sábado, 26 de julio de 2014

ANDRÉS CASTRO RÍOS [12.507]


Andrés Castro Ríos

Andrés Castro Ríos (nació en Santurce, Puerto Rico, 4 de octubre de 1942 - falleció el 13 de septiembre de 2006), fue un poeta portorriqueño y uno de los fundadores de la revista Guajana. Graduado en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Es conocido por haber escrito junto a Miguel Ángel Hidalgo Vega (con su seudónimo "Guraionex Hidalgo Africano") y a Francisco Matos Paoli, la letra de "¡Coño, Despierta Boricua!", una famosa canción patriótica puertorriqueña relacionada al Grito de Lares, reconocido como el primer intento organizado para lograr la independencia de Puerto Rico.

Castro Ríos obtuvo galardones en certámenes del Ateneo Puertorriqueño. Era amante de la música popular; en especial la música de Carlos Gardel.

En 1998 publicó “Crónicas escritas para ser cantadas”, escrito que destaca la aportación musical de figuras como: Felipe Rodríguez, Gilberto Monroig, Pedro Ortiz Dávila (Davilita), Los Panchos y Gardel, entre otros.

Es autor de los poemarios: “Muerte Fundada” (1967); “Estos poemas” (1967); “Don de la poesía” (1974); “Libro de glosas” (1980); “Convicciones para armar a la ternura” (1988); “Transeúnte de niebla” (1991); “Receta de mujer” (1994); “La noche y la poesía tienen algo que decir” (1996); y libro del “Cuerpo y el Alma” (2000).

Fue maestro de español de los grados 4.º a 6.º por más de treinta y cinco años en la Escuela Elemental Santiago Iglesias Pantín en Barrio Obrero.

Legado

Según el Director del Instituto de Cultura puertorriqueña, José Luis Vega:

"Andrés Castro Ríos es uno de los poetas esenciales de la revista Guajana, publicación fundamental en el desarrollo de la poesía puertorriqueña contemporánea. Respeto y admiro en la obra de Andrés su fuerza moral, el dominio de las formas clásicas del verso y, al mismo tiempo, el manejo fluido del tono conversacional en la poesía. Su libro inicial, aquellos magníficos y quevedianos Sonetos de la muerte, resuena en esta hora con acento especial".
El Grupo Guajana constituye uno de los movimientos literarios más importantes de la isla de Puerto Rico, y la crítica lo ha destacado como un hito en el desarrollo de la poesía nacional portorriqueña, el más tenaz y persistente en su historia literaria.

En cumplimiento de su misión de preservar, enriquecer y difundir los valores de la cultura puertorriqueña, en el año 2004 la Editorial del ICP, en colaboración con Guajana, publicó “Flor de Lumbre”; un valioso testimonio del renacer poético en la Isla.




EL HOMBRE

El hombre con su muerte proyectada
en el rígido espejo de la ciencia,
dobla la tempestad de su existencia
a fuerza de haber sido sombra o nada.

A fuerza de que fue carne imantada,
hueso gris en el pulso de la ausencia,
lleva su muerte en flor, su no-conciencia
por corona de dichas una espada.

Por corona de dichas un tormento,
una angustia de sal y un pensamiento
perdido sin razón, nunca pensado.

Perdido sin razón el hombre calla,
porque sabe, al final de la batalla,
que es un poco de polvo desatado.





UN DESTELLO DE LUZ…

Un destello de luz y una medalla
en el camino de un hermoso cuello,
era de pronto un celestial destello
cantando al alma por donde ella vaya.

Una herida mortal que no se calla
andaba a ciegas tras el cuerpo bello
y de los pies subiendo hasta el cabello
era una dulce y musical batalla.

Pasando por la lluvia y por el viento
comenzar a querer desde el final
pensando que lo eterno es un momento.

Ese amor que es celeste y es mortal
duerme en el pecho con el sufrimiento
guardado como un mismo madrigal.





OTRO PADRE NUESTRO

                                        a la memoria de Rosa Collazo


Padre nuestro que estás en el fuego,
en el agua, en el llanto, en las manos crispadas,
iluminado sea tu pulso, tu puño decidido, tu magia antigua,
venga a la sangre el reino de tus ojos ,
la luz de tu palabra, el paladar del tiempo,
hágase la voluntad de tu alegría,
el rostro de tu aurora, el pan de tu sonrisa
así en la carne como en el recuerdo,
en el coraje como en la justicia.
El pan puro de cada día bríndalo a los oprimidos,
olvida nuestra ira y entiende nuestra cólera
así como nosotros juzgaremos a nuestros opresores,
no nos dejes caer en la traición,
acuérdate de los judas y sus redes
y ampáranos de sombras de tortura,
de burócratas, hipócritas, tecnócratas
de los cerdos que nos hablan en tu nombre
y ahora y en la hora del amor de tu fuego,
escúchanos, abre bien tus oídos
y líbranos de los gringos.

Amén.





27 AÑOS

Despechadamente, tener 27 años
equivale a seguir en el círculo vicioso
que los más llamamos vida.
Saber que 26 años atrás la patria era un martirio
y hubo grandes acciones y manotazos serios
y Albizu le abrió los ojos a nuestros asesinos
y todo no fue la primera color de rosa
ni los horrores de juventud,
ni la niña que nos abrió los brazos
e imagínese, otra cosa que por hombre,
que por un hombre se cumplen 27 años
cuando suena el teléfono y preguntan por Andrés
y toda la nostalgia y la alegría
se apresuran a decirnos felicidades
y entonces despechadamente tener 27 años
rompe su círculo vicioso,
el rostro amargo saca su bandera
y hace su juicio por los que no volvieron.




