domingo, 20 de julio de 2014

HAMUTAL BAR-YOSEF [12.415] Poeta de Israel


Hamutal Bar-Yosef

Nacida en 1940 en el kibutz Tel Yosef, ISRAEL  cerca del Mar de Galilea, Hamutal Bar Yosef explora el dolor y la pérdida en su poesía, que abarca ya cinco décadas de publicación activa. Catedrática, y ahora Profesora Emérita en la Universidad Ben Gurion, y residente de Jerusalén, Bar Yosef explora también el costo humano y el sufrimiento inherentes al interminable conflicto entre israelíes y palestinos.

Ha publicado 14 poemarios, numerosos relatos, un libro de literatura infantil y 12 títulos de investigación académica, y ha merecido más de una docena de premios, incluyendo el Premio Akum (1978), el Premio Tel-Aviv (1984), el Premio Jerusalén de Poesía (1997), el Premio WIZO (1999), el Premio Presidente de Israel de Poesía (2002) y el Premio Brenner de Poesía (2005).

También traductora, ha llevado al hebreo obras de autores de lengua inglesa, francesa y rusa, y sus propias obras han sido traducidas al inglés, francés, alemán, ruso, ucraniano, árabe y yiddish, pero hasta ahora no había sido traducida al español.

Agradeciendo a la poeta, traductora y editora Jeannette L. Clariond por la cesión, presentamos seis poemas de Hamutal Bar-Yosef que forman parte del volumen El lugar donde duele, traducido por Mario Wainstein y Florinda F. Goldberg, y de próxima aparición en Vaso Roto Ediciones.


Hamutal Bar-Yosef

Poetess Hamutal Bar-Yosef was born in Kibbutz Tel Yosef in 1940. She received her Ph.D in Hebrew Literature from the Hebrew University of Jerusalem in 1985. She taught Hebrew literature at Ben-Gurion University of the Negev until 2003, and is now Professor Emeritus. She has also been a visiting professor in Paris, Moscow and Columbia University in New York. Bar-Yosef has published many collections of poetry as well as academic books and articles on Hebrew literature. She also translates poetry from English, French and Russian. Among other awards, Bar-Yosef has received the Tel Aviv Prize (1987), the ACUM Prize (1987), the Jerusalem Prize for Poetry (1990), the WIZO Prize for the Creative Woman (1999), the President's Prize (2002), the Brenner Prize for Poetry (2005), the Yehuda Amichai Prize for Poetry (2011), the Ramat Gan Prize for Poetry (2012) and the ACUM Prize for Lifetime Achievement (2013).




He olvidado cómo se grita

He olvidado cómo se grita y en qué idioma.
Eterna sospechosa de anunciar falsos lobos
silbo acostada de espaldas en multitud de flautas
una misma canción hueca
y con ojos vidriosos de sabiduría contemplo
cómo las ovejas se devoran entre sí.





La pluma y el pincel

La pluma de la ofensa es mucho más potente
que el pincel del placer.
Su roce agudo hiende el mapa
con los punzantes ángulos del recuerdo.
El pincel del placer navega en un lago interminable
entre islas que cantan con voz de alto y soprano,
se mueve con la liviandad de un niño corriendo en cubierta,
extiende redondeadas capas de acuarela
casi transparentes que han de desteñirse mañana.
Dibuja el mapa de otro país.





El tiempo

¡El tiempo! El tiempo que te lleva entender
que eso sucedió.
Que no hay, que no está, que estuvo y ya no está.
¡Está muerto, muerto! Y no resucitará.
No reaparecerá por descuido.
No retornará de improviso.
Tiempo de veneno
por dentro y por fuera.
Tiempo de venganza. De odio.
Tiempo de incendiarlo todo
por dentro y por fuera.
Tiempo de morir todo el tiempo.
Tiempo en que todo se vuelve piedra
grande, gris, sospechosa, acechante.
Tiempo de estar ciego frente a las diferencias
entre los matices rosados,
tiempo de estar sordo ante el aullido del gatito callejero
y el gemido de un pichón agonizante.
Tiempo en que hace falta sobrevivir.
Con los dientes. Con las uñas.
Tiempo del grito acallado. Tiempo de sangre.
¿Cuánto? ¿Un año? ¿Diez? ¿Cien? ¿Mil?
A mí me llevó treinta.
La segunda vez sólo diez.
Después comencé a vivir,
a amar, a escuchar.



