miércoles, 14 de enero de 2015

HORMANDO ORTIZ CHÁVEZ [14.473] Poeta de Bolivia


HORMANDO ORTIZ CHÁVEZ

(Santa Ana de Yacuma, Beni, Bolivia, 1896 – Trinidad, Beni, 1950).- Poeta. Autodidacta, ejerció la docencia en establecimientos de su ciudad natal, San Ignacio de Mojos y Trinidad, donde ganó los primeros Juegos Florales de Trinidad (1926).

Pablo Dermizaky lo recuerda: “es el poeta por antonomasia. Durante  su breve rutilante vida este ilustre varón no hizo más que enseñar literatura y escribir poemas. Sí, H.O.Ch. no podía otra cosa. Era incapaz de enfocar el mundo con la lente prosaica que la mayoría de los mortales llevamos. Llevaba la poesía en su sangre y los versos le salían espontáneamente al hablar…”.

A decir de César Chávez Taborga “Aunque ejerció la docencia hasta su muerte, Ortiz Chávez fue, ante todo, poeta. /…/ A su inspiración alada  y caudalosa, une una rara habilidad para le manejo técnico del verso que le permite, incluso, improvisar. Espontáneo, imaginativo, acusa transparencia lírica y armonía verbal, aunque peca, a ratos, de desenfreno declamatorio. / Construye su orbe poético con elementos arrancados del ambiente nativo y ello le da vivacidad telúrica y vigor vernacular”.
En su poema ‘Al Mamoré’, antologado por Yolanda Bedregal, escribió en sus cuatro párrafos: “Como una cinta azul hecha de encaje / cruzas rozando tu florida gualda, / y al escuchar tus voces el ramaje / te ofrenda con su veste de esmeralda. / Los silfos de tu orilla enamorados / cultivan para ti pálidos lirios. / Los gnomos de la noche entusiasmados / forjaron en tu loor múltiples cirios. / La luna hunde su faz en tus cristales / y al zambullir, en su pasión fogosa, / parece que celebran esponsales / los diamantes, las perlas y las rosas / Y cruzas murmurando ritornelos / hacia la mar voraz, do no regresas, / y te cubre la muerte con sus velos / y sucumben los cisnes de tristeza”.

LIBROS
Poesía: Poemas (1977); De mi huerto psíquico (1994).





Orgullo

Multitud que vejó mis harapos
allá en la mañana sin sol de mi vida.
Quise hacerte mil veces guiñapos:
hoy veo que tus odios me hicieron panida.

Tú supiste dolor en mis horas.
¿Dolor es dardo? ¡Dolor son las glorias!
De dolor son las notas sonoras:
¡lo dicen los himnos que cantan victorias!

No busquéis al Artista en el solio:
buscadle entre el pueblo que sufre y que llora,
que el Artista no amó el Capitolio:
¡él ama los lirios que besa la aurora!

Multitud: ¡tú me hiciste poeta!
Me diste el enorme caudal de mi verso.
Y fundido en mi angustia secreta
¡me creo más vasto que el vasto Universo! 




Anhelo

Me ha mordido el recuerdo, como un can. Esta tarde
siento un ansia invencible de soñar y cantar...
Me he bañado en el río, mas mi espíritu arde
y quisiera lanzarme, como el viento, a volar.

Cómo es bello ser astro, sugerir ilusiones,
en los viejos telares poner luz y calor,
y después, como el ave, llevar a otras regiones
el alígero soplo de un ensueño de amor.

Me ha mordido el recuerdo, como un can. En mi infancia
yo corrí por los campos de mi pueblo natal,
y mis risas tenían la exquisita fragancia
de la rosa más fresca del más bello rosal.

Quién trajera una nota de esa lírica risa,
corretear por los campos y tenderse a soñar...
y después ser perfume, transfundirse en la brisa
y volar a otras playas, ¡convertido en cantar! 





Desconfiada

¿Por qué ese ceño adusto, si dices que me quieres?
¡Si todas mis palabras para ti son de miel!
Te eligieron mis sueños y mi reina tú eres
y ni miro a ninguna, ¡para no serte infiel!

¿Mi pasado te inquieta? ¡Pero no seas tontina!
¡El pasado es la nube que no vuelve jamás!
Yo encontré en los arpegios de tu voz cristalina 
la expresión que dice: "¡Ya no vuelvas atrás!". 

Mira: seca esa perla que humedece tus ojos.
Te daré la caricia que a ninguna le di
y en la cálida alcoba calmaré tus enojos
con el beso más dulce que guardé para ti.

Y después cruzaremos como rayos gemelos,
derramando en la noche nuestro aporte de luz.
¡Porque el mundo no sabe de los castos anhelos
de dos almas que se aman a pesar de su cruz! 






Cuadro beniano

Un sol de ocaso baña en las ondas
sus resplandores de oro y rubí,
mientras los tordos, entre las frondas,
cuentan amores y penas hondas
a las gacelas y al colibrí.

Sobre la margen del arroyuelo,
la india más bella de hispano harem
vierte su llanto de desconsuelo
porque el infante del reyezuelo
la hizo su esclava con su poder.

