lunes, 19 de mayo de 2014

MARÍA URZÚA CASASCORDERO [11.741]


María Urzúa

María Urzúa Casas-Cordero (San Fernando, Chile   1916 - Santiago de Chile, 1993) es una ensayista, escritora y poetisa chilena adscrita a los géneros de la poesía, novela y cuento.

Hija de Blas Urzúa Cruzat y de Ester Casas Cordero, estudió Pedagogía en francés en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y una especialización en literatura en la Universidad de la Sorbona en Francia; su primeros cuentos y poemas los publicó cuando tenía nueve años en la revista infantil El Peneca, mientras que su primer trabajo literario individual lo publicó en 1957 con el título Río amargo. Además, realizó un trabajo antologal en coautoría con Ximena Adriasola titulado La mujer en la poesía chilena: 1784-1961 y que publicó su primera edición en 1963; por otro lado, y en el ámbito de la docencia, publicó en 1957 un texto destinado a la enseñanza del francés con el título Le nouveau français: classes du premier cycle des lycees et colleges.

Fue amiga de María Luisa Bombal4 y secretaria de Gabriela Mistral en Petrópolis, experiencia que le permitiría escribir posteriormente un ensayo titulado Gabriela Mistral, genio y figura (1981) que «revela aspectos poco conocidos de Gabriela Mistral, sus relaciones, sus cartas, su vida sentimental, sus ideales» y que es considerado una pequeña autobiografía.

En el año 1977, recibió el Premio Anual mención cuentos de la Municipalidad de Santiago.

Obras

Río amargo (1957).
Alta marea (cuentos, 1959).
Altovalsol (poesía, 1961).
La isla de los gatos (cuentos, 1960).
El presidente (novela, 1965).
También el hombre canta (Grupo Fuego de la Poesía, 1967).
El invitado (cuentos, 1974).
¿Quién soy? (1978).

Ensayo

Volvamos a París (ensayo, 1974).
Gabriela Mistral, genio y figura (ensayo, 1981).
Antología y docencia
Le nouveau français: classes du premier cycle des lycees et colleges (1957).
La mujer en la poesía chilena: 1784-1961 en coautoría con Ximena Adriasola (antología, 1963).





UNA VENTANA 

Una simple ventana, hacia un mundo tan ancho,
cruzado por los cielos en cendales de alba.
Respiran los cristales blanca fiesta de almendro
ceñidos de luciérnagas. 
Y la danza del ceibo
enardece la llama que incendia la montaña
a la orilla del sueño.
Y mis lunas destellan en ascenso de alas
sobre espacios rosados. No importa si mañana,
a la hora del descenso, se regazan en niebla.
Una simple ventana









LLAMADO DE LA MATERIA

fragmento

II

Y las cosas se envuelven en su propio volumen,
su color y su aire, su rumor y su luz.
Se aíslan y penetran en su propio destino,
desde el borde hacia el centro.
Huyen hacia su sangre.
Se sumergen en lenta lluvia de soledad.

Pero su lluvia cae, funde, persiste en mi simiente,
y su canto y su sangre
en mi sangre y mi canto.
La vida de las cosas se vuelca hacia mi vida,
y respiro con ellas. Germino y permanezco.

Brillan dentro de mí. Alimentan mi llama
y me dan su existencia.
Y fluyen los aromas de la tierra.









Altovalsol
Autor: María Urzúa
Santiago de Chile: Eds. del Grupo Fuego, 1961



CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1961-05-25. AUTOR: RAÚL SILVA CASTRO
En medio de la poesía contemporánea, tan fértil en todo, descuella ya el nombre de María Urzúa, cuyo libro “Altovalsol” (Eds. Del Grupo Fuego) es el último en fecha pero, seguramente, no será el último que la autora publique. Confiesa ella que anda en busca de la “perfecta palabra”, viejo, tenaz empeño de todos los escritores de todas las lenguas y razas. En la “perfecta palabra” encontraremos tal vez el ritmo musical de la prosodia, el aliento de antiguas generaciones, nuestro propio aliento, y al hallarla trataremos de fijarla en el papel para que, con nosotros, sus halladores, la reverencien todos los humanos. Porque el escritor escribe en parte para sí mismo, ya que procura llenar necesidades somáticas que solo hallan satisfacción en la escritura; pero, principalmente, escribe para los otros hombres, a quienes quisiera ofrendar el don de sus hallazgos.

Ahora bien, ¿está aquí la “perfecta palabra” tras la cual anda María Urzúa? Debe señalarse, al paso, que el nombre “Altovalsol” corresponde a un sitio geográfico del Norte Chico, de aquella misma tierra en que vio la luz Gabriela Mistral y donde vivió los primeros años, antes de que un apetito jamás dominado de vagar la echara al mundo. Pero el libro de María Urzúa no está dedicado ni a Altovalsol ni a región alguna de Chile; es más bien abstracto. Hay, eso sí, un poema titulado “Altovalsol”, donde se define el sitio:




“Un fervor majestuoso se tiende en la pradera
y prolonga confusos perfiles de tinieblas.
Ya comienza el desamparo de la tierra,
embellecida en la hora de la siesta,
bajo la mirada integral del firmamento.
El viento la dejó desvalida y a ciegas,
en secretas ensenadas de sombra.
Alto, más alto que estos montes y estos cielos va el sol”.