Si escalas la montaña

Si logras escalar la montaña
y te preguntas ¿por qué?
Si extiendes tu mano hacia las montañas
durante largo tiempo,
durante largo tiempo aguardarás la respuesta
inmóvil.
Sólo correrán lágrimas.
Entonces verás un pajarillo
remar por el cielo con una rama pequeñita
hasta posarse en la palma de tu mano.
En tu mano dejará la pequeña rama
y sobre ella un huevo.
Quédate allí en la montaña del desierto,
quédate en el frío y el calor
durante largo tiempo.
No te muevas
hasta que nazca en tu mano
el tierno pajarillo que pide tu amor.




Goma de mascar

Nadie vio lo que me ocurrió con una niña árabe
en el verano de 1948, junto a la alambrada en Jaffa.
La gente transportaba alfombras y pianos ajenos,
hervían agua para beber.
Otros marchaban con los brazos en alto.
No fue un sueño. Tengo la boca reseca y el agua aún hierve;
entonces, a través de la cerca le sugiero con gestos
trocar su goma de mascar de boca mojada a boca seca
por mi rebanada con mantequilla de los envíos que llegaban de Norteamérica.
Yo la miro y ella a mí, ambas mascamos sin sonreir.
Moscas que comieron pus de sus ojos se posan en los míos.
El agua hervida ya se ha entibiado.
Eso ocurrió en julio del 48,
cuando evacuaban a grandes y chicos desde el sur a Jaffa
y a ambos lados de la alambrada marchaban refugiados de todo el mundo.




Cuando me quedo sola

Cuando me quedo sola me siento exhausta y quiero morir,
arroparme con el edredón en la oscuridad
hundirme en él como un submarino despedazado
y encerrarme a dormir.
Cuando me quedo sola mis fuerzas se derraman
por todos los orificios de mi cuerpo y caen a tierra,
me ahuecan, vaciada, aterrada,
me arrastra un viento implacable, como una pelusa.
Cuando me quedo sola me quedo sin yo,
tengo sólo un no hay esto
y un no hay aquello ni lo otro,
todas las ausencias sobre mí como una piedra.




A las cuatro y media

A las cuatro y media de la tarde incluso el árbol
se despereza, como niño de guardería cuyos padres se demoran
dispuesto a cobijarse en regazos ajenos,
y extiende las ramas con todas sus fuerzas
atraído por cualquier nube pasajera:
Apresúrate, llévame en tus fingidas alas,
no me dejes ennegrecer en el crepúsculo.
A las cuatro y media incluso el árbol,
cuanto más necesitadas las personas de amor.



Obsequio

A los nueve años decidí hacerle un regalo a mamá en su cumpleaños,
sola y a escondidas, algo que yo pudiera fabricar,
algo que hubiera hecho yo misma, darle una sorpresa
que le gustara, que la pusiera aunque fuera un poco más contenta.
A escondidas cosí un pañuelo, una servilleta, un repasador, una especie de bolso.
A escondidas corté la manta de mi muñeca en tiras multicolores
y las uní con hilvanes y pespuntes como me enseñaron en la escuela.
Mamá recibió de papá un broche de plata de Betzalel,
una filigrana en forma de montañas gemelas,
y lo abrochó entre sus senos, sobre el vestido azul.
De mi regalo dijo: “Mejor hubieses hecho una sola cosa grande”.
Más de cincuenta años me duró el impacto. No supe qué responder.
“Mejor hubieses hecho una sola cosa grande”… fui entendiendo poco a poco.
Ella murió hace unos años sin que lo hubiésemos hablado.
Pero hoy me enteré que dentro de poco me reuniré con ella, y le diré:
“Mamá, eso es lo que hice. Lo que pude”.
Un pañuelo, una servilleta, un repasador, una especie de bolso.




Cuando estás aquí

Cuando estás aquí
peso menos.
Cuando comes conmigo
me saben mejor la frutilla y las palomitas de maíz.
Cuando vienes a mí
Mozart suena en la radio
sin interferencias
y los viernes
el mercado peligroso
el mercado del centro del mundo
grita rie bosteza resplandece
como un manto de sol sobre el lago
cuando estás aquí.




