martes, 19 de agosto de 2014

JUAN DOMINGO ARTEAGA ALEMPARTE [12.932]


Juan Domingo Arteaga Alemparte

Domingo Arteaga Alemparte (Concepción, Chile 1835 - Santiago, 1880), periodista, poeta y político chileno.

Junto con su hermano Justo Arteaga Alemparte, está considerado uno de los periodistas más importantes del Siglo XIX. En 1842 es considerado como uno de los grandes de la poesía, junto a los inigualables Martín José Lira y Adolfo Valderrama. Cursó estudios en el Instituto Nacional y luego en la Universidad de Chile, donde ingresó en la Facultad de Leyes en 1846. El 10 de enero de 1864 sirvió a la Sexta Compañía de Bomberos de Santiago y el 16 de julio de 1866 pide su renuincia por problemas personales que le incapacita cumplir com su deber como voluntario de bomberos. Dejó sus estudios en 1851 para acompañar a su padre (un general revolucionario) al destierro en Arequipa (Perú), donde se dedicó al comercio y al estudio de los clásicos. Regresó a Chile en 1857. Como periodista trabajó su hermano en diversos diarios (El País, La Libetad, Los Tiempos, etc.). Fue diputado por el Partido Nacional por Chillán entre 1867 - 1870, Talca entre 1870 - 1873 y Lautaro entre 1879 - 1882. En 1870 publicó junto a su hermano Los constituyentes chilenos, escribió bajo el seudónimo de Juan de las Viñas.

Bibliografía

Carlos Gispert (2000) - Enciclopedia de Chile, Diccionario, Tomo 1. Editorial Océano. ISBN: 84-494-2336-8




AYER Y HOY

En la muerte de una niña


Quizá ayer cuando las flores
mirabas de tu ventana,
pensaste que sus colores,
su perfume y sus primores
no vivirían mañana;.

mas no pensaste, ¡confiada!,
que eras tú una flor también,
y que a la nueva alborada
no latiría tu sien,
ni ardería tu mirada.

¡Tocadla! Tan sólo acaso
duerme un sueño pasajero,
y ese ángel es el lucero
que desparece en su ocaso
y a lucir vuelve altanero.

¡Ay! ¡No! ¡Cual humo sutil
que el ardido aroma exhala,
fuése la niña gentil!
-Ayer tanta risa y gala,
hoy blanco, helado marfil.

Un día lleva a otro día
hojas secas, cuerpos yertos,
y al tocar a su agonía,
el de ayer al de hoy se fía
para que entierre sus muertos.

Y en el calvario, que sella
las puertas de la existencia,
desaparece toda huella,
apágase toda estrella,
extínguese toda ciencia.

En taciturna tristeza 
se envuelve así el pensamiento,
cuando mide con certeza
lo que dura la belleza,
lo que vive el sentimiento.

Cual tenue idea que en vano
pide a la lengua expresión;
como en el aire liviano
el hálito del verano 
disipa alegre canción,

así perece la infancia
y la blanca juventud,
del patricio la arrogancia,
del patriota la constancia,
y la voz de la virtud.

Así se van los amores,
así se van las caricias,
de la pasión los ardores,
y sus fugaces delicias
y sus cálidos dolores.

Mas ese raudo turbión
que abisma en un cementerio
toda forma y toda acción,
no arrastra todo el misterio
del hombre y de su misión.

Alma cobarde, que estrellas
en la materia tu vuelo
y sólo hallas en el suelo
de tu camino las huellas,
la causa de tu desvelo,

aspira más pura esencia,
alienta ambición más noble:
y cernerse en la eminencia
verás una luz inmoble,
blanca, eterna: ¡Es la conciencia!






EL LLANTO

¡Llanto feliz que enjuga nuestra mano,
cuando animarse vemos en la escena
la sublime ficción con que encadena
a los hombres artista soberano!

¡Llanto fecundo, honor del ser humano,
que se desborda de nuestra alma llena,
cuando aliviamos la desdicha ajena
y en el caído vemos un hermano!

¡Tierno llanto de júbilo que inunda
la paterna mansión do el hijo vuelve
tras larga ausencia, tras vagar dudoso!

¡Llanto, gran voz de la emoción profunda!
¡Manto en que el alma su ternura envuelve!
¡Cuántas veces llorar es ser dichoso!






