martes, 6 de mayo de 2014

TEODORO RUBIO MARTÍN [11.629]



Teodoro Rubio Martín (Teo) 

Sacerdote, filólogo, poeta y escritor, profesor… nacido en Casanova (Peñaranda de Duero, Burgos) el 13 de diciembre de 1958. Residente en Madrid desde los cinco años, está vinculado a la villa de Candás (capital del concejo o municipio asturiano de Carreño) desde su juventud.

TITULACIÓN

Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid.
Licenciado en Estudios Eclesiásticos por la Universidad de Comillas (Madrid).
Licenciado en Teología Catequética por la Universidad Pontificia de Salamanca.
Diplomado en Magisterio por la Universidad Complutense de Madrid.

EXPERIENCIA PROFESIONAL

1. Enseñanza

A)ESPAÑA
Profesor de Religión en los Colegios de E.G.B. Antonio Gil Alberdi, Echegaray y Fontarrón, de Madrid en los cursos 1981/82 y 1982/83.
Profesor de Religión en los Institutos Carlos María Rodríguez de Valcárcel, Maestro Rodrigo, Pío Baroja, Juan de la Cierva y en el Colegio María Inmaculada, de Madrid.
Profesor de Literatura en el Colegio María Inmaculada.
Profesor de Teología Catequética y Dinámicas de Grupo en el Seminario de las Hijas de la Caridad, de Madrid (C/ General Martínez Campos).

B) EXTRANJERO
Profesor de Lengua y Literatura Española e Hispanoamericana en Brooklin (Nueva York), julio y agosto del 1989.
Profesor de Dinámicas de Grupo y Lengua –Literatura Española e Hispanoamericana en Quebradillas y Arecibo (Puerto Rico), agosto de 2000.
Profesor de Lengua y Literatura y Dinámicas de Grupo en León (México), en febrero de 2003 (15 días).

2. Otras actividades
Director de Colonias infantiles y juveniles y Jefe de Campamento en Cabezuela del Valle (Cáceres), Sotillo de La Adrada (Ávila), Candeleda (Ávila), Rascafría (Madrid), Cádiz, Sigüenza (Guadalajara), El Escorial (Madrid), Jerte (Cáceres), Tarazona (Zaragoza), Zarzalejo de la Sierra (Madrid), Algeciras (Cádiz), Ortiguero (Asturias) y Candás (Asturias).
Cooperante en Proyectos de Desarrollo en Perú, Venezuela y Ecuador.

PUBLICACIONES

LIBROS:

Ocio y Tiempo Libre:

Una Aventura con Vosotros, Editorial CCS, 1996 (1ª edic.), 1998 (2ª edic.).

Ensayo:

Gerardo Diego y su pensamiento religioso, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2011.

Poemarios:

Araña en tu silencio, Toro de Barro, Cuenca, 1989.
Herida la palabra, Astrofuente, Salamanca, 1991.
Murmullos de Brisamar, Ayuntamiento de Carreño, Asturias, 1992.
Arañando tu niebla, Complutense, Madrid, 1996.
Luminosa andadura (Antología Poética), Ayuntamiento de Carreño, Asturias, 1999.
La Oquedad de tu distancia, Ayuntamiento de Carreño, Asturias, 2001.
Fría desnudez del calendario, Ediciones Rialp, colección Adonais, Madrid, 2001.
Elegía de Otoño, Ayuntamiento de Coslada, Ediciones del Orto, Madrid, 2003.
Tu mano todo el día, Fundación Fernando Rielo, Madrid, 2006.
Antologías (en las que aparece el poeta)

Verso:

El camino de las palabras, Acpo (Asociación Colegial de Poetas), 1998 (antología de 8 poetas).
De sombra y sueño, Celya, 2003 (antología de 9 poetas).
Versos para una primavera, Radio Popular - Cadena COPE - Obra Social de Caja Madrid, Madrid, 2000.
El Interiorismo, Ateneo Insular, Moca, República Dominicana, 2001.
Noche otoñal, Centro de estudios poéticos, Guadalajara, 2001.
Ángeles y poesía, Arión Editorial S.L., Barcelona, 2002.
Diecisiete años de Poesía en Veinte Años de Café 1981-2001, ediciones Vitruvio, Madrid, 2002.
Aquí llama primera del XXI (Poetas de Burgos), Cuadernos Telira, Burgos, 2003.
El ideal Interior, Ateneo Insular, Moca, República Dominicana, 2005.
Sexta antología de “Adonais”, Edicciones Rialp, colección Adonais, 2004.
La voz y la escritura (Encuentros en la Cacharrería), Editorial Sial, Comunidad de Madrid, Madrid, 2006.
Agua. Símbolo y Memoria, Libertad 8, Slovento, Madrid, 2006.
Bruno Rosario Candelier, Poesía Mística del Interiorismo. Antología de la lírica teopoética y protomística, Ateneo Insular, Santo Domingo, 2007.
Perlas silenses. (Del Libro de visitas de la Abadía Benedictina de Santo Domingo de Silos), Madrid, 2010.
Donde no habite el olvido. Antología poética 2011. Prólogo y selección de José María Herranz, Legados Ediciones, Madrid, 2011.
II Día Internacional de la Poesía en Segovia, 2011. Premio, Segovia, 2011.
Corazón de cielo, colección de poesía infantil y juvenil de la Fundación Conrado Blanco, Charín, León, 2011.

Prosa:

La razón de la sinrazón que a la razón se hace. Lecturas actuales del Quijote (vol. II), Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Junta de Castilla y León, Burgos, 006, pp. 475-480.
José Manuel Ortega, JORGE MANRIQUE A TRAVÉS DEL TIEMPO (Estudio y Antología), Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2007.

Artículos:

“Vanidad de vanidades y todo vanidad”, Sin cadenas, nº 1, 1986.
“Cómo peregrinar a Tierra Santa”,Vida Nueva, Madrid, marzo 1990.
“En la selva”, Asturias, Portfolio-Sofeca, 1997.
“También los poetas oran”, Burgos, revista Orar (Editorial Monte Carmelo), Burgos, 2003.
“También los poetas oran”, El Terol, Madrid, 10 de noviembre de 2004, nº 439, p. 7.
“¡Candasero, la alborada!”, Tríptico-Programa Alborada-92.
C.A.N.D.A.S. en Hispanoamérica”, por Teodoro Rubio, Remanecer, nº 3, año 2008.
Colaboración con poemas sueltos

En las revistas:

Escalera de Caracol, Pliegos de Estraza, Portfolio Sofeca (desde el año 1990), Ibiut-Gavellar, El Terol, Retama, Unión Fenosa, La “Eñe” literaria, Revista Telira (nº 4, otoño-invierno 2002), Renacimiento, Álora la bien cercada, La ventana (Grupo literario Valdemoro “De par en par”), nº 6, Glosas silentes (mayo-agosto de 1996; septiembre-diciembre de 2002), Albor, nº 1, 2 y 3, 2005-2006, Cuadernos del Matemático, Pliegos de Rebotica... (y revistas hispoanoamericanas), revista Orar.
Colaboración con textos en prosa
En libros como Pájaros de papel (Ediciones Beta), El Héroe del Espigón (Editorial Verbum), el CD Como si fuese niebla, vida y obra de Jesús Hilario Tundidor.





DE: ARAÑANDO TU NIEBLA


PORQUE TE LLAMÉ 

Porque te llamé mar mis diminutos 
contornos se me hicieron rompeolas 
y ensoñaba yuntar en barcarolas 
esas penas que agrupan los minutos. 

Porque te llamé sol los disolutos 
pulgares dibujaban amapolas 
y silencios, y herbosas caracolas 
nutrían de mi árbol savia y frutos. 