Sobre las aguas de una laguna
tiende sus brazos el quitasol:
Victoria Regia, Blanca de Luna,
la flor más bella cual no hay ninguna,
la enamorada del padre sol.

Por las orillas de los esteros
tiende su nieve la garza real
y hacia los ojos de un cocotero
viene un gran loro dicharachero
con su "bullanga" de colegial.

Y al fin la tarde se pierde lenta:
ruge en los bosques el Rey Jaguar
y la gran comba surge opulenta
con sus luceros, que son la ofrenda
de las fogatas del regio Aduar. 





Al Mamoré

Como una cinta azul hecha de encaje
cruzas rozando tu florida gualda,
y al escuchar tus voces el ramaje
te ofrenda con su veste de esmeralda.

Los silfos de tu orilla enamorados
cultivan para ti pálidos lirios.
los gnomos de la noche entusiasmados
forjaron en tu loor múltiples cirios.

La luna hunde su faz en tus cristales
y al zambullir, en tu pasión fogosa,
parece que celebran esponsales
los diamantes, las perlas y las rosas.

Y cruzas murmurando ritornelos
hacia la mar voraz, do no regresas,
y te cubre la muerte con sus velos
y sucumben los cisnes de tristeza. 





Volver...

Volver... para soñar el mismo sueño
que se fue para siempre envuelto en duelo,
para beber el néctar del beleño
en la copa inefable del consuelo.

Besar los mismos labios que mintieron
la misma adoración ver derrumbarse,
pero vivir los sueños que se fueron,
aunque de nuevo tenga que llorarse.

¿Acaso en el volver, si se ha gozado,
no se vuelve a gozar? ...Todo es quimera
y vive en los altares del pasado
la primera mujer que nos quisiera.

¿Qué importa si mintió? Se la ha querido,
y volverla a querer, es ser sincero;
pues las tinieblas crueles del olvido
no empañan los fulgores del lucero.

Y lucero es la fe que nos juraron
en la primera edad que no se olvida,
por eso los amores que pasaron
son el recuerdo, herencia de la vida. 





En tu ara

De allende mi provincia donde brota
en lágrimas de almíbar la corriente,
donde el trino es azul y cada gota
deja un rayo de luz sobre la frente.

Vine con mis endechas de vidente
armado con mi péñola y mi cota,
para rendir con la canción vehemente
un chispazo de amor en cada nota.

Recíbeme en tu ara y pon la seda
de tu mano gentil —blanca reseda—
sobre el cálido sol de mis orgullos.

Y en el lago de amor serás mi Leda
que en el cómplice estol de la arboleda
adormezcas mi fiebre, con arrullos.






Para dormir...

Vieja casona silenciosa y fea
donde reposan las leyendas grises
de monjes soñadores, donde ondea
la estela de mis luces más felices.

Cuando en la noche tu pavor deslices
y grazne la corneja en tu azotea,
manda, para curar mis cicatrices,
un beso del lucero de mi aldea.

Tú me hiciste soñar cuando la suerte
era sonrisa y flor y melodía...
Hoy que triste y sin fe no puedo verte, 

pídote me reserves siempre pía
un oscuro rincón de tu abadía
¡para dormir estrecho con la muerte!...





A Magdalena

Vieja ciudad de mágicas leyendas
tejidas en amparo de tus frondas,
quiero sumar mi ofrenda a las ofrendas
de bardos que jugaron en tus ondas...

En la linfa sutil del Itonamas
y en "El Chorro" que irizan las auroras,
desgrana el sol el fuego de sus flamas
y se inspiran las mentes soñadoras.

Te canto sin haberte conocido
porque ya te presiento triste y sola,
y quisiera arrancarte del olvido
en el lomo brillante de tu ola.

Yo quisiera tejer mis madrigales
al dulce roce de unos labios rojos,
e imitando a los bardos medioevales
dejar a tus portales mis despojos.

Cual la bella durmiente en la floresta,
bañadas por tus aguas cristalinas,
te acarician las aves con la orquesta
de viajeras y amantes golondrinas.

¡Cómo aspiro bañar en tus quietudes
el calor de mis férvidos anhelos,
e infundir en tus bravas juventudes
el ansia de volar por otros cielos!





Arroyito de Trinidad

Como una hebrita de plata
que da vida a Trinidad,
va escurriéndose al Ibare
tu cristalino caudal.

Acarician tus orillas
flores de carmín y gualda,
y un gran campo de esmeraldas
te circunda por doquier.

Juegan en tus limpias aguas
como náyades, los niños
y entre saltitos y guiños
el chuchío te da rumor.

Arroyito de mis sueños,
de mis horas juveniles,
en mis dolencias febriles
tú disipas mi penar.

En una débil canoa
bañé mis años mejores
y mis primeros amores
por tus linfas paseé. 

Zambullendo cual los peces
de oro, escarlata y seda
como el gran cisne de Leda,
tus garzas son un primor.

Bien sabés lo que te digo,
nadie se importa de vos,
y lo que sos se lo debés
sólo a tus cambas y a Dios.

Sólo te adoran los hijos
nacidos en tus riberas;
que aún en playas extranjeras
sienten tu leve rumor. 







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