jueves, 11 de septiembre de 2014

RICHARD BLANCO [13.279]


Richard Blanco

Richard Blanco (nacido en Madrid, el 15 de febrero de 1968) es un poeta, orador, autor e ingeniero civil estadounidense. Ha sido el quinto poeta que ha leído una de sus obras en la segunda investidura del presidente Barack Obama. Fue el primer inmigrante, el primer latino, la primera persona abiertamente gay y la más joven en ser el poeta en la investidura de un presidente de los Estados Unidos.

Blanco nació en Madrid el 15 de febrero de 1968 y emigró con su familia, exiliados cubanos, a Miami, donde creció y se educó. En la Universidad Internacional de Florida consiguió su bachiller en Ingeniería cvil en 1991 y su Máster en Bellas Artes en Escritura creativa en 1997, donde estudió con Campbell McGrath. Visitó Cuba una vez como adolescente.




Blanco leyendo su poema «Un hoy» (en inglés One Today) en la segunda investidura presidencial del presidente Barack Obama en 2013

Desde 1999 ha viajado y vivido en Guatemala y Brasil. Ha enseñado en la Universidad de Georgetown, la Universidad Americana, la Universidad Estatal de Connecticut Central y el Writer's Center.

Exploró su herencia cubana en sus primeras obras y su papel como hombre gay en la cultura cubanoestadounidense en Looking for the Gulf Motel (2012; «Buscando el Motel Golfo»). Lo explicó de la siguiente forma:

It's trying to understand how I fit between negotiating the world, between being mainstream gay and being Cuban gay. Es tratar de entender cómo encajo entre moverme en el mundo, ser un gay normal y ser un gay cubano.
Según la revista Time, Blanco «considera la cohorte más conservadora y extremista de la generación de sus padres [...] con escepticismo.» El escritor John Dolan ha criticado su estilo, calificando su obra de «pura poesía identitaria, falta de un sólo pensamiento extraviado o de un giro original.»

Su obra ha sido editada en The Nation, Ploughshares,8 Indiana Review, Michigan Quarterly Review, TriQuarterly Review, New England Review y Americas Review. Blanco forma parte del proyecto en línea Letras Latinas, un archivo de historia oral.

El 8 de enero de 2013 fue nombrado «poeta inaugural» para la segunda investidura Barack Obama, el primer inmigrante, el primer latino, la primera persona abiertamente gay y el más joven poeta en leer su obra en la investidura de un presidente de los Estados Unidos. Se le pidió que compusiese tres poemas entre los que los funcionarios encargados de la investidura elegirían uno. Tras leer sus poemas, Blanco comentó a su madre: «Bueno, mamá, creo que finalmente somos americanos.» El poema que leyó, «Un hoy» (en inglés One today) ha sido descrito como «un poema humilde, modesto, uno presentado a una audiencia nacional como un regalo de camaradería y en el contexto de la cultura política, pop y de los medios de comunicación, una tranquila afirmación de que la poesía merece un lugar en nuestros pensamientos en este día concreto y todos los días». Otros lo caracterizaron como una «rara ruptura con la formalidad de la ceremonia que trajo la tarde» y la valoraron como «En conjunto, el poema tiene éxito, el arte con la intención de orientar, de reafirmar la identidad colectiva en un momento de tragedia reciente. Es una pieza optimista, cuidadosa, que pretende animar, un bálsamo.» Blanco tenía previst publicar los tres poemas que compuso para el evento, lo que llevó a cabo con la publicación de For All of Us, One Today («Para todos nosotros. Un hoy») el 19 de noviembre de 2013, donde también relata su experiencia creando los poemas encargados. Incluye las versiones en inglés y español de «Un hoy», junto con los poemas «Mother Country» («Madre patria») y «What We Know of Country» («Lo que sabemos de country»).

