lunes, 7 de julio de 2014

GASPAR OCTAVIO HERNÁNDEZ [12.189] Poeta de Panamá


Gaspar Octavio Hernández 

(Panamá, 14 de julio de 1893 - 13 de noviembre de 1918) fue un periodista y poeta panameño. Murió realizando su trabajo de periodista, por lo que tal fecha se convirtió en día del periodista, siendo la figura de Hernández el símbolo del periodismo nacional. Colaboró en las revistas literarias de su época, fue director de Menphis y jefe de redacción del diario La Estrella de Panamá.

Obra:

Se formó a sí mismo con la lectura y cultivó el verso. En su poesía aparecen como temas la belleza, el amor, la naturaleza, la patria y en algunas ocasiones la historia bíblica. En su prosa, además de su obra periodística, existen diversos comentarios acerca de la literatura de su época, así como algunos cuentos.

Canto a la Bandera
Melodías del Pasado, 1915
Iconografías 1916.
Cristo y la mujer de Sichar, 1918
La copa de amatista, 1923





Ego Sum

Ni tez de nácar, ni cabellos de oro
veréis ornar de galas mi figura;
ni la luz del afir, celeste y pura,
veréis que en mis pupilas atesoro.

Con piel tostada de atezado moro;
con ojos negros de fatal negrura,
del Ancón a la falda verde oscura
nací frente al Pacífico sonoro.

Soy un hijo del Mar... Porque en mi alma
hay -como sobre el mar- noches de calma,
indefinibles cóleras sin nombre.

y un afán de luchar conmigo mismo,
cuando en penas recónditas me abismo
¡pienso que soy un mar trocado en hombre!

Del libro: La Copa de Amatista





Canto a la Bandera

Se detuvo el mancebo en la rampa, frente al mar
transparente. Comenzaba a brillar la mañana. En una
de las naves de Aguadulce fondeadas en el puerto, hercúleo
marino de color de bronce -cantando un alegre cantar de
aldea- enarbolaba el pendón tricolor del Istmo.

El mancebo sintióse inquieto de entusiasmo: el 
entusiasmo le hizo poeta y le inspiró este canto:

¡Ved cómo asciende sobre el mar la enseña
que refleja en sus vívidos colores
el mar y el cielo de la patria istmeña!
¡Mirad...! ¡Es la bandera panameña,
vistosa cual gentil manto de flores!

¡Ved cómo asciende al mástil del velero
serpenteando con lánguida armonía
bajo la luz del matinal lucero,
mientras canta fornido marinero
con ruda voz, canciones de alegría!

El céfiro de Ancón, puro y fragante
como beso de virgen, acaricia
la tenue seda del pendón flotante
y tierno idilio sobre el mar sonante
con el céfiro la bandera inicia.

¡Bandera de la patria! ¡Con celajes
de púrpura encendida, con pedazos
del cielo de los ístmicos paisajes
y de marina espuma con encajes
tejieron nuestras vírgenes los lazos!

¡Bandera de la patria! Las estrellas
en tus colores su fulgor derraman
perennemente vívidas. Por ellas,
los hombres duros, las mujeres bellas
¡en patriotismo férvido se inflaman!

¡Ellas, en nuestros fuertes corazones,
la llama avivarán del heroísmo,
cuando al grito marcial de los cañones,
enemigo clarín vibre canciones
bajo el ardiente sol de nuestro Istmo!

Ellas reavivarán en nuestras almas
amor por nuestras fértiles campiñas
sembradas de naranjos y de palmas,
donde -tras de luchar- núbiles niñas
nos ceñirán de mirtos y de palmas...

¡Bandera de la patria! Sube...,sube
hasta perderte en el azul... Y luego
de flotar en la patria del querube;
de flotar junto al velo de la nube,
si ves que el Hado ciego
en los istmeños puso cobardía,
desciende al Istmo convertida en fuego
y extingue con febril desasosiego
¡a los que amaron tu esplendor un día!

La Estrella de Panamá
23 de mayo de 1915





Melodía

Todo vibra con músicas; el río
que orla de espumas el jardín; la espesa
y verde fronda que la Aurora besa
con un beso que vuélvese rocío.

Todo vibra con músicas: los mares
que al cielo ofrendan su cantar sonoro;
el oro de la cítara de oro
del cantor del Cantar de los Cantares...

¡Oh amada toda ritmo...! ¡Oh dulce amada!
Cuando empiece a extinguirse la mirada
de mis ojos enfermos de no verte,

¡arrúllame con músicas sonoras,
que -al escuchar tus músicas- las Horas
detendrán el avance de la Muerte!

Del libro: Melodía del Pasado





Cantares de Castilla del Oro

I

¡Corazón, no la recuerdes!
Si se olvidó de nosotros,
¡corazón, no la recuerdes!
Estarán mirándose otros
en sus claros ojos verdes!

