miércoles, 1 de octubre de 2014

MAYRA JIMÉNEZ [13.517]


Mayra Jiménez Rodríguez

Nacionalidad: Costarricense.
Poeta.
Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela.
Estudiante del Doctorado Interdisciplinario en Letras y Artes de América Central. Universidad Nacional de Costa Rica.
Académica universitaria. Universidad Central de Venezuela .
Académica universitaria. Universidad Simón Rodríguez de Venezuela.
Académica universitaria y catedrática . Universidad Nacional de Costa Rica.

Distinción especial:

Premio Nacional en Poesía. Costa Rica. 1994.
Miembro Jurado al Premio Casa de las Américas. Cuba. 1982.
Fundadora del primer Taller de Poesía de Solentiname. Nicaragua. 1976-77
Fundadora y Directora Nacional de los Talleres de Poesía en Nicaragua durante el gobierno revolucionario. 1979-1988.
Miembro Jurado al Premio Rubén Darío en Poesía. Nicaragua. 1980.
Fundadora y Presidenta de la Asociación Costarricense de Escritoras. 2000-2002

Libros propios publicados en poesía:

Qué buena tu memoria.2002. Editorial Costa Rica.
Me queda la palabra. Premio Nacional.1994. Editorial Costa Rica y EUNA Universidad Nacional)
Cuando poeta. 1979. EUNA ( Universidad Nacional) Costa Rica.
A propósito del padre.1975. Venezuela.
El libro de Volumnia. Imprenta universitaria de Caracas. 1969. Venezuela
Tierra adentro. 1967.Venezuela.
Los trabajos del sol. 1966.Venezuela
Palabra uno. Antología. 1966 .Venezuela.

Otras publicaciones:

1980. Poesía campesina de Solentiname.Ministerio de Cultura. Nicaragua.
1982 Antología Talleres de Poesía. Nicaragua.
1983. Poesía de la Nueva Nicaragua. Siglo XX1. México.
1986. Poesía de la alfabetización. Nicaragua.
1986. Poesía de las fuerzas armadas. Nicaragua.
2005. Poesía campesina actual de Solentiname. Costa Rica.

Una centena de artículos y ensayos publicados en revistas y periódicos nacionales y extranjeros ( Costa Rica, Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, EE. UU., entre otros).





ME URGE UNA GRAMÁTICA

¡En cuántas ciudades estuviste,
en cuántas!
Ante la fuente de Neptuno, en Florencia,
y el David , original, de Miguel Angel;
en Versalles admirando la Fuente de Apolo,
cuyo carro, tirado por caballos,
se aleja del océano que rodea
la gruta de Tetis
donde Apolo pasó la noche
(eso dicen).
Por las calles angostas de Oviedo,
has estado,
entre faroles
o los molinos de viento, en Toledo,
en la misteriosa Innsbruck.

¡En cuántas camas
has dormido!
¡Cuántos libros te leíste
mientras yo divagaba
en soledades
buscándote,
recordando tu acento
matizado por los viajes!

¡Cuántas veces
con la lámpara encendida
yo leía a Carl Sandburg
y tú a Nietzsche o a Kierkegaard!
Ahora,
que conozco tus sabores,
tus olores
no encuentro la palabra
el modo gramatical
para hablarte de amor
(olivo del olivar,
mi opio tailandés)
para comunicarte los escalofríos,
la sed,
hierba mía, tú,
hongo alucinógeno,
hoja mascada por los evos incaicos,
hombre sustancia
que me conduce al vértigo
al delirio,
por comparación,
y me haces libre.

Renegué
cuando estudiante
de las categorías absolutas,
de la metafísica de la belleza en sí,
y creí que la vida se reducía
a las necesidades elementales
primigenias
lejos de ti,
de tu forma única de ser,
de conocer
de creer.
Y yo,
mujer o mariposa,
o lo que sea que fuere,
me sumo en el conocimiento
sistemático
ordenado.

Busco explicaciones en mis versos
sólo para ti,
fulgor incontrolable,
y te convierto en personaje
en poema,
mi canción de siempre
pasión,
mañana clara,
gusto,
idea persistente y recurrente,
revelación pagana,
distancia circunstancial,
duda infundada,
pasado.

Busco una explicación
que convierta el accidente
en la vida de la sustancia

en un canto.

libro " Qué buena tu memoria"





VIGILIA

Yo que te he amado en secreto
desde el momento en que te vi,
                                       primero.
Que tiemblo con sólo mirarte,
con oírte, con olerte.
Que toco la divinidad cuando te abrazo,
que casi desfallezco cuando te escucho,
colapso cuando me miras.
Que mis neuronas y mis hormonas se extravían cuando ríes,
permanezco en vigilia
con tus poemas aquí.

