jueves, 21 de febrero de 2013

HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT [9269]






Howard Phillips Lovecraft Nació en 1890 en Providence, Rhode Island, EE.UU. y falleció en la misma localidad en 1937. Desarrolló una mitología propia dentro del género del terror, siguiendo una corriente de terror cósmico materialista muy alejada de las vertientes tradicionales del género, sin embargo fue relativamente desconocido en vida, dándose a conocer de manera póstuma gracias a la difusión de su obra por parte de amigos y conocidos. Se interesó desde muy joven por la mitología árabe, y más adelante por la griega, escribiendo desde muy pequeño cuentos y poemas inspirados en estos dos ámbitos. Su abuelo,  que se hizo cargo de su educación tras la muerte de su padre, le introdujo a las historias góticas de terror.

Sus obras se hallan marcadas por el pesimismo y el cinismo, y suelen dividirse en tres periodos: La época de las Historias macabras (1905-1920), el Ciclo del Sueño (1920-1927), y los Mitos de Cthulhu (1925-1935).

Sus temas más comunes son el conocimiento prohibido, la influencia de seres no humanos en la Humanidad, la culpa heredada (el concepto de que uno no puede escapar de los errores de sus ancestros), el destino, la idea de una Humanidad constantemente amenazada y en peligro, la raza, el género y los riesgos inherentes a una sociedad cientificista.

Ha desarrollado un seguimiento de culto gracias a la creación de un universo propio de seres de naturaleza diversa, donde destacan los monstruosos Primigenios  y el Necronomicón, un terrible grimorio que muestra cómo invocarlos.


