sábado, 8 de diciembre de 2012

SILVIA GUIARD [8.722]



SILVIA GUIARD 

Silvia Guiard: Argentina, 1957. Es Profesora para la Enseñanza Primaria y Bibliotecaria Escolar. Desde hace treinta y cinco años se desempeña en escuela primarias dependientes del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, inicialmente como maestra de grado y en la actualidad como bibliotecaria. Es Profesora de Español para Extranjeros (durante algunos años en distintos institutos y en el Laboratorio de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires). Entre 1979 y 1992 formó parte del grupo surrealista que editó las revistas "Poddema" (números 1 y 2) y "Signo Ascendente" (1 y 2-3) y de la continuación del mismo como Grupo Surrealista de Buenos Aires. Desde entonces se difunden versiones suyas al francés de artículos y poemas. Coordinó la traducción del libro "La estrella de la mañana: surrealismo y marxismo" de Michael Löwy, aparecido en 2006 a través de Ediciones El Cielo por Asalto. Por invitación de su autor, en el volumen se incluye un apéndice de su autoría: "Buenos Aires, el surrealismo en la lucha contra la dictadura".  Realizó diversas presentaciones o performances o creaciones poético-musicales con Oscar Pablo Baldomá, Luis Conde y otros músicos: uno de esos espectáculos ha sido "Pájaro de toque" en 1996. Dos son las obras para chicos ya publicadas: "Lombrices" (Libros del Quirquincho, 1997), "Cantos de dinosaurios" (Editorial Amauta, 2011), y dos las que permanecen inéditas: "Chantilly, el gato negro" y "El duende del chaparrón". Además de colaborar en revistas y blogs, lo hizo en publicaciones del movimiento surrealista: "Surr" (de París, Francia), "A phala 2" (de San Pablo, Brasil), con su ensayo "Tierra adentro" en "Salamandra" (de Madrid, España). También en los libros colectivos "The exteriority crisis" (Berkeley, Oyster Moon Press, 2008), "Crisis de la exterioridad" (Madrid, Enclave de Libros, 2012), "Ce qui sera / Wht will be / Lo que será" (Amsterdam, Brumes Blondes, 2014). Fue incluida en las antologías "Nueva poesía argentina" (selección de Jorge Santiago Perednik, 1989), "Surrealist women" (selección de Penelope Rosemont, Austin, University of Texas Press, 1998), "Indicios de Salamandra" (Madrid, Ediciones de la Torre Magnética, 2000). En 1999 apareció su plaqueta "Mujer-pájaro en el círculo del sol" y en 2010 la titulada "Relampaguea" (Cuadro de Tiza, Santiago de Chile). Poemarios publicados: "Salomé o la búsqueda del cuerpo" (1983), "Los banquetes errantes: diario de viajes" (1986) (ambos de Ediciones Signo Ascendente y bajo el seudónimo Silvia Grénier). Ya con su propio apellido aparecieron "Quebrada" (1998), "En el reino blanco" (2006), a través del sello Tsé-Tsé.




Señas


A Carmen Bruna




En el paso del lobo me reconocerás
cuando las horas muelan su molicie al borde del camino
y las ciudades crezcan como hongos en la bella planicie
todos están borrachos pero el silencio tiene
pestañas abismales para abrirnos la puerta
éramos como piedras en el río de lava
éramos como fuegos en el lecho de piedra
éramos pocos muchos los de rostro velado
éramos vivos muertos los de dientes crecidos
tu mirada de loco me prepara el terreno
éramos los sonámbulos y la vida pasaba
como una tromba roja por el centro del cielo
éramos los perdidos
                                      con nuestras manos-brújula
tocábamos el mundo de las cosas vencidas
hay bailarines locos que atraviesan el cielo
de trapecio en trapecio como fósforos vivos
hay bailarines locos que cruzan el abismo
sobre la cuerda tensa de su propio suicidio

De "Salomé o la búsqueda del cuerpo"








Fábulas (Fragmento)




"Sobre la arena, dos cuerpos confundidos trazan la primera letra de la palabra AMOR"

(Visión anónima, 1982)