En mayo de 2013, Blancó escribió y leyó un poema para el Boston Strong Benefit Concert. Un panfleto con el poema fue publicado. Los beneficios de la venta del panfleto fueron para la organización One Fund, que ayuda a las víctimas del atentado de la maratón de Boston.18 Además, ha escrito y leído ocasionalmente poemas para organizaciones como Freedom to Marry, los premios Tech de Silicon Valley y los premios Fragrance en el Lincoln Center.19

Vive en Bethel (Maine) con su pareja. En su poema «Queer Theory, According to My Grandmother» («Teoría queer según mi abuela»), describe como su abuela le advirtió de niño: «Por Dios, nunca mees sentado [...]/ Te he visto» y «No te quedes mirando a El hombre nuclear. / Te he visto.» y «Nunca bailes solo en tu habitación.»20 Cuando se le preguntó el 7 de mayo de 2012, en una entrevista con La Bloga, si se consideraba un escritor cubano o simplemente un escritor, Blanco respondió: «Soy un escritor que casualmente es cuando, pero me reservo el derecho a escribir sobre cualquier cosa que quiera, no sólo sobre mi identidad cultural. Estética y políticamente, no me alineo exclusivamente con un grupo en particular —latino, cubano, gay o "blanco"— sino que acepto a todos. Buena escritura es buena escritura. e gusta lo que me gusta.»

Premios y honores

1997: Premio de poesía Agnes Lynch Starrett
1997: Beca del Art Council de Miami Beach
1999: Beca Individual Artist de Florida
2000: Beca John Ciardi de la Bread Loaf Writers' Conference
2002: Beca Ronald D. Bayes Writer-in-Residence del St. Andrews College
2003: Beca residente del Virginia Center for the Creative Arts
2006: Beca Individual Artist de Florida
2006: Premio PEN Open Book (anteriormente conocido como premio Beyond Margins) por Directions to the Beach of the Dead22
2007: Beca Artist de Florida23
2013: Premio Thom Gunn de poesía gay por Looking for the Gulf Motel
2013: Premio Literario de Maine de poesía por Looking for the Gulf Motel
2013: Beca visitante Woodrow Wilson
2013: «Poeta inaugural» de los Estados Unidos
2013: Premio de poesía Paterson
2013: Doctor honoris causa por el Macalester College
2014: Doctor honoris causa por el Colby College
2014: Doctor honoris causa por la Universidad de Rhode Island

Obra

City of a Hundred Fires. University of Pittsburgh Press. 1998. ISBN 978-0-8229-5683-9.
«Last Lines; Mother Picking Produce; What Las Palmas Mean:; Last Night in Havana; Tia Olivia Serves Wallace Stevens a Cuban Egg». Beltway Poetry Quarterly 5 (1). Winter 2004.
Nowhere But Here. Hill-Stead Museum. 2004. ISBN 978-0-9744245-1-4.
Directions to the Beach of the Dead. University of Arizona Press. 2005. ISBN 978-0-8165-2479-2.
Looking for the Gulf Motel. University of Pittsburgh Press. 2012. ISBN 978-0-8229-6201-4.
One Today. University of Pittsburgh Press. 2013. ISBN 978-0-8229-6251-9.
Boston Strong. University of Pittsburgh Press. 2013. ISBN 978-0-8229-6275-5.
For All of Us, One Today. Beacon Press. 2013. ISBN 978-0-8070-3380-7.
Antologías[editar]
Michael Collier and Rita Dove, ed. (2000). The Best American Poetry 2000. University Press of New England. ISBN 978-0-74320-033-2. poetry anthology
Michael Collier, ed. (March 1, 2000). The Bread Loaf Anthology of New American Poets. Bread Loaf Writers' Conference/Middlebury. ISBN 978-0-87451-964-8. poetry anthology
Gerald Costanzo and Jim Daniels, ed. (2000). American Poetry: The Next Generation. Carnegie Mellon. ISBN 978-0-88748-343-1. poetry anthology
David Lehman, ed. (April 2003). Great American Prose Poems: From Poe to the Present. Scribner Book Company. ISBN 978-0-7432-4350-6. poetry anthology
Legitimate Dangers: American Poets of the New Century. Sarabande Books. 2006. ISBN 978-1-93251-129-1. poetry anthology
Michael Montlack, ed. (2009). Divining Divas: 100 Gay Men on Their Muses. University of Wisconsin Press. ISBN 978-0-299-23120-0., essay anthology
Ilan Stavans, Edna Acosta-Belén, Harold Augenbraum, María Herrera-Sobek, Rolando Hinojosa, Gustavo Pérez Firmat, ed. (2011). Norton Anthology of Latino Literature. W. W. & Norton Company. ISBN 978-0-39397-532-1., poetry anthology
Michael Montlack, ed. (2012). Divining Divas: 100 Gay Men on Their Muses. Lethe Press. ISBN 978-1-59021-383-4., poetry anthology
Jim Elledge and David Groff, ed. (2012). Who's Yer Daddy. University of Wisconsin Press. ISBN 978-0-29928-940-9., essay anthology