Compendio de las obras literarias publicadas por el escritor estadounidense de terror Howard Phillips Lovecraft. La crítica considera que el núcleo central de los «mitos de Cthulhu» lo forman ocho relatos, las obras mayores de Lovecraft.1
A través de las puertas de la llave de plata (con E. Hoffmann Price, 1933)
Aire frío (1926)
Arthur Jermyn (1920)
Astrophobos
Autobiografía
Azathoth (1922)
Celephaïs (1920)
Cenizas (con C. M. Eddy, Jr.,1923)
Cosmos en colapso (con R. H. Barlow,1935)
Dagón (1917)
Del más allá (1920)
Dos botellas negras (con Wilfred Blanch Talman, 1926)
Él (1925)
El alquimista (1908)
El árbol (1920)
El árbol en la colina (con Duane W. Rimel, 1934)
El buque misterioso (1902)
El caos reptante (con Winifred V. Jackson, 1920)
El caso de Charles Dexter Ward (1927)
El ceremonial (1923)
El clérigo malvado (1933)
El color que cayó del cielo (1927)
El desafío del más allá (con C. L. Moore; A. Merritt; Robert E. Howard y Frank Belknap Long, 1935)
El descendiente (1925)
El devorador de fantasmas (con C. M. Eddy, Jr., 1923)
El diario de Alonzo Typer (con William Lumley, 1935)
El extraño (1921)
El grabado en la casa (1920)
El hombre de piedra (con Hazel Heald, 1932)
El horror de Dunwich (1928)
El horror en la Playa Martin (con Sonia H. Greene, 1922)
El horror de Red Hook (1925)
El horror en el cementerio (con Hazel Heald, 1933)
El horror en el museo (con Hazel Heald, 1932)
El horror oculto (1922)
El horror sobrenatural en la literatura
El lazo de Medusa (con Zealia Bishop, 1930)
El Libro (1933)
El Libro Negro De Alsophocus (con Martín S. Warnes)
El misterio del cementerio (1898)
El modelo Pickman (1926)
El morador de las tinieblas o El que acecha en la oscuridad (1935)
El pantano de la luna (1921)
El pescador del Cabo del Halcón (con August Derleth)
El sabueso (1922)
El superviviente (con August Derleth)
El que susurra en la oscuridad o El susurrador de la oscuridad (1930)
El templo (1920)
El túmulo (con Zealia Bishop, 1930)
El verdugo eléctrico (con Adolphe de Castro, 1929)
El viejo Bugs (1919)
El viejo terrible (1920)
En la cripta (1925)
En la noche de los tiempos, La Sombra Fuera del Tiempo o El abismo en el tiempo (1934)
En las montañas de la locura (1931)
En los muros de Eryx (con Kenneth Sterling, 1936)
Encerrado con los faraones (con Harry Houdini, 1924)
Ex Oblivione (1921)
Hasta en los mares (con R. H. Barlow, 1935)
Herbert West: Reanimador (1922)
De la oscuridad
El demonio de la peste
Seis disparos a la luz de la luna
El grito del muerto
El horror de las sombras
Las legiones de la tumba
El intruso (1921)
Hipnos (1922)
Historia del Necronomicón (1927)
Hongos de Yuggoth Poemas de horror cósmico
Hongos de Yuggoth Poemas de la naturaleza
Hongos de Yuggoth Poemas metafísicos
Hongos de Yuggoth Poemas oníricos
Ibid (1928)
La antigua raza (1927)
La batalla que dio fin al siglo (con R. H. Barlow, 1934)
La bestia en la cueva (1905)
La botellita de cristal (1897)
La búsqueda de Iranon (1921)
La búsqueda en sueños de la ignota Kadath (1927)
La casa evitada (1924)
La casa maldita
La calle (1920)
La ciénaga-luna
La ciudad sin nombre (1921)
La cosa en el umbral (1933)
La cueva secreta (1897)
La declaración de Randolph Carter (1919)
La dulce Ermengarde (1917)
La exhumación (con Duane W. Rimel, 1935)
La extraña casa elevada entre la niebla (1926)
La habitación cerrada (con August Derleth)
La Hermandad Negra (con August Derleth)
La Hoya de las Brujas (con August Derleth)
La lámpara de Alhazred (con August Derleth)
La llamada de Cthulhu (1926)
La llave de plata (1926)
La maldición de Yig (con Zealia Bishop, 1928)
La maldición que cayó sobre Sarnath (1919)
La muerte alada (con Hazel Heald, 1933)
La música de Erich Zann (1921)
La nave blanca (1919)
La noche del óceano (con R. H. Barlow, 1936)
La poesía y los dioses (con Anna Helen Crofts, 1920)
La pradera verde (con Winifred V. Jackson, 1918)
La sombra fuera del espacio (con August Derleth)
La sombra sobre Innsmouth (1931)
La trampa (con Henry S. Whitehead, 1931)
La tumba (1917)
La transición de Juan Romero (1919)
La última prueba (con Adolphe de Castro, 1927)
La ventana en la buhardilla (con August Derleth)
Las ratas en las paredes (1923)
Lo innombrable (1923)
Lo que trae la luna (1922)
Los amados muertos (con C. M. Eddy, Jr., 1923)
Los gatos de Ulthar (1920)
Los otros dioses (1921)
Los sueños en la casa de la bruja (1932)
Más allá de los eones (con Hazel Heald, 1933)
Más allá del muro del sueño (1919)
Memoria (1919)
Nyarlathotep (1920)
Polaris (1918)
Reliquia de un mundo olvidado (con Hazel Heald)
Robert Ervin Howard: Un recuerdo
Sordo, mudo y ciego (con C. M. Eddy Jr., 1924)
Una semblanza del Doctor Johnson (1917)





De "Hongos de Yuggoth":

I.  El libro

El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido
En un laberinto de viejas callejuelas junto a los muelles,
Que olían a cosas extrañas traídas de ultramar,
Entre curiosos jirones de niebla que el viento del Oeste dispersaba.
Unos cristales romboidales, velados por el humo y la escarcha,
Dejaban apenas ver los montones de libros, como árboles retorcidos
Pudriéndose del suelo al techo... ventisqueros
De un saber antiguo que se desmoronaba a precio de saldo.

Entré, hechizado, y de un montón cubierto de telarañas
Cogí el volumen más a mano y lo hojeé al azar,
Temblando al leer raras palabras que parecían guardar
Algún secreto, monstruoso para quien lo descubriera.
Después, buscando algún viejo vendedor taimado,
Sólo encontré el eco de una risa.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







II. Persecución

Llevaba el libro apretado bajo el abrigo,
Escondiéndolo como podía en semejante lugar,
Mientras apretaba el paso por las viejas calles del puerto
Volviendo con recelo la cabeza a cada instante.
Ventanas sombrías y furtivas de tambaleantes casas de ladrillo
Espiaban extrañamente mi paso apresurado,
Y al pensar en la que cobijaban ansié violentamente
Una visión redentora de puro cielo azul.

