jueves, 1 de mayo de 2014

ALI AL HAZMI [11.605]

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ALI AL HAZMI 


(Damd, Arabia Saudí, 1970)
Empezó a publicar sus primeros poemas en revistas y periódicos árabes como El día séptimo (París), Creación (El Cairo) y Nizwa (Omán). Ha participado en numerosos recitales de poesía dentro y fuera de Arabia Saudí y ha publicado Portal del cuerpo (Dar Almadina, 1993), La pérdida (Dar Sharquiat, 2000), La gacela bebe su imagen (Centro Cultural Árabe de Beirut, 2004), Estando seguro al borde (Club Hael de Literatura Árabe, 2010). Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés.


La traducción al español es de Abeer Abd El Hafez.


Ella perdió las llaves de su pasión

Una hembra sola,
lucha el azote de la primavera,
con manos desnudas,
de la suerte, de los familiares, de los amigos.
El otoño robador de los árboles escondidos,
lejos de los pasajeros.

Cuan miedo tiene del pasado,
de un sueño que no le vuelve dos veces,
cada vez que las mariposas del alba
circunden sus manos,
la mano de la ausencia
hace desvanecer sus sombras en el viento.
Ya no considera la partida de los pájaros,
en la noche de su balconcillo.
La vida le enseñó cómo prescindir
de los placeres de su encanto temprano,
que no estrechara su mano a frutos maduros,
en los ramos de los cuerpos,
que no intentara despertar su temblor
en la inclinación de la noche.
Perdió las llaves de su deseo,
en las fronteras de un silencio,
dando esperanzas a un pájaro
que sangraba de su alma.

Con dos ojos carentes
de calor, de amor y de esperanzas,
permanece remando en el río vacío,
circunda su soledad en la última hora.
Voluntariamente, entregó sí misma
al dolor por el cansancio del extraño
sin advertirse una flauta
que mece las brasas de los incendios desde lejos.

Una larga noche pasa
sobre el silencio de su aislamiento metálico,
mientras los sufrimientos presentes en los espejos
asoman
no hay ningún sentido franco
para este dolor
que reside en su cabeza,
el otoño ya se fue,
y la mañana de mariposas
a punto de recuperar sus pasos,
a una orilla en lo lejano,
no hay lo que impide el río
de perseguir la vía de sus tobilleras
en los llanos cercanos.

¿Volvería ella a reanudar su ambición
de alabar los párpados lejanos?
¿Podría ella hilar un paño del sol
para el frío de su feminidad?
¿De una nueva mañana?



Tu mundo fuera de su alta muralla

Has optado por vivir tu vida como un extranjero,
quien pasa por la puerta de la ciudad,
sin reproches de un pasado lejano y de su gente,
¿hacia qué camino se dirige?
Allí se irá…

Pasaste tu vida entre el desierto de tus años,
luchando contra preguntas
cada vez que tus visiones se colman
de recuerdos y viejas ansiedades,
¿por qué esperas tu mundo?
Fuera de su muralla alta, ella corrió,
hacia el brillo del himno y su alba,
en el viaje de tu imaginación,
tenías el niño de tu sueño,
así subiste al infinito por escaleras de plata,
lo cansaste con la neblina en el ardor de tus 
senderos
y él te cansó a ti.
No pudiste vivir la vida
sobre escombros de planetas invisibles,
te habían seducido las fronteras,
con sus capas y su lejanía,
te vas y preguntas:
¿Qué te aisló?
Sin que tu alma consiguiese la adaptación de sus nubes.
No consideras la falta de una suerte
que abandonó tus pies,
estando en la trampa del infinito.
Te endureció aquel a cuya estrella pretendiste subir
y te hizo bajar.

Duermes para soñar en las lejanías,
y en los crecientes del cielo de Alá,
lo que tenías del rocío de tus ojos,
lo suficiente para hallar en su glamor,
una pobre fuente para llegar a tus visiones,
creíste en el significado del calor,
en el seno de los amantes,
apostaste por un tiempo para sus sombras,
te abandonó aquel a quien diste cobijo,
en la llanura y el pulso de la ternura,
optó por alejarte donde el recuerdo,
para que te conviertas en otro,
y de su vida,
le elegiste eternamente para que se convierta,
en tu primero.
Un hilo tenue de la pregunta metálica,
arrastra tu lejano pasado a su fin,
y tú entre las dudas y el extraño,
no te guiaste hacia la cúpula de los últimos árboles,
no miraste hacia la primavera de quienes te amaban.
Tú, dividido tu corazón en dos mitades,
desparramados tus pasos en pleno viento,
colgado en un eco,
de una sombra que asume la fatiga de los años…
que te acariciaba.

