martes, 9 de septiembre de 2014

ANDREA DURLACHER [13.236]


ANDREA DURLACHER 

Uruguay,  1984
Licenciada en Comunicación y diplomada en estudios humanísticos, fue columnista del diario El País y actualmente escribe para el grupo de medios La Nación (Argentina). Figuran, entre sus publicaciones: Ni un segundo para arrepentirme, libro de poesías publicado por Artefato, en el año 2004; El amplio jardín, antología poética editada por la Embajada de Colombia en Uruguay y por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, Colombia, 2006; Tan versátil como acústica (www.andreaosdijo.blogspot.com,), mejor blog personal, concurso nacional de la revista Freeway, 2007, reseñado en El Observador, El País de Madrid, revistas Alumni, Freeway, Semanario, entre otros medios de papel y digitales.
Da clases de escritura, creativa y técnica, en la Universidad de Montevideo (Comunicación Profesional, Facultad de Ciencias Económicas) y en otras instituciones (como tallerista independiente)




1

Veremos si el agua del acantilado conduce a la fuente de la fortuna.
O no
(sonreías con la fuente de la fortuna
como cuando ostentas al sacarte el saco
y estiras los puños de la camisa café.
Sin la camisa esa tarde habría sido una cualquiera.
Pero rodamos por el pasto
y tu camisa salió desprendida por la ventana
del patio sin ventana)

Veremos.

¿Qué veremos?
La puta que parió a tu pobre camisa.
Y a tus promesas
(inconclusas
volátiles,
absurdas como tú
que te fuiste por el acantilado y te creías poético, ¡vaya si te creías poético!,
con la fakin pluma colgándote del sombrero,
te la habría arrancado a ver si aprendías; no aprendías, seguías con el sombrero,
y tus ojos incrustados en la paleta de colores, en dibujar atardeceres tras atardeceres
con el gesto metafísico y hundido
yo quería que te hundieras en mí, vos sólo atinabas a morderte los labios limpios, rojos… a dibujar el mar, ni que fuese tuyo
con la delicada sorpresa que debió tener Da Vinci en algún momento,
vos no eras Da Vinci,
ni parecido,
y mejor así).

Hago a un lado la gracia ya explícita de tu cintura
y todo se me transforma en naturaleza muerta.
Y tú, vagas tanto que ni entiendes
cómo me partes la vida en dos trozos.


2

Mejor no escondo a un gato de alambre entre las copas
En reunión de amantes
es malo.
En reunión de hermanos
es malo.
En reunión de amigos
es peligroso.

O me atraganto con sus alambres
o les permito deslizarse de garganta.


3

Ahora sólo sé
Cuánto me cuesta pensar en el vacío real de las cosas:
La carne
sin la palabra carne.
O el ternero
sin su cuerpo frágil y tembloroso.


4

Williman es una hermosa calle
allí todos viven sin angustia.

Los que no viven en Williman intentan recordarla cuando la visitan.
Porque su belleza los consuela de sus desgracias.

Una heladería de ladrillo inicia la calle.
Por la ventana señoritas heladeras
todas ellas con sus sombreros idénticos con jazmines bordados
y delantales a medida.
Llegan los clientes
y ellas toman sus cucharas y sus cucuruchos.
En su hora libre cruzan a almorzar al restaurante
Sin sus sombreros idénticos
Los mozos las saludan y dicen con galantería:
“lo de siempre”.

El miércoles un señor puede sentarse en el pasto
recién cortado y limpio.

El jueves podría llegar el repartidor de la heladería y estacionarse por unos instantes

Los viernes por la tarde Williman se llena de colegiales
Las niñas con sus polleras tableadas verde oscuro
Los niños con sus pantalones grises
Conversan mientras esperan a sus papás.
Algunos también toman limonada o comen alfajores de maicena.

Cuando los padres llegan, los colegiales se despiden de sus compañeros
Y los que no viven en Williman, de ella también
Y la tienen presente
Durante todo el fin de semana.






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