Si logras recordar

Si logras recordar cómo me dabas de comer
cerezas partidas boca a boca
con la habilidad de un actor de cine
y cómo al cabo de un año te propuse probar
la tibia leche que manaba de mis duros pechos
y cuál fue la expresión de tu rostro cuando lo hiciste...
y cómo comiste y elogiaste el primer arroz mal cocido
y el pollo que guisé con sus vísceras el primer otoño
para nuestra cena antes del Yom Kipur
y cómo me compraste con tu primer sueldo
un vestido de gamuza gris y guantes de gamuza violeta
y cómo a escondidas y a plazos te compré
la bata de lana con el cuello chino
y si logras recordar mi chaqueta de cuero
y tu pantalón pijama celeste
que tendimos en el jardín del hospital entre los arbustos
la noche que te visité a escondidas
porque me llamaste para decir que me necesitabas
y yo ya era madre de cuatro hijos
y cómo volviste a casa del cuartel en plena noche
y qué feliz y orgullosa estaba yo de que fueses mío
y si logras recordar cómo reclinaste tu cabeza en mi regazo
y cerraste bien los ojos frente al lago que brillaba entre los árboles
en el banco de la avenida tras firmar aquel contrato
y entendí que ahora eres realmente feliz
y si logras recordar cómo te retuve con todas las fuerzas
que pude reunir en mis débiles brazos
mientras gemías en la bañera con llanto de oso herido
y cómo aferrabas mi hombro y mi vientre preñado en el funeral de mi padre
cuando me había puesto el vestido al revés y no podía dejar de llorar
y me perdonaste heroicamente las mentiras y las actitudes rencorosas
y si logras recordar la espinosa mata de zarzamora
que se empeñó en crecer pese a que los obreros la cubrieron de cemento,
entonces recuérdamelo, por favor,
porque últimamente tiendo a olvidar las cosas.




Reaparece el sol

Reaparece el sol
a nuestras espaldas
sosteniendo un enorme manto de luz, dispuesto
a ayudarnos nuevamente a cobijarnos en él,
pero no todos a la vez.
Sólo las ofensas aún queman
las entrañas de la tierra,
que no puede conciliar el sueño
sin halagos y víctimas propiciatorias.
Oye: tras las tinieblas cantan
las espigas de trigo, o de arroz, o de maíz,
cuya ingestión calma un poco
las nostalgias y la ira.


Como una primicia para los lectores de contratiempo, y agradeciendo a la poeta, traductora y editora Jeannette L. Clariond por la cesión, presentamos seis poemas de Hamutal Bar-Yosef que forman parte del volumen El lugar donde duele, traducido por Mario Wainstein y Florinda F. Goldberg, y publicado en Vaso Roto Ediciones.



Oda al cuerpo

Cuán bello es el cuerpo cálido, vivo
qué maravilloso su calor, el mismo
de todo cuerpo sano en toda la tierra.
¡Gracias, mi cuerpo sano, vivo!
Te negué en los días de mi juventud.
“¡¿Que lo más importante es mantenerse sano?!”
– así, colmada de amores y dietas, me burlaba
de mi madre, pero ella sabía:
su hija era joven y tonta.
Se le cayeron todos los dientes después de darme a luz,
me lo contó una y otra vez.
Madre, yo ya tengo setenta, ¡y aún todos mis dientes!
Gracias, dientes, por quedaros conmigo.
Gracias por morder la rebanada de pan fresco,
mordiscar un muslo de pollo, triturar las nueces,
masticar la lechuga fresca.
Gracias, boca que chupa, degusta, besa, sorbe chocolate,
boca ávida que se abre y cierra sin cesar.
Ojos, ¿cómo agradeceros el don de la luz y la belleza?
Gracias por los colores que despliega el pavo real en su vibrante cola,
por el escurridizo rabo de la gata que el gatito intenta atrapar
y por el jilguero que se balancea en la rama.
Orejas queridas, gracias a cada una
por brindarme palabras de amor, chistes y suites de Bach.
También a mi nariz, a sus fosas que huelen y respiran,
digo gracias, querida nariz.
Oh fragancias de salvia y helenio en los montes al mediodía estival
y por la noche… la vaharada de jazmines que nubla los sentidos,
oh el vino en invierno, templado en clavo y canela,
oh el efluvio seductor del sudor de un hombre joven.
Mis manos, mis buenas manos – que tan poco
os abrazáis una a otra.
De sol a sol os afanáis por mí, sólo por mí,
colocando y alzando, tomando y entregando, limpiando, escribiendo, abrazando, nadando, guiando el volante. Os habéis arugado pero sin marchitaros.
En el dorso de mis manos hay manchas de vejez, pero mis dedos
aún logran milagros danzando sobre la flauta, aún teclean veloces letras y acentos.
¿Y mis piernas? Me dabais vergüenza por lo rechonchas –
yo quería las piernas de Betty Grable o Marlene Dietrich,
no las de mi muñeca Yemima.
Y aun así os hice caminar, correr a veces
por lo llano y lo tortuoso, hacia el mal y hacia el bien,
y casi siempre supisteis complacerme.
¡No os torzáis, no os encorvéis,
no os acortéis, no paréis de andar conmigo!
Mis pies queridos –del dedo gordo al meñique–,
os envío una caricia y un masaje enamorado.
¡No os dobléis, no os hinchéis ni endurezcáis!
Mis órganos internos, sois tan tímidos,
que no hablaré de vosotros, aunque sois lo principal.
Sólo os pido: mantened vuestro calor constante
igual al de todos los cuerpos sanos.
Quédate conmigo un rato más, por favor, cuerpo querido,
ten hambre y sáciate conmigo,
laborioso,
anhelante de placer,
cálido al tacto.