Porque te llamé amor lancé una flecha 
y hundiendo en el erial su hiriente pluma 
brotó de la sequía esta cosecha. 

Porque te llamé Dios nació el desvelo, 
el sol creó la luz, el mar su espuma 
y el amor sigue creando nuestro cielo. 

        (De ARAÑANDO TU NIEBLA, 1998) 





TAN CERCA Y TAN DISTANTE 

Te estoy sintiendo flor a cada instante, 
en cada sorbo de aire te respiro. 
Hoy te siento tan cerca y tan distante, 
que me asusta perderte en un suspiro 
y me alegra encontrarte cuando miro 
y sin verte eres tú mi acompañante. 
Cada paso que doy siento tu paso 
como un latido añil que me estremece, 
me eternizas de amor y con retraso 
mi deseo por ti transido crece; 
el espejo del mar se desvanece 
y golpeas tu luz en este ocaso. 
Cierro los ojos y otra vez yo siento 
cómo me unges rumor y me serenas. 
Y dudo si eres agua, si eres viento, 
si eres sangre que brota en mis colmenas, 
porque vas circulando por mis venas 
y me sabes a miel y a sufrimiento. 
Te voy sintiendo igual que un oleaje 
que a este caparazón lo solivianta 
y me roza la piel con su ramaje, 
dañándola en arrugas la quebranta. 
Te hallas disfrazado en mi garganta, 
en mi timbre de voz y en su mensaje. 
Una eternidad, Dios, sin conocerte, 
y estás aquí y allá por las esquinas 
de este mezquino corazón inerte 
desclavando del hueco las espinas 
que en éxtasis de amor me predestinas 
esperando el abrazo de la muerte. 

         (De ARAÑANDO TU NIEBLA, 1998) 






PAZ DESDE LA CUNA

No habrá nieve de amor, no habrá rocío,
no habrá incienso esta vez, no habrá amapolas,
ni arcángeles que extiendan sus estolas
para mostrar así tu señorío.

No habrá más donación que mi albedrío,
mi corazón que siente, herido a solas,
esta playa sedienta de las olas
para calmar, Jesús, tu escalofrío.

No habrá más gratitud para ofrecerte
y agrupando el amor, sin ofenderte,
revierto en tu nacencia mi fortuna.

A todo darás luz con tu sonrisa,
la paz me ofrecerás, la mil, la brisa,
jugando Niño-Dios desde la cuna.

                (De Arañandotu niebla)




DE: FRÍA DESNUDEZ DEL CALENDARIO


AÑORANZA

I

Si perdemos el mundo a cada instante,
nos perdemos nosotros
                           que no somos
ya los mismos.
                           Cambiamos nuestra forma
quizá como la luna cada noche.
Sentirse diferente a cada golpe
de reloj, a cada hora desprovista
de luz, de paraísos, de sosiego
disponible de sombras,
                                provocando
el eco y la aridez de mi silencio.
Sentirnos más inquietos
                                 que los pájaros,
más viejos que los árboles del río
movidos por el ímpetu del tiempo.
Sentirnos solos, tensos
                           de nostalgia
agarrando a las hojas por sus nervios.



        I I

No somos más que gotas de tristeza
en este mapamundi. El mal que obramos,
el bien que nuestro prójimo esperaba,
el vuelo de la edad en un suspiro,
tantas cosas inútiles que fueron
yugo en acantilados de los ángeles.
Toda elección supone una renuncia
y a veces la elección fue equivocada.
Por mucho que reniegue ya no vuelve
esa nube, ese tallo de ternura
que mis labios gozaron, 
                                        la palabra,
el secreto escondido o revelado,
el roce de mi piel sobre tu cumbre.
No se detiene el tiempo, 
                                       pasa, vuela.
El eco de tu voz se desvanece,
pero queda el preludio de sus ondas
y estarás para siempre tú ocupando
el rincón amarillo del recuerdo.
Si perdemos el mundo a cada instante,
nos perdemos nosotros
                                        que ya somos
el escaso horizonte hacia el futuro.

                                          III

También tengo grabadas como el árbol
iniciales de nombres que soñaron
la dicha de un instante y sobreviven
al corazón del tiempo su memoria.
Me duele la quietud de aquella roca
sentada en la vertiente que no sueña,
ni siente tantas noches de delirios
exactas como pétalos. Me duele
este eclipse de ausencias y abandonos.
¡Qué inútil desafío nos condena
a vencer las amargas despedidas!
¡Qué desorden de amor va diluyéndose
en mis venas! ¡Quizá los desenlaces
de mis dudas lejanas sin respuesta,
el envejecimiento, sus colores
y hasta los seres que amo y no comprendo
se quedan destruidos en mis párpados
como siembra tardía que bendice
su gozo cuando asiste la cosecha!
¡Quizá desgrane las espigas verdes
y secas en solsticios y equinoccios!
¡Quizá se apague el rayo que sostiene
toda la claridad de nuestros iris
y la polifonía de las horas!
Te podrás olvidar de nuestros nombres
y extraernos de tu orilla como a jucos.
Sin embargo perviven las palabras,
los actos y las íntimas quimeras
en la estela incolora de la tierra
y en el rincón azul de los abismos.
No nos podrás quitar nunca los sueños.




INCERTIDUMBRE


Igual que de tus ojos caen las lágrimas
con esa exactitud de los crepúsculos,
le caen al corazón los desalientos.
Sé que en alguna esquina
                                       nos aguarda
el dolor para darnos su saludo
y no nos abandona
                                     mientras vivos
caminamos al ras de as derrotas.
Tanto esperar que llegue la alborada
y no puedo abrazarla
                                      como quiero.
A veces he acortado el horizonte
para verme más cerca
                                      de tu vértice.
Quiero rozar los pétalos del alba,
contemplar la desnudez del río,
desvanecerse el tiempo entre mil cosas
y soñar que este instante
                                       sigue intacto.
Cuando abrazo la tarde y la aprisiono
parece diferente
                                        su sonrisa,
pero siempre termina
                                         por fundirse
con esa rapidez de los cometas.
Y me quedo yo solo
                                          con el frío




                     II  

Si supiera escribir como te quiero,
una voz  gritaría a cada instante,
al dorso del renglón emborronando
el perfil de las sílabas, las tildes
como una tempestad, como un latido,
como un eco que imprime
                                              las palabras
con esa rapidez que los relojes
retornan la memoria y nos desvelan.
Si supiera escribir como te quiero
el mar sería el verso último escrito
sin corregir aún de sus erratas,
y el cielo el corazón de donde nacen
las palabras. Los puntos y las comas,
y el amor, que no sabe 
                                        de equilibrios,
tampoco de finales
                                   imposibles.
Minutos junto a ti voy recorriendo
kilómetros de amor que han desnudado
los contornos espesos
                                        del camino.
Minutos compartiendo
                                         las escarchas,
deshojando los pétalos al tiempo,
en cada primavera.
Sentirte cerca, dentro
sosegando la fiebre a mi horizonte.
Sentirte como lluvia
                                     que te moja
y, a la vez, como el fuego
                                             que te abrasa.
Sentirte como un pájaro en su asombro
de volar, como el trigo
                                          que se entrega
en manos delicadas
                                      como nieve.
Sentir la lentitud de tus caricias
siempre como un volcán estromboliano.
Saber que seguirás siendo el acento
de las palabras llanas del poema,
que juntos crearemos
                                        cada otoño.
Cuando caigan las hojas de la rama
que sostiene esta vida
                                         como un péndulo
grabaremos el sello
                                     del cariño
que juntos procuramos ofrecernos
y seremos memoria,
                                      llama viva
porque es fuerte el amor como la muerte.

