lunes, 27 de mayo de 2013

GASPAR GARCÍA LAVIANA [9903]


GASPAR GARCÍA LAVIANA (comandante Martín), sacerdote español que luchó junto a los sandinistas nicaragüenses.
Nació en 1941 en Les Roces (San Martín del Rey Aurelio, ASTURIAS) y emigró años más tarde al pueblo langreano de Tuilla. Estudió bachillerato en Valladolid y Filosofía y Teología en Logroño. donde se ordenó en la orden del Sagrado Corazón. Celebró su primera misa en el año 1966 en la parroquía de su pueblo natal. Después se trasladó a Madrid, donde terminó un cursillo de Sociología. Aqui mismo compatibilizó su sacerdocio, en la parroquia de San Federico, con el trabajo de obrero en una carpintería del barrio. Durante los tres años que permaneció en Madrid trabajó intensamente con la juventud y con grupos de sacerdotes obreros con el afán de implicarse cristianamente en la marcha social.

En 1966 se fue a Nicaragua para trabajar como misionero en Tola. Allí estuvo con los campesinos locales y tomó contacto con las dificultades que afrontaban día a día. Con frecuencia visitaba a los enfermos y fue llamado muchas veces ante la falta de medios médicos a disposición de los campesinos. Criticó duramente la práctica del secuestro de las jóvenes que posteriormente eran obligadas a ejercer la prostitución, secuestros que eran amparados por el éjercito de Somoza. García Laviana expresó su desacuerdo en la opresión de los campesinos pobres y su marginación en la sociedad en una coleccion de poemas, siendo este el primer libro publicado por el gobierno sandinista. Como resultado de todas sus críticas y sus denuncias ante la corrupción y la injusticia del régimen somocista, fue acusado de ser simpatizante comunista. En 1977 García Laviana recibía amenazas telefónicas y era seguido por agentes de Somoza para comprobar sus actividades, actividades que consistian en ayudas a los sandinistas actuando como correo, transportando gente y, principalmente, educando a los campesinos para que fueran capaces de comprender la situación en la que se encontraban por sí mismos. Estaba muy influenciado por el espiritu de la Teología de la Liberación que ponía en lugar preferencial la acción pastoral a los pobres. Finalmente acabó tomando las armas al entender que un cambio político pacífico no ayudaría a paliar las terribles necesidades que veía todos los días en Nicaragua. Siempre condeno la violencia, pero se vio obligado a ella como el único medio para que los pobres de Nicaragua fueran liberados de su opresión.
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, reconoció la importancia de la participación de García Laviana en la lucha revolucionaria. Muchas de las preocupaciones de García Laviana se convirtieron en prioridades para los sandinistas cuando asumieron el poder, el gobierno revolucionario instauró la asistencia médica como una prioridad principal, puso en práctica las iniciativas de reforma agrarias que redistribuyeron la tierra a muchos campesinos individualmente y en cooperativas y denunciaron la prostitución.
Gaspar García Laviana murió el 11 de diciembre de 1978 en combate, dirigiendo la columna "Benjamin Zeledón". De él se decia que era "el primero en entrar en combate y el último en retirarse"





PRÓLOGO

Va ya para más de veinticinco años de la fecha en que el padre Gaspar García Laviana, sacerdote, religioso, misionero, muriese violentamente en un enfrentamiento entre la guerrilla nicaragüense y la Guardia Nacional del gobierno de Somoza. Vista la evolución posterior al triunfo de la revolución sandinista, en Nicaragua, la duda o la decepción pueden surgir: ¿para qué tanto sufrimiento si todo vuelve a ser como antes?. Y no les falta razón. Ocurre en todas las revoluciones. O casi en todas. Pero quizá sea porque no se ha podido conocer a fondo la semilla , aún viva, que hace veinticinco años Gaspar sembró y que dio su buen fruto. Por desgracia, menor que el que quería quien la obonó con su sangre. Sus amigos decían que "araba sobre el mar" ......




Lo llevamos dentro

Siento mugidos rojos
Corriendo por las venas
Estampidas de manadas, 
manadas
Astados a millares.
Bravuras ibéricas
como invasión de sangre al rojo 
vivo.
Sangre y sangre cada vez mas 
viva
cada vez más roja

Ríos de acero fundido.
Bosques de patas recias
al compás de la locura.
Trueno inacabable
de moles a mares
despeñándose en cascadas 
infinitas.

Embestidas implacables
de cuernos y cuernos
en la plaza de toros del mundo.

Así, los que nacimos en el toro,
lo llevamos dentro






Así me despidió Carmen

Te vas sabiendo que la verdad es dura
y que sólo viviendo duramente
podrás hallarla en toda su hermosura.

