viernes, 16 de noviembre de 2012

LIVIA DÍAZ [8.407]




Livia Díaz
        

Livia Diaz es mexicana, radica en Xalapa, Veracruz. 
Ha escrito prosa y verso y participado en antologías colectivas. 
Es mediadora de lectura voluntaria y editora del "blog Huasteco" y "La poesía no se vende."
Blog: http://lapoesianosevende.blogia.com/




Las fronteras de mis manos

I

Yo te vi y sonreías
de pronto y para mí.
Me casé contigo en la idea
en la mañana
en la tarde
para vivir en la noche
como un sueño.
Te vi cuando
ya te estaba esperando.
Vi tu sonrisa
de mexicano
de país;
cuando estaba
conejo y cuyo
cavando huecos
en la tierra
por donde pasara la inmensidad
de sus nuevos ríos
y, como las venas.



II

Al escribirte yo me baso en ti
sin acudir al diccionario.
No llevo citas ni cuentas
ni cuenta de citas.
Dejo fluir mi verso
que te busca,
porque este es el verso
que te encuentra.
Y yo te leo a ti
mientras escribo con mis manos
lo que me noté adentro
a donde se hacen las palabras.



III

Yo lo vi.
Es otoño infectado de floresta nueva.
Acampa en mi deseo de sobrevivir
por llegar a primavera.
Lo vi flor de redondas fauces
y alientos como manos, en la pradera
de las esperanzas, como péndulos
pendientes.
Lo vi en las escaleras y las entrelíneas
salvajes, como cabello bruto en el rincón imposible,
de una mueca posible, en un oscuro acantilado.
Lo vi campanario y campana
sin recuerdos por llegar.
Lo vi hablándome de la noche y de las circunstancias
cuando las cortinas de mi estro
acampaban en el deseo de borrar mi memoria.
Lo vi —y lo vi— y otra vez.
Estaba desnudo
estaba hombre
estaba algarabía y festejo
estaba ciego
y era médula
que los compases metieron a mi sangre.



Otoño

Ella salta de una palabra a otra mal dicha
sin pronunciarla.
Seguro que el silencio se encarga
de lo que viene.

Vinagre y sal
en una lámpara llena de alcohol.

Apaga la luz
apágala.

Ya no hay chispas.


Otoño I

Dirás que las horas no te marcan el paso,
que la mañana fue azul,
que las princesas se fueron a dormir y a morir
mientras el día iba combinando
las caídas de tu mar y mi montaña.

Dirás, que aletargado tu cabello tocó mi deseo
mientras se fugaba la razón
a tumbar hojas del parque, a inscribirse en sellos postales,
a merodear a los amantes con resaca que buscan donde dormir
briagos aún.

(Quizá, lo saben pero nos ignoran en su ritmo
perpetuo...
perpetuo...)

Van una y otra vez por la avenida
como las ondas que nos traspasan.
Dirás que fueron mis ojos —o los tuyos— o ese
cigarro que besa tus labios.

Dirás que los patines del diablo,
que las canciones,
que la noche...

Entrecierro los ojos y digo lo que recuerdo de mis pensamientos
mientras pasas delante de mí.



Otoño II

Te dejo un verso de mañana en esta ventana que robé a la vida
de espaldas al verano,
pensando, cuántas hojas coleccionaré este otoño.

A veces, los abanicos
que deja el horizonte
llevan puntas de plumas,
que con blancos de tiro
—como la suavidad de un labio
apenas rozado con la punta del ojo—
Pasan inadvertidos en algo,
que recordamos del futuro.



Otoño III

Le digo que “la poesía no se vende”
porque no podría comprar esta distancia
ni su silencio que me arremeda.

Tampoco una mañana sin complejos
ni turistas en el parque de mis sueños
en que escucho...

Mi luna ha puesto su clavícula llena.
Le dio un codazo
al letargo.
Los oráculos asemejan canciones.
Vaivenes de un descuido
que otro sueño disipa.
Nuevos roles inflan las pandorgas
y en carnaval de personajes
salen a escena.
Alguien canta
yo canto
él canta
...cantamos.
Afortunadamente sabe sonreír
aunque ya es de noche.



Otoño IV

Siete horas después volvió a tejer bufandas
para cada paloma de la plaza. Las llevaban volando
por el pico. Las llevó disfrazadas o arropadas.

