sábado, 25 de octubre de 2014

JACINTO DE EVIA GONZÁLEZ [13.835]


Jacinto de Evia González  

(ECUADOR  1629-Finales Siglo XVII).
Poeta ecuatoriano, nacido en Guayaquil en 1629 y muerto, probablemente, a finales del siglo XVII. Es el más destacado poeta del barroco ecuatoriano. Después de aprender las primeras letras con su madre, siguió estudios en el Real Colegio de San Luis donde tuvo por maestro de Retórica al Padre Antonio Bastidas y Carranza, quien sembró en él la inquietud hacia la poesía. Se doctoró en la Universidad de San Gregorio en 1657, y en 1675 publicó su libro Ramillete de varias flores poéticas, recogidas y cultivadas en los primeros abriles de sus años por el Maestro Jacinto de Evia...(1675). La obra reunía poemas de Evia, del maestro Bastidas, de Domínguez Camargo y de un jesuita de nombre desconocido. El Ramillete marcó una época en la historia de la literatura de Ecuador, con sus profundas huellas gongorinas. Otros escritos de Evia fueron: El sueño del cielo (novela) y las elegías A la temprana muerte de Don Baltasar Carlos, Príncipe de España, y a la Desaparición de la Reina Doña Isabel de Borbón. También compuso varios villancicos al estilo español.








Ramillete de varias flores poéticas
recogidas y cultivadas en los primeros abriles de sus años. Por el maestro Jacinto de Evia, natural de la ciudad de Guayaquil

Túmulo Honorario, construido de sus propias virtudes, a Doña Isabel de Borbón, Reina de las Españas
     
Levantóse una vistosa Pira en las honras, que celebró la Compañía de Jesús en la ciudad de Quito, y el pedestal suyo estaba adornado con todas las virtudes, que acompañaron a nuestra Reina, de pintura muy prima, en cuerpo entero; y en las tarjetas sobre que estribaban sus plantas, iban divididos esos versos, y lugares sagrados, debidos a la diligencia, e industria de mis maestros.



VIRTUDES TEOLOGALES.

I. FIDES.

Ego lux in mundum veni, ut omnis qui credit, in tenebris, non ambulet. Ioann. 9.


Norte es la Fe, aunque en obscura llama,
   y la tuya, Isabel, fue tan entera,
   que por Astro se engasta en esa Esfera,
   con que tu Lis, ya Norte, nos inflama.

2. SPES.


Si exurgat adversum me prelium in Domino sperabo. Psal. 26.
En Dios firme arraigaste tu esperanza,
   con que tu lauro descolló frondoso;
   si al rayo de la guerra vitorioso,
   al rayo de la muerte con pujanza.



3. CHARITAS.

Ordinavit in me Charitatem. Cant. 2.
No ya por Reina mi poder me abona,
   la Caridad me ciñe la diadema;
   que si es de las Virtudes la Suprema,
   mi amante Dios la ordena por Corona. 



VIRTUDES CARDINALES.

PRUDENTIA IV.


Dic Sapientiæ soror mea est, et Prudentiæ voca amica tua. Prov. 3.
El Imperio de España gobernaste,
   Solano, si la ciencia te asistía,
   siendo asesora, que también regía
   tu gran prudencia en el mayor contraste.



IUSTITIA V.

De Cælo auditum fecit indicium, terra tremuit, et quievit. Ps. 75.
Sube Isabel Astrea generosa,
   al Sacro Empíreo con ligero vuelo,
   que el colmo no adquirió su ardiente celo,
   hasta que el Cielo consiguió gloriosa.



FORTITUDO VI.


Fortitudo, et decor indumentum eius, et videbit in die novissimo. Proverb. 31.
Si despoja, y oprime cruel la muerte
   a los vivientes, Isabel se ufana;
   pues hoy con los despojos que la gana,
   teje la gala, con que triunfa fuerte.



TEMPERANCIA VII.

Deus Temperavit corpus, ut non sit schisma in corpore. I, Cor. 12.
Dios dispuso concorde de tu Imperio
   el cuerpo, y a ti que eres cabeza,
   porque pasión no altere tu firmeza,
   te atemperó su Sumo Magisterio.



OTRAS VIRTUDES.



SAPIENTIA VIII.

Cogitavit dies antiquos, et annos æternos in mente habuit. Psalm. 76.
Águila de Austria, ingenio peregrino,
   no a la luz del saber del tiempo giras;
   pero de Dios al Sol atento miras,
   de su alto ser lo Eterno, y lo Divino. 