                             


NUESTRO EQUINOCCIO

          I I

Tu nombre es una playa de alfileres
prendida a la ribera de mi pecho,
prendida a la solapa de mi nombre.
Tu distancia es relámpago del tiempo.
Disiparé las sombras que me asfixian
en este espacio con su olvido denso.
De ti aprendí a sentir como la escarcha.
De ti aprendí a mirar el universo
con el vértigo de ola que mendiga
del abrazo el instante más inédito.
Quisiera un corazón en cada grano
de la arena quebrada de tu puerto.
Tú me miras con vertical suspiro
como el ciprés de temblorosos dedos.
Te encontraré fundido en el crepúsculo
confesando el dolor a los luceros.
Una estrella fugaz, de vez en cuando,
va dejando el sabor de tu regreso.
Podré rozar tu sol y tu horizonte
y descansar por siempre en mi sosiego.




LENTITUD DE LOS INSTANTES

I

Yo tengo mar clavado en mi memoria
el color invisible de la tarde,
los contornos azules de tus venas
con los pliegues de luz. Sobre tus hombros
van pasando a sorbos los instantes
encima de una cuerda de equilibrio.
Con el mismo entusiasmo de tus olas
subí a San Antonio con mi madre.
Contemplé desde allí tus dimensiones.
Antromero a distancia sorprendido,
ocultando tu azul entre la niebla.
Miré la soledad de la gaviota,
esa torpe gaviota que empezaba
su vuelo vertical y repetía
sus sueños en tus aguas, cuando el faro
manchaba tus espaldas
de ráfagas de olvidos.
Catorce de septiembre
bajo esa claridad de nuestro bosque.
Tenías apagada la sonrisa.
Y para sumergirnos
en tus profundidades,
estabas, mar, tan llena de escaleras
que ofrecías tus látigos
y tus saltos de espuma,
pero sólo tocamos las membranas
de tu voz ronca.


 


ENTREGA

Cuando pronuncias Dios y me circundas
con esa honda mirada de paciencia,
inventas en la noche los caminos
por donde la luz nace, en la mañana
veloz para escuchar en tus suspiros
el más ciego deseo por marcharte
a la orilla de Dios, junto a tu hijo
esperándote alado y misterioso
con la misma ansiedad de los centenos
para unirte en abrazos como el día.
Tiene miedo la muerte y se aproxima
descalza, silenciosa en los rincones
oscuros de tu rostro, y nos ofreces
ese puzzle de amor que con tus ojos
nos recreas la vida, nos despides.
Te entregas generosa en el silencio
respirando la mansa compañía,
la quietud en la esfera del olvido.
Tiemblan en el ocaso las palabras
flexibles, como el álamo y el junco;
en la estela del tiempo se sosiegan
con ternura tus párpados abiertos.
Y Dios derrama lágrimas oscuras
en los ásperos surcos de la tierra.
Madrugan los arcángeles al límite
del suelo, y tú sonríes como un sauce
con los labios de Dios, mientras te elevas
llevándote el amor como los pájaros
se llevan la alegría con su vuelo.
Y se detiene tu música quebrada
en el árbol cansado de tus hijos.
Y Dios se duerme, madre, entre tus brazos.





CLARIDADES 

(Premio de Poesía Mística “Martín Descalzo”)


SI el viejo amanecer se nos concluye
será el nuevo quizás igual que un tránsito
de luz que no se acaba con la noche.
Pongo así la esperanza como un sueño
en los brazos del mundo, como música
en esos pentagramas de la siembra
cuando canta la espiga, cuando el viento
estremece su voz y caen los trigos
sin hoz que les impulsen a la vida
nueva de donación. Una pregunta
se escucha y sin respuesta se diluye
en la cima del monte, donde el pájaro
comienza su acrobacia descendiendo
hasta el exacto vértice del páramo.
Allí se asoma al horizonte el vuelo
y marca la distancia del olvido
para volver de nuevo a la memoria.
Allí nacen las dudas, la ligera
respiración del alma de las cosas
inservibles quizá para los seres
y heredan los recuerdos sus sequías.
Entre la tierra, allí, entre los surcos
modelas alfarero con tus manos
la vigilia del hombre y nace el alba,
la eterna plenitud de los sentidos.
Pongo así la esperanza como un sueño
en tus brazos y tú me la devuelves
sonámbula de amor y con más sílabas
que un verso. Tú despliegas claridades
como un rayo de luz que cicatriza
toda la imperfección de mis latidos.

                   (De FRÍA DESNUDEZ DEL CALENDARIO , 2001) 
  









 DE:            TU MANO TODO EL DÍA
 Poesía, 33


TU MANO TODO EL DÍA

Este libro ha sido galardonado con el XXV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística el día 7 de diciembre de 2005 en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid, tras el fallo del jurado compuesto por D. Jesús Fernández Hernández, Presidente de la Fundación Fernando Rielo y del jurado; el Excmo. Sr. D. Luis María Anson, Miembro de la Real Academia Españo la; D. Joaquín Benito de Lucas, poeta y profesor de literatura de la Univer sidad Autónoma de Madrid; D. David G. Murray, crítico literario; y D. José María López Sevillano, Secretario del Premio.


TU MANO TODO EL DÍA
XXV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística (2005)



SOLILOQUIOS
DE INVIERNO Y PRIMAVERA

I. Al borde del cansancio están tus ojos

A David Rubio

I

Y algunas veces llevo entre tu nombre
este invierno de pájaros. Despierto
la voz para llenarme de planetas,
de ríos, de luciérnagas, de bosques,
en la espesura de la mar. Se acaban
los sueños, se columpian de distancias
como el viento del sur cuando respire
y adelgaza a las hojas con su canto.
Pero tiembla la luz cuando amanece
este ronco recuerdo de tus olas
y despiertan mis párpados profundos
el color y el rumor de mi ceguera.
¡Qué inmensa oscuridad sobre mis ojos
y que rayo tan frágil en la aurora!,
porque no tiene edad para abrasarme
y muestra su perfil, y me lastima
el sol. Sobre la bóveda del árbol
sollozan los crepúsculos.
Y detrás de la tarde, la palabra
va cayendo y la sombra se sostiene
guardando el equilibrio y es exacta,
y persigo el silencio, sus contornos,
y es azul y sus pétalos azules
sin orillas. Que bebe de su centro
el pudor de una gota, se sumerge
entre gritos de náufragos que buscan
el fondo de la vida; por los puertos
se subastan los peces en la dársena
y se pierden los gritos con los ecos
de tus olas. Lejano el horizonte
pronuncia una palabra. Solamente.
¿Por qué busco el silencio entre los ruidos
del alba, entre los vértices del tiempo,
entre la plenitud de los océanos?
Me asomo, sumergida la palabra
y mantiene la luz entre dos nubes,
entre dos islas, últimos reflejos
de tu noche a punto de extinguirse.
Contemplo el universo de tus ojos.




A Beatriz Avilés

VIII

No sé por qué. ¿Por qué la primavera
te adoptó como flor, como un milagro,
como un oasis en esta paramera
que recorre el rincón de mi costado?
¿Por qué fuiste la luz de tanta sombra
y de tantos crepúsculos heridos?
¿En los brazos de quién nacen los días
y sonríen a veces si estoy triste?
Perdona las preguntas, pero quiero
que el reloj de tus años no detenga
los puntos cardinales del recuerdo,
porque fuimos testigos de la dicha,
y nos temblaba el pulso una mañana;
al fondo del paisaje están tus ojos
igual que una palabra, tan precisos
como una luna llena, si anochece
el color invisible de la siembra.
Al principio tu luz iluminaba
esta oscura orfandad, tierra reseca
sin nombre, sin latidos y sin rumbo.
¡Qué inmenso es el dolor por una madre
a mitad de la vida!
Pero juntos paramos a la muerte
y emprendimos de nuevo la alegría.
¡Cómo duele el amor, pero redime
y aligera el cansancio!
Hoy subo hacia la tarde de tu fiesta
y te miro a los ojos,
y celebro tu vida
y el amor, sin fronteras.
Quizás no pasen años y me atreva
a desmayar el miedo con un rayo
y copiar nuestro mundo en un poema,
que nuestro amor será el más limpio viaje
al país de la vida.
Aproxímate, escucha, que tu nombre
se repite en mis labios como un vuelo
y se respira el aire.