Las bufandas de él, quien ese día
no regresó a dejarle la mañana.

Palomas desveladas en la plaza. En la panza del parque
y en la calle, se llevaron su sueño. Y caminaba,
acaso sorda o ciega, acaso triste. Tejiendo el tiempo
para más bufandas.

Las bufandas de él, las que ese día,
no regresó a dejar por la mañana.

Derecho y al revés de su agonía, hebró Fernanda el tiro
de chimeneas por aves, emplumadas. Y se le fueron,
reuniendo los recuerdos:

Bufandas para Juan, que hacía del día
un regreso a besar en la mañana.

Siete horas después y ya el camino, del pasillo a la banca
y lo vivido, profundamente a oscuras. La mañana
un capricho de otro, que alacena, estibó los recuerdos...

Bufandas del deseo, que extinguido,
tiñe de sus ausentes, el mañana.



Otoño V

Hoy no pude dejarte nuevos versos.
No tuve tiempo para hablar
otra nueva palabra que tu cuerpo.

Tiernos
peregrinos y cobardes, los suspiré
y de nuevo

—y frente a frente—
taciturnos y en sueños, respiramos.

Como una hoja de parra, que arrancada,
en una hoja de naipe se convierte.

Juego de sobremesa
en que circunda
como miel de febrero otro verano,
acudiendo en otoño
a un tibio invierno.

Alto cariño permanece y velo
por amasar su zafra
en mi silencio.






Tres corazones tiene nuestra tierra

Tres corazones tiene nuestra tierra
uno, su capital, adonde el ave, el río y la molienda.
Otro de la risa y del jolgorio, la música y la fiesta.
Y uno más, que trabaja y que construye;
que fabrica y que tallan nuestras manos.

Reto del Totonacapan. Columna vertical del comunero.
Oscura carne, hermosa lengua. Hierba y raíz.
Pendón, eslabón y túnel.
Hoy, que soy de fuego y carbón, te escribo: Vainilla
palabras que salen de mis manos.
Las que humildemente, y en silencio, se apalabraran con tu cuerpo
verde y frágil; fuerte y eterno.
Es en ti, que el sentido de las cosas crece sobre la Sierra Papanteca.
Año con año, te nos regalas y te nos brindas;
esmerilando el futuro de los campesinos,
de los productores y de nuestros pueblos.

Con esos tres corazones con que te amamos canto.
Eres el pájaro que al sol, sentado en una rama de Chaca,
ve crecer sin permiso y hacia el cielo. Lánguida,  sin prisa.
Donándonos tu sangre negra, tu sangre tierra
dulce, y olorosa, de amor.

Este poema obtuvo el 2º lugar en el Recital Poético de la Expo-Feria Regional de la Vainilla 2006.



Álex arco iris

Álex azul
rojo Álex.
Amarillo ámbar 
reluce Álex
en el cuello negro
de labor blanca.
Verdea Álex
mi Álex violeta 
de tarde gris.



Reflexiones

Madrugada, aquí es invierno
arde mi casa.
Como la prisa que llevo adentro
sin darme cuenta:
Sueño la cama, el hogar lleno, 
olor a tiempo.
Sales del alma, brotas del borde
de mis recuerdos.
Mis pechos crecen y mis pezones
como un lamento
besan tu boca, pálida henchida
a su tormento.
Bebemos leche, profunda, amarga
como los dulces.
Salgo contigo, sales conmigo
saldamos juntos.
Extensa y honda como la noche
suspira el alma.
Y me amaneces si me recuerdas
azul profundo
como arco iris, que pinta y pone
color al mundo 
sin un reproche.





Hay palabras que tienen muchos sinónimos. Pero hay otras que tienen muchos significados. Yo trabajo las palabras para que su proceso de ajustarse al papel, sea el significado, y sea sinónimo. Pero hay rostros, que son el significado de ellas

también ellos piensan
que no se ha hecho justicia.

Las mujeres de Juárez

Desde hace 10 años, la desaparición y asesinato de mujeres 
También en Ciudad Juárez, 
ha provocado una preocupación creciente...

