miércoles, 1 de octubre de 2014

CARLOS GAGINI [13.515]


Carlos Gagini

Carlos Gagini (San José, Costa Rica 1865-1925). Narrador, dramaturgo, poeta y filólogo costarricense. Desde joven adquirió una sólida cultura, de tipo materialista y positivista como era frecuente en su tiempo; fue básicamente un autodidacta. Realizó estudios lingüísticos del castellano, de las lenguas clásicas y de las lenguas aborígenes.

Considerado como uno de los intelectuales centroamericanos más relevantes de su tiempo, formó parte de esa brillante generación de escritores que forjaron los primeros peldaños de la literatura nacional de Costa Rica (entre los que se contaban, además del propio Carlos Gagini, el poeta Aquileo J. Echeverría y su primo, el narrador costumbrista Manuel González Zeledón, junto a otros autores tan relevantes como José María Alfaro Cooper, Jenaro Cardona y Ricardo Fernández Guardia).

Hombre de acusada inclinación humanística, Carlos Gagini compaginó a lo largo de toda su vida la creación literaria con la dedicación a la docencia y la actividad investigadora dentro del ámbito lingüístico, en el que se consagró como uno de los filólogos más relevantes de su joven nación. Fue, en efecto, dentro de este importante ámbito de estudio el primer investigador costarricense que se preocupó por las lenguas indígenas y el lenguaje vernáculo del pequeño país centroamericano, y, desde esta labor de pionero, dio a la imprenta a finales del siglo XIX un valioso e interesante Diccionario de barbarismos y provincialismos de la República de Costa Rica (San José: Tipografía Nacional, 1892), obra monumental que, al cabo de casi treinta años, constató su riqueza y vigencia por medio de una segunda edición corregida y aumentada por el propio autor, prologada por un estudio del gran filólogo colombiano Rufino José Cuervo, y publicada ahora bajo el elocuente título de Diccionario de costarriqueñismos (San José: Imprenta Nacional, 1919).

Si importante fue esta dedicación de Carlos Gagini a la investigación lingüística, no menos relevante y destacada fue su labor como polemista y animador cultural, que le llevó a distinguirse por su vehemencia en uno de los debates culturales más ricos y enconados de la historia de su nación. En efecto, hacia 1894 surgió en Costa Rica la polémica entre quienes propugnaban la necesidad de forjar una literatura específicamente costarriqueña (es decir, de sumarse desde la parcela literaria a esa consolidación -que por entonces comenzaba a fraguar- de la identidad nacional costarricense), y quienes defendían la apertura de las Letras de la pequeña república centroamericana hacia otros horizontes mucho más lejanos (y situados casi siempre en Europa). Entre los primeros, sobresalió por su entusiasmo Carlos Gagini, quien creyó ver la especificidad de lo costarriqueño en un alejamiento de los modelos extranjeros y, en consecuencia, una indagación profunda en los temas y asuntos propios del país; entre los segundos, destacó Ricardo Fernández Guardia, quien sostuvo lo contrario en una agria polémica mantenida con Gagini en las páginas de los medios de comunicación más difundidos del momento.

Pero, por encima de su obra filológica y de su papel de animador cultural, el autor de San José brilló con singular fulgor por sus escritos de creación literaria, en los que puso en práctica las ideas que había defendido contra el aperturismo europeizante de Fernández Guardia. Hombre de acusada vocación literaria, Carlos Gagini cultivó con acierto casi todos los géneros que estaban en boga en su tiempo, y pronto se alzó con un merecido reconocimiento literario dispensado, a partes iguales, por los lectores y la crítica de su país. En su faceta de dramaturgo, en 1900 estrenó con notable éxito el drama titulado El marqués de Talamanca, una curiosa pieza teatral en la que partía de las informaciones brindadas por antiguos cronistas coloniales para adentrarse en una brillante intriga política traspasada por un asunto de honor que desencadena toda la acción dramática. Considerado uno de los iniciadores de la escritura teatral costarricense, Gagini fue autor también de algunas comedias de notable interés, muy aplaudidas por el público centroamericano de los últimos años del siglo XIX y el comienzo de la siguiente centuria. En estas piezas, coherente con su propuesta de elaborar una literatura nacional a partir de la tradición autóctona, Carlos Gagini se orientó decisivamente hacia el costumbrismo, en una dirección paralela a la adoptada, dentro de la prosa de ficción, por el ya citado Manuel González Zeledón ("Magón"). Estas obras teatrales fueron llevadas a la imprenta cuando estaba a punto de cumplirse el centenario del nacimiento del Gagini (Teatro [San José: Ed. Costa Rica, 1963]).

