jueves, 8 de noviembre de 2012

FERNANDO MONTEIRO [8322]




Fernando Monteiro es un poeta, cineasta y novelista brasileño nacido en Recife en 1949. Entre sus obras podemos encontrar su libro de poesía Memória do Mar Sublevado (1973); O Rei Póstumo, que mereció en 1975 el premio Othon Bezerra de Melo, de la Academia Pernambucana de Letras. Su libro de poesía Ecométrica, (premio nacional de la UBE-Río1984) fue elogiado por Camilo José Cela. Tiene también los libros: A Múmia do Rosto Dourado do Rio de Janeiro (2001), O Grau Graumann (2002), As Confissões de Lúcio, de 2006 y un libro de crítica: Brennand (1986). Los dos poemas que traduzco y presento, llamados los dos del mismo modo, abordan y ejercitan una glosa sobre un verso del poeta Roberto Pavía, podemos leerlos como el resultado de las inquietudes que a Fernando Monteiro, ese verso produjo, en primer lugar, un poema breve,  y en segundo lugar un poema narrativo extenso que maneja un lenguaje grácil y divertido, que hace recordar la personalidad de un hombre joven que por momentos juega y brincotea como un niño y luego se pone a disertar seriamente sobre un tema espinoso.

José P. Serrato
http://circulodepoesia.com/nueva/2012/11/patente-de-corso-fernando-monteiro/



¿Y para qué ser poeta  en tiempos de  miseria?

Insepulta yace una pregunta arriba
y bien arriba del motivo
supuestamente íntimo
visto en el verso de uno de los últimos poemas de Roberto Piva.

La pregunta, franca, destroza la fina porcelana de cera de los oídos.

Sabemos de la miseria,
sin embargo no queremos saber de ella.

Plantamos la flor carnívora,
pero desviamos la vista
cuando el jardín del pecado
castiga con eso:
indiferencia, acedia, tedio mortal
en el pecho de las avestruces
(los de estómago fuerte
para literatura hecha
con basura).




“E para que ser poeta em tempos de penúria?”

Insepulta jaz a pergunta acima
e bem acima do motivo
supostamente íntimo
visto no verso de um dos últimos poemas de Roberto Piva.
A inquirição, franca, fende a fina porcelana de cera dos ouvidos.
Sabemos da penúria,
porém não queremos saber dela.
Plantamos a flor carnívora,
mas desviamos a vista
quando o jardim do pecado
castiga com isso:
indiferença, acídia, tédio mortal
no peito de avestruzes
(os do estômago forte
para literatura feita
com lixo).




“Y para qué ser poeta En tiempos de Miseria?

La pregunta de Piva –esa fisura-
revela exactamente lo que ella revela
pues es el perro del último libro
no produciría un gañido,
al ladrar para tímpanos blindados
por la incultura.

Es claro que faltaba comodidad, vinos,
y rosas
siendo escuetas las rentas del heredero
de antiguas tierras desaparecidas
con rosaledas en la bruma.

Y pocos los medios (más que los fines)
para los largos fines de semana,
el muchacho del puesto de revistas,
la edición importada de los inéditos
de Pier Paolo Pasolini.
Todo tan verdadero como distante
de la esencia de otras miserias
entre esquinas de lloviznas
y galerías de arte en vernissages
cuyo rumor de cálices nocturnos
llega a los viene-viene
como la música del paraíso
de inalcanzables perdices.

