domingo, 7 de octubre de 2012

8000.- FERNANDA CABILDO CONDE



Rosa Fernanda Cabildo Conde, México D.F, 1989. Nezayorkina Estudiante de  Lengua y literatura hispánicas en la Facultad de filosofía y letras en la UNAM. Ha publicado en revistas colectivas.  Últimamente en la antología de poesía erótica: "Potrancas y Garañones: la otra orilla del deseo". Es fanática de las tardes de lluvia, como buena y decente mexicana, de los tacos y las chelas.





Quiero

Desdeñemos multitudes,
Cierra la puerta.

Quiero escucharte:
Agitado, presuroso, exigente.

Rumbo a mí
Buscas tiniebla,
Te sostienes de mis senos
Que te adoptan impacientes.

Tu pecho,
Fragua de mi paz
Se humedece, vocifera, conmina.

Tu torso
Ambicioso se extiende sobre mi espalda.
Feroz tu pelvis, 
Besa mi cintura.

Ronda
 encontramos posición.







Octubre

Fuera y dentro es otoño.
Mi vagina, corteza que derrama miel.

La luna favorece mis sentidos,
Y busco en el deceso
El fulgor de la ilusión que mantiene nuestros sueños

Octubre también es tuyo,
Como el viento, las hojas 
Y el olor a nuestro sexo
Que tú ya no percibes.







Sirena o sol

Tengo un cuerpo 
Joven,  fértil.
Un cuerpo guerrero,
Digno, virgen.

Puedo ser sirena
O sol.

Mi cuerpo siente,
Se humedece, baila,
 conoce su esplendor.

Canta,
Cuando entiende deseo.

Un cuerpo
Terso, sedoso

Que se tiñe de azul
Con la aurora,
Que  cimbra
 Con la luna.
Que espera
El fulgor del apetito
Para teñirse de rojo.







En ti

Eres licor
en mis labios.
Pierdo en ti la cordura
Y en tu cuerpo el estupor.

Son de papel mis manos
Sobre la humedad
De tu tallo.

Es en ti
Mi arrebato.

Son tus palmas 
 mi razón,
 su recorrido
el sabor de los manjares

Aparece al alba
La paz,
También anhelante
De ti, 
De la próxima
Gesta.






Memorias

Acuosas  memorias
Consuelan, me abrazan.
Esporádica,  regresas
Sólo para mí.

Virtuosa presencia,
Combativa entereza,
Atávico orgullo.

Luz,
Mi consuelo.

Tu descenso
 Mi rencor,
 que malsano y lascivo, navega
esperando que mi fin
 dirija nuestro esperado encuentro.







Luna

A la luna…

Es que nadie sabe
Que todo es verdad,
Que son ciertas las promesas.

No lo creen,
Y no faltan los juicios
Nos empapan desafíos.

Dime cielo,
A qué prueba hemos faltado.
Dime, que lograremos
Callar las voces
Que nos juzgan.

Háblame de amor,
Que yo he de explicarte;
O tú destino de distancia, 
Que hemos de acortarla para ti.

Llenen de mentiras nuestro lecho,
Corrompan nuestra paz,
Manchen de rojo nuestra noche

Impídanme ver la luna,
Llenen de espinas el concreto 
Cubran los ocasos con un manto

Logren que no brillen las estrellas
Que nuestros cantos no se escuchen,
Que no timbren los llamados

Corten las luces a distancia,
Eviten que me guíe hasta su asiento,
Donde me estará esperando.

Encuentren fuego y cansancio,
Lagunas y hastío
Ahóguennos 
que inmunes somos.

Amenacen nuestro mundo
Que infinito es.

Provóquennos  que su amargura
Es nuestra gracia,

Pruébennos, 
Que deleite es de mostrarles
Que lo que hemos construido
Es indomable

Muéstrennos marchitas
Que nuestro gusto será florecer.

Llora adversidad,
Que hemos llegado hasta ahora

Y que nuestra es la eternidad.







Ven

Llega urgente,
Aspira ansiosamente mis anhelos.

Anticipa nuestra marcha
Y goza,
Que mi cuerpo prodiga placer.

Habla que me incitas.

Ven,
Exigua nuestra espera
Cercena el espacio
Que nos mantiene hambrientos.

Desviste urgente
La primicia de
mi cuerpo.







Confesión

Que el ansia
Que me consume,
 satisfaga

Que lleve a tu oído
 el grito de la confesión

Que tu figura,
perciba el arribo 
de mi apremio.

Entiende mis anhelos,
 Creen en agradarte.

Derrumba sobre mí
Tu fulgurante aliento

Bebe de mí,
Hasta saciar la sed de tus años,

Toma este soma,
 Tomarte: 
es mi plegaria.





¡Canta!

Muéstrame las sombras,
 que el cielo resuene
En nuestro lecho.

Degusta la gloria,
Pulsa oportuno
El cálido sitio del placer.

Retoza en mi pecho,
 Prolonga nuestra dicha.

Canta,
 retumba en mi oído tu encomio.

Lustra con tus labios
Nuestra piel,

Arrulla nuestro fruto.

Medita  el recorrido
Al próximo
Desvelo.







Madrugada

He recorrido tu cuerpo,
No hay espinas
No hay relojes.

Te busco,
Entre la seda que cobija
Tus caricias.

Gozas.

Entre el desaliento,  mi placer:
Saberte dichoso.



http://www.laotrarevista.com/2009/08/fernanda-cabildo-conde/


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