Tus manos fuertes de obrero y 
campesino
trabajaran los cuerpos y las almas
en campos más lejanos y distintos
para hacer florecer, a costa de sudores,
el fruto de lo humano y lo divino

Sigue con sonrisa sencilla y con pisar 
austero,
sigue luchando por ese mundo de utopía
que tú y yo sabemos verdadero.
Sigue, pese a quien pese, hasta caer 
rendido.

Cuando solo y tal vez un poco triste
y la duda y la impotencia
coronen de dolor tu limpia frente
que escucha limpia las voces del destino
recuerda que aquí, rezando a mi manera,
pediré que sigas sincero en tu camino.






OJOS HUMILLADOS

Miraba dos perros flacos
caminar bajo la lluvia
y en sus ojos humillados,
se notaba que sufrían.

Unos ojos parecidos
los tiene los labradores,
cuando los bajan vencidos
al mirar a sus señores





AMÉRICA

Uvas agraces sin color de vino. 
Caras serena inmaduras. Amor 
de madre incestuoso. Tragedia 
como el mundo. Pálido fuego de 
amapolas pobres. Palacio de 
riquezas y de ignominia. Hambre 
insatisfecha para siempre. 
Tragedia de pan y de vino. Frío 
apacible de ilusiones. Tierras 
cansadas de muertos. Ojos que 
aran los campos. Tragedia 
resignada. Erupciones de sexo 
moreno. Volcanes femeninos. 
Cosecha de amor generoso. 
Tragedia de hijos.




Viajé largo

Viajé largo
ancho mundo.

Viajé largo
por las vertientes más pura,
recreándome en tus trazos.
Vi geranios de amargura
que olían a pobre.
Vi gardenias
de colores retocados.
Vi esencias 
de claveles.

Viajé largo

Vi perfiles 
como el cielo.
Santuarios 
de bellezas increíbles.
Cumbres de nieve
holladas por pies descalzos.
Esperanzas de verde
inacabables como el mar.
Guerras animadas
por himnos wagnerianos.
Cadáveres humanos
Viajé largo.

sacerdotes elegidos,
ácidos corrosivos,
enmascarados.
Pulidas agonías infantiles
de pueblos 
con cabeza de ganado.
Moldes mercantiles
en togas de justicia.
Niños bellos
con estomagos hinchados
Vi desdichas

Viajé largo
ancho mundo.

Viajé largo





El Tiempo Nuevo

Oye mi consejo:
Prepárate para la lucha
Edifica la iglesia
Con piedras que no teman la muerte,
Que no usen parapetos
De sofismas cobardes.
Que sea profética
Que grite sin desmayo
La llegada del anticristo
El oro y el poder
De la sinagoga.
Amigo,
Te darán muerte
Como en los tiempos del Romano Imperio
Serás triturado como trigo.








Cuando muera,
No quiero que sollocen mentiras
Las sanguijuelas del pueblo.

Yo vi sus lágrimas
Consolando las viudas de los campesinos
Para luego matarlas
De hambre.
Y les vi matar a los líderes de los pobres
-pobres como ellos 
Para luego llorarlos en entierros suntuosos.
Yo vi a los trabajadores sufrir accidentes
Por falta de seguridad
Yo ví las caras de estos perros gordos compungidas,
Vi sus lágrimas saladas,
Y los vi más tarde
Rematarlos,
Con el hambre y el despido,
Rematarlos a patadas
Como a perros flacos.
No ¡que no me lloren ellos!







Gaspar García Laviana,
sacerdote, guerrillero y poeta




García Laviana, oficiando su primera misa, en Tuilla




Por Xabier F. Coronado



Sus poemas son como canciones,
se les podría poner música
para que los cante el pueblo

Ernesto Cardenal

Hay vidas que discurren de tal manera que van dejando detrás de ellas un reguero de pólvora. Ese rastro queda ahí, en el camino recorrido, a la espera de una chispa que lo prenda. Cuando esto sucede se produce una explosión, un fulgor que se expande y el ejemplo de esa existencia trasciende. La repercusión que genera a veces no traspasa el ámbito familiar o local, pero otras la onda expansiva se multiplica y provoca un fenómeno social.

La vida y la obra de Gaspar García Laviana (Asturias 1941-Nicaragua 1978) es uno de esos ejemplos. Su muerte fue el detonante que hizo explotar la luz que iluminó toda su existencia. En México no es muy conocida la vida de este sacerdote que moría empuñando un fusil en Nicaragua. Gaspar murió en un enfrentamiento con la Guardia Nacional, el grupo policíaco-militar que mantenía, a base de terror e impunidad, la dictadura de Anastasio Somoza.

Pero ¿quién era Gaspar?, ¿qué circunstancias le habían llevado hasta ese momento definitivo en que perdía la vida luchando por una causa revolucionaria?