¿Para qué ser poeta en tiempos así?
Cuando Piva falleció (y hace poco tiempo),
todos evitaron cuidadosamente
la simplicidad desconcertante
de la interrogación relativa
a los Tiempos de Miseria
Intelectual,
Moral,
Social,
Sexual,
Musical,
Teatral,
Poetal,
Caricatural…
convirtiendo una exposición en el MASP[1]
un patrocinio de Lei Rouanet[2]
una locura domesticada,
un homenaje al terruño de Italia,
una retrospectiva en el metro dedicada a Bardi[3]
y olvidada por los Flavios de la familia patricia
de la Casa del Carajo[4] llena de alquitrán
en el monumento de aquella revolución
Constitucionalista (con “C” grande)
que es un caso de São Paulo[5],
como Jânio Quadros[6]
Os Mutantes[7]
los hermanos Campos[8]
y Hebe Camargo[9].
todo eso está fluyendo así
para decir que Piva comenzó
cuando de las ediciones de Massao[10]
(Por favor, no dejen morir a mi Editor, sin que oiga a “Ohno![11]” listado entre los nombres fundamentales de la fe clara en la poesía, en una época de oscurantismo),
los libros, en el amanecer de la calle Oscar Freire[12]
entre aguardiente y rara consolación
de un Piva en medio de las pifias
entre poetas lanzados de todas maneras
(el samurái no usaba la katana,
pero sí los largos cabellos de Mifune[13]
y la mirada para recibir una Hilda Hilst[14]
con todos los honores).
¡Hilda! Era incendiario encontrar personas extrañas
en los bares, chicas de botitas, actores que no dormían,
actrices que fumaban en exceso,
gente saludable del modo más incorrectamente político
posible entre inviernos y represiones
noticias vagas de espionaje
y  manifiestos de la clase unida
para terminar en separación,
“¡Directas Ya!”[15]
y otros gritos que vulgarizan poemas
dichos largos (y pre-dicciones), elegantes,
esas porras de nuevo
y Piva y la prueba de que nada cambia
-cuando en el fondo se desea
la mudanza de Lampedusa[16]
de Salina para Salina.
Fui malo, en esa tentativa de síntesis.
soy ruin, cundo se trata de ver de lejos
y de cerca al mismo tiempo.
Finjan que no leyeron
y recomencemos de los escándalos paulistas
que siempre terminan bien absorbidos
por la capital más grande para asustarse
con una arenga de artista.
Roberto Piva, a pesar de eso
bien que intentó,
mientras sus amigos ahora respiran
al final saludables, aliviadamente,
en la neblina.
Él aceptó pisar al contrario,
en la cuneta escupida por los mendigos,
entre jeringas y condones usados
por detrás de los vapores de los tamales
cocinados para los nordestinos
de São João,[17] de los antiguos cines porno
reforzados con sexo en vivo.
Era la pura desesperación que Piva veía
en el palco y en la platea de manos sucias
de esperma y pegajosa cáscara de maíz
en el suelo de la sala veinticuatro horas
sin limpieza,
hasta ver una mujer con el uniforme de servicio
a fin de soportar una inmundicia removida con pala,
pero sin el guante de “úsese una sola vez”
por recomendación de Salud Púbica.
Roberto Piva estaba pobre y triste,
pero la pregunta que el dejó
hecha para la Indiferencia,
dirigida al Tedio,
destinada a la Muerte (en fin…),
no sólo se dirigía a la cuenta bancaria,
de movimiento ciertamente ridículo
para el criterio de los cheques especiales reglamentados
por la central de algún banco centralísimo
en la Paulista[18] o en un antiguo Viaducto del Chá[19]
sin calcetines, tazas para medir
contra el comercio de artículos de plástico
de los miserables que conmovían al poeta,
una vez que las lágrimas de Roberto
raramente eran para sí mismo,
la cara molida en el espejo,
implacable de la caída de los cabellos
también sobre las almohadas
ligeramente agrias
de la larga noche solitario
sin belleza.

Tengo una historia para contar, aún.
en cierto modo, es una historia sobre Piva y yo,
que nunca nos conocimos en São Paulo
o en Recife o en otro lugar cualquiera
de este país de bienales y vuelo, vuela, vuele.