MISERICORDIA IX

Secundum altitudinem cæli a terra corroboranit misericordiam suam. Psalm. 102.
Murió de su piedad, más que del hado,
   porque si franca la mostró en el suelo,
   por dilatarla más se sube al Cielo,
   que es Sol que ilustra más, más remontado.



MAGNIFICENCIA X.

Magnificentiam glorie sanctitatis eius loquentur, et mirabilia eius narrabunt. Psalm. 144.
Si de Isabel admiro la grandeza,
   no en el mármol estriba su memoria,
   mas en zafir celeste su alta gloria,
   se erige ilustre, aplaude su firmeza.



MANSUETUDO XI.

Docuit mittes vias suas, Psalm. 24.
Mas ilustró a Filipo el regio pecho
   esta cordera, que el tusón glorioso,
   siendo ejemplar al menos orgulloso
   de su gran mansedumbre el menor hecho.



ELEEMOSYNA XII.

Manum suam aperuit inopi, et palmas suas extendit ad pauperes, Proverb. 31.
En pobre suelo esconde el rojo grano
   su pecho compasivo en franca palma,
   y en cambio de la espiga la alta palma
   coge, porque la gana al resto humano.



PROVIDENCIA XIII.

Attingit ergo a fine, usque ad finem fortiter, et disponit omnia suaviter. Sap. 8. 
Si de la eternidad, si de la vida,
   toca el principio, mira el fin violento,
   próvida previene aquel sustento,
   que en pan se libra a su alma esclarecida.



RELIGIO XIV.

Dilexit decorem Domus Domini, et locum habitationis gloria Illius. Psalm. 25.
Si aquí a Dios, y María en sacro bulto
   Isabel veneró del Templo al Ara,
   ya sin embozo aspira cara a cara
   venerar a los dos en mejor culto.



MAIESTAS XV.

Thronus eius, sicut Sol. Psalm. 118.
Si de Imperio mejora, es consecuencia,
   que el trono se aventaje en la escultura,
   sin aquí de sombras le formó su altura,
   allá del Sol le adorna su eminencia.



PURITAS XVI.

Ambulabit in lege Domini. Psalm. 118.
Si del tálamo, y ley en la Fe pura
   su lis no halló con licencioso paso,
   cuando a la gloria pasa del ocaso,
   de la lis le corona la blancura.


En el Certamen que se hizo en Quito, a donde se pedía se glosase esta copla a la muerte de nuestra Reina Doña Isabel de Borbón



     Llorad lágrimas vertidas,
     Enjutos ojos serenos,
     Que a fe, que no os cuesten menos
     Lloradas, que detenidas.



Glosa

Si repetís el amor,           
          Filipo de vuestra esposa,
          acción es también forzosa
          que repitáis el dolor:
          que acreditan en rigor
          quejas otra vez sentidas,
          y pues honran repetidas,
          sentid penas expresadas,
          expresad ansias lloradas,
          Llorad lágrimas vertidas.
     Lo que siente el corazón
          fieles expresan los ojos,
          si en cristalinos despojos
          aquel muestra su pasión:
          con que es cierta conclusión,
          Filipo, que por lo menos,
          si del corazón los senos
          anega al dolor, y el llanto,
          no tengáis en tal quebranto
          Enjutos ojos serenos.
     Pero si llorar flaqueza
          indica en la Majestad;
          ¿cómo a aquesta poquedad
          hoy se humilla vuestra Alteza?
          Dirá alguno, que es fineza
          de vuestro amor a lo menos;
          mas si a las lágrimas senos
          ensancha vuestro dolor,
          causaos fuerza superior,
          Que a fe que no os cuesten menos.
     Y pues Isabel ya goza
          aquel Celeste Dosel,
          enjúguese el llanto fiel
          en vuestra llama amorosa:
          pero si aún la pena ansiosa
          brota lágrimas sentidas,
          no queden por reprimidas,
          que es nube opuesta a su ardor,
          y fecundarán mejor
          Lloradas, que detenidas.




Al mismo intento

Diose en el Certamen el asonante agudo, y que discurriese sobre el sentimiento de la Ciudad de Quito, aludiendo a los montes que adornan el escudo de sus Armas.



