viernes, 27 de junio de 2014

GABRIELA HUNEEUS [12.072]




GABRIELA HUNEEUS 

Gabriela Huneeus de Izquierdo (CHILE,  ¿? - 1958). Poeta y escritora. Contribuyó con el diario “El Mercurio” y la revista “Zig-Zag”. Su primer libro de poesía, publicado en 1944, se titula “Voces en el tiempo”. En 1954 publicó su segundo libro: “Pradera Eterna”. Póstumamente se publicó “Últimos poemas de Gabriela Huneeus” (1962).



VIAJE A LA LUZ (FRAGMENTO)

XXIV

Me abrazò la constelada noche.
Mi dolorosa juventud desfallecia ante el abismo de la soledad.
El perfume de mi encendida eosa se habìa desvanecido.
Entre aletargados senderos busquè en la boca del viento
el beso de un naùfrago amparado por la luz de un faro, y
desde la lejania un àspero mar sòlo me trajo el eco de la
desesperanza.





Voces en el tiempo
Autor: Gabriela Huneeus
1944

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1945-02-25. AUTOR: ALONE
Ciertos libros, los de versos, los íntimos y líricos, deberían llegarnos sin nombre de autor. Sobre todo, sin nombre de autora. La materia infinitamente frágil de que están hechos, puro aire, ensueño, estados de ánimo, sufre demasiado en el choque con esa otra materia consistente y resistente, definida y caracterizada que es la persona real, con su rostro y sus entonaciones de voz, una determinada manera de mirar y tal clase de alma, de inteligencia, de sensibilidad. Imposible separar una de otra; esta se opone, como un muro, a que alcancemos a coger aquella y tomarla o dejarla, libremente. A los inconvenientes habituales para conocer una obra nueva, se añaden casi invencibles, la desconfianza que a sí mismo se inspira el lector y la incertidumbre con que considera sus propias impresiones, la mirada recelosa que les dirige preguntándose: ¿No será…? Si el verso traduce la idea que de la autora tenemos, y que puede ser errada, nos parece inútil, antiguo, banal; si se aparta de esa imagen, no resulta sincero y empezamos a buscar las fuentes, los influjos. ¡Esa necesidad de firmar! Si los autores quisieran averiguar lo que realmente piensan de ellos los lectores, deberían una vez siquiera, publicar un libro anónimo. De otra suerte… Que el que se cree libre de la sugestión del nombre tire la primera piedra.

Bien.

Estos versos de Gabriela Huneeus…

Casi siempre empiezan admirablemente, de una manera sugestiva, descuidada, elegante, prometedora. De pronto, una especie de vacío. ¿Qué pasa? Es como una persona que estaba hablando tranquilamente y sufre un desvanecimiento, uno de esos vapores, como decían, un amago de muerte. La idea se hunde en una niebla vaga, el verso pierde sílaba, o cambia de trote. ¿Escuela vanguardista? Ahora no hay nada libre de esa sospecha. Hasta los errores tipográficos dejan su duda.

Motivos de guerra, motivos místicos, motivos maternales, motivos de vida, motivos del mar, paisajes del alma en todos hasta en los alegres, no sé qué tristeza difusa, abandono, amor, elevaciones –anímula vágula, blándula- y una especie de indiferencia, un cansancio, algo inmemorial.



“La luna no quiere oír
el ruego de Magdalena…
El insomnio de las cumbres
desvanece las estrellas…
Los olivos estremecen
su cabellera plomiza…”


En resumen: no había necesidad de publicar este libro.




Pradera eterna
Autor: Gabriela Huneeus
Santiago de Chile: Zig-Zag, 1954


CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1955-02-06. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
Un libro de poemas, “Voces en el tiempo”, había traído ya el mensaje de esta escritora chilena que hoy regresa con una “Pradera eterna”. Los nombres de ambas obras indican cuál es el anhelo, la inquietud de esta poetisa. La eternidad y el tiempo. De ambas verdades hay elocuentes ejemplos en estos poemas en prosa que recuerdan páginas de Tagore y Juan Ramón Jiménez.