Sucede que alguien de un “Círculo de Lectores OF”
(¡así se llama!) resolvió invitarme a leer
fragmentos de “Vi una foto de Anna Akhmátova”[20]
y yo pregunté si pagaban
y la muchacha del otro lado de la línea
(en un mal poema, eso quiere decir teléfono)
respondió que “ofrecían pasaje y hospedaje”,
pero no efectivo.
El presupuesto era para la sala,
para “el compa del sonido”, “la compañía de electricidad”
la “impresión de los carteles” y todo lo demás,
menos para el poeta invitado a recitar poemas
ni que fuera radio (digo yo).
irritado, yo corregí. “Leer poesía”
Ella dijo: “Pues sí. No hay dinero para eso”
Yo dije: “Ya entendí. Pero usted debió haber dicho: LEER POESÍA, en vez de recitar poemas.”
Ella dijo: “¿eh?”
Yo desistí.
Pero volví a preguntar: “¿Y qué es OF?¿Es inglés?
Ella dijo: “¡No! Es Orides Fontela. Círculo de Lectura Orides Fontela”…
Entonces, yo acepté ir a “recitar poemas”,
esto es, acepté viajar sin ganar un centavo,
con un propósito “noble”, “cultural” (esas mamadas)
aunque la propia Orides hubiera escrito bellamente:
Viajar
pero no
para
viajar
pero sin
donde
sin rota sin ciclo sin círculo
sin finalidad posible.
¿Cómo yo podría cobrar un trato
con un Círculo de Lectores tocando
la memoria tristísima de la poeta más pobre del mundo?
Orides Fontela fue desplazada
Se quedó sin lugar para vivir
y se tuvo que alojar a fin de cuentas
en la Casa del Estudiante
En la misma Avenida São João que conoces tan bien,
mi poeta (¿alguna vez llegaste a ver a Orides
recogiendo algún gatito transido de frío
entre una tienda de comida fina y un hotel para vagabundos?)…
Esa invitación fue en la semana en que moriste, Piva,
yo estaba conmovido y la memoria de la pobre Orides
vino a destrozar aún más mi resolución de cobrar
para viajar de a pobre y para un Círculo en quiebra,
con la finalidad de leer partes del Anna Akhmátova
o cualquier otra excrecencia de tiempos de miseria
(¿para qué leer poesía?), de manera que yo propuse.
“Acepto, pero voy para hablar sobre Roberto Piva”.
Ella: “¿Quién?”
Yo: “Piva, el poeta que acaba de morir”
Ella: “¿Era su amigo?
Yo: “No”
Ella: “¿Y por qué el señor quiere hablar sobre él?”
Yo: “Porque uno de sus versos últimos no me puede salir de la cabeza”
Ella: “¿A poco está tan bonito?”
Yo: “Los versos no necesitan ser bonitos. Los versos necesitan ser verdaderos.”
Ella: “Dígale”
Yo: “Dígalo”
Ella: “Yo no sé cual verso es ese que no sale de la cabeza del señor”
Yo:”Evidentemente…”
Ella: “Entonces dígalo”
Eu: “”¿Y para qué ser poeta en tiempos de miseria?””

Es claro que terminé yendo allá,
en el Centro de Lecturas Orides Fontela,
y hablé sobre Orides y sobre Roberto,
ambos pobres y enfermos y grandes poetas
que São Paulo ignoró de diferentes maneras,
autorizando a todo Brazil a ignorarlos también.
Porque, realmente, no hay ninguna razón
para ser poeta en tiempos de miseria
hecha de la no-percepción de lo mucho que depende
de una “carriola de bebé enrojecido por el sol”
o cualquier otra banalidad aparente
convirtiendo un sueño leve como cilantro
en la sombra del perdido paraíso de la infancia
de luciérnagas apresadas.
Ellos estaban ya apagados, Piva,
en la palma envejecida de Parkinson y saliva,
cansancio y además “los años sin emoción” (…)
São Paulo desaparecerá tras la juventud
de la generación de Robertos confiados
(de modos diversos) en la aventura de la vida
a traer por lo menos los Pivas (y las Orides).
No hay más poemas en los muros de elecciones sin inspiración.
No hay más inspiración para que sea lo que sea, que aún no había sido traído
ni por distracción (concedido sea el beneficio de la duda sobre la determinación de algunas traiciones)

“¿Y para qué ser poeta en tiempos de miseria?”
preguntaste tan francamente
que nadie podría prestar mucha atención,
mi poeta listo para morir de ese lamento,
más allá de la enfermedad y de la orfandad de sí,
Orfeo preguntando “¿para qué?”
y todos haciendo como si la pregunta
no se dirigiera a nadie,
más allá del propio poeta Piva.