En esta última frase está contenido, como se ve, el nombre regional, y ya por la autoridad de María Urzúa podemos asegurar que “Altovalsol” se llama así con referencia a la imagen que sus habitantes se hicieron del sol sobre las cumbres.

¿Está allí la “perfecta palabra”? Parece que no; sigamos buscando. En “Hoy”, la poetisa canta la gloria de la luz, y en otros fragmentos insinúa delicadas sugerencias de su propio tránsito por el mundo, menudas confesiones. Hay una excepción, y vale la pena detenerse en ella. 

Si se nos permite imaginar que hay aquí un paisaje visto desde el interior del cuarto y que en ese paisaje luna, niebla, almendros, ceibo, ocupan el reducido espacio que cada uno pudiera reivindicar, también nos estaría permitido aplaudir el intento de la autora y declararlo cumplido. Y a propósito, ¿se encuentra aquí la “perfecta palabra”? Bueno, tanto no; no seamos tan exigentes. Si miles de poetas han venido procurando hacerla suya, a lo largo de tantos siglos, en tantas lenguas, ¿qué mucho será que María Urzúa tampoco la logre del todo, si bien ande en sus vecindades, casi rozándola?

En el fragmento que hemos transcrito..., y no nos atrevemos a llamarlo poema, nombre que acaso le viniera demasiado grande; en el fragmento copiado hay una idea poética, la de la ventana al través de cuyos cristales se contemplan determinadas cosas; pero fuera de aquella idea hay bien poco más. La autora odia, al parecer, la labor sostenida, y antes que dedicarse a tallar en su gema para hacerla rendir todas las luces que dentro de sus entrañas yacen, y sin pulirla ni desbastarla, sin preguntarse siquiera si esta es precisamente la gema en cuya busca andaba, la lanza al libro. Exceso de prisa. Lo mismo cabe decir a propósito de “Ofrenda inútil”, donde también divisamos la idea poética feliz, el meollo que pudiera servir de centro a una bella creación. Y aquí, nuevamente, se nos deja con el gusto en los labios, sin dejarlo penetrar hasta el corazón, porque María Urzúa, inquieta, acaso inconstante, se aleja pronto y se va a otra cosa. ¿A dónde? Pues, nada menos que a “La perfecta palabra”, pequeño, sutil poema que vale la pena conocer:



“Y si fuera verdad lo que dice el silencio,
lo que oscila en la llama que vislumbra
el arco vivo de mi pensamiento.
Si por sobre los bronces de la lluvia
me viniera tu voz, ausente de sonidos,
cayendo en gotas densas hacia adentro,
en un grito salido de la entraña.
Y yo reconociera la palabra perfecta,
cuajada en sangre y fuego, en seda y en aromas.
Y si fuera verdad me volcara en el viento
y en las lenguas del agua.
Y estampara en el aire para siempre,
única, pura, nítida, la perfecta palabra”.




De estos versos desprendemos, primero, que la palabra a la cual la autora llama perfecta es la que haya de proferir determinada persona, un hombre desde luego, que hasta la hora de escribirse este poema guardaba silencio; y, segundo, que esta palabra habrá de parecerle perfecta a quien la reciba, porque la está aguardando y porque encierra, para ella, la solución de un entrañable problema sentimental. La perfecta palabra es, pues, en el lenguaje de los humanos comunes y corrientes, la que lleva un mensaje de amor. Y en el lenguaje de la poesía, ¿qué será? Lo mismo, sin duda, ya que un bien porcentaje de todos los poemas escritos en el mundo fueron motivados por el amor, y todo hace presumir que así seguirá siendo hasta el futuro más remoto.

Podemos ahora, acaso, recapitular e intentar un diagnóstio, María Urzúa se nos muestra en “Altovalsol” como una poetisa en potencia, capaz de albergar ideas poéticas apropiadas para armar el poema, si a ellas se agregan imágenes, estilo y gracia, es decir, todo lo que se presume que el poeta domina en su ejercicio y que perfecciona y sublima con la práctica. Por eso mismo, lamentamos que una indiscreta prisa deje, a nuestros propios ojos, la faena a medio hacer, esto es, el poema en esbozo, la idea poética central sin los añadidos que le brinden relieve. Y lamentamos, sobre todo, la falta de oído, es decir, la ineptitud que tan reiteradamente muestra la autora para ponderar la cláusula de modo que las sílabas no sobren con escándalo, los acentos caigan donde deben caer y no en cualquier parte, y el ritmo se logre. Nótese bien que no pedimos que rime; pero en los versos sueltos también puede haber aliño rítmico, y no les viene nada mal cuando se le obtiene.

María Urzúa comenzó su comercio lírico en “Río amargo”, libro que fue publicado en 1957. Son, pues, más bien pocos los años que la separan de sus primeros ensayos, y mucho le queda por andar si quiere, como es probable, alcanzar la maestríaa con esfuerzo. Con “Altovalsol” se acerca a la meta, y sin exagerar podría decirse que a la vuelta de la esquina parece que la espera ya, única, pura, nítida, la perfecta palabra...




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