También fue prosista de éxito, con una amplia colección de cuentos y relatos en los que, junto a esa vertiente costumbrista, frecuentó además otras corrientes estilísticas y temáticas, desde un romanticismo ya ciertamente trasnochado hasta el relato realista de honda preocupación social, pasando por una veta de misterio y aventura que recuerda, en ocasiones, los escritos de algunos de esos autores europeos cuya influencia pretendía negar el escritor de San José, como el francés Julio Verne y el británico Arthur Conan Doyle. La mayor parte de estos relatos de Carlos Gagini vieron la luz entre las páginas de dos volúmenes recopilatorios, publicados con más de veinte años de distancia: Chamarascas (San José: Imprenta María V. de Linares, 1898) y Cuentos grises (San José: Imprenta Falcó y Borraé, 1918). Muchos años después de su muerte vio la luz una edición de todos estos escritos suyos comprendidos dentro del campo de la narrativa breve, publicada bajo el título genérico de Cuentos (San José: Ed. Costa Rica, 1963).

Pero no sólo cultivó la narrativa breve dentro del género de la prosa de ficción, ya que también realizó tres meritorias incursiones en el complejo ámbito de la novela: El árbol enfermo (San José: Imprenta Trejos, 1918), La caída del águila (Id. Id., 1920) y La sirena (Id. Id., 1918). Como novelista, Carlos Gagini se distinguió por su discurso nacionalista y antiimperialista, firmemente comprometido con la política de los gobiernos más refractarios a la constante injerencia norteamericana en todo el territorio centroamericano.

En su condición de poeta, el escritor de San José dio a la imprenta un volumen de versos titulado Vagamunderías (Id. Id., 1925).



CARLOS GAGINI Y EL ROMANTICISMO EN COSTA RICA
POR MARIA EUGENIA ACURA M.
Universidad de Costa Rica
(Fragmentos)


Gagini, de veinte años, escribe una de sus primeras poesías, titulada <<Costa Rica>>, canto de exaltación a los valores patrios, a la belleza de la naturaleza costarricense y a sus productos. Este poema presenta un núcleo significativo semejante al de la oda de Bello <<La agricultura de la zona tórrida>>. Coinciden los poemas en el tono elegíaco, de exaltación del yo lírico que enumera las bondades de la tierra que admira, asi como la
libertad y el progreso.


Bello dice:

Tú tejes al verano tu guirnalda
de granadas espigas; tú la uva
das a la hirviente cuba.
No de púrpura flor, o roja, o gualda
a tus florestas bellas
falta matiz alguno, y bebe en ellas
aromas mil el viento
y greyes van sin cuento.


El poema de Gagini:


Aquí nunca se sienten los rigores
del invierno aterido: con sus flores
se adorna Primavera todo el año;
aquí consorcio extraño
forman vecinas en vergel florido
las plantas orientales más preciadas
con las que siempre en número crecido
poblaron estas vegas encantadas.



Este parecido con la poesía de Bello se mantiene en varios de los poemas del costarricense; no es una casual coincidencia, sino admiración y, en parte, imitación del gran escritor venezolano. El amor por la tierra es una constante en su obra lírica; en el poema <<Tico>>, el yo lírico describe el ambiente así:



En ordenada hueste los cafetos
alfombran la extensión de la campiña
y en sus ramas, cual sartas de granates,
las ya maduras bayas se arraciman.
Las sedosas banderas de los plátanos
cortan a trechos las correctas filas
y el tabaco y las frescas chayoteras
los troncos de los árboles cobijan.



