jueves, 27 de noviembre de 2014

BLANCA LANGA [14.134] Poeta de Aragón


Blanca Langa 

(Zaragoza, 1958), poeta, pasó su infancia en Montón de Jiloca, población próxima a Calatayud donde despertó su pasión por la lectura y descubrió que quería dedicarse a la enseñanza. Cursó Bachillerato en el Instituto "Miguel Primo de Rivera" (hoy "Leonardo Chabacier") de Calatayud y, posteriormente, estudió Magisterio en la ciudad de Soria, uno de sus paraísos perdidos. Su trabajo como docente la ha llevado a diversas poblaciones del territorio nacional.

Se inició muy temprano en la poesía: con veinte años consiguió el Premio Gerardo Diego de Poesía 1988 -IV para Noveles- con Cementerio de gorriones (1989), un libro sobre recuerdos de la infancia. Su segundo libro, Tal vez sea la luz (1996)  recoge el poema “Las últimas palabras”, premiado en el “Concurso literario para personal del MEC, 1996″. Con Franjas de sombra consigue el  Premio de Poesía “Santa Isabel de Aragón, reina de Portugal”, 1999. Ha sido incluida en Poemas a viva voz III (Institución “Fernando el Católico”, 1994), La otra voz. Poesía femenina en La Rioja (1982-2005), 2005, y en Segunda noticia y antología de poetas bilbilitanos (2005), de Antonio Sánchez Portero. Es autora también de cuentos infantiles y relatos.




REGRESO

Vino a reconciliarse con la tierra
y en busca de una niña que abre el trébol
y cuenta las estrellas en los ojos
de todo aquel que añora los prodigios.

Vino en busca del mago del armario
que corona las frentes de violetas,
del hada del geranio
que extravió para siempre su varita
en la senda del tiempo, junto al árbol.

Fue buscando 
las alas del gorrión en la ventana
y la risa del duende que no existe.

Abrió sus manos,
pues quería abarcar aquella infancia,
la ternura perdida que extrañaba
entre cada regreso y cada abrazo.

          (Blanca Langa, de Franjas de sombra, 1999)




Café de domingo

(A Carmen Utrera, por su amistad y su cariño.
Por los cafés con risas de cada domingo)

Para aquellos que me apuñalarían
sin ningún remordimiento.
Para quienes empuñan
la daga de la envidia
y la clavan certera al corazón.
Para esos que sufren
cuando ríe la vida en mi ventana.
Para los que anudan sus redes
con palabras que nunca pronuncié
y las dan al mercado de la maledicencia.
Para los seres frágiles
que no soportan ver brillar la luz,
hoy comunico:
es domingo. ¡Es domingo!

Me espera un café largo
y una charla entre amigas.
Y mientras ordenamos el mundo
y ponemos cada paz en su sitio,
cada risa en su estante,
comunico: no habrá nada ni nadie
que me pueda amargar este café.





ESCRIBO PORQUE SÉ QUE MIS PALABRAS

ESCRIBO PORQUE SÉ QUE MIS PALABRAS
volarán una tarde hasta tus ojos
como palomas de humo,
herirán
con sus alas calientes tu mirada.

Escribo porque sé que alguna tarde
en el hueco de lluvia de tus manos
caerán las palabras que hoy anudo
y que enhebro pensando sólo en ti.

Escribo porque sé que a tu mirada
volarán las palomas de mis versos
y anclarán en la arena de tus manos.
El latido del mar hasta la playa
de tus ojos marinos distantes
acercará mi voz y las palabras
que hoy escribo pensando sólo en ti.




LAS ÚLTIMAS PALABRAS

¿Qué será de los hombres que empuñan las palabras,
de las mujeres que tejen las palabras,
de los niños que juegan con palabras?
¿Qué será de los árboles
que recogen un viento de palabras,
del pájaro que canta,
de las piedras que escuchan,
de la boca sonora de los ríos?
¿Y de los mares, que borran con su lengua las palabras
de los cuerpos de arena de las playas?

¿Qué serán, sin los hombres, las palabras
con las que se hace el pan, la paz, el hambre,
la guerra y el amor,
la luz, las sombras,
los mitos y la vida?
¿Qué será de la altísima palabra
que busca las estrellas?

