miércoles, 2 de julio de 2014

LIZETTE ESPINOSA [12.140] Poeta de Cuba


Lizette Espinosa

Nació en La Habana, Cuba (1969). Es poeta y narradora. De manera paralela, ha desarrollado su vida profesional en el campo del diseño aplicado a la arquitectura y la ingeniería. Es co-autora de: Pas de Deux, libro de poemas y relatos publicado en el año 2012 por Snow Fountain Press. 
Tiene listos dos poemarios inéditos: “Despertares” y “Juego de luces”.
Colabora en las revistas literarias Baquiana y Conexos, y poemas suyos han sido  incluidos en publicaciones digitales en Argentina, Colombia, España y Estados Unidos. Actualmente reside en Miami, Florida. 


La Habana 

La Habana es hembra
de ventanas abiertas
que seducen al viento.

Es girasol cargado de plegarias
a una Oshun
que danza entre lamentos.

La Habana es negra
del ocaso impuesto.
Es balcón insinuante
es sol en el mechero.

Es la sal en los labios
aliñando el recuerdo.
 Es el album de fotos
es adios y amuleto.

Es pila de bautismo
es donde duermen, padre
tus huesos.


ENAJENADA

Una calle, una voz.
Autos, sombrillas.
Una ardilla trepando.
Un barco en la bahía.
Un cristo mal clavado.
Una vida pariendo
esa otra vida.
Todo sigue su curso,
todo gira.
Tras la noche
sabes que vuelve el día.
Y todo se repite
y yo me salgo
saltando hacia la nada,
que es todo.
Y vuelvo a ser,
esa luz que palpita
en la otra orilla.



AL PIE DEL MURO

Al pie del muro
llegan los lamentos,
crecen como plantas de sombra
(a buen resguardo)
Trepan, buscando altura
para arrojar su alarido.

A veces la pena necesita del sol
para lucir sus alhajas.



NO MÁS

No más noches eternas
acomodando el polvo
en las esquinas.
No más canciones de cuna
para mecer al silencio
que se rebela en la caricia.
La muerte ronda
en los jardines de la casa
que llora sus ventanas.




SABERTE

Pretender que no existes
pero aun así saberte
compartiendo mi sombra.
Permitir que se alojen
en mis dedos tus rasgos
y no describirlos.
Verte caminar de puntillas
por el borde de mis ojos
y no pestañear,
para que no se espante
la memoria.



TUS OJOS

Déjame tus ojos
para mirar con ellos al mundo.
Tus ojos que solo guardan luz
y enormes velas
para abrazar al viento.
Tus ojos,
que llegan siempre
antes que el alba
para encender el fuego
donde arderán, todos mis miedos.



FRIVOLIDAD

Amontonados en la silla están
los huesos posando como dioses.
Austeros maniquíes animados
por sogas de henequén.
Ya no existe rubor en la mejilla
que anidara la pena.
Ni rastro de humedad sobre las
cuencas de ojos sin parpadear.
Está vacío el saco de suspiros
en la tienda del mundo.
Y yo sigo en la fila con mi cupón
vencido, apostando por más



A VECES

No basta la certeza
de esa efímera
presencia que nos ronda.
La sombra de un muro
donde apoyar el día
que se desvanece
como grito de lluvia.



ALMA EN PENA

Y qué decir a un alma
que se ha vuelto una ciudad a oscuras,
donde el único destello
son los ojos de un gato
que araña la noche.
Y qué decir a esos ojos con barrotes
donde asoma una niña que no llora,
que se vuelve ceniza
cuando la luz la alcanza.
Y qué hacer con la vida
cuando se nace muerto
y no basta el sol para salvarla.



LA BELLEZA

Cómo renunciar al ritual
de celebrarla cada día,
de admirarla en esa curva
del tiempo en la que existe,
y se desborda,
y no toco por temor
a deshacerla.
Cómo dejar de evocar
el instante en el que
se pronuncia ante
mis ojos inexpertos.
Sedientas criaturas
que solo hallan consuelo
en sus abismos
y en el dulce alarido
que provoca,
su total desnudez.



NO BASTA

No bastaría una palabra,
tampoco un agujero,
tal vez un disparo
un ladrido
una mordida
un atroz disparate
que me sacuda toda
y me devuelva al cauce
donde todas las inercias
se diluyen,
se mezclan,
se perdonan.
No bastaría una palabra,
pero tal vez el eco
pueda salvarme de esta 
especie de muerte.



ARROJO

Arrojo al mar la evidencia
de mis huesos marcados,
de la noche en vigilia
y el golpe en el costado.
Arrojo la oración
por los casos perdidos,
y mis dedos cruzados,
y el beso en el bolsillo.
Arrojo lo que temo.
Arrojo lo que ansío.
El silencio en las copas
que brindan por los vivos.
Arrojo, ¡cuánto arrojo!
se precisa de veras
para voltear la cara,
para esconder los ojos.