PALABRAS PARA SANDRO BOTICELLI

Porque la imagen que de ti tengo
es la de todos: libros te muestran,
figuras que nos saltan en los ojos,
para ti mi saludo, puño de rabia,
palabras que te muestran cómo vivo.
Para mí la trastada de tu arte,
tu corazón de hombre arrodillado ante la muerte
y el recuerdo de tu infancia,
porque veo con los ojos del pasado
la dicha que no tuve de seguirte los pasos,
echarte sobre el hombro este cansancio mío
para sentir que no eres
solamente unas páginas,
el puro recuerdo que te hace la memoria.
Y ahora la imagen que guardo de tus años
es ésta que me dicta el don de tus pinceles,
la misma de los libros
que nos pone la hora en que viviste,
porque ya no hay de ti sino miles de párrafos.
Por eso mi saludo, puño se rabia,
unas pocas palabras para darte mi apoyo
y la certeza de que Sandro Boticelli
se murió en nuestros brazos.






ANDANDO POR TU PIERL

Andando por tu piel perdí la cuenta
y me encontré de nuevo en la mañana
y toqué su corazón mil veces vivo,
besé tu infancia
y así como los huesos que se visten
con carne y con palabras,
vestí tus labios con fuego de hace siglos
hasta que el polvo de amor se durmió en tu mirada.
Pájaros de tus ojos gimieron cielo arriba
escribiendo en el vuelo de tus alas,
terrible corazón que tengo tras tu lengua
y detrás el fragor de tu garganta.
Todo lo eres cuando estás conmigo
y yo contigo pulso noche y alba:
canción que se enternece en nuestros dedos
si la roza el fulgor de la nostalgia.
Todo se nos presenta en aire y tierra,
se nos da cara a cara
y es el sol del paraíso sangre adentro
con la propia maravilla que es el alma.
Porque andando por tu piel supe del tiempo,
de toda alegría y su sustancia:
otoño y primavera que retornan a los brazos
sabiamente y con ansias,
luz de luna que rasga con tu cuerpo
cada página que pasa
y andando por tu piel perdí la cuenta
y entendí que a la vida me llamabas.






Estoy asesorando el abandono
de verme en cada calle con espanto,
como canta en el hombre todo el llanto
la muerte canta en mí, al mismo tono.

Ser hombre como yo, ser un encono
de fuerza dirigida hacia el quebranto,
no se oficia el amor.  Oh, tanto y tanto
asombro en cada pecho yo presiono.

Miro con estos ojos de amargura
la soledad terrible de este mundo
circundadora de las voluntades.

A un hombre como yo le es cosa dura
vivir sin el amor: sí, yo me hundo
en el terror de las mortalidades.






Si mi sangre cantaba humanamente
para todos los hombres a un momento,
sería que el espanto, el sufrimiento
no acosaban su rostro ni su frente.

Si mi sangre cantó su rito ardiente
entre todos los hombres y en el viento,
sería porque el torso de su aliento
no llevaba esta herida permanente

que ahora lleva y respira y le atormenta.
Si mi sangre, oh mundo, ya se escuda
en la muerte fatal, en la ceniza,

será porque la duda que la alienta
dejó con todo horror la boca muda
hundida en el abismo de la brisa.






LLÓRALA, PIEDRA

III

¿Quién habrá de incendiarse con tu llanto de mármol?
¿A quién elegirás partícipe del gozo?
Debes saber que ella por su tierra gemía,
debió partir sus lágrimas desde remotos años
por no verla doblar la cerviz ante el mal y su influjo.
Me debes eso, piedra.  Que en su vientre comencé a gritar por la justicia
y por cambiar los colores oscuros que ponían al pan;
por ella y desde ella, rojo e insobornable paseo ante el rocío,
el rostro contra el cielo de tantos dioses cogidos por el miedo
y el puño apretado de palomas, pero también familia de la cólera.
Ella la imagen, piedra, el vertical espejo amoroso y cotidiano
desvelando los párpados para subir con la sangre a un mundo nuevo.
Llórala con fervor, sustancia-hermana.
Tienes más luz porque tienes su espacio, su día despejado,
casi a ratos se vislumbra su ternura flotando por tu piel,
y sospecho que gimes de entusiasmo aunque evitas
que vean la emoción tentando el esplendor de tu dureza.
Tu llanto de mármol es tu símbolo constante,
el mismo material de la espuma nunca fue tan sincero
al guardar en su pecho una dicha querida, como tú,
espanto de lo frágil, pulso terrible a despecho del tiempo.
Incendiarás el monumento de la vida, para cegar la vigilia de la muerte.






CUANDO DECIMOS QUE ES DURO EL SUFRIMIENTO

                        Felices los normales, esos seres extraños.
                                    Roberto Fernández Retamar

Para matar las manos es casi necesario
desvincularnos del remordimiento,
perder ese sagrado  horror
que se presenta cuando amamos la vida.
Cuando decimos que es duro el sufrimiento,
cuando casi de sobra se mete la agonía
para matarnos a cuchillo de palo,
y la sombra maldita de la muerte
nos muerde el corazón, porque así es ella,
estamos juntos, sabes, dispuestos a dar
la forma de las manos
para alcanzar las llaves de la dicha.
Por este pecho, por ese amoroso instrumento
del cariño que ha conocido los golpes de la ira,
por este desgraciado y mal querido pecho
estoy diciéndoles a todos de la vida,
lo que puede costarle a un hombre
el impacto de la sangre rebelándose en los dedos.
¿Qué viene a hacer la muerte con sus flechas?
¿Para qué esa maldita piedad
del polvo que aún somos?
Es doloroso, horriblemente doloroso,
desvincularnos de esta roja alegría,
que no sabe decir que no al cariño,
apenas si es visible a la mueca de los ojos
porque no puede creer,
en momento alguno ha creído
que por gracia de un dio se nos diera la vida.







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