miércoles, 29 de octubre de 2014

ENRIQUE GUTIÉRREZ ORDORIKA [13.879]


Enrique Gutiérrez Ordorika 

(Santurtzi, 1953)



La risa del perro



El pensamiento perdido
en los ojos del unicornio
reaparece de nuevo en la risa del perro 

(Vladimir Holan)



En la isla de Kampa

Con pasos tímidos recorría el Canal del Diablo aquel infeliz que dudaba entre atribuir la paternidad del primer verso al grito o la pantomima, ignorante de que, apenas a tres metros de él, habitaba el espíritu de una visión sin revelación, alguien tan fiel que se había convertido en testigo.





Lecciones

El oído quiere adivinar la altura de la nota lanzada al azar. El ritmo se encabrita como un caballo al que el poeta sujeta de las bridas. El lirismo y la historia cargan sus pistolones de duelo. El honor pasea el féretro del abisinio entre sus víctimas. La amada rompe vasos y platos en la cocina, porque los besos del escritorio no saben igual que los que le regalaste entre las hierbas. Y tú intentas, en vano, explicar que eras mucho más joven, y que a los versos, entonces, no les importaba la verdad ni la opinión de los que los leen.





Arte y Vanguardia

La tierra gravita. Las primeras palabras del sabio son: “Pon la leche en la mesa, pero no cierres ningún libro”. La obra de teatro continúa. Ya no importa si bajan el telón. La semilla ha prendido en el principio y crece contigo, porque es medular como la conciencia





Tesis

También muere un fresno para que nazca el papel blanco que va a enturbiar el poema experimental, ¿también muere el yo? El poeta teoriza en el límite del alma. Le asusta quedarse a solas con la verdad, y que la verdad no exista, y que no tenga coartada para la muerte del árbol.




Lupa y Lance

Un dios estúpido le dijo a aquel día: Amanece. La infamia puso la bala en la nuca de una mujer en la que solamente habitaba la debilidad y el recuerdo del doloroso mordisqueo con el que succionaba de sus pezones un niño al que aguardaban pacientes las aguas del Sena. Gritó “¡Madre, no he resistido tu ausencia!”, justo antes de sumergirse en la urna de arena sobre la que crecen tiernos brotes verdes.




El ángel sin alas


“Sólo dos cosas puedo hacer por ellos:
describir ese vuelo
y no decir la última palabra”. 

Wislawa Szymborska



La condena de la siembra

Rompió las tablas, renegó de la voz del oráculo, se llevó la pluma y el tintero del monje y, con irreparable angustia, se puso a escribir una elegía. Dios vengador le coló entre los renglones: “Lo bello no es más que el comienzo de lo terrible”. La realidad y la evasión, como extremos de la cuerda con la que el verdugo hace el nudo a la soga que adorna el cadalso, hicieron su propio camino. En la vereda, el desierto y la sombra del árbol de Judas, ejercieron de testigos impávidos del ramaje sin sombra...

Diez días y diez noches le llevó desandar la creación, tres más que al poderoso –los que gastó en resucitar–. Y ante la nada, la saliva no encontró espacio para expandirse.

El poeta, resignado, retrocedió dos pasos, y en el lugar reservado a las dos primeras frases del génesis escupió: “Todo concuerda en ignorarnos, quizá un poco por venganza y otro poco por esperanza inefable·. Luego enmudeció, condenándonos a la eterna siembra del odio y la venganza divina.




Rubaiyyat

Nishapur alfombró la pupila de la doncella. En su iris, sobre un almohadón desnudo, Omar tuvo que elegir: tejer un poema o...

Eligió la mujer, aunque ambos eran efímeros.





Mizar y Alcor

Dos puntos de luz brillan en el rabo de la osa que camina por el bosque del crepúsculo. Me acuerdo de aquel hombre que recordaba todas sus nostalgias. Rememoro una foto del jefe Diez Osos, ridículo con aquellos anteojos, poco antes de su muerte, y añoro los tiempos en que cabalgaba entre jinetes con lanzas que rasgaban el cielo, y había más bisontes que estrellas en el firmamento, y mi caballo era un sueño, y la pradera fantasía, y las heridas copulaban con cimitarras turcas y flechas comanches, y el invierno era joven y esperaba resurrección.




Abril

La muerte está de ronda, ve la marca en la puerta y se salta tu portal. La hoja de la guadaña deja un rastro de roña sobre la cuna. El paisaje permanece inmutable. Los días continúan. En la habitación azul, el ángel supervive sin alas. ¡Por qué esta falsa piedad! ¡Por qué esta condena a tanta inocencia! ¡Por qué te esquiva la muerte!




Sin norte ni sur


Allí donde hay amor, allí en las aspas
Mismas de las estrellas me embistieron

José Martí



Vivimos tirando

La tarde ha enviudado, razón tenían las ventanas, el hogar es lugar para los inviernos… Llueva o no llueva, no hay nada que hacer, la ropa seca sigue plegada en el armario. A resol tocan las notas del silábico crucigrama. A pesar de los pesares, enlutados, seguimos viviendo… ¿Qué tal, por ustedes? Nosotros vamos tirando, aunque a nadie decimos que de nuestro cadáver. Soportamos días que pesan como muertos, por no enterrarlos. Sobrellevamos penas decididos a sepultarlas en una sola lápida. Idiotas… Nos aferramos a una sola vida por no asistir dos veces a nuestro entierro como los gatos.