Gabriela Huneeus es fina, dúctil en su expresión, posee una extraña sabiduría de artista para traducir sus inquietudes anímicas y sensoriales. No es este un libro para la multitud: está destinado a una minoría selecta que guste de la asordinada voz de una mujer que canta y reza sus poemas sin mayores pretensiones de vana grandilocuencia literaria.

Estos estados de alma de Gabriela Huneeus se inician con un “Viaje a la luz”. Hay siempre una velada presencia del amor y del dolor, la ansiedad insospechada de una superación que parece alcanzada pero no lograda plenamente. Así en el poema XIII escribe Gabriela Huneeus:

“En la lejanía del mar un barco dirigía su proa hacia el infinito. Lo alcanzó la voz de mi afán. No llevaba el sello del tiempo y sus marinos no tenían edad.

¡Cuán inmensa y serena era la fuerza que lo hacía avanzar!

Me detuve sobre las blancas arenas. Aspiré el aroma de mi encendida rosa y olvidé el rumbo de la desolación.

Ceñida por la tibieza de la brisa marina me tendí en una suave quietud.

Tu rostro, amado…se dibujaba sobre mi rostro”.

Este es el tono del libro. Siempre hay un hastío, una esperanza, la desnuda presencia de la vida que la fatiga. Se deja llevar por cierta caricia del tiempo, pero teme acaso entregarse demasiado al torbellino que pasa. Prefiere una suave mano otoñal:

“Este día de otoño me enlaza a su dulce melodía.

Lentamente, voy entre el leve rumor de las hojas que, desordenadas y temblorosas, cubren la tierra morena. Embelesada por la música del viento que las dispersa, me penetra la esencia del broncíneo cuerpo del mundo”.

Libro pleno de reflexiones, de vida interior, de canto. Si Gabriela Huneeus logra comunicar mayor fuerza interior a sus poesías, desasirse de ciertas imágenes ya un tanto acartonadas y buscar una veta todavía más personal con los elementos que ya posee alcanzará, ciertamente, una poesía vivida y lograda plenamente.


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1955-05-01. AUTOR: GABRIELA MISTRAL
La autora de este libro, recientemente editado, ha recibido de nuestra máxima poetisa la carta que publicamos a continuación:



“Cara amiga Gabriel Huneeus:

He recibido la lectura de sus interesantes páginas porque debo leer a sorbos a causa de mi vista cansada

Creo que, entre su primer libro y este, hay un gran avance de su prosa y, sobre todo, en su pensamiento. Aunque a Ud. pueda este juicio parecerle leve, no lo es; porque es muy raro en nosotras las mujeres el caso de las que evolucionan “en calidad”, no de la forma sino del fondo.

Me place seguir en Ud. eso que se llama una “evolución”. Cuide esta operación silenciosa y feliz de su alma. Siempre me ha impresionado en mi raza la escasa vida interior que tenemos. Somos locuaces y rara vez pensadores. He ido leyendo y celebrando muchas ideas y varios logros que son de la intuición y no solo de la inteligencia.

No tengo en este momento mis libros a mano, por eso otro día procuraré darle una lista de aquellos que a mí me han ayudado a pensar y, sobre todo, a vivir.

Perdone mi tardanza en responderle.

Un abrazo de su afectuosa compañera,

Gabriela Mistral”.

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1955-10-23. AUTOR: ENRIQUE MOLINA
¿Qué es este hermoso libro? ¿Es una serie de novelitas cortas cuyos personajes son estados de alma expresados en cifras? ¿Es un libro de pensamientos y reflexiones a veces con intuición filosófica, anotados día a día al correr de las horas? ¿Es solo un juego en que chispean las galas del lenguaje? De todo eso hay un poco. Las vivencias del espíritu cabe expresarlas de muchas maneras. Son otras tantas formas de arte. El músico las expresa en notas del pentagrama. El coreógrafo con los movimientos armoniosamente combinados del cuerpo. Gabriela Huneeus los presenta en un estilo poético y sobrio, simbólico y alegórico, como envueltos en una gasa ligeramente transparente.

El primer conjunto de sus disertaciones o aforismos los agrupa Gabriela bajo el título de “Viaje a la luz”. Viaje que es también “al amor”, en lo cual no hay, por lo demás, ninguna contradicción. A menuda se invoca un amado cuya existencia sola debe ser un motivo de consuelo.