Hamutal Bar-Yosef  · Traducción del hebreo: ©  Florinda F. Goldberg ·





אוֹדָה לַגּוּף

מַה יָפֶה הוּא הַגּוּף הַחַי, הֶחָמִים,
וְכַמָּה מֻפְלָא חֻמּוֹ, שֶׁמִּדָּתוֹ שָׁוָה
בְּכָל הַגּוּפִים הַבְּרִיאִים, בְּנֵי כָּל יַבֶּשֶׁת וְאֶרֶץ!
אוֹדְךָ, גּוּף חַי וּבָרִיא!
הִתְכַּחַשְׁתִּי לְךָ  בְּעוֹדִי צְעִירָה לְיָמִים.
“הָעִקָּר הַבְּרִיאוּת?!”
לָעַגְתִּי, מֻכַּת אַהֲבָה וְדִיאֶטוֹת,
בְּאָזְנֵי אִמִּי, שֶׁיָּדְעָה:
יֵשׁ לָהּ בַּת צְעִירָה וְטִפְּשָׁה. 
כָּל שִׁנֶּיהָ נָשְׁרוּ מִיַּד אַחֲרֵי שֶׁנּוֹלַדְתִּי,
כַּךְ סִפְּרָה לִי חֲזֹר וְסַפֵּר.
אִמָּא, אֲנִי בַּת שִׁבְעִים, וּבְפִי כָּל שִׁנַּי!
שִׁנַּיִם שֶׁלִּי, תּוֹדָה  שֶׁנִּשְׁאַרְתֶּן אִתִּי!
תֹּודָה שֶׁאַתֶּן נוֹגְסוֹת פְּרוּסַת לֶחֶם טָרִי,
תּוֹלְשׁוֹת בְּשַׂר שׁוֹק מִן הָעֶצֶם,  מְרַסְּקוֹת אֱגוֹזִים,
לוֹעֲסוֹת סָלָט יְרָקוֹת עֲסִיסִי!
וְתוֹדָה לְךָ, פֶּה יוֹנֵק, טוֹעֵם, מְנַשֵּׁק, מוֹצֵץ שׁוֹקוֹלָד
פֶּה מָלֵא תֵּאָבוֹן עוֹלֶה וְיוֹרֵד כְּסִדְרוֹ לְלֹא הֶרֶף!
עֵינַי שֶׁלִּי, אֵיךְ אוּכַל לְהוֹדוֹת לָכֶן עַל מַתַּת הָאוֹר וְהַיּוֹפִי?
תּוֹדָה עַל צִבְעֵי הַטַּוָּס הַפּוֹרֵשׁ אֶת זְנָבוֹ וּמְרַטֵּט!
עַל זְנַב חֲתוּלָה חֲמַקְמַק שֶׁהַגּוּר מִתְאַמֵּץ לְתָפְסוֹ, 
וְעַל הַחוֹחִית שֶׁעָשְׂתָה מֵעָנָף נַדְנֵדָה.
אָזְנַי הַיְּקָרוֹת! תּוֹדָה לְכָל אַחַת מִכֶּן
עַל מִלּוֹת אַהֲבָה, עַל בְּדִיחוֹת וְעַל סְוִיטוֹת שֶׁל בָּאךְ! 
אֹמַר גַּם לְחָטְמִי הַנּוֹשֵׁם וּמֵרִיחַ  בִּשְׁתֵּי נְחִירַי
 תּוֹדָה לְךָ, חֹטֶם שֶׁלִּי, יַקִּירִי!
הוֹי, נִיחוֹחוֹת שֶׁל מַרְוָה וְטַיּוּן בֶּהָרִים בְּאֶמְצַע הַקַּיִץ, בְּאֶמְצַע הַיּוֹם,
וּבַלַּיְלָה  – גַּל שֶׁל בֹּשֶׂם יַסְמִין מְעַרְפֵּל חוּשִׁים.              