“One Today”
 Introducción y traducción: Jairo Araya Barrantes

Un hoy

Un sol se alzó sobre nosotros hoy, encendido sobre nuestras costas,
asomándose sobre la cordillera de las Smokies, saludando las caras
de los Grandes Lagos, difundiendo una simple verdad
a través de las Grandes Llanuras, luego cargándose a través de las Rocosas.
Una luz, despertando techos, debajo de cada uno, una historia
contada por nuestros gestos silenciosos moviéndose detrás de las ventanas.

Mi cara, tu cara, millones de caras en los espejos de la mañana,
cada una bostezando a la vida, aumentando en crescendo en nuestro día:
autobuses escolares color de lápiz amarillo, el ritmo de las luces del tráfico,
puestos de frutas: manzanas, limas y naranjas dispuestas como los arco iris,
rogando por nuestra alabanza. Plateados camiones pesados con aceite o papel;
ladrillos o leche, pululando sobre las autopistas junto a nosotros,
en nuestro camino a limpiar mesas, leer libretas o salvar vidas;
a enseñar geometría o cobrar abastos en la caja como lo hizo mi madre
durante veinte años, para que yo pudiera escribir este poema.

Todos nosotros tan vitales como la única luz por la que nos movemos,
la misma luz en las pizarras con lecciones para el día:
ecuaciones por resolver, historia por ser indagada o átomos imaginados,
el “tengo un sueño” que seguimos soñando,
o el vocabulario imposible de tristeza que no logra explicar
los pupitres vacíos de los veinte niños marcados como ausentes
hoy y para siempre. Muchas oraciones, pero una luz
respirando color en las vidrieras,
vida en los rostros de las estatuas de bronce, calor
sobre los pasos de nuestros museos y bancas del parque
mientras las madres ven a sus hijos deslizarse por el día.

Un suelo. Nuestro suelo, que nos arraiga a cada tallo
de maíz, todas las espigas de trigo sembradas por el sudor
y las manos, manos recogiendo carbón o plantando molinos de viento
en los desiertos y colinas que nos mantienen calientes, manos
excavando zanjas, dirigiendo tuberías y cables, manos
tan desgastadas como las de mi padre cortando caña de azúcar
para que mi hermano y yo pudiéramos tener libros y zapatos.

El polvo de granjas y desiertos, ciudades y llanuras
mezclado por un viento: nuestra respiración. Respiración. Escúchala
durante el precioso estrépito del día de taxis tocando la bocina,
autobuses lanzándose por las avenidas, la sinfonía
de pasos, guitarras, trenes subterráneos chillantes,
la canción inesperada de un ave en tu tendedero.

Escucha: columpios rechinantes en parques infantiles, trenes silbando
o susurros a través de mesas de café. Escucha: las puertas que abrimos
uno para el otro todo el día, diciendo: hello, shalom,
buon giorno, howdy, namaste o buenos días
en el idioma que mi madre me enseñó: en todos los idiomas
hablados en un viento que lleva nuestras vidas
sin prejuicios, como estas palabras que salen de mis labios.