Romance

Pastores de aquestas cumbres,
          que a Quito dan tanto honor,
         ¿dónde la rosada Aurora
          se esconde ya de Borbón?
     Si registráis de esa altura
          de la luz primer albor;
          ¿dónde los floridos rayos
          de Isabel traspone el Sol?
     Sólo contemplo, Pastores,
          en lugar de su esplendor,
          el silencio de la noche,
          de sombras la confusión.
     El gran luminar del día
          la vez que se le atrevió
          a competirle los rayos,
          fue de su luz negro horror.
     ¿Cómo la tiniebla agora
          ha tomado profesión
          del Imperio que regía
          aquel su regio candor?
     Pero si estatuas de mármol,
          os miro en tal suspensión,
          el ocaso de la muerte
          sin duda apagó su ardor.
     Dan triste seña los montes,
          gigantes desta región,
          en negros lutos que arrastran,
          y las sombras les cortó.
     Un arroyo, que en sus faldas
          corrió en despeño veloz,
          éxtasi de hielo asiste
          a asombros de su dolor.
     Las flores, que a su cristal
          copiaron su perfección,
          tristes contemplan su muerte
          en su robado color.
     Los árboles que bebieron
          la risa al salir el Sol,
          haciendo sus hojas ojos,
          en llanto se convirtió.
     Sólo el funesto ciprés
          aviva más su verdor,
          que hay quien se vista de gala,
          quizá porque otro murió.
     Pero qué triste contemplo
          de aquella gruta el horror
          el honor de aquestos montes,
          Cabildo que les rigió.
     No en repetidas querellas
          hacen de sí ostentación;
          que dolor que tiene labios,
          mucho de pena perdió.
     En lágrimas sólo vierten
          convertido el corazón,
          que amor que sale a los ojos,
          es agigantado amor.
     De negras bayetas cubren
          los rostros, ¡qué confusión!
          al vasallo que hace cara,
          como alevoso, y traidor,
     Y aunque a la lengua no fían
          alguna demostración,
          sostituyen en las obras
          desempeño, aunque menor.
     Tanta luminaria ilustre,
          tanto luciente blandón,
          voces son, que de sus pechos
          acuerdan llamas de amor.
     Sino es que sean los rayos,
          que aquesta urna selló,
          y a pesar de sus cenizas
          muestran su lúcido ardor.
     Oh Estrellas son a su pira,
          que encienden tanto farol,
          muy debido sentimiento,
          pues de Isabel murió el sol.
     Pirámides destos montes
          quisiera su compasión
          erigir a las cenizas,
          y de Isabel al honor.
     Más ilustre Mauseolo,
          más elevado Panteón,
          y más honoraria aguja
          su fe, y lealtad escogió.
     Pues erigió de su pecho,
          no sólo a la ostentación,
          pero en amor, y verdad,
          por pira su corazón.



