viernes, 7 de marzo de 2014

FERNANDO CABRERA [11.164]


Fernando Cabrera

Nació en la ciudad de Santiago de los Caballeros, REPÚBLICA DOMINICANA   el 30 de mayo de 1964, República Dominicana. En el 1987, se graduó de la carrera de Ingeniería de Sistemas y Computación, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, alcanzando, en enero de 1995, el grado de Magíster en Administración de Empresas. Desde 1991, imparte docencia en esta institución para niveles de ingeniería, licenciatura y maestría. En 1996 tomó cursos de especialización en University of Kentucky, y realizó intercambios con grupos de intelectuales de Ohio y New York, Estados Unidos. Fundó en 1984, el taller literario Héctor Incháustegui Cabral. Encabezó desde su fundación en 1985, el Colectivo de Artistas de Santiago, formado por pintores, escritores, teatristas, cineastas y músicos. Ha dirigido las diferentes entregas del festival anual: "Arte vivo, Celebración de la Primavera", que se realiza en Casa de Arte. En esta última entidad se ha desempeñado desde 1987 como miembro de su Consejo Directivo, siendo su Presidente en la actualidad, además en el período 1997-99. Aparece antologado en los libros de obras premiadas de la Alianza Cibaeña. Es co-autor del libro Este lado del país llamado el norte. Publicó en 1990 su libro de poesía Planos del Ocio. En 1992 ganó con su libro El árbol, el Concurso Dominicano de Poesía, que otorga Casa de Teatro. Su libro Ángel de Seducción fue merecedor en 1996 del premio de poesía “Pedro Henríquez Ureña” que otorga la universidad del mismo nombre. Estos dos últimos libros fueron traducidos al inglés y publicados en ediciones bilingües. A finales de 1999, fue incluido en la colección Fin de Siglo, editada por el Consejo Presidencial de Cultura, con los libros Obra Poética 1990-96 e Imago Mundi, lecturas críticas 1995-1999. En el 2000 fragmentos de sus obras fueron incluidos en un fascículo de literatura dominicana de la revista italiana L’imaginazione y en la antología Miroirs de la Caraibe de 12 poetas dominicanos realizada por la editorial francesa Le temps de Cerises. En el 2000 aparece antologado en el tomo de prosa de La antología Mayor de la Literatura Dominicana, preparado por José Alcántara Almanzar. En el 2001 ganó el Premio Nacional de Poesia que otorga la Universidad Central del Este con su poemario Destierros/ Curriculum vitae. En el 2003 fue incluido en la Antología Nuevos Caníbales con poetas de Puerto Rico, Cuba y República Dominicana.



PLANOS DEL OCIO, 1990
(Fragmentos)


Entonces nos situamos frente a una fantástica ventana
y con curiosidad de siglos
miramos el escenario inmenso del todo
Luego nos adentramos en la ociosidad de un pueblo
una ciudad hasta una calle
un cuarto

Develamos el secreto Allí nos infunde
melancolía
el pensamiento de alguien que nos mira
fijamente
y se nos parece
De repente descubrimos que no vemos
que nunca ha habido un rostro
pueblo ciudad casa o cuarto
que nadie absolutamente nadie hurgaba afuera

Afuera sólo el reflejo de la nada







Separo mis párpados sin prisa
y se lanzan mientras
las telarañas

Sombras polvo y telarañas
sobre mis miembros entumecidos
colonízanme
y en principio lo consiento
hasta que me gana
la nostalgia

¡LA NOSTALGIA!

¡No
por esta vez no!

Jamás tristeza
de ganarme algo
sea la preocupación
del hombre ordinario
la indiferencia del hombre simple
Incluso exagero
me gane la mediocridad
Estoy harto de metafísica
existencialidades
utopismos
insatisfacciones
y de tristeza








¿A mis años qué he construido
por lo que estos años restan?