Porque sabedlo bien,
sabedlo todos:
vientos vendrán que rasguen las cortinas,
vendavales que barran las imágenes,
cierzos de luna que arrasen los espejos
y las bocas podridas de los mundos.
Y entonces, ¿qué será de las palabras?
Ésas que abandonamos al nacer
en el musgo carnoso de la tierra
y que sólo encontramos en los sueños.
Ésas que recobramos al dormirnos
en la senda extraviada de lo oculto.

¿Qué será de nosotros ese día
en que un viento desgarre, ineludible,
nuestras bocas de arena y arrebate
de los últimos labios las palabras?




POEMISIVA

A Silvia y a Juan

Esta tarde quisiera ver el mundo
con los ojos agudos del payaso,
ir mucho más allá de las miradas,
o traer una alondra en el bolsillo.

Y mañana quisiera, al encontrarnos,
hacer de cada verso un lazo rojo
para poder ataros las sonrisas
al anónimo blanco de las sábanas
y a las batas sin nombre pensativas.

Demostradme que sí, que en un poema
hay espadas de luz, que las palabras,
en esta broma absurda de la vida,
aún pueden derribar a los dragones.

¡Demostradme que sí!
Toda la fuerza
indomable y antigua de este abrazo.





AUTODEFINIDO

Tal vez porque me asusta romperme la armadura
y encontrarme desnuda con la ternura al aire,
porque duele, tal vez, nunca os digo
que me gusta sentirme pequeña, incluso débil,
cuando una mano amiga se posa en mi cabeza
y restaura mi paz y mi sonrisa.

No os confieso
porque soy vulnerable y me da miedo,
si ando en el caos y rozo la tristeza,
que me pueden herir quienes más amo.

Nunca os digo si me hace mucha falta
que me ordenéis el pelo y las ideas,
o me apartéis las nubes y el flequillo.

Y, sin embargo, sé que adivináis
(por más que me retoque el maquillaje),
un corazón sensible debajo del acero.




A MIS PADRES

Aún están ahí, tal como eran,
mis sonrisas felices y mis sueños
de mariposas grandes y de azúcar.

Aún están ahí, en vuestra fuerza,
las alas arrancadas a mis miedos
bajo la atenta luz de vuestros ojos.

Y sé que aún vigiláis mis ilusiones
-que aún están ahí-, igual que entonces,
cuando cabía el mundo en vuestras manos
y todo era más fácil y seguro.

Aún podemos dejar que se deslicen
nuestros dedos de lluvia en los cristales
y dibujar los sueños en las nubes.

(Porque aún están ahí, casi intocables,
vuestra sonrisa azul y mis recuerdos).




EN ESTA TIERRA MÍA

EN ESTA TIERRA MÍA está mi origen.
Aún conservo en mi piel olor a hierba
y un pálido reflejo de trigo en mi cabello
que la hoz del calendario
me tornará en ceniza,
y mis verdosos ojos
como el trébol
se volverán más dulces y más graves,
y ésta mi piel
gastada por los años
empezará a ser surcos algún día,
destinada a ser tierra de la tierra
que me parió a la vida
en una madrugada de verano.

Mas cuando llegue el día de mi viaje
esa ventana que siempre mira al mundo,
a los undosos mares de la espiga
mecida por el viento,
a las leñosas manos de los árboles,
esa ventana
donde vuelan mis ojos al espacio,
dejadla abierta,
para que no se duerman las palomas
que vienen a posarse en el alféizar.

Y, si me sobrevives,
di que he sido,
ven a sentarte donde te he soñado,
lee palabras que nunca recibiste,
siéntate ante mi mesa
y déjame que escriba con tus manos
y que siga mirando
un imposible cielo con tus ojos.
Apoya la cabeza en los cristales
y quédate en silencio,
no recuerdes.

En las dulces veladas del otoño,
en los raídos libros de poemas,
recóbrame otra vez.
En estas sobremesas sin palabras
en que apartan tus manos mis cuchillos
y mis versos suicidas,
en las blancas e inmensas cuartillas que emborrono,
donde fluye despacio la tristeza,
busca apenas la sombra de mi sombra,
esa invisible huella de mis dedos,
perdidos en los tuyos;
búscame junto al río
manso y claro
donde asoman los chopos a mirarse,
en el agua que canta como un verso tranquilo.

Tú sígueme viviendo aferrado a la vida.
Yo, enraizada en la tierra
como un árbol,
resolviéndome en trébol o en espiga,
creciéndome en la vid 
o en la amapola,
sustentando tus pasos y mis pasos,
vestida con tu piel,
empezaré a vivir de otra manera.






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