Al mesmo asunto que el pasado


Romance

     ArribaAbajoLas dos cimas, que coronan
          de Quito el mayor blasón,
          por eminentes gozaban
          del Alba el primer ardor.
     Dando en sus claros reflejos
          al valle que le atendió,
          ejecutorias de ilustre
          con tan prevenido honor.
     Pero que presto llegaron
          a Ocaso tanto esplendor,
          pues ya es túmulo de sombras,
          si teatro fue del Sol.
     Una atezada tiniebla
          su bella luz les robó;
          mas qué mucho, si ya eclipse
          padece el Sol de Borbón.
     A los montes su firmeza
          les desquició tal dolor,
          que en tal sentimiento al monte
          no le valió su tesón.
     Y si columnas del Cielo
          se vieron en su región,
          pues vacilantes caducan,
          el Cielo también tembló.
     Si atalayas de la Aurora
          fueron el primer albor,
          ya pirámides de sombras
          el horror las construyó.
     La república de Ninfas,
          de que su verdor pobló,
          y Hamadríades, que rigen
          desde el árbol a la flor.
     Cabildo, que en paz segura
          tanta planta gobernó,
          en quebrantos de su pecho
          mostraron su turbación.
     Acentos vierten al aire,
          que el eco fiel respondió;
          que tan crecido quebranto,
          aún al risco le dio voz.
     Algún alivio su duelo
          en sus acentos logró,
          que divierte mucho el labio,
          cuando le ayuda el clamor.
     Que poca dura que tuvo,
          pues se lo ataja el dolor;
          ya titubea el aliento,
          ya su pena enmudeció.
     Y aunque se embargó la lengua,
          los ojos, y el corazón
          se ayudan, pues ellos vierten,
          lo que aqueste concibió.
     Y a tan crecidos raudales
          los acrecienta el amor,
          que las flores de sus rostros
          en tempestad inundó.
     Y por ellas se desatan
          con despeño tan veloz,
          que al prado de su tristeza
          hicieron información.
     El lirio más agraciado
          con tal nueva desmayó,
          pues le faltó la Flor de Lis
          donde él copió su primor.
     La rosa más encendida
          en nieve trocó el color,
          pues le faltó de Isabel
          púrpura que le adornó.
     Mustio el clavel se deshoja,
          porque de su rojo humor,
          al prado en sangrientas letras
          así mejor informó.
     La corona del vergel
          en la Azucena cayó,
          que es fuerza que otra se rinda,
          si cayó la de Borbón.
     El más lozano laurel
          a aqueste golpe cedió,
          que lo que el rayo no rinde
          se sujetó a este rigor.
     ¿Pero qué me admito, Cielos,
          si de la guerra faltó
          las palas que el ceñían,
          y al Orbe dio admiración?
     No hay planta en el bosque umbroso
          ni en el jardín se halla flor,
          a quien en raudal crecido
          aqueste arroyo informó.
     Que no sienta, que no gima,
          ya en el robado color,
          ya en la deshecha belleza,
          humillada su ambición.
     Mas qué mucho, si Isabel
          es Sol que les alumbró,
          es clavel, hermoso lirio,
          y azucena en su candor.
     Es la planta más lozana,
          es la rosa en su arrebol,
          de quien el prado, y las flores
          copiaron su perfección.



Al Águila Real que coronaba el Túmulo con aliño, a la Reina nuestra Señora Doña Isabel de Borbón, y a sus Armas, las Lises de Francia, que se mira van gravadas en el escudo que tenía insculpido en el pecho


Décimas

     Si en esa Pira te abrasas
          en tanta llama que inspiras,
          mal a ser Águila aspiras,
          cuando ya por Fénix pasas:
          y si el aliento traspasas
          a mejorado vivir,
          será el celeste zafir;
          mas si el Fénix acabaste,
          fue, porque al Sol te abrasaste
          de Filipo en tu morir.
     ¿Y si Fénix de tu fuego
          logras más flamante vida,
          como aquesta repetida
          en dos la contemplo luego?
          Evidencia es, que no niego,
          si estas dos cabezas miro;
          mas si a la verdad aspiro,
          esas dos tus hijos fueron
          Fénix, que renacieron,
          y por tus copias admiro.
     Si esas dos cabezas son
          tus hijos en esta empresa
          también a Filipo expresa
          de ese pecho el corazón:
          que tu Lis, dél posesión
          tuvo siempre en lo amoroso;
          mas si esto en vida es forzoso,
          ¿cómo al morir se hace ley?
          porque el gran pecho de un Rey,
          sólo es tu túmulo honroso.
     Y si es que tu pecho sella
          muerta, Filipo, esta flor,
          ¿cómo en lozano verdor
          vuelve a revivir más bella?
          Mas qué dudo, si es que en ella
          tu pecho llega a tocar,
          y es tan divino tu amar,
          que un nuevo milagro obra,
          pues vida que en sí zozobra,
          en ti llega a alcanzar.
     ¿Cómo, que brote una flor
          tu pecho? ¡prodigio es nuevo!
          pues sólo deste es renuevo
          una llama, y un ardor:
          mas no es milagro en rigor,
          cuando a tus rayos alienta,
          porque si vive a tu cuenta,
          lisonja es tu propia llama
          porque el Sol, que si la inflama
          más que la aja, la augmenta.
     Si de tu pecho el Tusón
          gloria es bien esclarecida;
          ¿cómo ahora es aplaudida
          esa Lis por tu blasón?
          Pero en esta suspensión,
          fácil consigo el acierto,
          pues que cordero le advierto,
          y por lograr su hermosura,
          le apacientas en la altura
          de esos lirios de tu huerto.