Vistas del recuerdo en tus ojos,
no proveen a la verdad,
un puerto sólido,
para que los barcos del más allá,
vacíen en silencio su carga,
se inclina al olvido en la fatiga del camino,
no llegarías al árbol del sueño,
en que perdiste tu vida loando sus sombras.
No habías prendido fuego en la leña de las preguntas,
la retirada del alba del pie del inicio… no te esperaba.

Si el resto de tu vida
sabrás lo que perdiste de ella y su enjambre,
la lejana orilla de la esperanza,
no aguantaba tus pasos,
la tierra te despojó de su alheña,
no ahorraba ni una sola razón,
para que su voz volviese de la noche oscura,
no hubieras podido llegar
a las fronteras de tu ser,
en el crepúsculo como el alabastro
de la melodía de las palomas.
Las plumas tenues de los recuerdos
te originaron un pesar.
El viaje te elige a ti,
ponte en su camino posible,
lejos del rocío engañoso.
No llevas el vasto desolado
a las fronteras de la sal en el infinito.
El viento tiene alas,
preñen el fuego de la sed vieja.
¿Quién se fue a buscar una fuente clara?
En su sombra carente de una súplica… falleció.

Averigua la sombra de quien abandonaste,
las canciones de la neblina,
una cuerda que se extiende
en las praderas del silencio en tus ojos,
averigua tu presencia,
en el enjambre, la ausencia, y en el eco.

Habrá una última flauta errante.
Una flauta alegre cada vez que se pierde
en el caos mundano,
a tu alma, te llevó.



La seda se casa con sí misma

En la noche de un otoño,
ungidos con jazmines, higos y canciones,
borran los recuerdos
las flores secas de las palabras
en el patio de la casa…
meciendo las sutiles plumas de la pasión.

Los años saturados de muchas mujeres,
que prendían fuegos en tu noche serena,
ya te abandonaron.
No miraron atrás para saludar de nuevo
al eco en tu lejanía.
Aquí estás solo sin alternativas,
huyes donde el sueño
con párpados hinchados del vacío.
No más dedos blancos
que acarician tu cabello cálido
por el desborde de su deseo de mármol,
nada de racimos de un labio
cuyo jugo es la pasión,
cuyas viñas en los vasos,
nada de doncellas
cuyos cuerpos se arrogan
de suma pasión en tu lecho.
Volverás a tu angustia como los vencidos
que perdieron la edad, el amor, y los amigos.

La muchacha con que te encontraste
en la primavera de tu pasión,
del esplendor de cuyas corolas
brotó una flor en tus manos,
te quería más que su alma,
te quería sin pensar en la negritud de tu piel,
en el desengaño de tus ojos
cuando contempla el silencio desde muy lejos,
te eligió de numerosos muchachos
que la cortejaron en muchas noches… y no lo advertiste.

Acaso el afecto no había tenido
un rito singular en aquellos tiempos.
El encuentro de los dos amantes
fue como el viento perfumado
por un deseo que abraza el eco.
Quienes te querían en estos tiempos
bastaban para ahogar tus ojos
en una neblina de pura pasión
tú… no te lo advertiste.

No eras fascinante
para atraparla de una sola mirada
no eras ingenioso en improvisar
un diálogo de amor frívolo
para cautivar a su oveja extraviada.
No tenías una gran imaginación
para enriquecer las manos del área
con su compañía,
sin embargo, ella siempre te quería
sin clara raíz de preguntas de cercanos,
de su mismo secreto, se cayó adrede
en tus redes, sin advertirse.

La muchacha con adornos exagerados
te encontró a la orilla del río,
adornó su cuerpo con cadenas de plata,
para abrazarte,
embelleció sus trenzas con cintas rojas
que sirven al amor más que nada.
No podía revelar con rapidez,
algunas chifladas ilusiones,
cuando grabó letras de tu nombre
al lado de su ombligo
en una belleza abundante.

La muchacha que no comparte el sueño con sus hermanos
pasa la noche pensando en ti,
y en un caballo blanco
que se acercará de ramo de su balconcillo,
en una tarde cercana,
ni tú has venido,
ni ha asomado una sombra ciega de este caballo.

La muchacha que bailaba,
con una madera inclinada
en tu ausencia,
permanecía cantando tu noche.
Un paño alegre de melodías,
no se percató de vasos de vino
contemplando un labio
en cuyo seno proliferan fases de sed.