La cabaña luce arrugas de yagua
grietas algunas

La cabaña
deshabitada
conserva un aire como de
otoño
y unos ojos
hojas de otoño
vendaval hojarascas de esperanza
la enciman

Es amor arruinado
que no es ruina

¡Mentira mentira
visión tú miras!


¿Mentira?


—Lo soy hace tiempo—







Quien se peina de aquel modo
será mi doble
perfecto
con solo cambiar de gesto
e invertir sus valores

Podrá asistir a mis funerales
y de paso recibir los pésames
acostarse con mi viuda
a mi novia acariciarla
robarle un beso
acostarse con ella
en la gallera apostar
a mi gallo jabao
preferido
posiblemente confundiendo la apuesta
hacerle la guerra al vecindario
con mis extravagancias
acrecentarme las deudas
mostrando mi cédula
firmando con mi nombre y ganas
quizás al firmar todavía usando
mi mano siniestra






Defínome fantasma de zaguanes
Husmeo el aleteo del colibrí
lo mismo en los ventorrillos
allá en la porosidad de las rocas
en los pajonales
o en el zafacón

Atropello
cada manifestación dinámica
la brisa en el cobertizo
la bicicleta del repartidor de panes
su pedaleo
el arreo de asnos erizados de leña
lechugas repollos y guineas
miel de abeja cajuiles
tayotas habichuelas hervidas auyamas
berenjenas habas judías
hojas de tisanas
las transmisiones vistosas
del altavoz de las camionetas anunciadoras
que escogen el peor momento
a propósito
los billeteros
el rasgueo y regadero de mis hermanas
que acondicionan desarreglando la estancia

en tanto la molicie hiere mi barbilla








La tarde del sábado me pesa como la vida

La vida: una navaja que afeita por ambos lados

Nunca fíes ni apuestes a la bonanza
nunca fíes ni apuestes a la tristeza
ni en su contra

Tan modesta permanece en tu casa
la bonanza
que la ansías

Tanto permanece la tristeza
que sin ella la amnesia te cubre y la amas

Todo es efímero sin embargo
aunque algo luzca eterno
incluso el tiempo

Efímera luego la bonanza
Efímera la tristeza que acaba
cuando acabas





EL ÁRBOL
CUARTA ESTACIÓN


Escucho cantar un poema terrible...

La realidad asombra con matices vírgenes
bajo el prisma triste de la ausencia inevitable.

¡Oh Angel, te escucho cantar mi muerte!









La ancianidad disipa las fronteras del tiempo,
compuertas de existencias paralelas en la memoria
estrepitosamente colonizan los predios de la noche.

Cada gota de biografía bebida, o vislumbrada,
concubina sin prejuicio en el instante.

No hay trascendencia
—pasado y futuro son gerundios válidos—
bajo el viejo prisma de un árbol viejo...









El libre albedrío fue sofisma e imposible siempre,
y el ser, siervo atrapado en su forma o no-forma.

De la rigidez o expansibidad de su cuerpo,
el ser adopta una peculiar genética,
un código único para espejear o interpretar
sus crisis íntimas,
los túneles ajenos.

Con la forma, las aptitudes:

falsas las nubes;
maleable, amistoso el río;
amante, refugio la colina;

títeres el hombre y el árbol.







De la forma advienen las máscaras del vacío;
del ser, sólo el vacío.