Nadie me había visto cogerlo... y sin embargo
Una risa hueca seguía resonando en mi aturdida cabeza,
Dejándome adivinar qué mundos nocturnos de maldad
Acechaban en aquel volumen que había codiciado.
El camino se me hacía extraño, los muros demenciales...
Y a mi espalda, en la distancia, se oían pasos invisibles.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







V. Vuelta a casa

El demonio dijo que me llevaría a casa,
A la tierra lívida y sombría que recordaba vagamente
Como un lugar elevado con escaleras y terrazas
Rodeadas de balaustradas de mármol que peinan los vientos del cielo,
Mientras muchas millas más abajo, a la orilla de un mar,
Se extiende un laberinto de torres y torres y cúpulas superpuestas,
Una vez más, me dijo, volvería a quedar embelesado
Ante aquellas viejas colinas, y oiría el lejano rumor de la espuma.
Todo esto prometió, y por las puertas del ocaso
Me arrastró a través de lagos de llamas lamientes
Y tronos de oro rojo de dioses sin nombre
Que gritan de miedo ante un destino ominoso.
Después, un negro abismo con ruido de olas en la noche:
«Aquí estaba tu casa», se burló, «¡cuando aún veías!»

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







XIV. Vientos estelares

Es la hora de la penumbra crepuscular,
Casi siempre en otoño, cuando el viento estelar se precipita
Por las calles altas de la colina, que aunque desiertas
Muestran ya luces tempranas en cómodas habitaciones.
Las hojas secas danzan con giros extraños y fantásticos,
Y el humo de las chimeneas se arremolina con gracia etérea
Siguiendo las geometrías del espacio exterior,
Mientras Fomalhaut se asoma por las brumas del Sur.

Ésta es la hora en que los poetas lunáticos saben
Qué hongos brotan en Yuggoth, y qué perfumes
Y matices de flores, desconocidos en nuestros pobres
Jardines terrestres, llenan los continentes de Nithon.
¡Pero por cada sueño que nos traen estos vientos
Nos arrebatan una docena de los nuestros!

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







XIX. Las campanas

Año tras año oí aquel tañido débil y lejano
De graves campanas traído por el viento negro de medianoche;
Extraños repiques, que no venían de ningún campanario
Que pudiese descubrir, sino como de más allá de un gran vacío.
Busqué una pista en mis sueños y recuerdos,
Y pensé en todos los carillones que albergaban mis visiones;
Los de la apacible Innsmouth, donde las blancas gaviotas planeaban
En torno a una aguja que conocí antaño.

Siempre perplejo seguí oyendo caer aquellas notas
Hasta una noche de marzo en que la lluvia fría y desapacible
Me hizo franquear de nuevo las puertas del recuerdo
Hacia las viejas torres donde tañían badajos enloquecidos.
Tañían... pero desde las corrientes sin sol que fluyen
Por valles profundos hasta verter al lecho muerto del mar.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







XX. Bestezuelas nocturnas

No sabría decir de qué criptas salen arrastrándose,
Pero cada noche veo esas criaturas viscosas,
Negras, cornudas y descarnadas, con alas membranosas
Y colas que ostentan la barba bífida del infierno.
Llegan en legiones traídas por el viento del Norte
Con garras obscenas que cosquillean y escuecen,
Y me agarran y me llevan en viajes monstruosos
A mundos grises ocultos en el fondo del pozo de las pesadillas.

Pasan rozando los picos dentados de Thok
Sin hacer el menor caso de mis gritos ahogados,
Y descienden por los abismos inferiores hasta ese lago inmundo
Donde los shoggoths henchidos chapotean en un sueño dudoso.
Pero ¡ay! ¡Si al menos hicieran algún ruido
O tuvieran una cara donde se suele tener!

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







XXIII. Espejismo

No sé si existió alguna vez
Ese mundo perdido que flota oscuramente en el río del Tiempo,
Pero lo he visto a menudo, envuelto en una bruma violeta
y brillando débilmente al fondo de un sueño borroso.
Había extrañas torres y ríos con curiosos meandros,
Laberintos de maravillas y bóvedas llenas de luz,
y cielos llameantes cruzados por ramas, como los que tiemblan
Ansiosamente momentos antes de una noche invernal.

