jueves, 20 de diciembre de 2012

MYRIAM MOSCONA [8.880]




Myriam Moscona (מירים מוסקונה) (Ciudad de México; 1955). Es una periodista y poeta mexicana en castellano y ladino de origen búlgaro sefardí. Su poesía en ladino elude los temas frecuentados de la lírica judeo-española y se concentra en una propuesta más contemporánea.
Incluida en más de cuarenta antologías de México y otros países. Parte de su poesía se ha traducido al inglés, portugués, francés, italiano, búlgaro, ruso, alemán, hebreo, sueco, holandés y árabe. Una colección de su poesía visual forma parte de los archivos especiales de la University of California, Irvine
Ha tenido a su cargo diversas columnas periodísticas, tanto en diarios como en revistas especializadas. Fue conductora del noticiario cultural de la televisión pública mexicana (Canal 22) y encargada del programa de radio de Instituto Nacional de Bellas Artes.
Su libro Negro marfil , publicado y reeditado en México se da a conocer en Estados Unidos en forma bilingüe por Les Figues Press (2011), una editorial independiente de Los Ángeles, California. Negro marfil (Ivory black) recibe el Premio Harold Landon Morton 2012 que otorga la Academy of American Poets por la traducción de Jen Hofer, considerada la mejor traducción al inglés de poesía de cualquier lengua. El acta, firmada por Pierre Joris, consigna: "Negro Marfil, el libro de Myriam Moscona es un arreglo rizomático de poemas maravillosamente orquestado, o para citar el libro, “un eco en sus porciones”. […] Derivado de una primera “traducción” a palabras de las imágenes en tinta china y collages de la propia autora, el libro ha sido traducido de forma impecable al inglés por Jen Hofer, quien también ofrece un excelente ensayo sobre el libro y su traducción."
Myriam Moscona ha recibido también el Premio de Poesía Aguascalientes en 1988 y una beca de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation en 2006.
Rektas son las kurvas de Moebius/En torsedumbre i doloridos/Kon esas sintas mos krearon LA SINTA DE MOEBIUS

Libros:

Último jardín (1983)
Las visitantes (1989, Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes)
Las preguntas de Natalia (1992)
El árbol de los nombres (1992)
De frente y de perfil: Semblanzas de poetas (1994)
Vísperas (1996)
Negro marfil (2000, 2006)
El que nada (2006)
De par en par (2009)





Reset
               
                He vislumbrado el cielo en esta tierra. 
                               Alonso Pérez de Salazar


Flotan acelgas en el caldo acedo.
Llueve
y el agua levanta una nube de insectos y de polvo.

En el adentro, la música de Monteverdi
(Vespro della Beata Vergine)
me abre la puerta del ciberespacio.

La nube de insectos me lleva al lugar. Es 1290. 
En esa animación aparece Beatriz, 
construye una catedral para su siglo.

En el ala izquierda,
un rosetón con la imagen de María,
niña santa.

La horizontal del monitor se agita,
algo parece abrirse en los vendajes de los cielos.

Allí flota la núbil Beatriz
con su pálido rostro de enfermera,
sonríe arrullada en el quirófano celeste.

Un albañil subido en el andamio 
dibuja a Dios azul y afeminado.


                              RESET


Flotan acelgas en el caldo acedo.

En el ala derecha del monitor se lee un juicio:
          "Notad qué cosa tan grande es ésta. La Edad Media 
          no era un mundo artístico. La religión era misticismo; 
          la filosofía, escolástica; la primera excomulgaba 
          al arte, quemaba las imágenes, avanzaba a los 
          espíritus a desasirse de lo real. 
          La otra vivía de abstracciones y..."


                              RESET


Flotan acelgas en el caldo acedo.
Muerte villana, enemiga de la piedad,
madre antigua del dolor...
(marte villana, di pietá nemica)
¡Ah, musas! Si tan sólo hablaseis por mí.
Abridme ríos de navegación,
venid en mi ayuda.





La anunciación
               
La miro desde el agua: viene a ofrecerse en la fornicación del nombre. Dibujo su sombra, le hablo a lo negro del oído. Oh, amarga. No te toco. Acaso el ojo sólo deba verte y regresar.