Las simientes del hombre, en su dualidad,
heredaron el caos como destino;
eternamente voces y larvas de locura
fosforescentemente tórridas,
precipitándose sobre los océanos,
fluyendo a través de todos los rumbos de la rosa de los vientos,
hasta los equinoccios y el crepúsculo;
arrastrándose entre áridas cordilleras de espinas
por los siglos de los siglos.
Recelando
entre el cómplice follaje del árbol y de la noche.
Pernoctando sus miserias en cavernas de aflicción.
Abrazando mitos por consuelo.
Tatuando muérdagos de sangre en sacrificios a la luna
o a dioses antes ignorados.
Sufriendo mil pestes de glaciares y huracanes de odio.
Germinando la destrucción como sentencia definitiva.
Cantando, en sombrías reiteraciones de noria,
las estrofas de algún poema triste;
bebiendo, espantosamente a oscuras, del enigma.
Acatando las vendimias del azar, como obreros de la nada.
Intercambiando genitales en orgías de canarios.
Perdiéndose entre los efluvios de Baco
y los arpegios de guitarras
y trompetas apocalípticas como estrellas;
runruneando apáticos tras las difusas siluetas
de aquellas dimensiones incongruentes,
ateos o teos según la suerte y el viento,
regenteando quimeras
marcadas propiedad con el esperma del olvido...

Con lo siniestro, más que la bondad,
hospedado en sus naturalezas de ángeles náufragos.










¿Qué esperar de un universo sin alternativas?


¿Acaso tendría que rebosar de dolor el cáliz
para que fuese posible un poco de sosiego...?








Demasiado horizonte bebe el que mira desde el Himalaya
y demasiado sufrimiento,
si sólo puede ver y lo que ve le duele y es culpable.
¡Demasiado!

Peor si además del horizonte Hoy
llenan los horizontes Pasado y Porvenir sus retinas,
y alcanza conciencia pormenorizada
del ciclo absoluto de idas y de retornos,
descubriendo que todo es estéril. Y sin remedio.

¡Oh árbol!, demasiados horizontes.
¡Ay colina!, demasiado sufrimiento.

¡Demasiado!








¿Saben de piedad los inmortales?

¿Y de remordimiento...?


¡Ah de aquellos que hurgaban amaneceres
entre vísceras de palomas!

¡Ah los oídos que sabían de voces de hiedras en fuego!

¡Ah los alquimistas de Mesías!








ÁNGEL DE SEDUCCIÓN
(Fragmentos) 

Yo, el de la isla —y todo continente es isla—,
Después de fundar sobre duras piedras mi casa
En esta frívola ciudad de nadie,
Hoy huyo de mi imagen como del abismo.

No soporto las mil y una interrogantes en la barbilla,
Ni ese augurio agreste posado en los ojos
del que se sabe ausente,
Radicalmente solo,
Desahuciado entre hilachas de absurdos presentes
De obstinado fluir hacia el pasado.

Ninguna paz se avizora a lo lejos,
Ninguna esperanza hay que habite cerca.

Yo, el de la isla —y toda tristeza es isla—,
Tal vez deba morir para nacer de nuevo...








¡Hiere mis oídos!

Entona tu melodía terrible,
Inyéctame desarraigo.


¡Hiere mi gusto!

Deshaz en mi regazo tu equipaje
De humores y amores.

¡Hiere mi olfato!

Esparce a mi vera las fragancias
Y el polvo de tus intimidades.

¡Hiere mi tacto!

Frótame cada ristra de piel
Con tu voluptuosidad de poesía.

¡Hiere mi cerebro!

Reconstrúyeme el alma
Desde este mar de cenizas
Y hazme templo de tu fe...









Entra, mas no calles.

Así en la oscuridad un relumbro es áurea galaxia,
Así sobre las sosegadas aguas del perfecto equilibrio
una ola es inminente revolución,
Así contrasta en mí tu silencio.

Háblame, hazte fragancia o verbo,
Obstina tu linaje de rosa,
Para saberte aquí al perderte entre mis laberintos.
Canta, dulce cítara de mi embeleso,
Para sentirte ardiente
Entre las orugas de mis raíces y mi tierra.
Gime, llora, o suspira fervientemente,
Deja que tus ruidos habiten lo que intuyo por eternidad,
Para que te escuche mi alma,
Y te escuchen todos los habitantes de mi metro cuadrado;
Para que te conozca mi boca,
Para saberte desafío,
Para sentirte sangre.

Entra, mas no calles,
No sabría qué hacer contigo desnuda.