LA RISA

¿Reír es ser dichoso? ¡Qué locura!
La risa es una queja, es un gemido,
es iracundo o fúnebre ronquido,
estertor de ignorancia o de amargura.

Ríe el idiota, triste criatura;
ríe el de pecho del orgullo herido;
en la cárcel, feroz ríe el bandido;
ríe el niño ante abierta sepultura:

ríe el hombre sensible a quien entrista
la necedad o la flaqueza humana;
ríe la pobre madre ante la vista

del hijo muerto, y esa risa insana
de su razón apaga la luz pura.
¿Reír es ser dichoso? ¡Qué locura!




LUZ Y CALOR

Empieza el alba a despuntar medrosa,
tiñendo de arreboles el oriente;
la oscuridad se aparta silenciosa,
la atmósfera se vuelve transparente:
color y forma imprime en toda cosa
la luz que se propaga en el ambiente,
y desgarrando de una nube el velo,
el sol irradia en el confín del cielo.

Fiel imagen del hombre y de su vida 
son esa aurora tímida y rosada,
de las sombras nocturnas desprendida, 
en los rayos del día disipada; 
y ese sol que a la tierra entumecida
lanza fecunda, cálida mirada:
albores de la infancia son aquéllos,
éstos de ardiente juventud destellos.

Las perlas de rocío se disuelven; 
se evapora la diáfana neblina; luz
y calor el universo envuelven,
todo despierta, agítase y camina.
No de otra suerte en fuego se resuelven, 
en almo fuego y lumbre peregrina,
de la niñez los cándidos vapores,
sus celajes de mágicos primores.

Sol radioso ilumina la existencia;
la humana juventud brilla naciente,
inunda en clara luz la inteligencia
en grato ardor el corazón latente,
Luz y calor derrama en la conciencia,
fuego de aspiración dentro la mente, 
y baña en sus ardientes resplandores
la virtud, la verdad y los amores.

Mil voces pueblan las etéreas salas,
visiones mil divagan por el cielo,
leves batiendo sus doradas alas;
flotan al viento en incesante vuelo
pendones mil y deslumbrantes galas.
De juventud el poderoso anhelo
voz a la vida presta y harmonía,
luz y calor a nuestro humano día.

El aliento de férvido heroísmo,
de la virtud austera los rigores,
la energía del santo patriotismo,
del amor las promesas y las flores,
de la ambición el ciego fanatismo,
los cebos del deleite seductores
de la niñez sacuden la indolencia
luz y calor vertiendo en la conciencia.

¡Pero esa luz se apagará a la tarde,
ese calor se extinguirá, Dios mío,
y, en cenizas el fuego que hora arde,
será mi ser crepúsculo sombrío!
¡Haz que ese instante desgraciado tarde 
y mi espíritu pueda en alto brío,
alumbrar con tu luz el pensamiento,
bañar con tu calor el sentimiento!







ODA AL DOLOR

Non ignara malí,
miseris succurrere disco


Doquiera el hombre vive,
doquier trabaja, sueña, ama o concibe,
buscando dichas y tocando males,
allí siempre se escucha
el rumor de mil sones funerales;
el vocear de la sangrienta lucha
allí siempre resuena,
y los espacios llena
y, asordando los ecos, sube al cielo
universal clamor de angustia y duelo;
cual de voraz incendio, aciaga nube
el éter empañando al cielo sube.

¡Ah!, vivir es luchar, infatigable
atleta de la vida el ser humano,
y el universo la espaciosa arena.
Sentado sobre trono incontrastable,
el dolor, taciturno soberano,
preside por doquier la grande escena.

¡Dolor, sombrío déspota del mundo!
Cuando cruel desatas
tus negros huracanes, y arrebatas
el humano destino al iracundo
mar de la adversidad y desventura,
en olas de amargura
la existencia anegada
semeja frágil nave que, acosada
por la furia del pérfido océano,
ora se alza hasta el cielo, ora se lanza
hasta el fondo del mar, lóbrego arcano.
Ya radiosa esperanza
de Dios nos lleva hasta el eterno asiento
y en luz divina nuestra frente inunda;
ya insano abatimiento,
el nombre blasfemando de Dios mismo,
de la duda nos hunde en el abismo,
de tinieblas espesas nos circunda.
Y en fiera lucha, y varia,
de,la desesperación el ronco grito
se mezcla con la voz de la plegaria,
que lo finito enlaza a lo infinito ...