Grandes marismas llevaban a costas desiertas con juncales
Donde revoloteaban aves inmensas, y en una colina ventosa
Había un pueblo antiguo con un blanco campanario
Cuyos repiques vespertinos resuenan aún en mis oídos.
No sé qué tierra es ésa... ni me atrevo a preguntar
Cuándo o por qué estuve, o estaré allí.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







XXVIII. Expectación

No sabría decir por qué algunas cosas me producen
Una sensación de maravillas inexploradas por venir,
O de grieta en el muro del horizonte
Que se abre a mundos donde s6lo los dioses pueden vivir.
Es una expectación vaga, sin aliento,
Como de grandes pompas antiguas que recuerdo a medias,
O de aventuras salvajes, incorpóreas,
Plenas de éxtasis y libres como un ensueño.

La encuentro en puestas de sol y en extrañas agujas urbanas,
En viejos pueblos y bosques y cañadas brumosas,
En los vientos del Sur, en el mar, en collados y ciudades iluminadas,
En viejos jardines, en canciones entreoídas y en los fuegos de la luna.
Pero aunque sólo por su encanto vale la pena vivir la vida
Nadie alcanza ni adivina el don que insinúa.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







XXIX. Nostalgia

Cada año, al resplandor melancólico del otoño,
Los pájaros remontan el vuelo sobre un océano desierto,
Trinando y gorjeando con prisa jubilosa
Por llegar a una tierra que su memoria profunda conoce.
Grandes jardines colgantes donde se abren flores
De vivos colores, hileras de mangos de gusto delicioso
Y arboledas que forman templos con ramas entrelazadas
Sobre frescos senderos... todo esto les muestran sus vagos sueños.

Buscan en el mar vestigios de su antigua costa,
Y la alta ciudad blanca, erizada de torres...
Pero sólo las aguas vacías se extienden ante ellos,
Así que al fin dan media vuelta una vez más.
Y mientras tanto, hundidas en un abismo infestado de extraños pólipos,
Las viejas torres añoran su canto perdido y recordado.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt






XXXVI. Continuidad

Hay en algunas cosas antiguas una huella
De una esencia vaga... más que un peso o una forma,
Un éter sutil, indeterminado,
Pero ligado a todas las leyes del tiempo y el espacio.
Un signo tenue y velado de continuidades
Que los ojos exteriores no llegan a descubrir;
De dimensiones encerradas que albergan los años idos,
Y fuera del alcance, salvo para llaves ocultas.
Me conmueve sobre todo cuando los rayos oblicuos del sol poniente
Iluminan viejas granjas en la ladera de una colina,
Y pintan de vida las formas que permanecen inmóviles
Desde hace siglos, menos quiméricas que todo esto que conocemos.
Bajo esa luz extraña siento que no estoy lejos
De la masa inmutable cuyos lados son las edades.

21 de diciembre de 1929- 4 de enero de 1930

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







De "Poemas fantásticos":

A Pan

Sentado en una cañada entre bosques
A orillas de un arroyo bordeado de juncos
Meditaba yo un día, cuando adormeciéndome
Me vi sumido en un sueño.

Del riachuelo surgió una figura
Medio hombre y medio cabrio;
Tenía pezuñas en vez de pies
Y una barba adornaba su garganta.

Con un rústico caramillo de caña
Tocaba dulcemente aquel ser híbrido,
Y yo olvidé todo cuidado terreno
Pues sabía que era Pan.

Ninfas y sátiros se congregaron
Para gozar del alegre sonido,

Demasiado pronto desperté con pesar
y volví a las moradas de los hombres,
Pero en valles campestres yo querría vivir
Y escuchar de nuevo la flauta de Pan.

Septiembre de 1902

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







El horror de Yule

Hay nieve en el campo
         Y los valles están helados,
Y una profunda medianoche
         Se cierne sombría sobre el mundo;
Pero una luz entrevista en las cumbres
         Revela festines profanos yantiguos.

