miércoles, 15 de mayo de 2013

DAVID REY FERNÁNDEZ [9827]



David Rey Fernández
David Rey Fernández (Ferrol, La Coruña, España, 1985) es un poeta español. Es Licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela y abogado. Su obra ha recibido la atención de la crítica internacional, así, de él ha escrito la narradora, poeta y crítica paraguaya Delfina Acosta: David Rey inserta permanentemente su “yo” en los poemas. Y ese “yo” altísimo tiene la grandilocuencia de los autores ya consagrados y afirmados como favoritos dentro de la crítica de todos los tiempos.

Su voz poética, propia y singular, se sitúa al margen de todas las escuelas y tendencias dominantes en la poesía española contemporánea. Es poeta del amor y del desamor, de la vida y de la muerte, de la tristeza y de la alegría; su obra todo quiere abarcarlo y todo lo abarca. En esta poesía, radical y sonora, que entronca con la tradición clásica y que, a la vez, se puebla y llena, con plenitud e incandescencia, de imágenes simbolistas y surrealistas, asistimos al incesante caminar del hombre que se levanta ante las adversidades, sosteniendo su esperanza sobre las sólidas bases del conocimiento de uno mismo.
De su producción se ha destacado la sorprendente y madurada destreza de sus recursos líricos y la hondura y penetración de su pensamiento. Su poesía ha sido catalogada como de amplio aliento, de honda ambición estética abarcadora del mundo en sus múltiples facetas y con numerosos hallazgos expresivos.5

Obra 

Poesía

Las alas de una alondra madrugando (Editorial Hiperión, Madrid, 2009, ISBN 978-84-7517-954-4).

Crítica 

Heroísmo, libertad, amor, dolor y muerte. Algunas reflexiones en torno a "Amor de Perdición", de Camilo Castelo Branco (Revista Trimestral de Análisis Cinematográfico Lumière, nº2).

Premios 

2009. XII Premio de Poesía "Antonio Carvajal".





DE Las alas de una alondra madrugando




Poema I

Para mi madre,
que me mostró la puerta y me tendió una llave;
que me enseñó que los únicos caminos
son los que nos acercan a nosotros mismos,
lo demás es arena.

Me dijo:
               escribe con distancia
                                                   pero
sin olvidar el cuarzo negro de la mina diaria,
lo marchito y oscuro que ya está en las semillas.

Añadió:
             Vivir es defenderse de la vida,
                                                              y volvió a asegurarlo:
el que mira las olas ya ha vencido el naufragio;
sólo quien se conoce
                     puede oír el silencio que precede a los golpes,
puede sentir el mar que hay en las caracolas.

Me enseñó
                  que en cada nombre se esconde lo nombrado;
que en la palabra noche
                             fluyen ríos oscuros de carbón y cenizas,
que cuando digo madera
                                 la voz se me puebla de raíces y carne,
que cuando digo te quiero
en mi boca despierta la cereza y la lluvia.

Y estas palabras suyas las llevaré grabadas para siempre
             Nada tiene sentido
                                            por eso
              todo vale la pena
                                            porque todo
                       puede ser de la altura que le des a tus pasos.






IV

Aquí está la alegría y en sus manos se tienden los leones.

Alegría
hacia tu vientre me inclino
y del verdín de tu pubis cae rocío.

Alegría,
ya no quedan motores rotos herrumbrando los caminos
y en mis ojos hay puerta que no quieren cerrarse
- por sus arcos pasa la vida con los cabellos sueltos,
parten trenes cargados
para limpiarse al alba -.

Alegría,
eres como una muchacha con las piernas abiertas
y en tus muslos las hiedras se hacen ríos.

Alegría.

he buscado tus ramas: aquí está la madera dilatada,
al parto de tus flores voy desnudo
y de mis dientes caen palomas
que propagan tu nombre por la Tierra:
eco dulce de plumas en el barro,
hoy la vida aletea como un pecho.





Poema  VI

Porque el amor tiene también su olvido
y el recuerdo de haber perdido algo.
quedan cenizas, sobre el mar, temblando.







Poema  VIII

Una mujer desnuda en el jardín espera,
no eres tú y sin embargo tuvo tu nombre un día.

Las olas son caballos con crines de azucena
que el viento agita como un almendro viejo,
la luna es un jinete de plata galopando,
                                                                                  si tú pudieras verlo.
Recuerdas que te dije:
Tus labios son el rojo que viste a la amapola.
Contigo junto al mar todo canta más alto.
En tus ojos azules aún se escuchan las olas.

Ahora me pregunto
                                           de qué serviría aquello,
ahora que estoy tan solo
                                                   como lo estaba entonces.

Tú nunca comprendiste
                                                   que los besos
                                                                       no mueren en los labios
y que en cada palabra
                                             yo te dejaba
                                                                       la llave de una puerta.







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