Mas pasó la tormenta. En la ribera
el náufrago sus rotas vestiduras
enjuga alegre; y su alma estremecida
de ardiente gratitud, de fe sincera,
adora y glorifica en las alturas
al Dios de amor que el móvil de la vida,
dolor, puso en tus manos,
y el secreto te dio de la grandeza,
del bien, de la belleza,
de la dicha y virtud de los humanos.

A tu empuje las puertas
del existir abiertas
son al naciente ser, a quien desprendes
del estupor de la primera aurora,
anunciando que vive cuando llora.
Tú de la actividad la llama enciendes,
y azuzas al combate
contra el ocio servil que al hombre abate.

Tu soplo nuestras almas purifica,
al trabajo impeliéndonos fecundo,
que el humano destino dignifica
y nos levanta a dominar el mundo.
Rudo, austero mentor de las pasiones,
arrancas, en sus locas libaciones,
la copa del deleite a nuestros labios,
cuando al deseo de templanza ajeno,
ofrece ya tan sólo los resabios
de las amargas heces y el veneno.

Rubia como la espiga
de opima, rumorosa sementera,
fresca como en estío sombra amiga,
suave cual la luz de primavera,
alza la frente la feliz infancia,
de su candor, de su festivo anhelo
en el hogar vertiendo la fragancia.

De su indolencia el velo,
¡dolor!, no has desgarrado todavía.
Aún no comprende tu terrible nombre.
Mas su dormido corazón un día tocas
y el niño se convierte en hombre.
No de otra suerte, de Moisés tocada,
la peña del Horeb brotó raudales
de líquidos cristales, 
y en fuente de frescura fue trocada.

Del Horeb cual la peña, el alma humana,
por ti herida, torrentes de ternura,
de simpatía y emociones mana.
En cada criatura
halla un hermano que trabaja y pena;
y aleccionada de sus propios males,
consolar sabe la desdicha ajena.
De la piedad el inefable encanto
exhala entonce aromas celestiales, 
y llora el hombre delicioso llanto.

¡Dolor! De tu candente
crisol, vuelto en escoria
sale el ánimo tímido, impotente, 
y de inmortalidad salen radiosos
los seres generosos
que iluminan los siglos de la historia.
De Tácito la frase vengadora
en tus ardientes fraguas retemplaste;
de Juvenal la sátira canora
en acerado ritmo modelaste.
En la copa de Sócrates tu sello
de eternidad pusiste.
Tu inextinguible, cálido destello,
de la fiel Eloísa, de la triste
Magdalena en las lágrimas fulgura 
y de Dante sombrío la figura
lleva en sienes altivas
tu corona de amargas siemprevivas.

¡Corona que la frente martiriza,
corona que la fama inmortaliza,
del genio, del amor, del heroísmo,
del martirio, sublime fanatismo!

Como del Nilo la corriente deja
en la egipcia campaña
el fértil limo que las mieses cría,
así ¡oh dolor!, cuando por fin se aleja
del cocazón tu saña,
deja en él la feraz melancolía,
el creador, el almo sentimiento,
patria de la celeste poesía,
de la imaginación freno y aliento,
luz del arte, esplendor de la belleza,
clave con que descifra el pensamiento,
de la naturaleza
el múltiple lenguaje grandioso,
su eterna vida y su eternal reposo




1 comentario:

  1. gonzalo arteaga reyes3 de febrero de 2016, 23:08

    cuando el ADN se manifiesta ,no hay quien lo pare, despues de casi dos siglos, puedo decir que llevar en la sangre la poesía, esa que con tanta prosapia escribió con su pluma, hoy no menos que un presente pariente, manteniendo por supuesto las distancias que se ameritan, escribo no con pluma de antaño, sino que con teclado y para el ciberespacio, tampoco para las paginaas de un libro.Aún no.
    Pasan los estilos gráficos de escritura , pero lo importante es que la sustancia se mantenga como un tesoro familiar.
    gonzalo arteaga reyes
    sobrino bisnieto

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