Cuando una mujer te olvide
no te duelas de su olvido;
cuando una mujer te olvide
piensa en lo que te ha querido
y... al olvido, ¡dále olvido!

II

Las mujeres y las flores
son iguales en lo caras
y en que se dejan coger
suavemente de la rama.

En una flor bebí mieles,
hiel en una mujer falsa:
la flor murió con la aurora...
¡y aún no se muere la ingrata!

Las mujeres y las flores
son iguales en lo caras
y en que se dejan coger
¡de cualquier mano villana!...

III

Dicen que la adorable Julia María
con su novio a las Islas fue cierto día
a buscar perlas...
Mas no tuvo la dicha
de recogerlas...

Y ella llevaba
una nítida perla
blanca y rosada...

Dicen también las malas lenguas que un día
volvió solita Julia María:
trajo rota la perla que se llevó...
—¿Quién le rompió la perla?
—¡No lo sé yo!...

Del libro: La Copa de Amatista





La Agonía del Guerrero

Con ojos que denuncian pesadumbre,
mira el postrado capitán, colgada
de vetusta pared, la fina espada
con que pueblos redujo a servidumbre.

Ver le parece la musgosa cumbre
-de fresca sangre y lágrimas bañada-
donde su mano, del acero armada,
terror diera a enemiga muchedumbre.

-Inútil esperar -trémulo exclama-,
y, cual serpiente a quien la furia encona,
se retuerce de súbito en el lecho;

La Patria, envilecida; infiel mi dama,
mi acero inmóvil, rota mi corona...
¡Ah!, con la espada atravesadme el pecho.





Havoc

Todos, todos cayeron en la fosa
impelidos con furia por la Suerte:
la Madre -reina de bondad-; el fuerte
Padre, y, también, la Abuela cariñosa.

Arbusto que doblega la furiosa
catástrofe-, quedé tímido, inerte,
¡oh! casa, ¡oh! nido de mi dicha, al verte
llena de polvo, oscura y silenciosa...,

miré, de pesadumbre conmovido,
los cortinajes del materno lecho,
donde exhalara mi primer quejido.

¡Y, al retirarme, en lágrimas deshecho,
mi dolor, hondamente reprimido,
como un puñal me destrozaba el pecho...!





Alma Patria

¡Istmo de Panamá! Tierra de amores
que del fondo del mar surgiste un día,
para enlazar el Norte al Mediodía
con guirnaldas de perlas y de flores.

¡Patria del corazón! Tierra que a solas
cantas las glorias de tus dioses lares,
mezclando la canción de tus palmares
con la canción eterna de las olas.

Si alguna vez, el viento enfurecido,
mi nido arranca de tus verdes frondas,
si he de volar a que mis penas hondas
hallen amparo en extranjero nido.

Siempre oiré resonar en mis entrañas
la voz del viento de tu cordillera
y he de ver en los cielos tu bandera
sobre el azul de todas las montañas!

Siempre en todos los trágicos senderos
por donde el mal de transitar me abruma
he de aspirar el cálido perfume
de tus bosques de erguidos limoneros.

Porque tú, de tal modo has esparcido
tu fragancia en los ámbitos del mundo
que ha donde vaya, mi ánimo errabundo
he de aspirar tu aroma conocido.

Allá donde suspiren mis lamentos,
allá donde me lleve mi destino
veré tu mar sereno y cristalino
oiré cantar tus melodiosos vientos!

Bajo cielos de incógnitas veredas
cuando por costas extranjeras viaje,
en los quedos murmullos del boscaje
oiré gemir tus propias arboledas...

Porque yo de tu brisa en el suspiro
oigo la voz de todo lo que he amado;
porque siento la voz de mi pasado
en todo el aire que de ti respiro.

Porque el doliente espíritu comprende
que muchas gotas hay del llanto mío
en cada limpia gota de rocío,
que la noche en tu atmósfera desprende.

¡Patria! Doquier suspiren mis lamentos,
doquiera que me lleve mi destino,
veré tu mar sereno y cristalino:
oiré cantar tus melodiosos vientos.

Cuando la tarde encienda en arreboles
los claros cielos en extraña esfera,
veré en cielos extraños tu bandera
blanca, roja y azul con sus dos soles!

Y en ese instante, en que la tarde expire
sentirá mi interior melancolía
un rumor de tus bosques ¡patria mía!
que hará que el alma por tu amor suspire.

Y volveré a sentir en mis entrañas
el rumor de tus líricos palmares
y aspiraré el aliento de tus mares
y aspiraré el olor de tus montañas.

Porque con tal vigor infundió vida
en mi vibrante corazón tu aliento,
que en mis horas más íntimas te siento,
para siempre conmigo confundida.

La Estrella de Panamá
3 de Noviembre de 1917.



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