הוֹי, יַיִן אָדֹם בַּחֹרֶף, מְבֻשָּׁל עִם צִפֹּרֶן וְעִם קִנָּמוֹן,
הוי, רֵיחַ מוֹשֵׁךְ שֶׁל זֵעַת גֶּבֶר צָעִיר!
יָדַי , הוֹי יָדַי הַטּוֹבוֹת! לְעִתִּים נְדִירוֹת מִדַּי
זוֹ אֶת זוֹ חָבַקְתֶּן.
מִבֹּקֶר עַד עֶרֶב אַתֶּן עֲמֵלוֹת בִֹשְׁבִילִי, רַק בִּשְׁבִילִי:
מַשְׁעִינוֹת, מְרִימוֹת, מַגִּישׁוֹת, מְנַקּוֹת, כּוֹתְבוֹת, מְחַבְּקוֹת,
שׂוֹחוֹת, מַחֲלִיפוֹת מַהֲלָכִים. מְלֵאתֶן קְמָטִים, אֲבָל לֹא יְבַשְׁתֶּן.    
עַל גַּב כַּף יָדִי כְּתָמִים שֶׁל זִקְנָה, אֶפֶס אֶצְבְּעוֹתַי מְחוֹלְלוֹת נִפְלָאוֹת
בִּנְגִינָה בֶּחָלִיל, מַקְלִידוֹת בִּמְהִירוּת בָּרֶגַע הַזֶּה, מְנַקְּדוֹת בִּזְרִיזוּת. 
וְרַגְלַי?  אַתֶּן שְֹמַנְמַנּוֹת, וְלָכֵן בֹּשְׁתִּי בָּכֶן
רָצִיתִי רַגְלֵי בֶּטִי גְּרֵיבְּל אוֹ מַרְלֶן דִּיְטרֵיְך, וְאַתֶּן רַגְלֵי בֻּבָּה יְמִימָה
הוֹלַכְתִּי  אֶתְכֶן, בְּכָל זֹאת, לִפְעָמִים גַּם הֵרַצְתִּ
גַּם בַּמִּשּׁוֹר וְגַם בֶּעָקֹב, גַּם לְרַע גַּם לְטוֹב,
אֶת רְצוֹנִי מִלֵּאתֶן לָרֹב.
אַל נָא תִּנָּקְעוּ! אַל נָא תִּתְעַקְּמוּ!
אַל נָא תִּתְקַצְּרוּ! אַל תֶּחְדְּלוּ מִלָּלֶכֶת אִתִּי!
כַּפּוֹת רַגְלַי הַחֲבִיבוֹת – הַבֹּהֶן, הַזֶּרֶת –
אֲנִי שׁוֹלַחַת לָכֶן לִטּוּף וּמִשֹּוּש  מְאֹהָב.
אַל תִּתְקַפְּלוּ,  אַל תִּתְעַבּוּ  וְאַל תִּתְקַשְּׁחוּ!
אֶבְרֵי גּוּפִי הַפְּנִימִיִּים, אַתֶּם בַּיְּשָׁנִים,
לֹֹא אֲדַבֵּר עֲלֵיכֶם, אִם כִּי אַתֶּם הָעִקָּר.
אֹמַר רַק: שׁמְרוּ עַל הַחֹם הַקָּבוּעַ
שֶׁמִּדָּתוֹ שָׁוָה בְּכָל הַגּוּפִים הַבְּרִיאִים.
 הִשָּׁאֵר נָא עִמִּי עוֹד מְעַט,  גּוּף יָקָר,
הַמְשִׁיכוּ לִרְעֹב וְלִשְׂבֹּעַלֵאֵי חֲרִיצוּת,
תְּאֵבֵי שַׁעֲשׁוּעַ,

חֲמִימִים לְמַגַּע.





