lunes, 7 de abril de 2014

PIERA MATTEI [11.481]


Piera Mattei 

(Roma, Italia, 1950), es escritora, crítica, traductora y editora. Luego de laurearse en Filosofía en Roma, realizó estudios de teoría teatral en Stanford, con el maestro Martin Esslin. 
Sus escritos han aparecido en diversas revistas literarias.

Colecciones de poesía:

-La finestra di Simenon (Zone Publishing 1999)
-Campione di pelle, con dibujos del pintor Pancrazzi (Mazzoli 2001), y posteriormente se inserta en la antología “Poemas del principio del mundo” (Sossella 2003)
-La materia invisible (Manni 2006)
-L’equazione e la nuvola (Manni 2009)
-Le amiche sottomarine (Passigli 2012)

Libros de cuentos:

-Umori regali (2001)
-Nord (2004)
-Melanconia animale (2008)
-I vicini di casa; Guarigioni, Texto en italiano y en Inglés, con ilustraciones de Gianna Gelmetti, cuentos (Sallustiana 2000, 2001)

Ensayos:

-Dalle città e dai libri (2002), Manni
-I poeti e la città (El bisonte 2009)
-L’immaginazione critica (Zone 2009)

Entre las muchas traducciones :

ha traducido y editado para las ediciones Via del Vento (Pistoia, Italia) :

-Sarà estate, poemas de Emily Dickinson (2004)
-Stelle, poemas de Emily Brontë (2005)
-Diario di un pazzo, (2006) del escritor chino Lu Xun,
-Credo in te, mia anima, poemas de Walt Whitman (2006)
-La luna e il tasso, poemas de Sylvia Plath (2010)
-Pietra nera, poemas de César Vallejo (2011)

Viene de traducir y publicar, con su entrevista al autor, para las ediciones Gattomerlino, la colección poética del poeta hondureño Rolando Kattan “Animal no identificado” con el titulo italiano “Animale non identificato”.








POEMAS DE PIERA MATTEI

Traducción: Marco Antonio Campos




LA VENTANA DE SIMENON

Ha cerrado una valija
pequeña, el departamento abandonado
al instante que decidió
su Pompeya, 
las plantas, la ropa, los papeles.

Transcurre los días ante una ventana,
a una hora cierta de la tarde
espera. Pájaros bien torneados
atraviesan en diagonal.
La ventana de Simenon
la llama, que no está en una historia,
está en todas, símil a él,
al autor. Allí se queda para observar
los delitos, para deleitarse con la invención.





CARTA (1)

Me llevé tu libro dentro del recinto
verde de la rue de Babylone
donde se hallaba el huerto de las hermanas
y aún quedan segmentos de manzanos en espaldera,
un emparrado de rosas, una virgen
modesta en la piedra y no atractiva
estilo mitad del siglo.

El sol era tenue,
como el niño solitario
en el abriguito beige abotonado
Jugaba a meditar 
piedras y objetos pequeños, esparcidos 
en el cuadrado de arena
que le fue circunscrito.





CARTA (2)

Vivimos tres fauves  dentro de una madriguera
y fuera el parte meteorológico no promete
la ciudad respira desde la ventana cerrada
pero en el barrio existe
una cariátide graciosa las tetitas
de piedra al viento. Los japoneses
le sacan fotos  luego hacen una reverencia
(no, no los he visto), pero en el Luxemburgo
me sentaba con botes de agua, los papeles, los colores, uno
de ellos espiándome. Cuando lo fijo se inclina
hasta la cintura (esto lo he visto)
y salta sobre las basquettes continuando
cada tres pasos a flexionarse.

En la rue Princesse la poeta americana
enorme en el traje esmeralda
durante el reading se ha puesto a lagrimear
con un solo ojo una esfera negra
redonda como un lunar.
En el cine me gusta el domingo en la mañana
sorprender a la ciudad aún cansada.

He aquí que los cuentos son de acontecimientos
pequeños, creo que ha habido una explosión
aquí en las cercanías, sueño mots
francais, personajes italianos, las cartas
las espero todos los días, la escuela que frecuenta
mi hija dicen que ya fue un teatro
en la Belle Epoque de streep-tease.





CARTA (3)

Dentro del inmueble donde moro, 
desde hace meses, arriba de mí o en el interior,
al lado, han nacido, sin exhibirse
lazos, sin desorden,
si no fuese el pequeño lloro
que atraviesa las paredes, desconsolado.

Igualmente, sin que yo sepa
cómo ocurre (quizá de 
puntillas) alguien hace subir 
a los pisos la guía roja. 
Y, te diré, creo que la misma
persona –no vista- es la que pone
tus cartas sobre el felpudo
delante de mi puerta.





LOS ÁRBOLES DEL MUSEO RODIN

El canto de los volátiles animales
hace seguras a las muchachas
de que aquellos gigantes sean árboles reales
disciplinados, que tiemblan graciosos
juntos desde lo bajo hacia lo alto
y filtran luz
fulgurada por el temporal nocturno.
Demasiado bellos porque gozando ya de sí mismas
no los ignoren las muchachas.
Así a la noche cerrando las verjas
se dejan ir, descomponen
las ramas, piensan de nuevo en
las muchachas que como deberes esbozan
en libretas los desnudos cuerpos viriles.
Susurran:
“¡Oh, nosotros, los árboles,
somos las estatuas más bellas!”,

y mutuamente se lisonjean.





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