El panorama histórico influye, indiscutiblemente, en Gagini, quien evoluciona hacia una expresión poética de mayor contenido social. Es el momento del antinorteamericanismo, que literariamente se resuelve, en algunos casos, en criticas moderadas, en otros radicales, como se manifiesta en su poema <<A la independencia de Centro América>, en el que expresa:



iDespierta Centro América, despierta!
El Aguila del Norte en tu divino
cielo aparece con la garra abierta
para hundirla en el pecho del latino. 
¿Y su presa has de ser pueblo caduco?
¿Y aceptas resignado tu destino
con la vil mansedumbre del eunuco?



Los escritores, y Gagini no es la excepción, son los grandes admiradores de Francia, aunque vuelven los ojos a ella un poco tarde, y más tardíamente aún los costarricenses. Gagini, en su poema <<Europa>>, expresa esa admiraci6n:



Por eso Francia aislada, aborrecida,
representa el Progreso; y los satélites
de Europa coligada, la Edad Media
que se alza contra el siglo diez y nueve.


En cuanto a la influencia española, es evidente en sus poemas la huella de Bécquer, no sólo en cuanto a la temática, por lo demás clarísima, sino en aspectos formales:


En <<iAdiós!> expresa:

iYa nunca volverán tus bellos ojos
a reflejar mis húmedas pupilas
ni me darán consuelo en mis enojos
tus miradas tranquilas!
¡Ya nunca volveré a causarte agravios
de mi loca pasión en los excesos,
ni aguardes en las rosas de tus labios
mis adorados besos!.




En el poema <Sueños es evidente la imitación de Bécquer y de algunos tópicos románticos:



Soñé que venturoso al lado tuyo
envuelto en el fulgor de tus miradas
besaba delirante
tu negra cabellera perfumada:
soñé que entre mis brazos
tu cuerpo angelical aprisionaba
y besaba tu frente, que da envidia
a la azucena pálida:
soñé que un mismo amor ardiente, inmenso,
en nuestros corazones se anidaba,
y que tú eras para siempre mía,
y puesto de rodillas te adoraba.




Los rasgos románticos mas importantes que se pueden señalar en la poesía de Gagini son: valoración estética de lo individual y subjetivo, versión de la rebelión individualista que preconiza el racionalismo. Esta se lleva a cabo de diferente manera: el yo entra en contacto directo con un tú inasible, inalcanzable:



iPor qué en la vida la ilusión más bella
no se llega jamás a realizar
y la dulce ventura que soñamos
se escapa a nuestro afán? (...)
iPor qué siempre en ti he encontrado
como valla invencible tu frialdad
y ¿por qué si ese amor es imposible
no te puedo olvidar?.


O bien el yo se agranda y se convierte en objeto de la expresión:


Hoy ya la fantasia
No vuela como inquieta
Traviesa mariposa
Que va de flor en flor;
Ni tiene luz la luna
Ni aroma la violeta
Ni vaga cual vagaba
La mente del poeta
Cantando las divinas
Dulzuras del amor.


Su poesia <<El arte> valora el oficio de poeta, alaba la condición humana, que es principalmente emoción, sentimiento, sobre razón:


... mas, ¿qué belleza natural podría
nunca igualar el pensamiento humano
cuando en alas de ardiente fantasía
el país del sueño se dilata?
El arte es uno: en mármol o en colores
en acorde o palabra
sus ideales el artista labra
y ciñe de inmortales resplandores.
¿Qué importa el material, si la luz viva
del genio dejan en él su eterno rastro?.



Otro aspecto importante es que no se puede ver la producción poética del escritor costarricense como hija de su deseo de versificar únicamente. Sí existe en él una conciencia creadora, un conocimiento de las corrientes culturales del momento y un deseo de imitar los rasgos sobresalientes del romanticismo.






Cuando a serios estudios, consagradas
penetren de la ciencia en los arcanos
y rompan esos lazos inhumanos
con que el hombre las tiene esclavizadas.

Cuando en otros principios educadas
conquisten sus derechos soberanos
y el porvenir se labren con sus manos,
con sus manos callosas pero honradas.

Cuando dejen de ser las voluptuosas
bestias de amor, para el placer vendidas.
Cuando más ilustradas y afanosas

no puedan en la lucha ser vencidas,
¡para los ricos faltarán queridas,
para los pobres sobrarán esposas!










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