Es la tierra testigo de un secreto
de indelegables crímenes
y obseso ha vuelto fugaz en la respuesta,
exigir que confiese de inmediato:
claman las mujeres por las calles,
sin saber que están muertas.

Y van dejando su estela de imborrables
incontenibles, inimaginables llantos
gimiendo mientras pasa el silencio.
Claman las mujeres por las calles
sin saber que están muertas.

El funcionario finge que lo ignora
se le ha caído el pie después del pelo
al que a la aurora, se mira en el espejo
mientras ríe, sonriéndole a la vida
agradecido de distinta suerte
sin pensarlas, de contenido llanto
enamorando, a su paso de muerte
nuestras ansias, por verlas sonriendo
en los rincones, donde no llega
la luz ni las palabras.
Claman las mujeres por las calles,
sin saber que están muertas.

Y eran cien, y doscientas a la noche
trescientas descalabradas tuertas alboradas
de una promesa de muerte inesperada,
y son sus madres, preludio de una espera.
Claman las mujeres por las calles
sin saber que están muertas.

Pueblan las plazas
con distintas autoras sus estelas
en fantasmales espectros, otras tumbas
donde cavan la fosa
de la fe, de la confianza y la esperanza,
y las entierran cada vez más hondo,
muy en lo hondo, ahí donde no pueda,
llegar a rescatarlas la frontera
entre lo posible y lo imposible,
para que nos veamos en el cine
en la red de Internet, en las pantallas,
sin oler ni tocar sin sospechar siquiera
que sus fosas con números y fechas,
están llenas de polvo que no puede
enterrarlas del todo y que se salen
¡y que se salen a espantar!
con su gemir continuo y decidido
hasta que un día desvelen a los criminales,
hasta que un día desnuden a los presidentes,
hasta que acallen a los que en su nombre
reniegan del dolor de nuestras madres.

Que los hundan a todos, que los rompan,
que los dejen al aire y entre el viento
sin sus armas de tromba y de pasquines...
Claman las mujeres por las calles
sin saber que están muertas.

Su fuerza mayor con que comienzan
en latrocinio de confianza a hurgar
el salmo de nuestra conciencia.
Claman las mujeres por las calles
sin saber que están muertas.



Estado de sitio

La represión de la autoridad municipal contra ocho vendedores ambulantes de flores precipitó uno de los más graves conflictos sociales especialmente contra las mujeres.

I

No eran soldados
y no tenían botas.
No eran policías
y no tenían escudo de protección.
No eran funcionarios públicos
con máscaras antigases.
Son mujeres.



II

Hay atenienses que heredaron hostiles
machetes circunstanciales, y danzan,
convocando a Tláloc para beber sus ojos
secos, de mirarse hermanos en la muerte.

También hay atenienses que cerraron las puertas,
y quisieron salvarse, antes de ser crucificados.
Se cierra también la boca,
hay muchos lobos sueltos esperando su aullido.

También hay atenienses violadas
cada 30 minutos y en noticias,
que las recorren una y otra vez
sobre un asfalto, lleno de vergas
sin memoria.

También hay atenienses ávidos de paz
y concordia.
Y retretes para la incomprensión
esperando ser llenados.

También hay atenienses dolidos
repitiendo la historia
sin poderlo impedir.
Y observadores, camuflados en sombra
atisbando por si encuentran en ella
su circunstancia.

Y hay flores,
emplazando a los cuatro elementos de la tierra
para sobrevivir,
aun en la ausencia de palabras celestiales
también hay uno que dijo:
que las liberen del pecado,
que las disequen,
que las capturen,
no vaya a ser que las visite otra rebelión, y las convierta
en un emblema de paz.





Té de guerra

El té sabe acedo
y la saliva amarga
y deja de anestesiar al hambre.
La sangre de los heridos a llegar
sobre el efecto tétrico
de su segura muerte
ante lo contencioso.

Y entonces abecé y cianen, y todas esas cadenas,
invitan a sus eslabones a colocar los anuncios
en espacios, para la transmisión en vivo del combate,
y mi hijo,
presurosamente cambia de canales,
sin comprender que todo aquello que salió volando ante sus ojos,
en esa pantalla
era una casa como esta,
rojiza y pequeña,
pobre hogar víctima de los maltratos desconsiderados
del que disparó el gatillo;
y las responsabilidades.



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