Entonces, estaban cerrados los caminos. En los muelles el mar se desataba, persiguiendo a un vagabundo pueblo de delfines. Con qué músicas tristes, con qué banderas tristes avanzaban los restos del amor sobre la playa. Con qué urutaúes desolados se vestía de niebla el horizonte. Entonces, el mundo daba vueltas sobre un punto cansino. Los padres devoraban a sus hijos, los hijos a sus perros, los perros a sus huesos, los huesos a sus flautas, las flautas a sus ramos de violetas. Entonces la guerra era un silbido de tobillos cortados por el viento, el amor un silencio entre dos puertas, la soledad un beso de tiniebla. ¿En qué huevo de piedra silenciosa estábamos entonces; en qué escondite, en qué despeñadero, en qué agujero abierto entre las rocas guardábamos las uvas para el canto, las uvas necesarias? Lo recuerdo: el mar, la piedra blanca, la montaña. En las cumbres abrían las ballenas sus misteriosas fauces y su mugido nos estremecía. ¡Las ballenas azules! ¡Las magníficas reinas en su trono de tiempo! ¡La gigantesca mole de los sueños abriéndonos sus grutas! Lo recuerdo. ¿Qué éramos entonces, colgándonos del viento como niños, urdiendo los columpios y los puentes? Los pasadizos iban y venían como patinadores sobre el hielo. Me gustan los columpios, su insensatez de péndulos sin hilo, su salto entre dos cejas, su sílaba intermedia resbalando como un chorro de luz entre dos peñas bruscas. ¿Qué éramos entonces, masticando la hierba como vacas videntes? Perdidos en el llano, temblorosos, buscando las ciudades fugitivas, montados en carretas de salitre, devorando raíces de petróleo, trenzando nuestro pelo para montar las tiendas necesarias. Entonces el viento era un cuchillo cortando la vía láctea y el mundo daba vueltas sobre el ojo de un muerto: un ojo seco, que nos arrebataba los espejos y quebraba los dedos de la sombra. Estaban cerrados los caminos. Escuchen: es la sombra que mueve sus escobas, es el viento que lanza sus aullidos sobre el pellejo de un caballo muerto. Escuchen: las ciudades se aproximan. Bellas, con su humareda de petróleo, su corpiño de luces despiadadas, sus fanfarrias grotescas. Bellas, con sus trenzas de brea, su desfile de mierda engalanada, su cortejo de huesos triturados masticando raíces de petróleo. En los muelles el mar se desataba, persiguiendo a un vagabundo pueblo de delfines. Con qué banderas tristes, con qué músicas tristes avanzaban los restos del amor sobre la playa. El mundo daba vueltas sobre un punto cansino. Perdidos en el llano, huyendo –las ciudades nos buscaban- mordíamos la hierba visionaria como vacas rabiosas, ¡y estaban cerrados los caminos!

De "Los banquetes errantes: diario de viajes"








Existe el mar


Existe el mar - he visto su abismo con mis ojos
Existe el mar la multiplicidad de sus sombrillas y de sus cabrilleos y el viento que le alza las polleras buscando el hueco dulce entre los muslos el musgo suave la rodilla lenta de las altas mareas henchidas de dolor y de alegría
existe el mar en medio de mi frente
existe el mar abierto y destemplado
su paso milenario de ballena su mugido lejano
las repisas del sol las peinetas del viento
el cristal y la luz
Existe el mar en las cuerdas de un piano
desfondado y terrible
ebrio y afónico y doliente
existe el mar sobre ciudades crueles
o bajo
civilizaciones olvidadas
existe el mar bajo la piel
en las axilas
bajo las uñas
entre los colmillos
en las jaulas del circo y en los zoológicos atroces
existe el mar entre leones
sin domesticar
azululantemente indominable
existe el mar después de las tormentas
o más bien
apareado con su propia tormenta
como dos formas grises
gigantescas
contorsionadas en un mismo abrazo
existe el mar feroz
el tragabarcos
el abrecielos el tragamontañas
el lanzallamas el rompeportones
el mar-asmo el mar-aña y el mar-tillo
el mar-supial relleno de sus hijos
que son ovillos dulces luz y sombra
peces-abismo peces-acordeón
peces-bruma y peces-escalera
peces-lunas y soles
pez-tañeos
y tañidos profundos de campana
-de campana de buzo sumergido
para siempre entre pulpos-
existe el mar barbudo
salvaje
ceniciento
acróbata de innúmeros espejos
el mar como un tesoro
conservado en toneles y barriles panzudos
el mar negruzco como un pan antiguo
el mar empecinado como un necio
empinado sobre sus tobillos
el mar tozudo como un gran secreto
como un arca que al mismo tiempo es
su diluvio
existe el mar como una sed como una alucinación
como un prodigio
existe como sólo saben existir
los mares
entre glóbulos blancos rojos y ateridos de frío
entre glóbulos sin justificación sin redención y sin
destino
existe de cualquier modo el mar con sus escamas
sus cuerdas de violín
sus lengüetazos de profundidad
sus bombas de oxígeno increíble
su aletazo de monstruo
su hocico prehistórico y mugiente
su aliento de mamut.