Probablemente ni yo sea el hombre,
Ni tú la mujer, ni este el amor;
Mas, de la impotencia emerge la ingenuidad
como flor necesaria.
Esta era indolente precisa de cada quien un acto de inocencia,
Un gesto heroico, sublime, aferrado a ideales cristalinos,
Donde palpite la ternura como única alternativa.
Sé en mí y seré en ti,
Seamos, juntos, uno y los demás en nosotros,
Como si nos quisiéramos realmente.
Sembremos de luminosas semillas
Nuestras ocultas biografías,
Hagamos una epopeya grande, mágica,
De este poema particular y simple que callamos.

¡Ay, qué inefable sensación de presencia...!








Extasía contemplar tu bravía silueta de palmera...

Tu cuerpo,
Leve resistencia del ser al no-ser,
Temblor de un demiurgo travieso arrancado al vacío,
Horizonte de eternidades y tierra
para el tacto nacido.

Tu cuerpo,
Vértice donde el aire se deshoja,
Su lúdico rumor de cascada,
Su misterio como de abismo.

Tu cuerpo,
Racimo de sol y racimo de sombra,
Ángel indócil del agua:
Silueta de pez, seducción de pájaro,
Persistente instante resistiéndose al olvido.

Tu cuerpo,
La utopía vislumbrada de mi cuerpo.








A la deriva en cada mujer su semblante
Mientras permanece dispersa,
Sedimento de tiempo, sal, espuma y caracola;
Roca diluida entre rocas.

A la deriva en cada mujer su semblante,
Temible espada reincidiendo en la herida por placer,
Mariposa recorriendo aferrada al instinto
Las inhóspitas profundidades de los mares de la memoria,
Frenéticamente entrelazando imágenes agonizantes
Que desvanece el sol como prisma.

A la deriva en cada mujer su semblante,
Extraviado en el desencuentro,
Alondra delineada en el punto de fuga,
Gelatinosa metáfora
Apenas rozada por el más leve viento.


DESTIERROS, CURRICULUM VITAE
(FRAGMENTOS)






El tiempo es látigo, utopía. Tras su aciago toque de rey Midas, el ser metamorfosea paulatinamente en arenas. Más arenas —carnes y huesos irremisiblemente desintegrados— para sus litorales ilimitados.

Esas arenas, silíceas pizcas de eternidad, jamás mienten, basta descifrar las historias grabadas en sus vísceras circulares para conocer el infinito peso de la sensibilidad arrastrada, las ilusiones frustradas en el germen de amores, humores y equipajes, olvidados adrede en el último hálito de vida...









—¡Tic, tac, tic, tac...!—


A dos pasos una mirada sola,
presa del humor que habita en el hastío.

De estatua mirada, como de absurdo,
hilada entre los azares de un vacío sin tiempo.

Mira... mira y se escarcha
—cruel, la mirada que piensa—,
al estallar los grillos que matan el silencio al alba;

adentrándose al laberinto mil veces recorrido
después del primer golpe de espejo,

para esfumarse luego
sobre estos dos pasos vencidos de rutina.









14:19:35

Plomizas huellas saturan mi cuadrada esfera.

En medio de sórdidas cifras y australes discursos
retrocedo a simple feto:
tosco puñado de pánico sobre dunas fantásticas,
melancólico intronauta,
sola luciérnaga,
minusnova orbitando agrestes crepúsculos.

La tarde naciendo se agota,
reniega lo poético, tu azul, Novalis,
con un mero batir de palmas,

y una agreste sonrisa.








15:27:40

Sisea el ventilador
y sus traslúcidos brazos de molino
remueven el moho sepia de los armarios.
Humedad de pino
pulula desde el piso hasta mi ánimo.

En realidad,
cada objeto paradoja su esencia
y flota despreocupadamente:
deambula el acuario con sus duendes de colores,
las correspondencias estériles
con original y tres copias de colores,
la calculadora oxidada,
la música instrumental que reza;
deambula el ocio furtivo y la apatía,
deambulan hipnotizados mis ojos
entre el siseo monótono de aspas.