IX

Al borde del cansancio están tus ojos;
me miran invisibles, pero siento
una continua luz que me submerge
en tu mar. Y derramas con tus olas
mil destellos de nieve y de inocencia.
¿Qué reflejo de luz, salmodia nueva,
se extiende como lluvia por mi pecho
y germina el amor a borbotones?
La vida, en su letargo, se despierta
y ondulas en mi espiga con tu mano
y la cubres de trigo y de silencio.
Ante el asombro inmóvil, tu palabra
como una exhalación, como un milagro.
Ya no exixte la noche, sino el día,
y mis ojos son luz para otros ojos.
Tu obra está conclusa y tú sonríes.





II. Y se respira el aire

A Fran Cañas


IV

Que no basta el silencio todavía,
Dios, amigo. El crepúsculo enrojece
cuando es la primavera la que abraza
el canto polifónico del viento
y es domingo en el árbol de este parque.
Que no basta el silencio, hay otras lenguas
para expresar el hambre y la fatiga
de aquella población desheredada
en el sur del planeta; esos lenguajes
que ofrecen con el pan un pasaporte
para volver con gozo al paraíso.
Que no basta el silencio mientras lloran
en el mar de Galicia los corales
y en Guipúzcoa se escucha la noticia:
“Se ha matado de nuevo a otro inocente”
y deja indiferente a sus hermanos.
Que no basta el silencio en estas horas,
para callarnos, Dios, aunque la muerte
nos desgarre el tendón de la esperanza
que unía el equilibrio de los nombres,
que formaron conjuntos de alegría.
Es verdad que la muerte nos persigue
igual que nuestra sombra, que nos pisa
los talones de Aquiles, que nos seca
la garganta. Es verdad, pero resiste,
que la muerte se aburre con el tiempo,
lo mismo que un relámpago o estrella
fugaz, que se disipa en un segundo
si la admites con júbilo y coraje
en esta plenitud de nuestros sueños.
Que no basta el silencio mientras puedan
nuestros labios sembrar una metáfora
que se entierre en el surco del recuerdo.
Que no basta el silencio si cosechas
los versos cereales de la dicha.
Que no basta, que no basta el silencio.


V

Ahora que sopla el viento
y las nubes ocultan con su sombra
el alegre color de la mañana,
la abeja remolina en el espliego
y sin tocar el himen de su nectar
no se da por vencida.
Ahora que sopla el viento
y aplauden las encinas
el temblor de su hojas,
ahora, precisamente, ahora me siento
como el pájaro acróbata resiste
ese calambre eléctrico del frío,
ese empujón del aire y se aproxima
a la rama en continuos balanceos
sin lograr el exacto, el equilibrio
exacto de sus alas.
Ahora, precisamente, ahora que vuelo,
yo no quiero apartarme de tu lado.






 SOLILOQUIOS DE ESTÍO Y DE OTOÑO


I. Equinoccios de tu ausencia

A César Cid

I

Todo tiene un final aunque no llegue
la luz a desvelarlo. Todo acaba
igual que en los crepúsculos el día.
Todo. También tu voz es tan ligera
que se consume en el otoño mudo
de esta silla, en el borde de esta página
que anochece en mis manos tantas veces.
Y repito la historia mientras llega
su final. Todo acaba en el sonido
absurdo de la tarde.
Y vuela la gaviota y se pregunta
si tienen los recuerdos horizontes.
Y desciende el olvido.


II

Contemplo la tristeza, se aleja con las nubes
y redimo mis penas preguntándome:
no sé por qué el dolor es más intense
cuando tú no lo buscas y él te encuentra
como un niño asustado detrás de la ventana
despidiendo la tarde con el vértigo
de una sombra que oculte tu rostro para siempre.


III

Cuando las nubes forman cordilleras
y se abrazan al sol para ocultarlo,
y corren tan veloces que la tarde
no puede detener sus resplandores,
allí te ocultas tú como una sombra,
como una oscuridad precipitándose
por los acantilados de la dicha.
Y yo esperando el próximo crepúsculo.


IV

Con el mismo ritual de la gaviota
cuando acude a la mar, como un suspiro
confundida de espuma, tu sonrisa,
desvanecida luz entre mis ojos
como un arcángel vuela. Nace el alba.


V

Se equivoca la tarde al despedirse
con el rostro cansado de los días.
Las horas se suceden, pero queda
la música del sol en el crepúsculo.
A veces es la luz la mayor sombra,
la gran oscuridad de nuestros pasos.
Cada poro de luz lleva en tu nombre
el ancho corazón de la memoria
y quiere regresar al horizonte,
al contorno invadido de ceniza.
Cuando llega la noche, las palabras
tienen tan sólo letras consonantes
y mis labios no saben pronunciarlas.
Las vértebras del tiempo se diluyen
en nubes verticales como agujas:
sentir mi corazón, en esta playa,
golpeado por las olas y sus pétalos,
sentir la soledad como un suspiro
esperando la próxima vigilia.


VI

Cuando vuelva mañana quedaremos
extasiados de amor como gorriones,
como un sauce llorón, como sus hojas,
en forma de volcán precipitándonos,
sin esperar que el viento nos derribe.
Aunque quiera ocultar nuestros caminos
yo siento que la espiga se levanta
dorada como el aire en el verano
y vuelvo a recordar aquellas lunas
nuevas, llenas, volar en los eriales.
Y tú esperando el alba mientras creas
pasillos alargados de silencio.
Con tu quietud de sombra me redimes
de tantas impaciencias que respires
en este bosque de árboles desnudos.


VII

Cuando oigo aproximarse la alborada
al borde silencioso de estas sílabas
se enreda como un látigo en el agua
tu sonrisa, sonríe el mar de nuevo.
Los párpados geométricos del día
encienden la explosión del regocijo
pintando de colores las riberas
con círculos concéntricos de azúcar,
relámpagos de sol sobre tu espalda.
Sonríes con el mar y el horizonte
desvanece la luz, mientras yo apago
la sed en las mañanas de tus ojos.





II. Los sonidos del crepúsculo



I

Esta tarde de púrpura y silencio,
partido en dos mitades como el día,
escribo: soy feliz, aunque me duela
tener un corazón como la escarcha,
sin altura ni peso.
Escribo: soy feliz, aunque no tenga
la inmensidad del mar para abrazarte.



VI

Todo puede cambiar en un segundo:
las hojas de los árboles, el viento,
el mar y su oleaje,
pero no cambiarán nuestros latidos
ni la sonrisa limpia de tus ojos.


XI

Observa el hemisferio de tu orilla,
la superficie plana de la rosa
y dibuja un jardín, en el que habite
un continuo sabor de primavera.
En la piel de tu noche escribo lunas,
con nombre y apellidos,
un tatuaje en el renglón del verso,
con tinta de colores.
Eres tú el atolón que me submerge
en las profundidades del deseo,
cuando rompe la bruma la armonía
del verbo, en el abismo intermitente
de la tarde.
Eres siempre la luz que me ilumina
el ocre amanecer de la memoria.