Un cielo: desde que los Apalaches y las Sierras reclamaron
su majestad, y el Misisipi y el Colorado labraron
su camino hacia el mar. Gracias a la obra de nuestras manos:
tejiendo acero para puentes, terminando un informe más
para el jefe a tiempo, cosiendo otra herida
o uniforme, la primera pincelada de un retrato,
o el último piso de la Torre de la Libertad
adentrándose en un cielo que cede ante nuestra resiliencia.

Un cielo, hacia el cual a veces levantamos nuestros ojos
cansados del trabajo: algunos días previendo el estado del tiempo
de nuestras vidas, algunos días dando gracias por un amor
que nos corresponde, a veces elogiando a una madre
que supo cómo dar, o perdonando a un padre
que no pudo darte lo que querías.

Nos dirigimos a casa: a través del brillo de la lluvia o del peso
de la nieve, o el rubor ciruela del anochecer, pero siempre: a casa,
siempre bajo un mismo cielo, nuestro cielo. Y siempre una luna
como un tambor silencioso golpeando ligeramente cada techo
y cada ventana, de un país —todos nosotros—
de frente a las estrellas
esperanza —una nueva constelación
esperando a que nosotros tracemos su mapa,
esperando a que le demos un nombre —juntos.



One Today

One sun rose on us today, kindled over our shores,
peeking over the Smokies, greeting the faces
of the Great Lakes, spreading a simple truth
across the Great Plains, then charging across the Rockies.
One light, waking up rooftops, under each one, a story
told by our silent gestures moving behind windows.

My face, your face, millions of faces in morning’s mirrors,
each one yawning to life, crescendoing into our day:
pencil-yellow school buses, the rhythm of traffic lights,
fruit stands: apples, limes, and oranges arrayed like rainbows
begging our praise. Silver trucks heavy with oil or paper—
bricks or milk, teeming over highways alongside us,
on our way to clean tables, read ledgers, or save lives—
to teach geometry, or ring-up groceries as my mother did
for twenty years, so I could write this poem.

All of us as vital as the one light we move through,
the same light on blackboards with lessons for the day:
equations to solve, history to question, or atoms imagined,
the “I have a dream” we keep dreaming,
or the impossible vocabulary of sorrow that won’t explain
the empty desks of twenty children marked absent
today, and forever. Many prayers, but one light
breathing color into stained glass windows,
life into the faces of bronze statues, warmth
onto the steps of our museums and park benches
as mothers watch children slide into the day.

One ground. Our ground, rooting us to every stalk
of corn, every head of wheat sown by sweat
and hands, hands gleaning coal or planting windmills
in deserts and hilltops that keep us warm, hands
digging trenches, routing pipes and cables, hands
as worn as my father’s cutting sugarcane
so my brother and I could have books and shoes.

The dust of farms and deserts, cities and plains
mingled by one wind —our breath. Breathe. Hear it
through the day’s gorgeous din of honking cabs,
buses launching down avenues, the symphony
of footsteps, guitars, and screeching subways,
the unexpected song bird on your clothes line.

Hear: squeaky playground swings, trains whistling,
or whispers across café tables, Hear: the doors we open
for each other all day, saying: hello, shalom,
buon giorno, howdy, namaste, or buenos días
in the language my mother taught me —in every language
spoken into one wind carrying our lives
without prejudice, as these words break from my lips.

One sky: since the Appalachians and Sierras claimed
their majesty, and the Mississippi and Colorado worked
their way to the sea. Thank the work of our hands:
weaving steel into bridges, finishing one more report
for the boss on time, stitching another wound
or uniform, the first brush stroke on a portrait,
or the last floor on the Freedom Tower
jutting into a sky that yields to our resilience.

One sky, toward which we sometimes lift our eyes
tired from work: some days guessing at the weather
of our lives, some days giving thanks for a love
that loves you back, sometimes praising a mother
who knew how to give, or forgiving a father
who couldn’t give what you wanted.

We head home: through the gloss of rain or weight
of snow, or the plum blush of dusk, but always —home,
always under one sky, our sky. And always one moon
like a silent drum tapping on every rooftop
and every window, of one country —all of us—
facing the stars
hope —a new constellation
waiting for us to map it,
waiting for us to name it —together.




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