La muchacha que fracasa la noche
en entender su deseo,
en abrazar la seda de su almohada,
se derramaron las fuentes de su angustia,
en corales que asoman donde estás,
y no te diste cuenta
Cada vez que lanza la flecha de su afán
hacia la neblina de un sueño anhelado,
no afligió más que el extraño de las pupilas,
en la fractura de los espejos.

Tú percibías que el tiempo pasaba,
y ya no eres lo que fuiste
en la primavera de la edad.
En su presencia hoy,
no podrás subir a la cima,
para alcanzar la muwashaha1 de su pasión en la tarde,
ya no puedes combatir el caballo de su feminidad,
lo perderás, sin duda alguna, al umbral de la noche,
cuando se desborda el horizonte de los ojos,
contemplas el flujo de su calor y sigues con sed.




Una calle en una pared

Que te torture una mujer,
hecha en tu imaginación,
de la ilusión,
del dolor sentimental.
Que duermas tranquilo sobre espinas de su sonrisa,
que la veas –con los ojos cerrados–
paseando por las praderas de tu debilidad,
que la dejes hilar poco a poco,
las cuerdas de su encanto alrededor de tu alma.
Que sientas el impacto ligero de sus pasos,
que viene despacio,
hacia la alcoba de tu noche,
que vigiles su agilidad mientras suba al lecho,
al borde de una llama de fuego en tu cama,
que la acompañe hacia los límites del cielo 
distante,
cuando pasea su mano sobre picos de piel,
que esclarece los suspiros de tu pecho,
que la abraces como una tórtola,
entre tus brazos,
en una pasión seductiva,
que dejes fluir la neblina de su afecto…
Gota por gota,
que circunda las pestañas de su pasión,
con el ímpetu de tus caballos,
hasta el brillo de la mañana.

Una mujer que partió el sueño de tu vida,
indiferentemente,
en dos partes.
Desquebrajó una calle con su mirada,
en la pared de tu confusión,
clavó en la cabeza de tu imaginación,
su retrato, forzosamente,
una mujer que no podía,
abandonar las murallas de tu ilusión,
cuando duermas.

La sonrisa fue su única culpa,
un día frente a la acera,
la dirigió a un hombre,
mientras tú estabas en el medio.
Ella se asomó encantadora contemplando,
con antojos continuos,
no sabías que tu presencia,
demoraba un abrazo inmenso,
lanzaría en el viento dos brazos,
para llevarla lejos de ti…
en breve.




Escalera para lo invisible

Layla busca, en los vacíos del tiempo,
el pasado de su biografía.
Y yo busco una mañana aspirante a un sueño,
que me lleve a mis palmeras lejanas,
se cansó buscando,
en países de Alá,
una cuerda para su flauta,
para subir los escalones de la muwashaha,
me duelen los pies,
que fluyen hacia la ignorancia de lo invisible,
no logramos el alba en nuestra mañana oblicua,
nuestra extraña es la meca,
hermana de un espejismo,
todavía ausente en nuestro alma.

Layla,
sentada en el tapiz de su noche,
lamenta su suerte,
cuenta los planetas de mi deseo,
de abrazar su pasado fugaz.
Tiene causas del recuerdo,
aplaza su búsqueda para vivir en mi huerto,
cerca de las espigas de mi pasión,
tengo mis numerosas razones,
para alcanzar su enjambre en la puesta del sol.

Layla está llamando,
en desiertos del silencio,
al sirviente de su voz,

para que vuelva del refugio,
de sus incendios y su arcilla,
solía viajar en la primavera,
se dirigía a un eco eterno,
con alas de palabras,
que la llevan más lejos de su sombra triste,
pero no poseía anhelo enterrado,
para poder huir,
a la Sidra de la esperanza lejana,
cada vez que domina la ausencia.

Layla contempla la infracción de un sueño,
en mis ojos… cuando me visita,
yo contemplo el “Buenas tardes”,
cuando ella lo dice,
una cuerda tenue en sus letras tímidas,
insta el deseo de los caballos,
que había ella mecido.
En mi interior, un tiempo
me está seduciendo,
para saltar fuera de la muralla,
construida por mis mismas manos
en la preocupación y la curiosidad.

Nunca hemos confesado
lo cometido en nuestras visiones,
en los límites de la arena la última vez,
ella no me reprochaba,
por pronunciar francamente mi nombre,
lejos de la metáfora de la seducción,
y de la pasión vieja.
Empero, me equivoqué
al entrar por la puerta trasera del eco,
para cuidar los corderos del sueño,
en el llano que asoma a su cámara.