CADA DÍA

Cada día camino sobre una cuerda floja
que cede a ratos probando mis agallas.
Cada día presumo que todo está resuelto,
que no hay nada que hacer que no sea
llegar a la orilla y cazar un poco de milagros.
Cada día la orilla.
Cada día un milagro.
Siempre la cuerda.





‘DONDE SE QUIEBRA LA LUZ’, DE LA CUBANA LIZETTE ESPINOSA. PRESENTACIÓN Y SELECCIÓN DE TEXTOS POR ANA C. BLUM. FOTOGRAFÍAS DE JOSÉ AMADOR MARTÍN


Crear en Salamanca publica con especial agrado el ensayo que la poeta ecuatoriana Ana Cecilia Blum ha escrito en torno al poemario de Lizette Espinosa (La Habana, 1969). Ella ha desarrollado su vida profesional en el campo del diseño aplicado a la arquitectura y la ingeniería. Es co-autora de ‘Pas de Deux’, Relatos y poemas en escena (Snow FountainPress, 2012), ganador del International Latino Book Awards 2014 en la categoría de poesía escrita por varios autores. En el 2014 fue invitada al Festival Atlántico de Poesía “De Canarias al mundo”, en Las Palmas de Gran Canaria, España. Autora de ‘Donde se quiebra la luz’, poemario publicado bajo el sello editorial de EriginalBooks en el 2015.Su poesía ha sido incluida en diferentes revistas literarias de los Estados Unidos, España y Cuba. Actualmente reside en Miami, Florida.


‘DONDE SE QUIEBRA LA LUZ’, UNA APROXIMACIÓN

Vi por primera vez a Lizette Espinosa en la Feria del Libro de Miami, en el año 2012. Su rostro parecía como escapado del mundo, sus ojos lejanos imaginando metáforas, sus ademanes llevaban la brisa de las fabulaciones. Ella sostenía sus poemas y estos la sostenían a ella; allí recordé algo que un día un escritor mayor me dijo: “a veces uno reconoce a un hermano poeta solo con mirarlo”; y con Lizette pasó así, ese reconocimiento instantáneo, esa revelación inexorable que sucede como un relámpago.

Lizette Espinosa es una poeta torrencial, basta entrar en algunos de sus versos para quedar empapado de conmoción. La sencillez que ronda sus poemas guarda revelaciones abisales que resultan encuentros impostergables “donde se quiebra la luz”, buscando la sombra de la palabra, sombra que ha de cubrirla, protegerla y salvarla.

La poeta Alejandra Pizarnik escribió sobre el oficio de la poesía: “Se trata de infundir al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir”. De estas ceremonias nos habla la voz de Lizette, de los rituales cotidianos, los que son ya pasados, los que hacen el presente, los que se cuelan en la jornada del asombro y la melancolía, allí está su aliento, el registro de sus pasos.

Desde los parajes habituales se acude al encuentro con un mundo que poco a poco se va transformando en verso: “Cada día una orilla / Cada día un milagro / Siempre la cuerda”. Aquí la cuerda es ese hilo invisible que tira y procura el retorno a su oficio, continuidad que se inmortaliza en los andenes de la memoria, pese a las garras de una sociedad que demanda lo contrario; la voz misma lo confiesa: “…Es preciso cubrir / la propia esencia, / guardar en los bolsillos / el asombro, / la eterna fascinación, / la blanda lengua / para moldear abismos. / Es preciso arropar / la tempestad del pecho…”. Y sí, es preciso pero no es posible, porque esa tempestad de la que nos habla es la explosión acuosa de sus composiciones, que la sorprenden y nos sorprenden sin albergue, la absorben y nos absorben entre las líneas de un canto azul, simbólico e insondable.

El poeta Manuel López (Manny), sobre la poesía de Lizette ha dicho: “Aquí no hay exceso de palabras ni trucos. Lizette Espinosa no está en una carrera para ser la poeta del momento. Ella está en un camino, en el camino espinoso de la poesía. El único que existe para un verdadero poeta”. Y así es, Manny lo ha manifestado tan bien, porque Lizette no sufre la manía de los reflectores, la invención de una tribuna para convertirse y convertir la poesía en un espectáculo del poder. Ella no va de prisa ni busca ventajas, ella escribe desde su intimidad, desde su sabia modestia y desde allí nos convoca y nosotros asistimos a sus rituales verbales, a su purísimo talento.