15:39:57


Extrañaría la orquídea
no la flor de loto,
trullas de gaviotas
no danzas de ballenas jorobadas
en primaveras marinas,
el día precediendo a la noche
no luz ni oscuridad eterna,
luego, el trópico, no así el ártico,
el hogar nunca el limbo,
extrañaría lo propio y no lo extraño;

la fatiga, jamás el descanso...









14:15:36

¡Esta decoración desampara!

En aquel vértice Bacon alucina,
el blanco recorre el ojo negro
y precipita su lenguaje en caudal salvaje;
estéril pasión emerge de lo recóndito al vacío,
es principio el instinto fluyendo hacia el éter,
a cada estallido se erupciona el paisaje que se piensa
desde el exilio al retorno.
Lo metálico mariposea lúdico
con su sexo en andas,
ingrávido siempre,
tajante siempre,
absurdo siempre,

como la vida...









08:10:44

Mi escritorio es de formica,
una extensa y suave planicie,
matizada de heno seco y lluvia cobriza.

Mi escritorio es universo simple,
cuatro gavetas y cuatro patas;
con su ecuanimidad, su parsimonia,
satura, corrompe las dimensiones.

Fría, simétrica, sugestiva belleza,
activo fijo que el uso no desprecia
ni la rutina inmuta.


¡Quién diría que al copular con una silla
se convierte en ente de tortura!









08:06:50

(Jungla fluvial. Muchedumbre. Capital. Obsesión. Ceremonia Obligada. Agobiante rumor. Uniformidad de uso e intenciones. Copiado instantáneo de accesorios a la moda. Normas de productos de masivo consumo. Mi Yo semejante a tu Yo, cuán similar a cualquiera. Opinión en serie sobre rieles oxidados. Egos en competencia maldita, más tendiendo a la pose que al esfuerzo real por las utopías. Corderos de alabanzas. Carnes de sacrificio. Náufragos de las horas. Bufones de la comedia humana, flotando virtuosos, educados, discretos, pero a la escapada mil caras y un señuelo; volando eternamente en vigilia, recelando sobre los puertos de justicia, entre los angostos claustros de la democracia. Nadie —ni su bestia— sospecha seriamente su brutal insignificancia, de ahí que al compararse cada cual resulte tan rabiosamente favorecido...)









17:48:26


¡Ay elegía desesperada!

Paranoica heredad, ancestral amargura
donde las carencias se aúnan...

¿Quién, además de mi sombra, me espera?

¿Quién apetece un trago conmigo
ahora que lo necesito?

¿Quién, para mi soledad, un ángel?



—¡Ah! Preocupación vana,
si siempre se está solo en la estrechez de la carne...









08:56:09



Ni tú —otredad— me reconoces en el espejo
(agua donde el azar dejó tirado
la infinitud de su sombra),
ni yo te reconozco ni acepto,
por cada temblor de eternidad perdida,
por cada cabriola de niño ignorada,
por cada cuenta asentada,
por cada tasa de humeante té ofrecida,
por cada transacción mercurial,
por cada involuntaria cortesía,
por cada página rasgada,
por cada gesto previsible,
por mi natural desgano,

por haber relegado la vida.









17:35:40


Algo falta al día,
mi instinto lo presiente;
la ciudad, lugar común de extravíos,
bebe su imagen inveterada de mis ojos.

Algo sobra al día,
la ciudad lo presiente;
yo, mortal aprendiz de Dios,
bebo desdibujada mi imagen de sus ojos...


caminamos al ocaso, de todos modos.








15:31:53

Cual eco atrapado entre las vísceras
de un terrible karma,
retornando a cavernas de aflicción
donde Ícaro permanece cayendo,
—razón de la historia,
el instante no es más que eso—,
amando enfermizamente,
pronosticando más vacío que no llenará mi falta.



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