Reflexión del pobre abandonado

Para que voy a arreglar las tejas de mi tejado, si llueve siempre en mi cara por las ventanas de mis ojos.




Hoy es un día feliz: Televida

En casa se cuela el poema y estamos como para llover de los enchufes. Cubiertas las sillas de polvo, las decimos ocupadas. ¡Qué recite a los felpudos! Desde la invención de las bombillas no nos hemos abrigado con el manto de la noche. ¡Cómo para rememorar recuerdos! Beba de la fuente, mientras yo descorcho los anuncios. Ah! si es usted zapatero eche una suela a la ternura, se desgasta. No, no digo nada. Repito el mensaje del hombre del tiempo. Me gusta su corbata. No grite ni amenace… Aquí nadie muere, son dibujos animados. El vecino sí, salió a la calle sin antena. Algún final tenía que ser triste. Aunque sigue por capítulos, y a lo mejor, al final, le dan otro papel. ¿Qué…? Cállese, hoy es un día feliz: alguien ha acertado la quiniela...





Veneno

El veneno le dijo al difunto: Cuidado con el veneno. Y le dio la cuchara.





Avisos

Amigos, quiebran los tejados húmedos los mocos de las lluvias. No hay barrizal en los paisajes, es camino que edifica suelo en los zapatos. No es a cántaros la coz de estos avisos… Es un mar el que ha caído en una gota para desbordar, según algunos, un vaso.





Sin norte ni sur

Plagio quimeras por horas, debajo deposito los ladrillos. Edifico, pronto y firme, muros sin anuncios. Hoy o mañana cambiaré el norte, mañana o pasado mañana el sur. He encontrado un mapa que no admite cordilleras, millón y medio de estómagos que pasan de geografías. Tan sólo pregunté: Hombre ¿a dónde vas y a dónde vienes? “A trabajar donde trabajan”, responden. Y me doy cuenta que todos venimos del mismo lugar y vamos al mismo sitio. Somos hijos de una patria de destierros, razón suficiente para modificar puntos cardinales.





El ladrillo

El ladrillo que corrió a verme, fue cinco veces destruido, dos levantado y tres vagabundo entre barricadas... Fue muro de huerto, solar de manzanos, preso de cárcel, vía de escape y hoja de poemas solitarios. El ladrillo que vino a verme, fue ladrillo y es bastante...





Pensamiento

Hoy me he dado cuenta de que soy un individualista. Me pican las multitudes... A pesar de todas mis quejas estoy muy cerca del mundo de los "sabios". Embalsamado en papel de cebolla, razono como las momias, tengo razón pero no razones; estas pertenecen a los "ignorantes", que son masas… No sabios si no sabidurías...







El sembrador de huecos


Y el cincel, tirado en el último cajón de madera, se ha olvidado de la queja de la piedra. ¡Oteiza! Mira como lloran los menhires. El peso del cuerpo rocoso les anuda a la tierra ...
"Hay cosas que no pueden llevarse a la escultura
el odio por ejemplo".

Jorge Oteiza (Existe dios al noroeste)


Preámbulo

Con una ventana a cuestas, canción del imposible, fuimos haciendo hueco en la boca del infierno.




Poema a las dimensiones

Conozco a un hombre horizontal que abrocha los botones de las páginas, para no pisar con los pliegos los bordes de los lazos. No dice apenas nada y no es viento. Y conozco a un hombre vertical que llama pies a los sonidos guturales, para no enredarse en teorías y sólo andar caminos. Dice apenas todo y ya está muy lejos, no es horizonte. Y conozco a un hombre punto, fino y resbaladizo como la hoja de un cuchillo, que quiere ser clavo o corazón para el eje de un molino. Digan o no digan, da vueltas y vueltas como una trompa y no es tiempo. La célebre carrera

El tren esperaba la llegada del caracol para iniciar aquella célebre carrera. Ganó el tren, dijeron los neutrales. Pero el caracol llegó a la hora y los que iban en el tren maldecían su retraso.




La queja de la piedra

En el salado trago de la espuma, la ola desnuda tapa el agujero de la playa. Y el cincel, tirado en el último cajón de madera, se ha olvidado de la queja de la piedra. ¡Oteiza! Mira como lloran los menhires. El peso del cuerpo rocoso les anuda a la tierra. Añoran la mano del sembrador de huecos para, livianos, levantar vuelo y besar la magia oscura que oculta, en la mentira del reflejo, la luz de las estrellas.




Izan (Ser)

Fuimos a la noche descalzos sin mirar atrás. Fuimos convencidos de la luz de las estrellas. Un atuendo viejo inspiraba lo que no veíamos a lo lejos. Teníamos los ojos agrietados de tanto volver envueltos en polvo. Nunca dijimos que una palma de la mano fuese una planicie infinita. Tampoco pensamos que el mundo terminara hoy. Por mencionar un día que no fuera fantasioso.




Teníamos cien ojos

Teníamos cien ojos, como perlas empolvados. Mirando. Mirando. Teníamos cien ojos, rateros feroces, para los porqués silenciosos de las cosas nuevas. Pero ellos tuvieron honorables maestros. Un interruptor que apagó nuestros ojos.





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