Verás que me los sé.

Jamás creí enfrentar tal desafío,
transformar el amor
en este arte.




A UN PRESO POLÍTICO

Yo misma poco a poco
Cuando te recuerdo en aquella tarde
En que estabas alegre como si fueses
Una flor o algo así
Me voy poniendo triste
Porque no puedo dejar de pensar
Ni un momento
Que tu soledad es muy profunda
Y delicada.
Pero tus amigos,
Que vivimos en otra cárcel,
Te recordamos con cierta alegría
Que algún día comprenderás
Y que quizá es solo una partecita
De tu modo de ser
Aquella tarde




POEMA 13

Tú ya no te ilusionas,
Has dejado arrastrar tu cuerpo
Ala circunstancia
Del vino que está apagado.
Aquellas flores han perdido su perfume
Aquel árbol abandonó su razón.
Auella mujer permanece
Hora tras hora en la tiniebla
Como si fuese un cordero sinamor.
Pero tú sigues
Piedra madera poco sol
Sabor con amargor
En el trote
Oscuro de las madrugadas.
Todas las ilusiones
han dejado de ser fecundas
Y van muriendo.







POEMA 25

Anoche fue tan inútil la larga espera.
Vino la luna y pasó;
Vino el amanecer temblando,
Pero tú no, lastimosamente.
Desacostumbrada como estoy
Permanecí sentada inacabablemente
Y sin darme cuenta
Que ya venía la luz
A sorprenderme
Como un demonio.
Huí horrorizada hacia
Las ramas, la leña, la tierra seca
Y me hice la que estaba trabajando.
Todas las tristezas siguieron silenciosas
Metiéndose hacia adentro
En el cuerpo
Toda la música de la noche
La encerré y la oprimí
Sin que nadie me viera
Y porque sé
Que ya no vuelves.





VERSO 36

Cuántos amores
Parecidos al que hubo
Entre tú y yo
Vienen y se pasan
Tristes
Como estaciones
Que una tras otra
Se reciben
Y se van lejos
Naturalmente
Como cosas
Que deben ser
Sin preocuparse mucho
Acerca de lo ido
Cuántos amantes y amadas
Se alejan
Tiernos uno del otro
Y no vuelven a encontrarse
Sino en el sueño
Como fieles amigos
En la oscuridad;
Pero yo no me voy
Ni tú tampoco
Y mi corazón
No quiere soñar con el tuyo
Tan crudo 
Para mí
Que tanto te espero
Noche a noche
Pero que tú
Por causas aún desconocidas
No vienes.

De Mayra Jiménez “El libro de Volumnia”






GUERRILLERO 1981

La noche que te vi por primera vez en Bluefields
te miré de lejos
porque bailabas entre muchos otros.
Vestías ropa de comandante guerrillero
y tu arma, ahí.
Miré tus piernas
tu cintura
las manos como dibujando formas
en el aire.
          Sabio
en cada movimiento sonreías y cantabas.
No creí que pudiera conocerte
y sólo pensaba que ese modo tuyo de bailar
no lo olvidaría
por ser tú un combatiente
y por la belleza de tus movimientos.
Y sin saber quién eras me dormí esa noche.
Ahora ya sé cuál es tu trabajo en la Costa Atlántica,
que tu mujer Perla María cayó en combate en el barrio Monseñor Lezcano
y que tu hijo se llama Iyás para admirar más el río donde combatiste,
y me parece que comprendo mejor
tu extraordinario modo de bailar
como si lloraras
y la música no sonara fuera
sino dentro de ti
                    melancólico y revolucionario.
Ahora sé por qué me resultaste importante
entre la multitud
como si en el salón no hubiera nadie sino tú,
o como si el amor, bajo tu forma
(con tu browning 9 mm y tu traje-fatiga)
fuera para mí lo único real esa noche
en Bluefields





EN EL EXTRANJERO

Cuando viví en Venezuela
durante varios años
almorcé casi siempre
en restaurantes
y mientras el camarero pedía la orden
miraba a distancia autopistas construidas a varios niveles,
estacionamientos inmensos
y más lejos
algún lote baldío
con el monte crecido, abandonado.
Me sorprendía ver hombres
                              corriendo, pálidos, sudorosos
entre los autos, por la carretera.
Pensaba:
cuando regrese a mi país
todo esto será
como las escenas filmadas
en cinemascope.

Ahora estoy en Costa Rica
y veo
autopistas aéreas, lotes vacíos
estacionamientos amplios
mujeres y hombres en pantaloneta corriendo
entre el monóxido
y yo
como en cualquier ciudad del mundo,
en una mesa
sola,
          sola,
esperando al camarero.

(Poemas del libro: Toda una vida, Editorial Costa Rica, 2007.)