“E para que ser poeta em tempos de penúria?”

A pergunta de Piva — essa fissura —
revela meramente o que ela revela,
pois o cão do derradeiro livro
não produziria um ganido,
ao latir para tímpanos blindados
pela incultura.

É claro que faltavam conforto, vinhos
e rosas,
sendo parcas as rendas do herdeiro
de antigas terras sumidas
com roseirais na bruma.

E poucos os meios (mais do que os fins)
para os longos fins de semana,
o garoto da banca de revistas,
a importada edição dos inéditos
de Pier Paolo Pasolini.

Tudo tão verdadeiro quanto distante
da essência de outras penúrias
entre esquinas de garoas
e galerias de arte em vernissages
cujo rumor de cálices noturnos
chega aos guardadores de carros
como a música do paraíso
de inalcançáveis perdizes.

Para que ser poeta em tempos assim?

Quando Piva faleceu (e faz pouco tempo),
todos evitaram cuidadosamente
a simplicidade desconcertante
da interrogação relativa
aos Tempos de Penúria
Intelectual,
Moral,
Social,
Sexual,
Musical,
Teatral,
Poetal,
Caricatural…
virando uma exposição no MASP,
um patrocínio da Lei Rouanet,
uma loucura domesticada,
uma homenagem ao terraço Itália,
uma retrospectiva de metrô dedicada ao Bardi
e esquecida dos Flávios da família patrícia
da Casa do Caralho pichado
no monumento àquela revolução
Constitucionalista (com “C” grande)
que é um caso de São Paulo,
como Jânio Quadros,
os Mutantes,
os irmãos Campos
e Hebe Camargo.

Tudo isso está saindo assim
para dizer que Piva começou
quando das edições de Massao
(por favor, não deixem morrer o Editor, sem que ele ouça o “Ohno!” sendo chamado entre os nomes fundamentais da fé clara na poesia, numa época de treva),
os livros despontando da Oscar Freire
entre aguardente e rara consolação
de um Piva no meio dos pífios
entre poetas lançados assim mesmo
(o samurai não usava a katana,
mas longos cabelos de Mifune
e o olho de receber uma Hilda Hilst
com todas as honras).

Hilda! Era instigante encontrar pessoas estranhas
nos bares, moças de botinas, atores que não dormiam,
atrizes que fumavam demais,
gente saudável do modo mais incorretamente político
possível entre invernos e repressões,
notícias vagas de espiões
e manifestos da classe unida
para terminar em separação,
“Diretas Já!”
e outros gritos que vulgarizam poemas
ditos longos (e pré-ditos), elegantes,
essas porras de novo,
e Piva e a prova de que nada muda
— quando no fundo se deseja
a mudança de Lampedusa,
de Salina para Salina.

Fui mal, nessa tentativa de síntese.
Sou ruim, quando se trata de ver de longe
e de perto ao mesmo tempo.

Finjam que não leram,
e recomecemos dos escândalos paulistanos
que sempre terminam bem absorvidos
pela capital grande demais para se assustar
com uma arenga de artista.

Roberto Piva, apesar disso,
bem que tentou,
enquanto seus amigos agora respiram,
afinal saudosos, aliviadamente,
na neblina.

Ele aceitou pisar ao contrário
na sarjeta cuspida pelos mendigos,
entre seringas e camisinhas usadas
por trás de fumaças das pamonhas
cozidas para os nordestinos
da São João dos antigos cinemas
pornôs reforçados por sexo ao vivo.

Era o puro desespero que Piva via
no palco e na platéia de mãos sujas
de esperma e gosmenta casca de milho
no chão das salas vinte e quatro horas
sem limpeza,
até vir uma mulher com o uniforme de serviço
a fim de suportar a imundície removida com pá,
porém sem a luva de uso “uma por vez”
de recomendação da Saúde Púbica.