Gaspar García Laviana había nacido treinta y siete años atrás, en Les Roces, Asturias, un lugar muy lejano del terreno donde se escondía aquella húmeda madrugada de diciembre con un grupo de compas que estaban bajo su mando. Su padre era minero, había pasado cuarenta años de su vida en la mina y Gaspar, a pesar de empuñar un arma y luchar en una guerra real, era sacerdote. Un misionero que había tomado la decisión de matar y morir por una causa justa, la liberación del pueblo al que había entregado los últimos años de su vida: “Vine a Nicaragua desde Asturias, mi tierra natal, a ejercer el sacerdocio como misionero hará unos nueve años. Me entregué con pasión a mi labor de apostolado y pronto fui descubriendo que el hambre y la sed de justicia del pueblo deprimido y humillado, al que yo he servido como sacerdote, reclamaba, más que el consuelo de las palabras, el consuelo de la acción.”

García Laviana, tercero por la izquierda con guerrilleros

Un cura que se hizo guerrillero y dejó escritas las razones de su lucha en una carta a sus compañeros de congregación en diciembre de 1977: “Yo no puedo callar ante esta situación, porque estaría contribuyendo a sostener el gobierno brutal de Somoza.” El texto concluye con un párrafo donde se mezclan el espíritu misionero con la necesidad de la lucha revolucionaria: “El somocismo es pecado y liberarnos de la opresión es librarnos del pecado. Y con el fusil en la mano, lleno de fe y amor por el pueblo nicaragüense, he de combatir hasta mi último aliento por el advenimiento del reino de la justicia en nuestra patria. ¡Patria libre o morir!”

Esta trascendente decisión fue tomada por Gaspar en la primavera de 1977 cuando, después de sufrir varios atentados, tuvo que huir de Nicaragua perseguido por la Guardia Nacional.

Gaspar moría la madrugada del 11 de diciembre de 1978 en Nicaragua, su país de adopción, en un carrizal junto al río Mena, en el municipio de Cárdenas, muy cerca de la frontera con Costa Rica. En ese momento es probable que toda su vida se reflejara en una última visión antes de abandonar este mundo. Si así fue, seguro que recordó su infancia en Asturias, su formación en el seminario, los años en La Rioja donde estudió Filosofía y Teología, los primeros trabajos de organización social formando una cooperativa para la construcción de viviendas en un barrio habitado por inmigrantes, los estudios de sociología en Madrid que completaron su formación universitaria, la alegría de oficiar su primera misa en 1966, los cuatro años en Madrid ejerciendo como sacerdote en un barrio obrero donde también trabajaba de carpintero para conocer mejor las condiciones laborales en que vivían sus feligreses, su sueño de ser misionero, el viaje a Nicaragua, la dura realidad social centroamericana, sus colaboradores y amigos, la alegría del trabajo compartido, los contactos con el Frente Sandinista y su primer nombre revolucionario: Ángel, la formación clandestina de los jóvenes que le iban a acompañar en la lucha, el rescate de las niñas del prostíbulo, la creación de escuelas, el acoso de la guardia somocista, el exilio en Costa Rica en campamentos de la guerrilla sandinista, su segundo nombre clandestino: Miguel, los meses de entrenamiento en Cuba, su ascenso a comandante, el comandante Martín, la toma de Rivas que dirigió junto a Edén Pastora, el enfrentamiento definitivo con la guardia...


Es muy probable que todo esto pasara como una película por la mente de Gaspar, toda la recapitulación de su vida en un último y definitivo poema. Porque Gaspar, además de sacerdote y guerrillero, era poeta, y sus poemas circulaban de mano en mano entre los guerrilleros del Frente Sur: “A morir/ a morir guerrillero/ que para subir al cielo/ hay que morir primero” (A corazón abierto, Madrid, 2007).

Una existencia de solidaridad plena, dedicada por entero a sus semejantes, y una muerte que tuvo la importancia de ser el detonante para conseguir el triunfo sandinista: “La muerte de Gaspar fue el impulso que nos llevó a la victoria.” (Daniel Ortega).

En Nicaragua son conscientes de la importancia de su sacrificio y Gaspar es considerado un héroe de la revolución. Ernesto Cardenal escribió que “por su vida y su muerte es una inspiración y un ejemplo a seguir para todos los sacerdotes, para todos los cristianos y todos los nicaragüenses.” (Gaspar G. Laviana, Cantos de amor y guerra. Introducción. Managua 1979).

El pueblo puso su nombre a hospitales, escuelas y calles. Todos los años se conmemora la fecha de su muerte como una efeméride fundamental en la historia del pueblo nicaragüense. Tres décadas conmemorando esa muerte en actos que se realizan cada año en Cárdenas, bajo la cruz que señala el lugar donde Gaspar entregó su vida. Gaspar G. Laviana, el “cura sandinista”, el poeta, está vivo en la memoria colectiva del pueblo.








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