Todos los años 

Todos los años 
pienso que seremos 
otros 
que no habrá 
hojas secas 
ni otoños, 
largos inviernos; 
que correremos 
de la mano 
viajando 
riendo 
olvidados del hogar 
y que me mirarás 
por primera vez 
en mucho tiempo 
y sbremos del color 
y la expresión 
y los modos de los dos 
y que esta vez 
mi corazón 
sentirá la luz, 
el calor 
las ramas moviéndose 
y la causa del sol. 



Cuántas veces 

Cuántas veces 
atravesaste el parque 
despacio 
con un libro y 
cuántas otras parejas 
se enamoraban despreocupadamente 
tocándose 
besándose 
olvidados 
bajo un viento 
como de lluvia. 
Todas las cosas 
pasaron 
como un cantar 
que siempre oigo 
como la hora del reloj 
cansado 
y grande. 
Entonces 
recogí mis cuadernos 
entre las hojas 
y me fuí 
porque sé 
que a esas horas 
tú ya no vienes 
y el parque 
está casi morado 
a causa de la noche. 

De: (El libro de Volumnia) 




Guerrillero 

Ni la pérdida de los estudios 
ni el recordar la película 
vista junto a otros 
ni los libros de Quiroga 
en la noche 
nada 
vale lo que tú. 
En la montaña 
pareces un lucero 
que se expande. 
Yo toco la guitarra 
 sola 
en altas horas de la noche 
para recordarte 
y así mi corazón 
se une 
contigo 
como si el canto fuera 
una sencilla manera 
de encontrarte. 




S.H. 

La neblina cubre las formas naturales de la colina. 
Emerge y se desliza plomiza después de la tormenta. 
En medio de esta escena, 
como un barco flotando, 
encendiendo y apagando sus lucecitas rojas 
para avisar que existe, que está ahí acercándose a la costa, 
se presenta en mi mente 
 tu imagen 
en esta oscura tarde de invierno, 
 en esta terrible soledad. 
¿Estarás tú acercándote a alguna costa? 
¿Serán las lucecitas rojas el destello de tus profundos ojos, 
azules, azulísimos, cuyas pupilas elevas por encima del cristal 
para poder leer? 
Sólo hay una explicación: 
esta neblina es la misma que vimos juntos 
y el barco es el mismo que me señalaste en la bahía cargando trigo. 
Lo que no entiendo es el asunto de tus ojos 
 irradiando, 
los cuales, toda vez que quise acercarme a ellos 
para mirarlos, 
sobrevolaron húmedos a mi entorno 
y se posaron en el plato de comida, 
el vaso de agua pura, el libro, 
la taza de café. 




Imagen 

Tu casa parece un monasterio 
ubicado en pleno centro de Washington. 
Y tú el monje de ese monasterio. 
Un verdadero monje 
lacerado por la terrible soledad. 
Como si fueras un trapense 
dejado llevar por la tentación de los demonios 
llegaste hasta la pequeñísima playa de Seattle 
y entraste al frío mar 
buscando piedras de colores en la arena. 
Así pude ver tus pies 
 tus largas piernas, tus ojos grises-azulosos. 
Y ahora, cuanto te recuerdo, 
me sobreviene un sueño, profundo sueño en el que 
pierdo la cabeza y escucho 
 a lo lejos 
tu cálida voz, como de monje, explicando, preguntando, 
ajustándote los lentes. 





Arnoldo Toribio 

En el patio del Centro de Rehabilitación Gaspar García Laviana 
no había nadie, 
y cuando empezamos a hablar sobre el pasado 
me dijiste de la muchacha 
que en la Insurrección llegó a una gasolinera 
y llevaba una rosa en la mano y un pañuelo 
como contraseñas para el operativo 
(tú con tu distintivo) 
y cuando se encontraron 
ella se sorprendió porque era tu propia hermana. 
Ambos estaban en la lucha clandestina 
 y no lo sabían. 
Me platicaste, Arnoldo, de tu madre, 
cómo la golpeó la guardia hasta reventarla 
pero ella no te delató nunca 
y no lloraba para darte más valor. 
Estamos en la Revolución y tú en silla de ruedas 
por la bala que perforó tu médula 
y que no te deja caminar 
(aún tienes la bala en la columna) 
y eres alegre y optimista, 
poeta. /... 

Eres mi amigo, por eso platicamos, 
aunque dices que no te gusta recordar. 
No podré olvidar las lágrimas que vi hoy 
y que te hacían brillar más los ojos 
en la oscuridad del patio, 
porque has llorado en silencio 
mientras hablabas conmigo de tu participación 
en los entrenamientos preinsurrecionales, 
de las bombas, 
los operativos en Diriamba 
donde aún viven tus hermanos, 
donde aún vive tu mamá. 








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