Lo he visto.

7/11/92 - De "En el reino blanco"









Se sobrenada


Grandes oleajes me sostienen
y no obstante
no obstante
sé que hablo con los labios partidos
con la lengua quemada
para estatuas de yeso

es decir:

hablo con los labios partidos
con la lengua quemada
para estatuas de yeso
y no obstante
no obstante
grandes oleajes me sostienen
lentas vegetaciones me sostienen
largos
hondísimos ramajes agitándome en su estremecimiento
me sostienen
en silencio
las palas misteriosas que acarrean la noche
me sostienen
las lenguas agridulces
moteadas
serpenteantes
y terribles del sueño
me sostienen
la sed y su cortejo de violines con las cuerdas cortadas
el hambre y sus harapos
la garrapata ardiente de cada una de mis incertidumbres
me sostienen
He aquí que se acercan los incendios
veloces
más veloces que el miedo
tiernos como paraguas
y altos como impacientes rascacielos
los incendios me toman en sus brazos
y me acunan hasta hacerme dormir
Aún dormida escucho cloquear a los relojes
aún dormida veo cómo las casas huyen de sus propias paredes
se desprenden de sus propias ventanas como de medias viejas
se sacan el corpiño
los zapatos
los hijos
y bailan como mendigas en inmensos baldíos
saltan de terraplén a terraplén
pierden completamente la memoria
se burlan de los trenes
y se emborrachan en su propio velorio
aún dormida bailo con pies heridos y feroces
entre las casas locas
entre las casas tristes
entre las casas una tras otra derrumbadas
y observo en la piel acre y translúcida del aire
los movimientos casi imperceptibles de los enormes peces de vacío
grandes peces de nada
cruzando lentamente las veredas
estrellando sin ruido las vidrieras
boquiabiertos y torpes
blanquísimos peces de silencio
desovando en las alcantarillas
su maravillosa inexistencia
vastos transatlánticos de nada
atravesando oleadas
oleajes profundos de vacío
me sostienen.

5/12/92 – De "En el reino blanco"







"No entres dócilmente en esa noche quieta.

Rabia, rabia, contra la agonía de la luz"
Dylan Thomas.



Uñas contra la sombra, pelos, dientes
y el aullido larguísimo en los huesos

La rabia con sus perros amarillos
espumarajeando mi saliva

La rabia de la luz
y de la sombra

La cólera de sangre y de burbuja
reventando en las venas

El ácido de luz sobre los dientes

La hinchazón de la sangre
Su estallido
de bronca y de dolor golpeando el aire
terriblemente frágil
y desnudo

Nudo
            del ansia y del hastío

Nudillo de estar harta

Desnuda soledad de los tobillos

Ácida desnudez

Ácido mudo

Pica roja el dolor sobre mi frente
Pica roja los dientes abrasivos

Pica roja la sed
Pica roja la rabia del aullido
Pica roja la sangre inexplicada
Pica roja mi cuerpo
contra el cielo

Relampaguea:
No habrá sido mudo

(Dic.'98) De "Relampaguea" (Poema incluido previamente en la plaqueta "Mujer- pájaro en el círculo del sol", 1999)









Aquí donde los árboles caminan... (Fragmento)

Una mujer, un hombre, un río
junto al árbol

A veces el árbol es un hombre
el hombre, un río
el río, una mujer
y la mujer, un árbol

La mujer en el río, bañándose
y el hombre
bañado en la mujer
y el árbol
bañándose en el cielo
Que es un río

Un hombre que es un árbol se baña
en la mujer
que es río

Y un hombre que es un río
sueña en la mujer
que es árbol

Y la mujer del árbol con el hombre del río
y la mujer del río con el hombre del árbol
se abrazan bajo el amor
y sueñan
cuando un hombre y una mujer se aman
y duermen
junto al árbol
a la orilla del río.