Roberto Piva estava pobre e triste,
porém a pergunta que ele deixou
feita para a Indiferença,
dirigida ao Tédio,
destinada à Morte (e fim),
não dizia respeito somente à conta bancária
de movimento certamente ridículo
para o critério dos cheques especiais regulados
pela central de algum banco centralíssimo
na Paulista ou no antigo Viaduto do Chá
sem meias xícaras de medidas
contra o comércio de artigos de plástico
dos miseráveis que comoviam o poeta,
uma vez que as lágrimas de Roberto
raramente eram para si mesmo,
a cara amassada no espelho
implacável da queda dos cabelos
também nos travesseiros
ligeiramente azedos
da longa noite sozinho,
sem beleza.

Tenho uma história para contar, ainda.

De certo modo, é uma história sobre Piva e eu,
que nunca nos conhecemos em São Paulo
ou no Recife ou em outro lugar qualquer
deste país de bienais e flips, flops e flups.


Acontece que alguém de um “Círculo de Leitores OF”
(assim mesmo) resolveu me convidar para ler
fragmentos de Vi uma foto de Anna Akhmátova
e eu perguntei se pagavam,
e a moça do outro lado da linha
[num mau poema, isso quer dizer telefone]
respondeu que “ofereciam passagem e hospedagem”,
mas cachê não.

Pagamentos eram para a sala,
para “o rapaz do som”, “a companhia de eletricidade”,
a “gráfica dos cartazes” e tudo o mais,
menos para o poeta convidado para recitar poemas
ou que raio fosse (digo eu).

Irritado, eu emendei: “Dizer poesia”.
Ela disse: “Pois é. Não há dinheiro para isso.”
Eu disse: “Eu já entendi. Mas você devia ter dito DIZER POESIA,
em vez de recitar poemas.”
Ela disse: “Hein?”
Eu desisti.
Mas voltei a perguntar: “E o que é OF? É inglês?”
Ela disse: “Não! É Orides Fontela. Circulo de Leituras Orides Fontela”…

Então, eu aceitei ir “recitar poemas”,
isto é, aceitei viajar sem ganhar um centavo,
com um propósito “nobre”, “cultural” (essas merdas)
embora a própria Orides houvesse escrito belamente:

Viajar
mas não
para
viajar
mas sem
onde
sem rota sem ciclo sem círculo
sem finalidade possível.

Como eu poderia cobrar alguns trocados
de um Círculo de Leitores tocando
a memória tristíssima da poeta mais pobre do mundo?

Orides Fontela foi despejada,
ficou sem lugar para morar
e teve que se alojar de qualquer jeito
na Casa do Estudante,
na mesma Avenida São João que você conhecia tão bem,
meu poeta (alguma vez chegou a ver Orides
recolhendo algum bichano transido de frio
entre uma delicatessen e um hotel para lúmpens?)…

Esse convite foi na semana em que você morreu, Piva,
eu estava comovido e a lembrança da pobre Orides
veio destroçar ainda mais a minha resolução de cobrar
pra viajar com rota e para um Círculo liso,
com a finalidade de ler partes do Anna Akhmátova
ou qualquer outra excrescência de tempos de penúria
(para que ler poesia?), de maneira que eu propus:
“Eu aceito, mas vou para falar sobre o Roberto Piva”.

Ela: “Quem?”
Eu: “Piva, o poeta que acaba de morrer.”
Ela: “Era seu amigo?”
Eu: “Não”.
Ela: “E por que o senhor quer falar sobre ele?”
Eu: “Porque um dos seus últimos versos não me sai da cabeça”.
Ela: “É tão bonito assim?”
Eu: “Versos não precisam ser bonitos. Versos precisam ser verdadeiros.”
Ela: “Diga-e”

Eu: “Diga-o”.
Ela: “Eu não sei qual verso é esse que não sai da cabeça do senhor.”
Eu: “Eu sei.”
Ela: “Então, diga”.
Eu: “E para que ser poeta em tempos de penúria?”

