viernes, 30 de enero de 2015

JUAN MARCELINO RUIZ [14.626] Poeta de México


JUAN MARCELINO RUIZ

Nacido en 1963 en Cd. Juárez, México,  tiene más de 20 años radicando en Cd. Cuauhtémoc, Chih., (la puerta a la Sierra Tarahumara). Miembro por algunos años del Taller Literario de la UACH, publicó en 1998 el poemario Derrepentes, de la colección Flor de Arena (Difusión Cultural UACH) años después en coautoría el libro Quinteto para un Pretérito, así como cuento y poesía en algunas revistas del norte de la república. Fue codirector de la revista literaria Esdrújula, en el año 2003 ganador del concurso de lectura estatal “Don Quijote en la vida de los jóvenes de hoy”, premiado con un viaje a España. Licenciado en Educación Primaria por la UPN actualmente se desempeña como profesor en ese nivel.



Haiku

 Cuantos milenios
decantaron tu rostro
jardín de piedra.





75 Wats Descanse en paz

No se le vio pálido o enfermo
y sin embargo murió junto a la tarde
un fuerte destello
                                                             azul profundo
como si quisiera dejar en ese intento
su recuerdo grabado en las retinas

un gemido
apenas mayor que sus silencios

su filamento
cordón de vida que le diera la General Electric
se partió irremediablemente en dos.

Traté de reanimarlo
golpeando suave
sobre su fina, perfecta y transparente piel
la mancha oscura del desahucio
me convenció
de que su ciclo vital se había cumplido.

Cómo no recordarlo con cariño
si tantas noches acarició discreto
el sagrado ritual de tus desnudos
si nos iluminó mientras leímos abrazados
el erotismo sabio del Cantar de los Cantares
y los cien sonetos de Neruda

mucho,
demasiado diría yo
para un amigo                           cotizado tan sólo en cuatro pesos.

Sólo por esta noche
y en señal de duelo
            haremos el amor completamente a oscuras




VI

Iluminado al fuego de su voz
yo fui tan solo el centro de la hoguera.

Los muslos oscuros y felinos
bajo el frenético golpe de sus manos
tambores presagiando la batalla.

Cantaba a Osose,
el que guía las lanzas en la guerra;
en sus caderas iba modulando
el armónico ritmo de las olas
que ha hecho vibrar Olokun por milenios.
Conjuró a las deidades de la noche,
para que fueran soltando poco a poco
la textura salvaje del instinto.

Al caer
el último vestigio de sus ropas
Sango floreció en el firmamento
y con su luz burlando los cristales
enmarcó orgulloso su silueta;

mientras la lluvia
era una frágil y pulcra telaraña
envolviendo el espacio madrileño. 










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