleza
se colgará de tu cuello
en una guirnalda hecha de cadáveres.




y
y
y
y
y
y
y
no hables, no preguntes, no respires.
escucha lo que tenga que decir.
asiente en todo momento
toma
fuma
juega
coge
miente
vive
no pienses nunca en la felicidad.

es un terrible hábito.





VODKA, SPRITE Y LIMÓN

Get on your dancing shoes, 
you sexy little swine…

Arctic Monkeys



El silencio es polifónico.
Las luces trazan manos
que te acarician
imperceptibles
    el rostro
        el cuello
            los senos
                lo que quede de alma.

Te aferras a tu trago acerbo
y te dejas caer a la noche con la boca abierta
mordiendo la oscuridad en sus cuatro rabos:
dulce veneno de escorpión mezclado con Petrov.

El cazador y la presa bailan juntos
en el salón de los espejos y violines.
¡Apresúrate: la selección natural termina en siete horas!

Lejos del reggaetón y el encanto de un jueves cualquiera
tratas de convencerte
de que la resaca no le da tregua a la moral.

Así y sólo así
la soledad será menos
que un condón tirado en el piso.




POEMA PARA RENEGAR DE DIOS Y ERIGIRSE DIOS

We are all puppets. The difference is
that I can see the strings that control me.
                                Dr. Manhattan, Watchmen

En este poema yo soy Dios. Soy un oso hormiguero de pelaje azul que vuela excretando arcoíris de su axila izquierda. Soy un enorme escarabajo que recita sonetos de Lope mientras una rosa –igual de impertinente– se revuelca con cualquier genízaro abochornado pero cumplido. Soy el mar cuando es atisbado desde la proa de un buró de noche, tambaleándose como gato acróbata hasta tocar la parte más baja de una mejilla de cera amarilla. Soy una fila de jabones marchando unísonamente al horno: uno
dos
tres
cuatro
eins
zwei
drei
vier
one
two
three

four; en Israel se nos ha prometido ser humanos sólo después de treinta minutos a fuego controlado. Soy Nancy Kerrigan reventando en astillas la rodilla de Tonya Harding. Soy Mark McGwire proyectándose en perfecta diagonal hacia el forúnculo luminoso del cielo. Soy un niño azotando el trasero desnudo de Karol Wojtyla. Soy una mujer de Afganistán volándole el rostro a George Bush, riendo a sus expensas, apagando un cigarrillo en sus testículos. Es decir, soy tan improbable e irrisorio, como decir que quien creó este poema fue, en un principio, creado por otro creador. Por eso –ya lo dije antes– en este poema yo soy Dios. Y no hay milagro, si de convencerme de lo contrario tratase, que valga la pena.









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