É claro que eu terminei indo lá,
no Centro de Leituras Orides Fontela,
e falei sobre Orides e sobre Roberto,
ambos pobres e doentes e grandes poetas
que São Paulo ignorou de diferentes maneiras,
autorizando o Brasil a ignorá-los também.

Porque, realmente, não há nenhuma razão
para se ser poeta em tempos de penúria
feita da não-percepção do muito que depende
de um “carrinho de bebê vermelho ao sol”
ou qualquer outra banalidade aparente
voltando num sonho leve como avencas
na sombra do perdido paraíso da infância
de vagalumes presos.

Eles estavam já apagados, Piva,
na palma envelhecida de Parkinson e saliva,
cansaço e mais “os anos sem emoção” (…)

São Paulo desaparecera por detrás da juventude
da geração de Robertos confiados
(de modos diversos) na aventura da vida
a trair pelo menos os Pivas (e as Orides).

Não há mais poemas nos muros de eleições sem inspiração.
Não há mais inspiração para seja o que for que ainda não tenha sido traído
ao menos por distração (concedido seja o beneplácito da dúvida sobre a determinação de algumas traições).

“E para que ser poeta em tempos de penúria?”

Você perguntou tão francamente
que ninguém poderia prestar muita atenção,
meu poeta pronto para morrer desse lamento,
além da doença e da orfandade de si,
Orfeu perguntando “para quê”?…

E todos fazendo como se a pergunta
não fosse com ninguém,
além do próprio poeta Piva.


[1] Museo de Arte de Sao Paulo, (Museu de Arte de Sâo Paulo. http://masp.art.br/masp2010/
[2] Ley por la cual empresas privadas buscaban apoyar la creación de obras culturales y se le puso así, por el apellido de uno de los empresarios impulsores.
[3] Territorio situado en la Provincia de Parma, Italia… o quizás a Agustín Bardi, el músico argentino cuyo apellido proviene, sí, claro, de Bardi, Parma.
[4] Casa del carajo, un lugar “bien pinche lejos”
[5] Se refiere a la Revolución Constitucionalista de 1932, fue un movimiento que tuvo como fin derrocar la presidencia e instaurar una nueva constitución.
[6] Ex presidente de Brasil que renunció pocos meses después de asumir la presidencia en 1961… un berrinche suyo prohibió los bikinis pero tuvo un gran acierto al otorgarle al Che Guevara, la Medalla de la Cruz del Sur.
[7] Un grupo musical que cantaba entre otras cosas esto: http://www.youtube.com/watch?v=JyLocMuwCYw y que se decían mutantes, pero en realidad eran unos hippies alivianados que veían de otros colores el mundo.
[8] Los famosos poetas concretistas brasileños: Augusto de Campos y Haroldo de Campos.
[9] Actriz brasileña, que por cierto acaba de morir. http://www.youtube.com/watch?v=wIo5Nsg1cWA
[10] Era un tipazo, religioso que luchaba por que se prohibiera la masturbación y la pornografía.
[11] Ohno Satoshi, es un cantante pop de origen japonés: http://es.drama.wikia.com/wiki/Ohno_Satoshi
[12] Es una calle situada en Sao Paulo llamada así en honor a Oscar Freire de Carvalho.
[13] El actorazo que sale como el samurái Musashi Miyamoto en Rashomón de Kurosawa.
[14] Una poeta nacida en Sao Paulo (1930-2004)
[15] Diretas Ja! Fue un movimiento surgido en Brasil que luchaba por votaciones directas para elegir presidente entre 1983 y 1984.
[16] El poeta Giuseppe Tomasi di Lampedusa acostumbrado a meditar y leer, sin cambiarse de lugar durante horas.
[17] Así, es al nordeste de Brasil. http://diversao.terra.com.br/festas-juninas/noticias/0,,OI5799739-EI20327,00-Sao+Joao+nordestino+conheca+as+varias+festas+da+regiao.html
[18] Ciudad de Pernambuco, costera, al norte.
[19] Viaducto del Té, el primero construido en Sao Paulo, situado en el Vale do Anhangabaú.
[20] Libro de Fernando Monteiro, publicado en 2009 en Recife.






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