Poema (fragmentos)
               
El dios hijo cordero lobo en aguas de fondo inmenso calamar el dios 
del soplo man in black el dios de estar en cavidades donde el negro 
es primario ningún color El dios llameante


negro marfil sube al cúmulo de mí

seremos eco en sus porciones

sólo fragmentos

carencia

estatua en negro marfil black ivory


aquí los corazones 

como la cabeza de Juan 

y yo: despierta


Se es feliz en lo infeliz se es negro en blanco black in man se es
carbón molido se es color el miedo y el lugar del miedo se es la
esposa y el padre se es la hija la hermana la piedra           cristal 
soplado           se es el cuerpo y el espíritu santo el dogma la consu-
mación El deseo incumplido el secreto guardado la pira del secreto
                     Desdicha en lo supuesto feliz                    Avanza la expiación


                                                            *


Se encuentra el amado entre sábanas negras se incorpora se vuelca hacia la piedra con trapo húmedo la moja           aparece un fresco en rojos y amarillos La música porosa En tierra de nadie en tierra de ocres: La fe


                                                            *


Son melancólicos los tonos son deliberadamente en platas oigo las cuerdas contra el chelo oigo el arpa son los tonos no elegidos Son lo que son lo que empincela en tinta el borde de los cuerpos Como un país Como la lluvia de un país Como la lluvia del arpa contra el chelo: los dedos hurgando el punto de la emanación el punto negro-llama el centro de equilibrio llueve hacia el vacío dedos hurgando en el origen de un color que se degrada El todo se cierne en un aquí: donde se toca el propio extravío


                                                            *


Era el humo liberado de un incendio el gris elevante que surcaba el negro aún en el temblor los cuerpos se amalgaman están en otro y vuelven a lo solo como un vapor

En lo envolvente                     Como un dibujo    

En marca de agua                 He perdido 

Me he plegado                        Dónde

Si no                                          El sino

          De estos días





Balada de s.
               
                                                                                                    a Guadalupe Alonso



Fui por unos días la mujer más bella de mi ciudad. Llevaba un vestido con doble aura. Abajo, todo se flechaba en un tiempo preciso.

En el camellón de Insurgentes fui el tigre de Blake, en San Ángel hablé con los nimbados pájaros de Dios, en la Plaza del Carmen encontré a mi madre fumando un cigarrillo. Supe sostener mi fragilidad.

Ser perfecta era como mirar un huevo.

Por unos días fui la acuciosa evangelista de Santo Domingo, recé en la sinagoga, caminé por los portales, entré en la catedral con un aire divino.

Afuera toque la piedra de la diosa y no me respondió con su silencio: hablamos hasta el alba y al besarla volvió a dormirse porque la tibieza de mi fruto era como un sueño de bienaventuranza.

Encontré a Álvaro en la cantina, a Héctor recargado en el Monte de Piedad, a Norman dormido en la Alameda. Mi padre me vio pasar. Su corazón flotante, blanco, parecía una rara pieza de granito.
También hablé con dos perras de la calle. Una amamantaba a sus crías y derramó su leche en el cuenco de mi mano. Como una tortuga mojada, esplendía la ciudad. Más adentro la noche y en su núcleo la rotación que pude tocar con estas yemas.

Después de un tiempo el huevo se hizo agua y un rizo de sangre cosió mis lagrimales.




Carta de Naturalización

Las hijas de extranjeras
nacimos con agujas minuciosas.
En tiempos nobles
visitamos museos de París.
Entramos al Louvre a buscar a la Gioconda.
También nosotras crecimos en la adversidad
y sonreímos con rictus previsibles.
Si la guerra nos empujó de otros continentes
un soplo nos condena a duplicar nuestra visión.
Permanecemos a perpetuidad.
Nos debatimos entre estancias y partidas.
Deseamos dar a luz a la intemperie
para que la sangre caiga en tierra firme
hasta que las raíces se pierdan en la historia.





Testimonio

No tuvo hijos,
Se lee en la caja de su cuerpo.
Casi nadie la visita.
Escribe cuando tiene algo que decir.
No gasta la vara del poema.
La lleva como báculo.