(Inédito)


Mujer Pájaro

 “No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz”
Dylan Thomas.


Uñas contra la sombra, pelos, dientes
y el aullido larguísimo en los huesos

La rabia con sus perros amarillos
espumarajeando mi saliva

La rabia de la luz
y de la sombra

La cólera de sangre y de burbuja
reventando en las venas

El ácido de luz sobre los dientes

La hinchazón de la sangre
Su estallido
de bronca y de dolor golpeando el aire
terriblemente frágil
y desnudo

Nudo
del ansia y del hastío

Nudillo de estar harta

Desnuda soledad de los tobillos

Ácida desnudez

Ácido mudo

Pica roja el dolor sobre mi frente
Pica roja los dientes abrasivos

Pica roja la sed
Pica roja la rabia del aullido
Pica roja la sangre inexplicada
Pica roja mi cuerpo
contra el cielo

Relampaguea:
No habrá sido mudo.





“Hoy me siento a la muerte.”
José María Arguedas

Hoy me siento a la muerte
        -mi banquete-

Antropófagamente me contemplo
Oh mí misma de mí
murientemente

Oh mi muerta
de mi morosa adolorida muerte

Oh mi sola de mí
                         mi desasida 
                         mi desazón
                         mi sosa oquedad de ser
sobre la mesa

Hambrienta de mi ausencia me contemplo 
y arrancándome así
hueso por hueso
chupando el caracú de mis silencios
me devoro en mi sola triste mesa
sazonando mi lenta
                             hambrienta
                             demorada
                             devoradora muerte
hasta la blanca médula del hueso

Hoy me siento a la mesa de mi muerte

Blanco mantel y blanca servilleta
anudándome el cuello

Hoy me siento al silencio:
           Mi banquete.






LA BANDEJA

La noche que ha de ser atravesada tiene mi cuerpo en su bandeja
Negra
Negra la noche y negra la bandeja
Negro el óleo cubriéndome la frente
Negro el silencio de mi sangre
Roja
Rojo el cuerpo
Tendido 
Empapado en su luz
Fruta fresca abriéndose en la noche
Roja
Temblorosa y goteante
Fruta frágil 
Multiplicando un círculo de labios
Succión roja del hambre
Otra vez exprimiendo los pezones oscuros de la noche
Labios nuevos aflorando en la carne
Roja
La sed roja de ser




Qué estremecida voz

Aquí los corazones detenidos
los desaparecidos
(Quien habla escuchó un llanto
sintió el roce fugaz
el horroroso roce
del gemido)
Oh los cuerpos
los idos
Oh el corredor sin fondo
Oh los ojos absortos
Pero quién dirá cómo
cuándo dónde
qué palabra podrá dar la medida
qué túnel
qué niebla sin sentido
los nombres y las fechas
la soledad 
las uñas
las paredes rasgadas
rasguñadas
las uñas sin sus dedos
los dedos sin sus uñas
los aullidos
qué voz puede traerse
levantarse
quién raspará las sombras
quién leerá lo no dicho
qué tumulto
Oh la razón perdida de sus huesos
los huesos sin su sombra
las sombras sin sus llantos
(Quien habla escuchó un llanto
pero ¿dónde?
¿en qué camión de infierno?)
La estridencia de un choque
Afuera los domingos celebraban sus misas
Y allí la única misa
Piedra negra su hostia
Y el gemido
La soledad más alta
Comulgando
Pero entonces los ojos sumergidos
(No sumisos)
Hundidos
Abriéndose hacia adentro
Reconociendo el hueso
Los nudillos
Aquí 
Solo su tiempo
Su estallido
Su núcleo efervescente
Detenido
Qué soledad
Qué diente
Qué mordisco vendrá
Qué quién es ese otro
que tortura?
Qué thor?
Qué tú?
Qué dura
sino un temblor de víscera gimiente?
Qué estertor de palabra
Qué retorcidos estremecimientos
Qué estremecida voz darán las sombras
Las escaleras negras
Los ladridos
Y quién escuchará
Bajo qué piedras
O edificios o credos
O montañas o cerdos
O mercados o sueños
O templos
O risueños
O avenidas o luces
O subsuelos
O pantanos o mares
O cenizas o ríos
mares ríos
turbulencias y ríos
quién los escuchará
bajo qué ríos
bajo qué soledad
latir
latiendo
los corazones
su morir
doliendo
vivir
ardiendo
su doler
muriendo
caer
viviendo
su soñar
oyendo
la impronunciable voz
callar
subiendo
sobre qué balbucear
aquí 
buceando
bajo qué piedra gris
latir 
sabiendo
pero entonces rugir
gritar
decir
quién nos devolverá
aquí
latiendo
los corazones
desaparecidos
quién los verá subir
volver
viviendo