“Nuevamente tenía tu rostro sobre mi rostro”, se dice en la página 39, “y una secreta buenaventuranza irradiaba entre mis venas. Como una tierra fértil y virgen que se entrega al beso del sol me abandoné al mágico poder de tu esencia. El amor me ofreció su copa de oro y embelezada, bebí su néctar”.

Y a la vuelta de hoja se lee:

“Bajo la mirada de Dios, en el corazón de la vida, disfruté, oh amado…, de las riquezas de sentir, de dar y recibir”.

“Dulce y gozosa se inspiraba mi juventud entre las perfumadas manos de tu primavera”.

“Anheloso de descifrar el enigma de mi alma, tus ojos ahondaban inquietos mis pupilas, sosteniendo entre tus brazos la arcilla de mi cuerpo”.



***

“En cada aurora y en cada noche bebía en el cristal de la dicha el precioso vino de tu sangre y me penetraba el arcano del universo”.

“Fui coronada por el espíritu mágico de la belleza”.

La rosa que acompaña a menudo a Gabriela suele ser una rosa mística. Se lee en la página 44: “De pronto una dulce brisa esparció las voces de antiguas campanas. Eran los pasos de Jesús”. Y en la pág. 58: “Nuevamente sentí los pasos de Jesús y brotó de mis labios una plegaria de gratitud”.

Termina esta primera parte con la siguiente invocación llena de euforia:

“Gozosa vislumbré la cima tan deseada. En aquel remoto lugar, entre las altas claridades irradiaba la belleza pura y sin mancha. No existía la incomprensión ni se daba la oscura flor del remordimiento. Libre de la niebla, el mar era eternamente azul. Sobre la tierra incesantemente florecían los bosques, los huertos y los jardines. Sin término brotaba el agua de los manantiales. Por los múltiples horizontes llegaban las humildes y majestuosas cargas de amor”.

“Infatigables trabajadores entraban y salían del templo inspirador que resplandecía dentro y fuera de sus siete puertas. Ante un altar de fuego inextinguible, encendidos de beldad desnuda, contemplaban su obra regocijados por un supremo deleite. Allí estaban los tesoros del hombre, descifrado su enigma y escrito su sino”.

“Mecida por la música del universo miré a mi encendida rosa. Inclinada hacia la elevada cima, sus pétalos eran alas de maravilla y entre océanos luminosos podían conducirme por todas las rutas”.

“Estaba liberada del tiempo y mi corazón palpitaba de amor en el camino de la humanidad”.

Al leer estos inspirados párrafos podría repetirse “soñar no cuesta nada”, pero solo quien tiene alma de artista expresa su ensoñación bellamente, como en este caso.

“El camino del hombre y su asno” es el segundo relato del libro. Constituye una alegoría desolada de la vida humana en su integridad, pero que deja ver vislumbres de esperanzas al terminar con estas palabras: “Sobre el camino eterno, unidos por la luz inmortal, el hombre y su asno avanzan, avanzan. La noche les tiende su refugio y una a una las estrellas los contemplan en luminosa velación”.

Vienen a continuación páginas sobre María Magdalena. Es una admirable silueta e interpretación de esta simpática figura de pecadora. Es lo mejor del libro.

“Colores” es una serie de sinfonías de palabras en rojo, verde, azul, blanco, dorado, gris y negro.

Para terminar brilla el fino espíritu de la autora en “Peregrinación del alma”.

Ahí nos ofrenda con la siguiente noble “meditación”:

“Se pierde el hombre al huir de la vida del espíritu por la puerta de la materia y al trocar el canto de su alma por el funesto grito de pasiones absurdas. Se pierde el hombre afilando el instrumento que a de ahondarlo en la selva de su instinto en los cáusticos pozos de su propia negación. Se pierde el hombre que, despojado del sentido de su trayectoria eterna y distante de la fuente de la verdad, busca una vida libre de pesadumbre”.

“Se salva el hombre, si desnudo de sí mismo, frente al alba, al día y a la noche, avanza hacia los horizontes de la vida sostenido en las alas de su dignidad e inspirado por una fraternal armonía”.

Así pone fin Gabriela al desgranar de las perlas de su prosa poética.




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