domingo, 16 de marzo de 2014

IVONNE BORDELOIS [11.244]


Ivonne Bordelois 

(Juan Bautista Alberdi, Buenos Aires, 1934) es una poeta, ensayista y lingüista argentina. Egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para luego realizar estudios literarios y lingüísticos en La Sorbona. Trabajó en la Revista Sur y realizó entrevistas y publicaciones junto a Alejandra Pizarnik para diferentes publicaciones nacionales e internacionales.

En 1968 fue becada por el CONICET y se trasladó a Boston para estudiar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde se doctoró en lingüística en 1974, teniendo a Noam Chomsky como director de su tesis. Entre 1975 y 1988 ocupó una cátedra de lingüística en el Instituto Iberoamericano de la Universidad de Utrecht, Holanda, obtenida por concurso internacional. En 1983 consiguió la Beca Guggenheim. En 2004 recibió el Diploma al Mérito de los Premios Konex a las Letras en la disciplina Ensayo Literario. En 2005 le fue otorgado el Premio La Nación-Sudamericana, por su ensayo El país que nos habla.

Obras

El alegre apocalipsis, 1995
Correspondencia Pizarnik, 1998
Un triángulo crucial: Borges, Lugones y Güiraldes, 1999
La palabra amenazada, 2003
Etimología de las pasiones, 2005
El pais que nos habla, 2005
A la escucha del cuerpo, 2009


EL ÁNGEL DEL APOCALIPSIS

En el primer día
pasará el ángel que borra las motocicletas.
En el segundo día
pasará el ángel que apaga la televisión.
En el tercer día
pasará el ángel que arrasa los autos, los aviones y los barcos.
En el cuarto día
pasará el ángel que destruye los avisos comerciales.
En el quinto día
llegará el ángel que acalla las sirenas de ambulancias y bomberos.

En el sexto día
llegará el ángel del silencio:
solo se oirán los árboles, el mar y las estrellas.

En el séptimo día
los hombres comenzarán a hablarse nuevamente, suavemente,
cara a cara.

(De El Alegre Apocalipsis, 1995)



NUEVO SERMÓN DE LA MONTAÑA

         Bienaventurados los pobres de verdad, porque no han sido corrompidos.
         Bienaventurados los mansos, porque son los únicos que nos pueden     
                                                                   proteger de los violentos.
Bienaventurados los que lloran y cantan, porque el dinero no los ha
                                                                                      anestesiado.
Bienaventurados los ciegos, porque no pueden leer los diários ni mirar la
                                                                                            televisión.
Bienaventurados los sordos, porque no los alcanza el estrépito.
Bienaventurados los desconocidos, porque nos salvan de los famosos.
Bienaventurados los que ayudan, porq eson demasiados pocos.
Bienaventurados los que callan.

Bienaventurados los desesperados, porque nos enseñan la verdad.


ALABANZA DEL CAFÉ DE LA ESQUINA

Esa que atiende el bar nunca pidió una coima.
Aquél en la ventana no há secuestrado a nadie.
El muchacho en la mesa del fondo no trafica cocaína. 
La adolescente en esa esquina no se prostituye.
Una señora lee el diario y otra, más lejos, un libro de Neruda.
El chico que há entrado a mendigar no piensa en asaltarnos.
Ese viejito fuma; mira el aire y los árboles.
La música es tan suave que deja oír a los zorzales.
Un mozo limpia los espejos con cariño y energía. 
Entra el sol por la puerta.
Yo estoy escribiendo estas palabras.

Hemos fundado una pequeña república de paz en un mar
                                               de tiburones y pirañas.

Los poderosos pasarán pero yo sé que mi café es eterno.



AUTORRETRATO

Me fui muchas veces sin llegar del todo nunca
sin regresar nunca del todo tampoco.
Me enseñaron a ser cauta los amigos ilustres
que golpeaban a sus mujeres
y un amigo asesino que tengo, con su piel de magnolia. 
Una vez hice el amor con un marinero griego
bajo un cielo invencible.
Odio a los mentirosos, los avaros y los cobardes
pero adúlteros, ladrones y vagabundos
son costumbres de mi compañía. 
Los varones me temen
pero los chicos y los animales no se me resisten.
Me gusta reír con mujeres de los ridículos horrores
que los hombres inventan.
También el vino es de mis amigos, y en la noche la música
y las ciudades cuando oscurecen
bajo el rumor callado de  mis pasos. 
Sueño a menudo con pájaros, gatos y caballos
y con seres y cosas que se perdieron solo en apariencia
y reaparecen con gloriosa fidelidad.
La vida es una lengua demasiado enigmática
para seres humanos
y la pena de descifrarla acaso más alta
que el esplendor de todo abrazo.

Soy yo así a mis cuarenta y ocho años, solitária y deslumbrada.

Hombres de poca fe, yo elegí la mejor parte.

Textos extraídos da antologia POESÍA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA,Tomo I, Parte Decimoséptima,  da Fundación Argentina para la Poesía. Buenos Aires, 2008.