Nana doliente para un corazón tirado al río

Quizás bajo las aguas
Un gemido
Corazón
Te dé nido

Quizás bajo las aguas
De ese río
Corazón
Detenido

Río será el morir
Y haber vivido
Río será el llorar
Y haber reído

Río será el volar
Y haber caído
Bajo oscuro temblor
Mentido río

Ni plata su fulgor
Ni dulce su sabor
Ni dorado su rumbo
Ni buen aire su sino
Sino este barro atroz
Amargo oscuro

Quizás bajo las aguas
Detenido 
Piedra será el dolor
Y el sin sentido

Piedra será el comer
Y haber bebido
Piedra será el dormir
Y haber querido

Quizás bajo las aguas
De ese río
Un corazón hermano
Te dé nido

Quizás entre las algas
Sumergido
Tu memoria tendrá
Color de río

Río será el odiar
Y haber sabido
Río será el luchar
Y haber mordido

Quizás junto a las piedras
De ese río
Llegarás hasta el mar
Estremecido

Y en las olas de sal
Batiendo espuma
En la plata sincera 
De la luna

Volverás a brillar
Aparecido




BLANCA

Blanca, recubierta de párpados cerrados y de alas de libélulas
dormidas, era aquella planicie
Blanca, cada movimiento se instalaba en la lenta, esponjosa
magnitud del silencio
Blanca, tocaba con la punta de mis pies fragmentos exangües
de palabras:
yo iba por el sueño
sola
sola a campo traviesa, a silencio traviesa
sola a sueño traviesa
yo la pequeña yo la diminuta
con mis huellas apenas perceptibles
sobre la nieve blanca
yo dormía
vivía
me alimentaba de mendrugos dulces
bebía gotitas de rocío en copos de tristeza
cazaba abejorros, abedules, cuerdas de clavicordio, lentejuelas
de risa, plumas de pato y caparazones de misterio
yo vivía y moría en un solo silencio de violín
en la milésima parte de uno solo de los estertores
tan fugaces como fulgurantes
de una única cuerda de violín
yo dormía
yo me desvestía
enterraba a mis muertos en el cielo
mamaba los jugos agridulces de las ubres del aire
alimentaba nubes
cultivaba distancias como coliflores
dejándome arrastrar por las largas patas de araña del invierno
en mi minúsculo trineo
sonámbula
inaudible
imperceptible
livianamente sola
por el sueño





Sueños, glosas y poemas


Sombra
(Sueño y glosa)


    Toda la noche anduve por el cielo, llevando un niño en brazos.

    ¿Era el hijo de quién?
    ¿Era el Sol niño?
    ¿Era algún hijo de la Diosa Blanca?
    ¿Era, de cualquier modo, un hijo mío?

    A mí me correspondía presentarlo ante todas las puertas, para que todas las regiones del cielo conocieran su rostro.
    Giró la rueda, misteriosa y lenta, y yo, sin esforzarme, con mi túnica azul, casi volando, toda la noche atravesé paisajes, una cambiante sucesión de luces. ¿Quizás las estaciones?
    ¿Quizás los doce signos estelares?
    Anoche, nodriza por cuenta de la Luna, vi rodar a mis pies el infinito...

    Después, cuando bajaba, sentí vibrar los mimbres junto a un río...




    Ahora que el día nos despierta, Niño, yo, que nunca tuve leche en los pezones, ¿con qué palabras construiré tu carne?

    ¿O ante qué puerta giratoria, Niño, con tu perfume formarás mi sombra?

(abril 2000)





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