Pondérase lo ardiente de la Fe, lo crecido de la confianza en todos los sucesos que tuvo la Reina nuestra Señora: diose por ejemplar la segunda Canción de Garcilaso, que comienza: la soledad siguiendo


Canción


Entre la sombra vana
     de la humana ignorancia,
     la fe del alma al bello firmamento
     sacro esplendor se ufana,
     y aunque a grande distancia,
     con ella a Dios en sólo un pensamiento
     mira el entendimiento;
     a su luz, pues, Isabela
     abreviando del suelo
     largos espacios, se avecinda al Cielo,
     y en él contempla a Dios, a quien anhela,
     que aunque le mira atenta,
     su vista a averiguarle más se alienta.
Águila brujulea
     rayos del ser Divino,
     penetrando la niebla que retira
     aquella suma idea,
     su ingenio peregrino
     Sacramentos descubre en lo que mira,
     pues que su Fe le inspira,
     que si yace en quebranto
     España, y en dolores,
     serán espinas, que la broten flores,
     cambiando en risa su penoso llanto;
     porque su Fe eminente
     altamente de Dios en todo siente.
Ara le erige, y culto
     de su pecho en el templo,
     donde su amor ofrece sacrificio
     de Fe al sagrado bulto,
     y a impulsos deste ejemplo,
     repite en otros actos su ejercicio,
     no queda, no en indicio,
     de su Fe lo eminente,
     porque tanto se aumenta,
     que la verdad del juicio más exenta
     la consigue tan clara, y tan presente,
     que pasa a evidencia;
     tal es su Fe, tan alta su eminencia.
Antes del Sacramento,
     que el alma purifica,
     en baño amargo, en cristalino llanto,
     de Fe busca el aumento,
     sus actos multiplica;
     mas no es prodigio los aumente tanto,
     pues al misterio Santo,
     que es de la Fe el sublime,
     dispone, cuando en forma
     Dios se le comunica, y se transforma,
     cambio de amor, en que ella le redime,
     y aunque sol escondido,
     su Fe Clicie le ronda lo lucido.
Esta virtud sagrada
     hace que los progresos
     de sus gloriosas armas, y vitorias,
     no a su valiente espada,
     de su valor, no a excesos
     hoy atribuya, ni a sus altas glorias,
     más tan claras memorias
     a Dios las rinde sabia;
     que de Dios es la fuerza,
     y sólo vence aquel, a quien esfuerza,
     y el que a Dios se la niega impío, le agravia:
     ¡Oh Amazona prudente!
     con ella la altivez huellas valiente.
Ya no admiro, que el Cielo
     tan lata tu fortuna
     franquee, Isbela, al trofeo, a la proeza,
     pues gloria de tu celo
     con la de Dios es una,
     que por suya la aumenta en gran grandeza,
     y aquesa tu fineza,
     con que sabia disfrazas,
     volviendo a Dios tus hechos,
     son de tu ilustre honor claros cohechos:
     que buscar este ardid, y aquestas trazas,
     es que en ti se atribuya
     la gloria a Dios, pues la de Dios es tuya.
Canción, si diestro al blanco no he acertado,
     mi ceguedad es cierta,
     no la Fe, que a su luz todo se acierta.




Al mesmo intento, en otro certamen que se hizo en la mesma Ciudad, pidieron se glosase la copla siguiente


     Si de muertes tan sentida
     Sois vos Atropos, la que
     Causa de tal dolor fue,
    ¿Por qué nos dejáis con vida?


Glosa
 
     Menos se rindió el valor
          del gran Filipo al cuidado
          de un Imperio revelado,
          que de una muerte al dolor:
          pues que llora ya el rigor
          de la parca, que atrevida
          segó de Isabella vida;
          mas tal pena es alabada,
          si es de vida tan llorada,
          Si de muerte tan sentida.
     Ya pregunta enternecido,
          si Láquesis le robó,
          o si Cloto le cortó
          aquel estambre florido.
          Pero ya que convencido,
          de que esta, ni aquella fue,
          de la tercera a la Fe
          fía, y la voz al hablar
          le faltó, y al preguntar;
          Sois vos Atropos la que.
     Y aunque el labio enmudeció;
          pero ya el amor se alienta
          a que corra por su cuenta,
          lo que a la voz le faltó:
          Atropos se convenció
          deste delito, porque
          en ella rastro se ve
          de aquesta fatal herida,
          pues su segur atrevida
          Causa de tal dolor fue.
     Si la vida corre a cuenta
          del alma a la información,
          y si le falta esta acción
          queda del vivir exenta:
          como parca, pues sangrienta,
          robando el alma atrevida,
          de Isabel esclarecida,
          a sus vasallos, y al Rey,
          siendo al morir desta ley,
          ¿Por qué nos dejáis con vida?








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