Selección de los poemas Fredy Yezzed

CARTA A LOS AMIGOS

Estimados amigos
tropa alegre de gente inteligente porteña y vivaracha
que puebla nuestras calles arboladas florecidas
con su ingenio y sus noches de bohemia
con sus poemas y sus libros y artículos y ensayos igualmente florecientes
siempre  amaneciendo cada día en mi pantalla
con sus blogs y sus citas y sus invitaciones 
y sus presentaciones
y sus consideraciones y reflexiones
con fotos de Venecia y de osos polares y de castillos húngaros
con nietos y biznietos que sonríen cual frutillas en un prado lejano
convocándome a la guerra, a la paz o a la Virgen de Luján
a recobrar un deudo o saldar una deuda
con la historia, la patria o la poesía

muy queridos amigos
vengo aquí a recordarles
que a mis setenta y cuatro años
he recordado a Mallarmé:
la chair est triste et j´ai lu tous les livres
en mi recuerdo sin embargo, la chair era gloriosa, y en cuanto a libros,
todos están en Internet,
hay noches en que Dante me persigue tenazmente porque aun no he leído su Inferno,
el Quijote me espera ansiosamente bajo un sauce a la orilla de un verano inaccesible
trabada como estoy por nuestras creatividades, amistades y necesidades
de Cruz Roja, de aplausos y pequeñas bendiciones 
para nuestros narcisos heridos y afligidos
(qué es la fama? un frenesí?)

y por lo tanto  ruego 
un poco de piedad para esta anciana atosigada atolondrada perseguida y acosada
por el esperma incontenible de nuestro genio incomprendido

yo vengo a ofrecernos una tregua
a nadie haré leer mis poemas –salvo éste, que será el último, por cierto-
a nadie contaré mis esperanzas
de Premio Nobel,
nadie sabrá de mis diarios ni de mi mente metafísica

los yunques y crisoles de mi alma
trabajan para el polvo y para el viento,

todo me ha sido dado y sin embargo aun no he escrito el poema

(a veces me canso de ser hembra)

mis papeles se irán conmigo al río
donde Heráclito me espera en el lugar de siempre

(hoy es siempre todavía)

Y yo ofrezco en cambio este patio perfecto de silencio
donde canta la calandria inmortal de mis infancias.



CASIDA DE LAS MUEBLERÍAS DE VIEJO

A veces me pierdo dentro de inmensas mueblerías de viejo
buscando mesas, sillas, camas que hubiera podido habitar y compartir con
                                                                                                 amigos, 
con hijos, con amantes o con seres extraños
con los que nunca me encontré.

Me asalta entonces el olor de maderas antiguas que descienden de la casa de mi 
                                                                                                          abuela         
un reproche de piano abandonado, 
el rencor de un espejo polvoriento en un rincón de la memoria.

Allí están los roperos como oscuros ejércitos custodiando la infancia,
allí la biblioteca encantada donde surgían grabados de mujeres bellísimas 
que amaban a mi padre.

Allí un color de cedro relampagueante a la distancia
entre viejas conversaciones misteriosas
palabras en francés para que nunca comprendiéramos
que se abrían como cofres de alcanfor o escondites de cartas olvidadas.

El polvo  que circula en las grandes mueblerías soñolientas
despierta en mí todo un pasado traicionado
un  porvenir que  crecía entre los muebles como un helecho erróneo.

Viajo con melancolía entre jarrones y sillas desfondadas
dulces fantasmas detenidos en el tiempo
y un rumor de cortinas ajadas  me acompaña
como un eterno llanto sofocado.

Hasta que un camión  pasa, me señala la puerta como un tajo de sol en la vereda.

Salgo a la calle y me saluda el luminoso estrépito en que vivo.



ALABANZA DEL CAFÉ DE LA ESQUINA

Esa que atiende el bar nunca pidió una coima.
Aquél  en la ventana no ha secuestrado a nadie.
El muchacho en la mesa del fondo no trafica cocaína.
La adolescente en esa esquina  no se prostituye.
Una señora lee el diario y otra, más lejos, un libro de Neruda.
El  chico que ha entrado a mendigar no piensa en asaltarnos. 
Ese viejito fuma; mira el aire y los árboles.
La música es tan suave que deja oír a los zorzales.
Un mozo limpia los espejos con cariño y energía.
Entra el sol por la puerta.
Yo estoy escribiendo estas palabras.

Hemos fundado una pequeña república de paz en un mar de tiburones y pirañas.

Los poderosos pasarán pero yo sé que mi café será eterno.



VIENE LA VIDA A VISITARME

Vino la vida a mí
con ojos de torcaza y delantal celeste
mi vida vino caminando jueves
alta y silenciosa y distraída
ella siempre sonríe como si fuera vida de otro
alguien que no conozco y sin embargo vagamente me recuerda

Viene mi vida y me saluda suavemente
como si enferma yo estuviera,
como lejos.

Ella despide un aroma a veranos olvidados,
 a caballos de infancia,
a carta que no fue.

Viene lenta y las manos cargadas de castañas
como si fuera el tiempo de antes
ella se sienta frente a la ventana
trae viento,
jirones de palabras que tuvimos,
alguna foto tuya,
un vals.

Yo la miro quedarse
-sus ojos de torcaza, su delantal celeste-
tanto la miro que de pronto
ya no está más y cruje
tiernamente su paso por la puerta del fondo

y sé que es nunca
ya

Y sé que es tarde.



PIDO PERDÓN

Mis antepasados no fueron ilustres.
Es verdad que he frecuentado algunas instituciones famosas
Pero también es cierto que anduve por algunos manicomios.

Pido perdón.

No me he casado.
Nunca tuve hijos.

Pido perdón.

Supe andar en bicicleta
Pero ahora tiendo a accidentarme.

No cocino muy bien.
Tampoco sé planchar.

Pido perdón.

Tuve amigos célebres
Pero los que más quería acabaron suicidándose.

Pido perdón.

A veces pienso, algunas tardes, que he escrito algunas cosas necesarias.

Pido perdón.

Siempre me asombra el mundo
Por ser tan  injusto como bello.

Soy vieja.
Peso sesenta kilos.
Todavía me como las uñas.

Pido perdón.






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