Pasó el tiempo,
y ya no podíamos acercar el espacio,
entre dos abismos,
decepcionados en nuestros bordes lejanos,
quisiéramos buscar un chal de estrellas,
en los mares de nuestros ojos,
para inspirar un nuevo pulso a nuestras almas,
para alabar la mañana y los recuerdos juntos,
empero… nunca tuvimos la salvación,
para esclarecer el crepúsculo del olvido,
nos protege para emerger de las ignorancias,
de nuestra suerte.



El aislamiento del pájaro en sus plumas

Mujeres del infinito,
¿cómo podían bajarse?
En la noche del mes de julio,
sin rendirse a un sueño feliz,
batiendo donde la Sidra de la tristeza,
la cara enferma de la noche,
borra adrede el significado de la pregunta,
y el muro que no abandona su silencio,
no puede resistir su deseo,
en un último grito.

Un largo tiempo pasa,
del aislamiento del pájaro en sus plumas,
las mariposas se alejan y se aproximan a las llamas,
agarrando las fibras de su sueño nocturno.
No era aficionado en el extraño
en su temprana juventud,
ahora abusa de nuevo en tragar su fracaso,
las mujeres que le sonrían
en la primavera de ayer,
volvieron a su alma como una cuerda 
tenue,
antes se fueron instando una anhelación profunda,
de una sed proliferando en su silencio,
no querían compartirle el dolor,
cuando pasaron la noche sobre la rama
de su balcón como una luna cariñosa,
sino repartían los vasos de las nubes,
sobre los temblores de sus costillas.

Tiene una razón clara cuando delira,
con sus nombres largos
en presencia de los párpados de la ausencia,
tiene una oportunidad
en la espera de las tórtolas de su ilusión,
para encontrar su sombra en las manos del espejismo.

Solo, sabía que los ojos
que le dolieron el corazón un día,
huyendo a su pinta negra en la lejanía…
se llaman dolores.




El naufragio

No pienso en el amor,
vivía mis alegres años,
sin mirar a jóvenes
que parten el corazón de muchachas,
sin piedad,
siempre decía a mi madre:
déjame crear mi vida madura,
encima de unas brasas
sin las llamas de los hombres.
Porque me complace contemplar mi interioridad,
ya percibo el sentido de estar en el borde del alma,
el sentido de llegar a la calma
que presta la muwashaha de su plata
del zurear de la noche,
le digo:
necesito mi corazón sereno más que cualquier otra cosa.

Ay hija,
en el otoño de la vida
las esperanzas de mujeres pasan a su finalidad,
no tendrías un ala de suerte,
para llevarte a las orillas lejanas,
tus vientos no podrán arrancar las corazones
de los amantes de la tierra de la noche
y de la ansiedad.
Tus ojos no deben arruinar los bastiones sólidos
de los hombres,
en el brillo de los ojos en sus entornos.
Te abandonará la neblina poco a poco,

te invadirá el desierto,
y tu alma sufrirá una sed eterna.

Al caerse las hojas de tus años,
de sus ramas, forzosamente
tocará tu puerta una gran ilusión,
prometerá a tu vida de lo imposible,
derramando sus ríos en las praderas…
en los espejos,
no tendrás manos que te ayudarán

Hija mía,
cada vez que pasas por un sendero,
que va hacia tu alma,
en la época de las estaciones confundidas,
la gacela de la esperanza huye de tus pasos,
y desvanecen las estrellas que te vacilaban mucho,
se aleja el amigo rodeado por tus visiones,
lo que tenías entre tus manos ya se alejaría.

En las vías de los años afligidos
nos acerca la vida con esplendor enorme,
mientras tanto,
desaparece el que habíamos esperado tanto,
ni es vivo ni está muerto,
las llamadas de una esperanza,
como una tienda tendida por el tiempo,
alrededor de nosotros,
sólo en la imaginación
y sin ningún pilar en la realidad.

Hija mía, nuestras pestañas piden las caricias,
como todas las mariposas en los huertos,

piden el calor que mece su pasión nostálgica,
y lava el dolor en las manos del frío.
Aunque vivimos en el umbral de la noche,
vigilamos los pasos de un extraño que nunca llega,
se revelará nuestra anhelación para abrazar los lejanos,
aunque escondemos nuestros fuegos
en los párpados de la noche,
se estalla en las grietas del cuerpo.