Las preguntas de Natalia

Cuando dices ÁRBOL
¿cómo haces para ver
raíces hundidas en la tierra
o follajes que cuelgan
como una cabellera?
Cuando dices PEZ
¿qué ves?
¿Garabatos de luz
veloces como rayos?
Ah, palabras abiertas,
palabras que transforman
vocales en imágenes reales.
¿Quién estuvo en contra
de llamarle lengua a la vaca
y vaca a la piedra?
¿Quién le puso su nombre a las cosas?
Desconocidas voces
trajeron de oriente
hermosas palabras que empiezan con AL:
Almendra
Almíbar
Almeja
Almena
y a la estrella Aldebarán.
Después,
¿quién cambió las cosas del tablero?
¿quién creyó ver
en el cielo un velo extendido
sobre el mar?
¿Quién le dio al león
su nombre de rugido
y al perico su nombre parlanchín?
¿Y al puerco espín?
¿Quién le dio su doble nombre?
¿Quién le dio al oso
su nombre-pesadez?
¿Quién crees?
Que alguien diga
parado en su pradera
quién llamó a ese árbol
con su nombre de palmera.
Tu voz: golpe al oído.
Como un abracadabra
devuelve a la palabra
su último sentido.






Six Feet Under

Llamaron esta mañana
para ofrecerme
un servicio
funerario
¿No sabe usted
que soy inmortal
como dijo Mark Twain
casi al morir
vistiendo su traje
Doctor
honoris causa
en lino blanco?
Un poco antes
del retiro
dio un paseo
meciendo los ojos
por los enormes
ventanales de su casa
en Connecticut
Afuera
notó la presencia
de un pájaro con plumas
color café
con leche:
un pájaro cualquiera
No era mensajero
ni loro africano
era solamente un pájaro
sucio
mojado por
la lluvia
que Mark Twain
vio caer tras los enormes
ventanales de su casa
en Connecticut
Al recostarse
le pidió
a su ama
de llaves
una infusión de ajenjo
que sorbió mojando sus bigotes
blancos
Bebió
y en un desliz habló dormido
Todo eso le conté
al agente funerario
que llamó esta mañana
para ofrecerme
una caja
donde guardar
una mortalidad tan pasajera
como la lluvia
que caía en Connecticut
la tarde que murió
Mark Twain
El agente quedó perplejo
ante la historia
de Samuel Langhorne Clemens
verdadero nombre
de quien volvió a su casa
en Redding Connecticut
antes de morir
el 21 de abril de 1910
No quise agregar más:
es mejor
tener la boca
cerrada
y parecer estúpido
que
abrirla
y disipar la duda
como dijo Mark Twain
mucho antes de morir
una tarde lluviosa
recostado
frente a los enormes ventanales
de su casa
en Connecticut



MYRIAM MOSCONA. ANSINA. VASO ROTO POESÍA, 2015.

Antes de hablar de las particularidades de este libro, conviene hacer un breve recorrido por la biografía de una autora a la que confieso no haber tenido el placer de leer hasta ahora. Myriam Moscona (1955) es una escritora mexicana —poeta, narradora, periodista— con ascendencia sefardí o, lo que es lo mismo, lleva en su sangre los genes de aquellos judíos españoles expulsados de España (de Sefarad) por los Reyes Católicos a finales del siglo XV que tuvieron que dispersarse por Europa y el norte de África. Su familia se estableció en Bulgaria, aunque se vieron obligados a emigrar en 1948 como consecuencia de la devastación producida por la Segunda Guerra Mundial. Eligieron México, aunque desconocía el español —sin embargo, sus abuelas hablaban ladino, por lo que es fácil suponer que mantenía cierta familiaridad con el idioma que fue aprendiendo paulatinamente. En ambos, ladino y español ha desarrollado su carrera literaria, una carrera que incluye numerosos volúmenes de poesía, entre los que destacamos Ultimo jardín (1983), Los visitantes (1989), con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, Vísperas (1996), Negro marfil (2000), El que nada (2008) o De par en par (2009) y algunas novelas, como Tela de Sevoya (2012) que mereció el Premio Xavier Villaurrutia. Su obra se ha traducido al inglés, portugués, búlgaro, italiano, ruso, francés, alemán, hebreo o árabe.