III. EL DESMAYO DE LA TARDE


III

El presente es un lazo desteñido
que se anuda de instantes pasajeros
y vuela con la misma rapidez
de la libélula
dejando las escamas de un suspiro.
Podemos evitar la luz de los recuerdos
con tan sólo bajar nuestras persianas.
¿Por qué tu voz se escucha igual que el río
no pudiendo aplacar su torrentera?
Yo seguiré esperando en el delgado
y desolado junco de mi orilla.
Cuando llegue el amor lo miraré de frente
y no escatimaré la voz de su saludo,
porque el tiempo envejece nuestro amor
igual que el vino,
y es más sabroso,
más puro que el que ayer tú me ofreciste.



VII

En este milenario roble
guardando el equilibrio nos mantienes
dios acróbata.
Nos lanzas al trapecio de la historia
igual que pájaros sin alas.
Pendulas con tus manos nuestras vidas
y cuando nos golpean los insomnios
en las sienes,
tú te ríes de vernos temblar como las hojas
y a menudo caernos de tu rama.



IV. EL CRESPÚSCULO DEL OTOÑO


A José Luis Vega (Pelis)


III

Porque esta enfermedad corre sin pausa
al ritmo acelerado de las olas
del mar. Y con su estruendo
va inundando mi playa de tristeza.
Acudo a ti, Señor, tan desvalido,
con sed de ti, desierto y sin oasis.
Yo te llamo, Señor, y me respondes
con rotundo silencio, y hasta a veces
el silencio es callado y se desgarra
la ilusión de sanarme. ¡Tanta lucha!
Escucho una campana que a lo lejos
ensombrece esta noche, y como estrellas
titilan en mis pulsos los perfiles
del júbilo, poblando con sus luces
mi destierro de fiebre. La campana
suena con un dolor tan insistente
que me olvido de mí, por un instante.
Y pienso que tu voz es la que suena
en este corazón desalentado.
Que esta brisa que azota mi crepúsculo
sea tu aliento, Dios. Que tengo frío;
frío, como esos pájaros que vuelan
en bandadas, reptando el firmamento,
sin dejar huella, diminutos: manchas
grises en la amplitud de tu horizonte.
Que la brisa y el bronce que requiebra
este sosiego sea suave bálsamo
en las fatigas últimas que vienen
como náufragos, Dios, a la deriva.
Sí, suena la campana nuevamente
y oigo que tu voz me está llamando
por mi nombre: “¡Hijo, es hora de abrazarte!”






LA MEMORIA SE CUELGA EN LOS BALCONES

I

Una alondra aletea las paredes
de mi infancia. Es domingo en la memoria
para llevar el traje nuevo puesto
con un sol diferente al de mañana
y dos puñados de aire que me crecen
en el pecho después de santiguarme,
al entrar en la iglesia de mi pueblo,
o de amar al vecino con un simple
saludo, una sonrisa o un regalo
porque su hija ha nacido entre nosotros
y se alegran los jueves y los árboles,
el campo se reviste de cosecha,
las espigas se doran y mis años
alcanzan con su vuelo aquellas aves
que vienen a mi infancia a cada instante
y me besan igual que me besaban
los labios de mi madre. Colecciono
en mi memoria cromos de colores
con la voz de mi padre que me llama
lejos, o la seriedad de mi abuela
sentada en el portal de mi memoria
recitando los versos que ahora escribo,
que no sé de quién son, pero que nacen
de un amor a la vida y a la tierra,
que es un mapa de líneas discontinuas,
hendiduras abiertas en el alma;
mientras, tiendo mis manos y las curo
con mis sueños de niño. Otra vez vuela
la alondra en los rincones de mi infancia,
abro la puerta y la ventana, luego
la libertad es libre y me saluda
y se queda conmigo para siempre.
                       

II

Mi madre se parece a aquella encina,
que es un árbol pequeño, pero fuerte,
y tiene un corazón igual que el río
que siempre está cantando y se la oye.
Mi madre va de oscuro y es el día,
el más alegre día que recuerdo.
Estamos todos tristes y ella ríe,
o nos pone la sonrisa en nuestros labios,
o nos mete la vida en el bolsillo
para que así a conciencia la gastemos.
No sé cómo lo hace, pero siempre
está sembrando amor por donde pasa,
o el que pasa a su lado se santigua
igual que ante una iglesia, ante algo santo.
Ella tiene palabras de consuelo,
y va con la verdad siempre delante,
mostrando con sus ojos la alegría
y llevando la paz a sus espaldas.
Alguna vez lloré cuando era niño,
no sé por qué, quizá tuviera miedo,
pero estaba igual que aquella encina,
a mi lado, mi madre sonriendo.


III

Es serio el ciprés como mi padre,
algo triste quizá para ser joven,
o viejo no lo sé, que no le he visto
su verde corazón, y que está oculto,
pensando en que la muerte, en que la vida,
se reúne a su lado casi siempre.
Era serio el ciprés y estaba solo,
a veces su familia le acogía
a un palmo de distancia, sólo hablaban
con el canto del pájaro y del viento.
Sin embargo era apuesto y melancólico.
No le he visto soltar ninguna lágrima.
Mi padre se parece a los cipreses:
es serio, eso sí, pero no triste,
y tiene un corazón de andar por casa,
luminoso y muy largo como el día,
partido en dos mitades, y no roto,
a pesar de que lleva en el semblante
la marca de la muerte dibujada.


IV    

Yo recuerdo en mi infancia que mi nombre
era un canto, a menudo, de dulzura;
sus ojos vigilantes y sus manos
eran alas de arcángel extendidas.
Me dolían los cinco años. Recuerdo
que mi padre vendía los aperos
de labranza, los asnos, sus ovejas
y su alma a Dios; igual que los Patriarcas
se marchó a otra tierra confiando
que fuera Prometida como aquélla.
Le salía el amor a borbotones
y se echaba a los hombros la fatiga.
Unos años de prueba sin fisuras
y lo mismo que a Abraham se le exigía
un hijo en sacrificio. Aquella mano
del ángel de la muerte no detuvo
esta vez el cuchillo. Quizá estaba
Dios en el primer sueño, repensando
cómo lograr la paz que nunca llega.
Igual que aquel ciprés mi padre serio,
con la solemnidad del que confía
que desnudos venimos a este mundo
y desnudos partimos sin remedio.
Pero nunca maldijo su desgracia.
Con silencio tragaba las preguntas
que le hacía el destino y recordaba,
igual que los cipreses, que la muerte
se reúne con la vida cada tarde.


V

Muchas veces la infancia me sorprende
como un continuo otoño de cigüeñas,
que deshojan mi vida, y los recuerdos
se alfombran a los pies de la mañana.
Muchas veces el alma se me esconde
en los juegos de niño y me dibuja
una raya en el centro de mis ojos
y contemplo luciérnagas volando
y su luz es la voz en el silencio.
Añoro algunas tardes que quebraron
mi rostro en el espejo de la dicha
y el humo de un volcán me despertaba.
La niebla de los años me presentan
mil voces que se oyeron, mil sonrisas
perdidas en el tiempo, mientras cubro
mi rostro con las manos de palabras
y la nostalgia vuelve entre cristales
con verbos transitivos a ofrecerme
remolinos de gozo entre las ondas
del agua de una fuente, que he bebido
la sed de los otoños, como un sueño
a punto de extinguirse, con la escarcha
de un domingo que viene a mi memoria.
                            