La poesía de Bar-Yosef

POR ÁLVARO VALVERDE

El lugar donde duele. Antología poética (1970-2010), de Hamutal Bar-Yosef ha sido todo un descubrimiento. Un feliz hallazgo que uno debe a Vaso Roto, la editorial que lo ha publicado, y a sus traductores, Mario Wainstein y Florinda F. Goldberg (aunque ella haya escrito: "El poema se ofende cuando lo traducen"). Pero ante todo a esta poeta nacida en Kibbutz Tel Yosef en 1940, hija de judíos europeos (los mismos de los que hablaba Oz) que se trasladaron a Israel para fundar un Estado. Lo judío es omnipresente en la obra de Bar-Yosef. A uno ese mundo le atrae. En su vertiente religiosa y cultural, preciso, no en lo que contiene de terrible. Sí, una debilidad. Lo autobiográfico, en consecuencia, es la base sobre la que se asienta este edificio de sonido y sentido que nos llega nítido desde el hebreo original. Hay mucha verdad en estos poemas y no poca luz, por más que la sombra del dolor sea lo que predomine en este lugar. El tono -cercano, confidencial a veces-, el carácter o modo particular de la expresión y del estilo de este texto, es de una sencillez engañosa: hay mucho más detrás de las apariencias, de esa claridad a que aludo. 
El lenguaje es a menudo metafórico. Dátiles, palomas, maná, ángeles... Flores y frutos. Animales. Fiestas (Yom Kipur, Shabat, Rosh Hashaná), comidas. Y lugares: el lago Tiberíades (donde se baña), las alturas del Golán, Mar de Sal (para nosotros, Mar Muerto), Tel Aviv... Palabras que remiten a una tradición pero que aquí se universalizan.
La infancia ("En una cama negra") y la memoria son el centro de este microcosmos. Al fondo, el problema judío-palestino (pero el real, el del día a día), la constitución de ese Estado... "Negociación" se titula un poema.
Al fondo, los antepasados: "Así sonaban las conversaciones de mis padres con sus paisanos / acerca de lo que fue". La familia, otra presencia ineludible. En poemas como "Si logras recordar" (donde se mencionan las palabras Holocausto y Varsovia). Y un hecho luctuoso que marca esta escritura: la muerte del hermano, un suceso trágico que Bar-Yosef aborda sin patetismo, con la serenidad de quien se enfrenta cara a cara al dolor. "Lo necesario es poder soportar el sufrimiento", dijo Franz Jalics, como recordaba Pablo D'Ors en su reciente felicitación navideña. Ella parece hacer suya esa frase. A esa circunstancia -ella tenía siete años- que ha condicionado su vida y la de los suyos, dedica un poema memorable, el que da título al libro. No es el único; así, "El sepelio de mi hermano", con un final... 
Frente a la crudeza y al desgarro, que al lector le produce escalofríos, encontramos poemas placenteros dedicados al amor: "Que sus labios", "Me casaré contigo", "Había dicho", "Al hombre": "Bajo tu camisa / aleteo". O a los hijos ("Ah, el luminoso sueño de los hijos", se lee en un verso): "La mesa que coloqué en la cocina", por ejemplo. Y otros que no lo son tanto, como los que aluden a la vejez ("la vejez es un espacio") y a la muerte ("El fin llegará, / no pedirá permiso a nadie").
Dije antes poema memorable y debo añadir otros: "Tiempo" ("Tiempo de morir todo el tiempo"), "Así como la renuncia", "Sobre la cerca", "La sonrisa", "Fascinada", "Poema de las manos", "Una torre en Tebes", "A los lectores", "Cita con una poeta", etc.
No podían haber elegido mejor sus editores el poema que cierra el libro, "Obsequio", que nos deja una extraña mezcla de alegría y tristeza, como casi todo en esta luminosa poesía. 





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