Si contemplamos la luna apagada en el cielo,
seremos crueles con la vela de nuestra felicidad
en la noche.
El silencio nos llevará
de una cuerda enorme en las costillas,
abandonamos el llano de una imaginación encantadora…
doblaremos nuestros placeres para siempre.

Hija mía, en el otoño de la edad,
los planetas de nuestros sueños se enamoran todos,
la muchacha percibe muy tarde,
que el amante esperado,
es como un enjambre, como la nada.




Y TÚ… LEJANA

La vía hacia ayer está más cerca
que tu flauta en las fronteras,
y tú prolongas el camino al regreso 
hacia la orilla,
de cuyo libro el desierto se nutre.
Hace tiempo nos encontramos en el umbral del llano,
había espacio para prolongar el canto,
fue suficiente perfumar las alas de las palabras
para ahogarnos en una neblina de zurear…
y seguir con nuestra sed.

Eres una mujer sola,
que no deja de cantar,
aflojas las trenzas en manos de la muwashaha,
te asomas en las palmeras de lo alto,
del germen del alba en tu alma,
cuidas al cordero de tus alegres visiones,
cerca de los huertos,
no tienes miedo del viento estacional
cuando sopla en el sueño del otoño,
porque estás embrujada por el brillo de la lejanía,
vives como la ausencia al borde de un río,
el agua se retira entre las pestañas de tu deseo
y el malestar de tus párpados.

A tu espera,
cuando apareces en un enjambre de vida,
y un anhelo de preguntas,
mojando los picos de pájaros,
advertiste su presencia,
cuando estaba en tu rama en muchas noches.
¿Por qué se enganchan en tu sombra
las criaturas hermosas?
Cuando llegas al aburrimiento de un huerto
poseído por un himno.
¿Qué aspira una mariposa cuando visita
la primavera de tus mejillas?
en el surgimiento de una nueva mañana.

Este rocío te quiere mucho,
pregúntale sobre las rosas,
sobre la pasión de las palmeras,
sobre una sidra que no acaricia sus ramas
en la ausencia de tus manos…
Y tú… lejana.

وأَنتِ البعيدة ... 



 الطريقُ إلى الأَمسِ أَقربُ 

من نَايكِ في التُّخوم 

وأَنتِ تُطيلينَ دربَ الوصولِ 

إلى ضِفَّةٍ ينهلُ التِّيهُ من سِفْرِها ، 

زَمانَ التقينَا على عتبةِ السهلِ 

كان هُنالكَ مُتَّسعٌ لِنُطيلَ الغِنَاء ، 

كان يكفي لنا أَنْ نُمَسِّدَ أَجنحةَ الكلماتِ 

لنغرقَ في غيمةٍ من هديلٍ ... ولا نرتوي 



ð 



وَحْدَكِ امرأةٌ لا تكفُّ عن الشدْو 

تُرخي ضَفَائِرَ مُهجتِها في كُفوفِ الموشَّح ، 

تُطلّينَ من سعفٍ في الأَعالي 

على بُرعمِ الفجرِ في روحِكِ ، 

تُربِّينَ ظبيَ رؤاكِ البهيجةِ قُرْبَ البساتينِ 

لَسْتِ تخافينَ ريحَ المواسمِ 

حين تَهُبُّ على حُلمِكِ في الخريف ، 

لأَنَّكِ مسحورةٌ بالتماعِ الأقَاصي 

تُقيمينَ مثلَ الغيابِ على حافةِ النهرِ 

والماءُ مُنحسرٌ بينَ أَهدابِ رغبتكِ 

واعتلالِ الجُفون 



ð 



في انتظارِكِ حين تجيئينَ سِرْبُ حياةٍ 

وتوقٌ يُبَلِّلُ مِنقارَهُ بالسؤالِ عليك ، 

تَنَبَّهتُ للطيرِ حين يحطُّ 

على غُصنِكِ في ليالٍ عديدة ، 

ما الذي يجعلُ الكائناتِ الجميلةَ 

تعلقُ في ظِلِّكِ عندمَا تحضُرينَ 

إلى ضجرِ الحقلِ مسكونةً بالنشيد ! 

ما الذي تبتغيهِ الفراشةُ حين تزورُ 

ربيعاً يلوحُ على خَدَّكِ 

في انعتاقِ الصباحِ الجديد ! 



ð 



كثيراً يُحِبُّكِ هذا الندى 

فاسأليهِ عن الزهرِ ، عن شغفِ النخلِ 

عن سِدْرَةٍ لا تُلاطِفُ أَغصانَها 

في غيابِ يديكِ ... 

وأَنتِ البعيدَة ! 





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