Talento que es un alfiler de oro, exquisito y único, mas no por ello menos doliente, porque sus versos cortan un poco el alma, y ese dolor que causan es un dolor que la voz se ha propuesto provocarlo con belleza, desde lo tenue y aladamente lírico, desde lo entrañable que ha sido poetizado para que el lector se identifique, se acerque a sus propios anhelos. Y sin embargo, no todo es “consuelo en los abismos” o “grito de lluvia”, en la poesía de Lizette, también podemos encontrar las bondades de la luz, “unas manos llenas de sol”, las felices memorias, los aprendizajes insoslayables, la fe en la palabra y esas certezas necesarias que llegan con el ritmo de las estaciones, así lo declara: “Hilando amaneceres / sobreviviendo al estampido / he logrado juntar un par de verdades … / para llenar mis alforjas”; y las nuestras también, porque luego de leer sus poemas queda para la meditación una alforja repleta de imágenes en movimiento, imágenes que se mecen como aves en las olas, livianas pero tenaces.

El gran Jorge Luis Borges en sus múltiples reflexiones sobre la poesía escribió que “ésta es el encuentro del lector con el libro, el descubrimiento del libro” y yo esta noche los invito a descubrir, explorar y conquistar “Donde se quiebra la luz”, hermoso poemario que hoy nos ha juntado bajo el mismo techo y el mismo latido, y que reclama una lectura entregada y consciente.

Hasta aquí lo que pueda decir sobre el mismo, porque más que hablar de los versos de Lizette Espinosa hay que vivirlos, volverlos a leer, darles su espacio y la oportunidad para que caigan lentamente en la garganta, para que calienten el pecho o lo quemen, para que extiendan sus significaciones que acaso son también nuestras significaciones, un espejo, ese espejo de agua en el cual todos podemos reflejarnos.





DONDE SE QUIEBRA LA LUZ

Donde se quiebra la luz
afloran desafiantes los abismos.
Es llano el sendero hacia sus lindes,
angosta su garganta.

Llevo de compañera una cigarra
en este andar a ciegas
donde solo se palpan las entrañas.

No sé qué encontraré entre la maleza,
temo a las alimañas que la pueblan.

Pero heme aquí de nuevo
con la boca repleta de mendigos
que buscan su sombra.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)



CADA DÍA

Cada día camino sobre una cuerda floja
que cede a ratos probando mis agallas.
Cada día presumo que todo está resuelto.

Que no hay nada que hacer que no sea
llegar a la orilla y cazar un par de milagros.

Cada día una orilla.
Cada día un milagro.
Siempre la cuerda.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)



QUÉ HACER

Qué hacer con tantos atuendos
y sus costuras,
dobleces,
o artificios
para agradar al mundo.

Mi desnudez espanta
los cánones del día.

Es preciso cubrir
la propia esencia,
guardar en los bolsillos
el asombro,
la eterna fascinación,
la blanda lengua
para moldear abismos.

Es preciso arropar
la tempestad del pecho,
que insiste en mostrarse
tal cual.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)




PARQUE ALMENDARES

Sobre todas las cosas el invierno.

Sobre el río que lame el fondo
y es el fondo mismo.

Sobre todas las cosas el musgo.

Aliento de la muerte merodeando
en la hoja, el bote, la tarde.
Mi sombra junto al banco,
dando de comer al tiempo
su dosis de perdón.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)



SERÁ

Será como otras veces,
tú sentada en el tiempo
ignorando mis brazos extendidos.
Allí donde te sé
han puesto a mi nombre los destinos,
pero mi nombre es humo y evade la luz.
Aquí donde me ves
desato caballos en la noche.
Mi sangre rompe todos los cristales
pero tú nada escuchas.
Sigues sentada allí donde te escondo,
para que no te nombre la certeza.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)



LA NOCHE

La noche me sobrevuela,
me padece.
Algo de mí se queda en su memoria.
Algo de ella me sigue.
Juntas hemos bebido la flor de los delirios,
juntas hemos marchado.
Sobre sus largas piernas he sentado mi casa.
Sobre su piel oscura he lanzado mis dados.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)




TODOS HABLAN

Todos me hablan de naufragios.
La vieja cicatriz abre los ojos.

Dicen que son tibios los vientos
en esta playa y noble el suelo.

Dicen que es posible el rescate.

Ahora oscurece,
el aire tuerce los ojos y hace escupir
palabras que no saben de rumbos.

Yo sé de ciertos parajes…
Yo sé que he estado siempre
donde no se me nombra.

(De Donde se quiebra la luz, 2015)



HE QUERIDO ESCRIBIR DE LA HABANA

He querido escribir de La Habana
y la palabra merma su arrogancia primera.
Se queda gesto, intuición.
He querido escribir
y cuesta la pisada en retroceso
por entrañables patios
donde cuelgan al sol los paños tibios.
La fruta en la boca que madura.
La boca acomodada a su silencio.
Y mis pies van de niña vestidos,
mis ojos de niña asomados
            a un portal
donde se mecen la verdad y mi vejez.

(Inédito, 2015)





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