                     
VI

Yo sé que era domingo porque oía
un canto de campanas y de fiesta;
olía a sol, a espliego. Mis paisanos
vestían de chaqueta y de corbata.
Allí, junto al pilón, con mis tres años,
guardando el equilibrio a pata coja
saltaba piedra a piedra y recorría
la longitud del gozo en las orillas
del pilón. Mi sonrisa, mis zapatos
se estrenan en el fondo
del agua donde beben las acémilas.
Un murmullo cercano y un sollozo
presiento cuando un ángel acaricia
mi rostro en la lucha con la muerte.
Extiende sus dos alas y me eleva
al vientre de la tierra
donde abrazo a la vida y a mi hermano
que me cubre de besos y de ropa
seca, en un breve instante, en un suspiro
de amor. Así es la vida:
el sueño de un milagro, el milagro de un sueño.
  

X

Si podemos mirar hacia otro lado
cuando canta el jilguero y aletea
frente al mudo zarzal de nuestra boca,
podremos despertar de los insomnios,
extender con la voz nuestra palabra
y llamar por su nombre a cada cosa.
Nunca es tarde de amar lo que sí odiamos
y es tarde para odiar lo que quisimos.
No tenemos la culpa de que el agua
se escurra en nuestras manos, y el olvido
se refugie detrás de la esperanza.
Porque ahora todo es mío, hasta la vida,
los contornos de asfalto de estos dedos
que saben señalar a medianoche,
la alborada escondida en el silencio.
Aquello que ahora existe y no existía
es un largo paréntesis del sueño,
un futuro imperfecto que dejamos
en este tiritar  de los inviernos,
               igual que un testamento en nuestras manos.


XIII
                 
Me gusta que la noche nos sorprenda
entre un vuelo de alondras, y unos ojos,
en silencio y temblando igual que  los satélites.
Me gusta descansar  en los espejos
 la luz, y que amanezca el nuevo día;
que es posible mañana, aunque el ocaso
 perviva con su sombra tanto tiempo.
No importa que se pierda en esta noche
la voz del alma entre tus ojos claros,
porque mirar tus ojos
es escuchar un corazón desalentado
en un paisaje huérfano de trigo.
Te siento como el eco de unos ojos
que me miran, detrás de unos abrazos,
que me miran alegres, infinitos
porque saben que existen continentes
que no tienen la forma de tus dedos.
Hay gozos que se esconden tras la puerta
y esperan que una mano los rescate.
Me gusta que la noche nos sorprenda
entre un vuelo de alondras y unos ojos.
Se suceden las sombras, el amor es el camino
para volver atrás, a aquel invierno
de tierra, sal y espumas oceánicas.
Dime si tiene voz la incertidumbre
y si la mar se asombra 
con las preguntas imperfectas de la noche.
Sólo  en aquel balcón de la memoria
el cielo era un relámpago del agua
de unos ojos, tus ojos y los míos.

          (La memoria se cuelga en los balcones)






                      ASCENDER MUCHAS NOCHES


ESTE MUNDO DE AYER
              
Puede romperse el mar, quebrarse el cielo,
puede arañarse el alma al despertarnos
si el amor no habitara en nuestro pecho.

Si has sembrado en la entraña de la tierra
semillas de la paz, y si has abierto
surcos de libertad en las ciudades,
caminos de esperanza en los desiertos,
no te abandones nunca a la tristeza,
no te rindas jamás, no tengas miedo.
Que nunca pecarás de amar, la vida
nos abraza y empuja con su péndulo,
y nosotros optamos por la guerra,
quizás por el abrazo más sincero.
Y solamente peca el que no ama,
el que corta sus alas para el vuelo.
¡Cómo duele el amor, pero redime
y aligera el cansancio más espeso!
Que la vida es un mapa de ilusiones,
con montañas, con ríos y con pueblos,
y es hermoso abrazar la geografía,
cuando palpita el corazón del tiempo.
                       No dejes escapar tantos instantes
de luz, de paz, de amor, con sus destellos
será al fin desterrada la apatía,
el racismo y la violencia de género.
Busquemos un oasis donde llegue
sin brújula el amor a nuestro pecho,
donde brote sin vértigo la vida,
donde llegue la paz igual que el viento
a ráfagas continuas de victorias,
y con el mismo crepitar del fuego. 
Con esas manos tuyas y las mías                                                
este mundo de ayer hoy será nuevo.

Puede romperse el mar, quebrarse el cielo,
puede arañarse el alma al despertarnos
si el amor no habitara en nuestro pecho. 

                                  




NUNCA 
  
                     Nunca tuve unas manos para aprender del viento
a acariciar la tarde. Nunca tuve unos ojos
para mirar de frente si la memoria llama.
Nunca tuve unos labios para besar el llanto,
la luz de cada día, las sílabas del alma.
Nunca tuve un corazón que sintiera la vida
como un temblor de sombra, como un reloj de noche,
que abrace las preguntas y no responda nada.
Y nunca tuve una voz para gritar los sueños,
cuando rendidas duermen acaso las palabras.







NOTICIAS COTIDIANAS
                             
Puedo escribir los versos más tristes esta noche
como Pablo Neruda y Félix Grande escribieron.
Puedo escribir que el mundo no es redondo,
que es extenso y quebrado en sus puntos cardinales
y tiene cicatrices en su geografía.
Mil millones de hermanos desnutridos, desnudos,
merodean vertederos donde saciar su hambre
y el frío de la noche ondulado por murciélagos;
y la esperanza es muda, sorda y hemipléjica.
Un veintiséis de junio de dos mil diez. Es viernes.
Los termómetros bajan por falta de cariño,
lo confirma la prensa, también el calendario
y las noticias radiofónicas hacen énfasis
en que el paro desciende en cinco puntos.
Otra mujer ha muerto agredida por su esposo
y veinte ciudadanos víctimas de la guerra;
los niños en la escuela abusan de los más débiles
y los políticos se insultan en el Congreso.
Silencian las voces subiendo las pensiones
y sueldos vitalicios de tantos diputados
que aprueban las mentiras a cambio de prebendas.
Se mutila el amor igual que a los crucifijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche
como Pablo Neruda y Félix Grande escribieron.
El reloj de pared se me ha parado
y son las doce en punto. Otro día comienza
con la misma inquietud de cada sábado.




   
PROCESO CREATIVO

Es verdad que la noche nos ofrece
un libro abierto con las hojas negras,
para escribir los versos más antiguos
que nacen en el alma.
Son versos para ti, tierra fecunda,
y para ti, también, joven mendigo
gozoso, que deambulas por las calles,
pidiendo una limosna a los relámpagos.
Mejor, son versos tuyos, que nos pones
en cada exactitud de los insomnios
una palabra,
toda la inmensidad de Dios
                     en esta plenitud de la tristeza,
mientras la vida, llora
inquieta con los árboles,
al fondo del descanso, y glorifica
los pulsos sucesivos de un poema,
que descansa en el libro de la noche.
   





ARMISTICIO
    
Me siento en el sillón, como otras veces,
con el mismo pudor de la costumbre
y un esfuerzo de amar, mientras la lluvia
descorre las cortinas del silencio.
Y en un botón de luz se abrocha el mundo:
Irak y Palestina se convocan
y se abrazan al Líbano y América,
a Europa, a la cordura, al mapamundi;
un olor verde a cedros y abedules,
y un vuelo de palomas
va poblando el ozono de perdones,
en un largo paréntesis de olvido.
Y surge como un silbo la palabra
en esta dimensión de nuestro pecho,
como dios en la mano es una sombra,
un sueño dulce y real es el poema.


                                                
                

INCERTIDUMBRE

Yo sostuve la luna la otra noche
mientras leías versos de Pessoa,
y en el lago croaban los anfibios.
Una estrella fugaz, y por mis manos
se incendiaron de espuma los poemas,
y volaba el amor igual que un pájaro,
en una habitación, desconcertado,
en busca de una luz para escaparse
de aquella oscuridad,
y de estas manos.