Ansina (cuya traducción, según indica el imprescindible glosario final, al español es Así es), su última obra, está escrito en ladino (salpicado, eso sí, con versos en español), lo que representa la primera de sus particularidades. Moscona explica sus razones en el «Exordio»: «Opté por dejar los poemas en su versión original con la asistencia de un glosario. Creo entender que mis razones se hallan en el carácter que recoge para mí el judeo-español. Es decir, las cosas sólo pueden ser dichas en una lengua y no en otra […] hay expresiones que solamente me brotan en ladino: el habla que me permite entrar en otra dimensión del tiempo, en una más íntima, familiar y primitiva».

Reconforta leer un libro como éste, sobre todo después de que se haya materializado hace unas semanas una vieja y justa aspiración de la comunidad sefardí, la de obtener, al fin, la nacionalidad española, un acto ejemplar que honra a quienes, a pesar de los pesares, no han cesado jamás de revindicar sus orígenes. El libro está dividido en cinco secciones: «De empolvaduras», «De mordideros», «De kreaziones i undimientos», «De sensya» y «De eskrivideros». En todas ellas se deja sentir la influencia de la lírica tradicional española, acaso realzada por la arcaica forma de su escritura, más acorde con el alfabeto fonético, ya que fonema y sonido comparten generalmente un mismo signo, una misma letra. Transcribimos para hacernos una idea, por ejemplo, el poema titulado «Lo ke fue»: «akeyos polvos/ trujeron estos lodos/ i estas nuvas/ trujeron/ estas luvias/ i estas luvias/ trujeron estos friyos/ i estos friyos/ trujeron estos yelos/ i estos yelos trujeron/ hazinura/ i akeyos polvos/ son lo ke fueron/ ke son estos biervos/ ke mas no serán». Esta concatenación de acaecimientos finaliza con el convencimiento de que las palabras —los biervos— son capaces de reunir en su seno no sólo las transformaciones, digamos, temporales, geográficas, sino las de carácter íntimo, porque los lodos, la luvia, el yelo parecen ser el trasunto de un estado ánimo mudable. «Mas mejor/ ser ke parezer», escribe en el poema titulado «La tripa», idea que parece sustentarse en estos otros versos del poema «La letra beth: el muro»: «Endelntre de la letra beth, todo está avierto para ke puedas saciarte del saver». Un idioma como el ladino, que ha evolucionado escasamente, es, sin embargo, eficaz cuando se trata de exponer sentimientos, profundas emociones, como afirma Myriam Moscona en el poema «Eskrivir de amor o sensya»: «muncho se puede/ decir en esta lingua/ espandirme en ella/ naser ainda puedo/ i escribir de amor y sensya». No nos cabe ninguna duda de ello, después de leer los hermosos y conmovedores versos de Ansina, un libro que recomiendo leer tanto con los ojos del corazón como con los del rostro, porque, como afirma Javier Taboada en el paratexto de la contracubierta, «El lector tiene en sus manos un libro de poesía contemporánea, alejado de los temas tradicionales de la literatura sefardita. De este modo, Ansina nos adentra en un mundo vivo y recobrado: en el origen del universo, en las leyes que lo rigen (desde el comentario rabínico hasta la matemática), pero también en los seres que han pasado por él, lo amado y lo que no puede nombrarse».
[Carlos Alcorta]


EFSUENYOS

kizo
fazer de mi
una
leona
ama yo
me echí
en sus sapatos
i pasí
la vida
alevantando el lomo
kayentando sus piezes
i sonyando
una korona
para meterme a la kaveza



LA TRIPA

me dio su no saver
me dio su amor de un día
la lingua preta nel pinsel

desinó la suerte echada
−mira, el ojo kome mas ambre
           ke la tripa− 

las kartas abolteadas
el sakrificado enkolgado del rovés
me mira la mirada miya

malos signos ambezados
ande el ombre
da su no saver

el mazal esta salado:
mas mejor
ser ke parezer






.

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