Hay muerte en las nubes,
         Hay miedo en la noche,
Pues los muertos en sus mortajas
         Celebran la puesta del sol,
Yentonan cantos salvajes en los bosques mientras danzan
         En torno al altar de Yule, fungoso y blanco.

Un viento que no es de este mundo
         Recorre el bosque de robles,
Cuyas mórbidas ramas se ahogan
         En una maraña de delirante muérdago,
Porque éstos son los poderes de las tinieblas, que perviven
         En las tumbas de la raza perdida de los Druidas.

Diciembre, 1926

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







La ciudad

       Era dorada y espléndida
               Aquella ciudad de la luz;
       Una visión suspendida
               En los abismos de la noche;
Una región de prodigios y gloria, cuyos templos
       Eran de mármol blanco.

       Recuerdo la época
               En que apareció ante mis ojos;
       Eran los tiempos salvajes e irracionales,
               Los días de las mentes embrutecidas
En los que el Invierno, con su mortaja blanca y lívida,
        Avanzaba lentamente torturando y destruyendo.

        Más hermosa que Zión
                Resplandecía en el cielo
       Cuando los rayos de Orión
                Nublaron mis ojos,
Y me sumieron en un sueño lleno de oscuros recuerdos
       De vivencias olvidadas y remotas.

       Sus mansiones eran majestuosas,
                Decoradas con bellas esculturas
      Que se erguían con nobleza
                En magníficas terrazas,
Y los jardines eran fragantes y soleados,
       Y en ellos florecían extrañas maravillas.

       Me fascinaban sus avenidas
                Con sus perspectivas sublimes;
      Las elevadas arcadas me confirmaban
                Que una vez, en otro tiempo,
Había vagado en éxtasis bajo su sombra,
      En el benigno clima de Halcyón.

      En la plaza central se alineaba
               Una hilera de estatuas;
      Hombres solemnes de largas barbas
               Que habían sido poderosos en su día...
Pero una estaba rota y mutilada,
      Y su rostro barbado había sido destrozado.

      En aquella ciudad esplendorosa
               No vi a ningún mortal,
      Pero mi imaginación, indulgente
               Con las leyes de la memoria,
Se demoró largo tiempo contemplando aquellas figuras
       De la plaza, cuyos pétreos rostros observó con temor.

       Avivé el débil rescoldo
               Que aún permanecía encendido en mi espíritu,
       Y me esforcé por recordar
               Los eones de pasado;
Por atravesar libremente el infinito,
       Y poder visitar el insondable pasado.

       Entonces la horrible advertencia
               Cayó sobre mi alma
       Como el ominoso amanecer
               Que asciende en su roja aureola,
Y huí, lleno de pánico, antes de que los terrores
       Ya olvidados y desaparecidos me fueran revelados.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







Oceanus

A veces me detengo en la orilla
Donde las penas vierten sus flujos,
Y las aguas turbulentas suspiran y se quejan
De secretos que no se atreven a contar.
Desde las simas profundas de valles sin nombres,
Y desde colinas y llanuras que ningún mortal conoce,
La mística marejada y el hosco oleaje
Sugieren como taumaturgos malditos
Un millar de horrores, henchidos por el temor
Que ya contemplaron épocas hace tiempo olvidadas.
¡Oh vientos salados que tristemente barréis
Las desnudas regiones abisales;
Oh pálidas olas salvajes, que recordáis
El caos que la Tierra ha dejado tras de sí;
Una sola cosa os pido:
Guardad por siempre oculto vuestro antiguo saber!

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt







Por donde un día paseó Poe

Divagan eternamente las sombras en esta tierra,
Soñando con siglos que se fueron para siempre;
Grandes olmos se alzan solemnes entre lápidas y túmulos
Desplegando su alta bóveda sobre un mundo oculto de otro tiempo.
Una luz del recuerdo ilumina todo el escenario,
Y las hojas muertas hablan en susurros de los días idos,
Añorando imágenes y sonidos que ya no volverán.

Triste y solitario, un espectro se desliza a lo largo
De los paseos por donde sus pasos le llevaban en vida;
Pero no es visible a los ojos de cualquiera, a pesar de que su canto
Resuena a través del tiempo con una extraña fascinación.
Sólo los pocos que conocen el secreto de su magia
Pueden encontrar entre estas tumbas la sombra de Poe.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt






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