                 



EL DOLOR DEL MAR



Está de luto el mar, porque sus olas
visten negro azabache en estos días
y resuena un temblor casi continuo
de campana o sirena.
                      Está de luto el mar, y se entristece
cuando a solas recuerda estos envites
putrefactos de espuma ennegrecida.
                     Está de luto el mar; a veces llora
si observa que los peces son ya náufragos
                     flotando a la deriva hasta la playa
y la brisa le asiste y le consuela,
y se escucha un clamor como de verso
quebrado. El horizonte se diluye
entre la densa bruma del crepúsculo,
y parpadea en el vaivén del tiempo
el filo de una espada que atraviesa
el corazón del mar, mientras se esconden
moluscos y crustáceos en las rocas.
Los dragones marinos, los corales,
las gaviotas, que beben sed al sueño,
y hasta las sonámbulas caracolas
parecen pronunciar con sus fonemas
una ronca plegaria:
“Quitad ese dolor al mar, que llora
con diferente sal en esta tarde”.
 Y a veces hasta llega un hedor virgen
de no sé qué distancia, pero tiene
color de medialuna, porque sabe
a noche y alborada juntamente.
                      Está de luto el mar, como nosotros,
que izamos el ocaso en las pupilas,
vagabundos de sueños quebrantados
por el dolor del mar y por su pena,
por un futuro incierto, con nostalgia
de un reino submarino en el origen
de este mundo.


II

Quiero doblar en pliegues la sonrisa
de pretéritos mares, recoserla
en el rostro anochecido de los hombres
y escribirla en el blanco de un cuaderno.
Quiero abrirla después en la ribera
de la tarde,
igual que un abanico de colores
aliviando el calor del mediodía.
Quiero extender la luz de los cometas
en las entrañas y en la piel del océano
para resucitar; y cuando pueda
con el júbilo hacer un paraíso.
Quiero dormir el sueño de los náufragos,
que regresan al puerto de la vida
puntualmente.
                       Está de luto el mar. Los marineros
escriben epitafios,
a estribor de las naves,
con salomas de niebla.  





Dicen

                           A Antonio Pastor

Dicen que lo has perdido casi todo:
la mujer, el trabajo, la vivienda,
las ganas de poner firme a los árboles
cuando el viento susurra a sus espaldas.
Me dicen que has perdido los amigos
y la palabra que en tus labios nace
como un atardecer festivo y blanco,
como un vuelo poblado de libélulas.
No se pierde el amor, aunque te roben
la dimensión del mar y sus orillas,
y los acantilados donde guardas
un corazón de luz para el deshielo.
Dicen que lo has perdido casi todo.
No se pierde el amor, siempre resiste
agarrado a la piel igual que el aire,
igual que la sorpresa de la lluvia
es temblor transparente en nuestras manos.
Así, cuando se quiere, el pentagrama
de la vida está lleno de música,
y, aunque te roben unas notas blancas,
podrá tocar la orquesta su concierto.
Dicen que lo has perdido casi todo
y, en cambio, estoy tentando a borbotones
el amor, que has dispuesto en nuestras almas.





MALOS TRATOS            
                      
                       ¡Mujer, alza la voz como un relámpago,
como estrella fugaz, que se disipa
en un instante, en el tacto de la noche,
y deja en un deseo la alegría!
¡Alza la voz, que se te oiga clara
la palabra de amor que deletreas!
Eres débil…, y fuerte, porque luchas
contra el tiempo, en el hombro de la vida
y resistes a golpes de derrotas.
Estos brazos del mundo son tu fuerza,
la esperanza de todos los inviernos,
que te cubren de frío y de ceniza.
Tú escuchas la memoria como escuchas
los relojes, que marcan cada ocaso
el incierto futuro. Si el olvido
es igual que una nube de jilgueros
perdidos en tus ojos, en tus labios de ausencia, 
¿por qué sigues buscando por las olas
de ese mar tan lejano y tan cobarde,
ese espacio de paz donde soñaste
el néctar de la dicha?
¡Despierta!, que la dicha está a tu alcance
en la mar que navega por tus manos.
¡Mujer, alza la voz y manifiesta
el coraje de amar que sobrepasa,
al límite, la eternidad de los mediocres!
Pues, perdonas al hombre que te humilla
con sobria prepotencia,
¡mujer, alza la voz, porque eres libre,
como una tierra fértil, a punto de dar fruto!

                      

                

EN ESTA TARDE DE CAMPANAS HUECAS

                                     (a Francisco Martínez)

En esta tarde de campanas huecas,
de fuego y de sofocos fugitivos,
en que murmura el aire, su perfume
de piedra y de silencio, quiero amigo
sufrir con mis palabras tu derrota
y acompañarte ahora en tu camino.
Yo siento que la mar me está cubriendo
con sus cejas de sal, mi escalofrío,
y que la tierra ofrece con sus uñas
y su voz, arañazos y mil gritos.
Detrás de la ventana está la vida
con su respiración y sus suspiros.
Duerme en tu costado cada noche
la soledad, que puebla un paraíso
donde cabe el dolor, y cabe el verso,
y cabe la noche, y cabe el río.
Al alba se despierta y te acompaña
enredada a tu piel, al laberinto
donde el muro del tiempo se enloquece
y saluda a lo lejos el olvido,
donde se incendia un bosque de recuerdos,
de labios, de palabras y de olivos,
donde sin darnos cuenta, se nos queman
del gozo y la esperanza sus dos tímpanos
que oían la música del alma,
del corazón, el viento tan antiguo.
No dejes de pensar, que casi siempre
la muerte se aproxima en su espejismo
para atrapar la dicha con sus manos
y arañar con sus uñas nuestro espíritu.
En esta tarde de campanas huecas,
de fuego y de sofocos fugitivos,
yo quiera poner sobre tu herida
la eternidad con el amor, amigo.
             
                    




 INCENDIARÉ LAS SOMBRAS

           (A la memoria de Cristina López Rojo)

He pensado escribirte sin vocales
para que puedas entenderme ahora
que llevas en tu pecho los acantos.
Ahora, Cristina, que la luz se muda
en un continuo temblor de mariposas
y el silencio abanica los espacios
donde aletea el aire tus palabras.
Tu voz crucificada como un cuerpo
a punto de expirar en las aristas
de una tarde inconclusa de libélulas.
He adoptado tu voz igual que a un niño
para que forme parte de un retablo
sinfónico de sueños y vigilias.
Yo puedo adelgazar las olas
para cubrir tu cuerpo con un verso
sin la necesidad de tanta espuma.
Ahora, Cristina, que remansas todo:
el mundo, los insomnios, los enigmas
y llueves la orfandad en esta noche,
incendiaré las sombras con luciérnagas
en un campo bebiendo tulipanes
del color infinito de tus ojos.




LOS AMIGOS

Si los amigos son como los pájaros,
que te alegran la vida
y llevan la palabra
al sur del corazón, en cada aurora;

si sostienen la voz entre equilibrios,
sin dejar inclinarse la balanza
hacia el centro, la izquierda o la derecha
según los vientos soplen a favor suyo;

si son la médula espinal, los ojos,
y las manos y los pies en la distancia;

si cubren el vacío que tú dejas,
en la camisa rota que regalas
mientras vas al destierro de los lirios;

si los amigos son para el deshielo,
el sol que te convierte en agua pura
para lavar el rostro a los poemas;

si ésos son los amigos, los que abrazan 
un regreso de pétalos
con sed de nuevo día,

les deseo la cruz de la justicia
y la cara de amor, en la moneda
del hombro desgastado de esperanza.

Hay quizás, también, falsos amigos,
que llevan el silencio y la amargura
ocultos en la mar de la memoria.
Son parcos en detalles, y acrecientan
su ego en el compás de la miseria.

Yo lo siento por ellos, si clausuran
la dimensión de un alma
cuando acaso deciden libremente
apartarse del tiempo 
y no dejar más huella que el asombro.
Yo lo siento por ellos. Que seguimos
en el mismo rotar de los satélites.




POETAS

 No sé por qué yo a veces me pregunto,
si el día tiene espinas en las manos
para dolernos este mar dormido,
donde descansa el alma en sus riberas.
Mi corazón sonámbulo camina 
y siente que el abrazo de la noche
es como un verso escrito con cristales,
sólo un pálido sueño que nos pesa
y nos ata en la calle junto al poste
quebrado en el temblor de nuestra vida.
Me pregunto, vosotros los poetas,
levantáis la voz en las desgracias,
en los campos heridos de injusticia,
pero tenéis un labio limpio, dispuesto
a la paz y al amor que nos seducen
la transfiguración de nuestra tierra.
Me pregunto, vosotros los poetas,
sois los hijos nacidos de los dioses
para alumbrar el día, si las sombras
se sientan, sin prisa a retirarse,
para llevar en hombros la esperanza
cuando ha muerto la vida y sus encantos,
y está muda la tarde.
Yo no sé la razón y me pregunto
por qué si soy poeta, la alegría
se escurre como un náufrago en las olas,
y no acude la sed de los milagros
a sostener en brazos la ternura.
Os pregunto, poetas, me pregunto,
si somos la simiente en este cosmos
¿no sé por qué no hay frutos todavía? 
Tal vez, mientras, llevemos la esperanza,
Igual que un libro abierto que escribimos
a cada instante con la vida rota,
con pájaros heridos por las nubes 
de nuestro corazón mudo y sonámbulo.




         OCTAVO DÍA


         I

         Que llegará “sadolu” no sé cuándo
         y yo lo esperaré como se espera
         provisto de ilusión a aquel hermano
         que nunca has conocido, pero viene
         después de muchos años a tu vida.
         Yo sé que llegará sin equipaje
         para ofrecer la paz que se resiste
         en un mundo que abraza las orillas
         del naufragio, que pone las palabras
         en un árbol sin ramas y sin aves,
         y tendidas al sol de la memoria-
          Yo sé que llegará “sadolu”, pronto,
         otro día quizás de la semana,
         más allá de los sábados y martes,
         que nos traiga noticias diferentes
         y el sueño que siempre deseamos,
         que acaricie el asombro de los lunes
         y retrase su vuelta a la rutina.                        
                                
       
         II         
          
         Yo sé que llegará, porque le siento
          en el hondón del mar que me persigue
          cuando mi corazón se va de viaje
          al país de la noche, donde lloran
          sonámbulos de amor todos los sueños.
          Yo sé que llegará porque le he visto
          asomarse a la vida tan desnudo,
          con las manos vacías de rencores,
          con voz de olvido y ojos de esperanza.
         Cómo suenan los versos en “sadolu”
         ¿no lo sabes, poeta? porque vives
          con hambre de diciembres y domingos
          y silencios heridos del otoño.
          Yo quisiera nacer en un “sadolu”,
          si volviera a nacer. También quisiera
          morir en un “sadolu”, cuando llegue
          a morirse la muerte de alegría
          en el otro hemisferio del poema.
    





ME ASOMBRA EL DÍA
                   
No sé por qué,  pero me asombra el día,
el  recuerdo lejano de unas voces
que  escuché en el rincón de la conciencia
tantas veces a pecho descubierto,
y que fueron cenizas de mi infancia
y vuelven a chocar contra el olvido
como una ola sedienta del océano.
La noche tiene sed, y amé la noche
con los labios sedientos de mañana.
Y  vivo en esos labios, en la orilla
del  gozo que sembré junto a la vida,
en las páginas pálidas del tiempo.
Y vivo en el umbral de la memoria
amando a aquellos seres que me dieron
el torrente de amor y la palabra.
Se marcharon algunos a la sombra
de la respiración, pero perviven
en los bronquios del alma y del recuerdo.
Y queda una pared en los cristales 
de una infancia manchada de cariño
y juguetes de brisa frente al mundo.
No hay libertad más grande que el olvido
o el recuerdo con aire de una fiesta
que abraza la niñez y la transforma.
               
   


NO QUIERO QUE SE ALQUILEN LAS PALABRAS

No quiero que se alquilen las palabras
en ese laberinto de la vida,
donde surgen los sueños.
Detrás de la memoria, el horizonte
presenta algún paisaje con oscuros,
con símbolos en piedra y en ceniza.
Solo quiero escribir con letra firme
un pasillo de amor sobre tus dedos,
la dicha en plenitud  para mis ojos
y la luz en las letras consonantes
para volar con ellas como un pájaro
en el  amanecer  de nuestros versos.





HOY, UN DÍA NUEVO

No me digas “pudimos ser felices,
me cansé de esperarte, y ya rendida
abracé tu distancia como a un cuerpo
inerte, del tamaño del aire.
No me digas “mis labios tienen grietas
de pronunciar tu nombre a cada instante
y no lograr palabras de tu boca”.
No me digas “lo siento, ya es inútil
abrazar los deseos en la sombra;
que sólo tengo sed de los olvidos;
la memoria es una noche sin mañana.
No me digas “mi espera fue un insomnio,
el vértigo regresa en cada tarde,
los árboles crecieron en el bosque
y es oscuro el silencio que me habita.
No, no me digas nada, no me digas
el mar, la luz, la tierra, el universo...
Hoy empieza otra vez, es el presente
el que nace y respira en nuestras voces.
El ayer ya no vuelve a nuestras manos,
de nuevo están desnudas como el día
para que las llenemos de esperanza.       





                         
NACIMIENTO Y ESPERANZA

                     (a Adrián que nació a los 8 meses)

Si pudiera tu voz decir al mundo
que la felicidad existe dentro
del vientre de una madre, también fuera,
oiríamos cantar con su sonrisa
al árbol del jardín que te acompaña,
como cantan a coro en un segundo
los besos y palabras que recibas
de tus padres, del alma
de una tía aniñada en el asombro
al contemplar el cielo de tus labios.
Si pudiera tu voz gritar el gozo,
se detendría el mundo
para anunciar la vida,
como un amanecer
con brillo de luciérnagas.
Tú puedes detener con esas manos
el odio que se tiende en los caminos
al paso de una brisa silenciosa
mientras tocan a Beethoven los planetas.
Porque has nacido Adrián, antes de tiempo,
antes de que la vida
te ofrezca su saludo
y el dolor acaricie tu semblante.
Ha sido un aleteo de palomas
tu entrar en esta tierra como un ángel
sediento de una luz casi infinita.
Si pudieras Adrián nacer de nuevo
lo harías otra vez porque se ríen
de tu risa las lágrimas de un parto
bendecido de amor en primavera.
Me digo, para qué”, si son felices
las aves cuando miras su aleteo.






PORQUE TIENDO MIS MANOS

Porque puedo tocar todas las cosas
con las olas del mar que llevo dentro,
porque puedo ceder en este instante
mis ojos y mi voz, también mis dedos
 para que así contemples de mi vida,
aquel paisaje que duerme en el espejo
de mi infancia, en la sombra de una noche
terrenal, en el pórtico del tiempo,
que llevo acumulado en estas dunas
de piedra y de cristal, en mi desierto;
para que así pregones, que estoy vivo,
como la tierra, y libre como el viento;
para que así acaricies el cansancio
y se transforme en música en tu sueño.
Porque llevo el dolor en esta orilla
de pájaros desnudos del invierno.
Porque tiendo mis manos como ramas
de un árbol en tu bosque, y sólo el eco
redime mi esperanza de una tierra
donde nazca la vida en cada verso.
Porque puedo tocar todas las cosas
con las olas del mar… hasta tu cielo.







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