domingo, 7 de octubre de 2012

7994.- RENATO RODRÍGUEZ


El escritor venezolano Renato Rodríguez murió a los 86 años de edad y será enterrado este jueves en el Cementerio del Este, en Caracas.


Renato Rodríguez
René Augusto Rodríguez Morales, escritor nacido en Porlamar, isla de Margarita, Venezuela, Sur América, en 1927, muere a los 86 años el 22 de junio de 2011. Creador del personaje-escritor Renato Alberto Rodríguez (RAR), editor forzado de algunos de sus libros bajo la firma editorial Libros RARos, ha sido una especie de topo de nuestra literatura que por fin, emerge a la superficie, emerge por el impacto de sus cuentos que casi son novelas, razón por la cual las denomina Quanos (Quasi Novelas, 1997), y por la maravilla narrativa de sus textos más extensos como El Bonche (1976), ¡Viva la pasta! (1984), La noche escuece (1985), Insulas (1996). Una de sus novelas más importantes AL SUR DEL EQUANIL (1963). Fue reconocido con el Premio Nacional de Literatura de Venezuela (2004-2005). Renato también escribió poesía aquí le presentamos una muestra.



DE OTRA DEMORA

1965

Por las mañanas
con los ojos aún turbios por la última pesadilla
calculaba la distancia que me separaba del peñasco negro
aquel cercano a los samanes
antes de encender mi pipa
Miraba los altos riscos
que me ofrecían desde lo lejos sus sensaciones transparentes
y me prometía ir allá
era mi único propósito
Nunca fui y le daba la espalda al joven sol
Mi sombra ocultaba el desperezo de los grillos
y la algarabía de las mariposas
que habían escogido la mañana para morir
me recordaba de que era hora
La rosa hipotecaba sus espinas
el caballo antes de beber contemplaba sus nuevos colmillos en la superficie
recordando las praderas menos pedregosas de su juventud
El equilibrio era más delicado que la relojería de mi corazón
Mientras la media luna coronaba aún la cima de los anhelos
la serpiente y el ave peligrosa se acercaban
el pez plateado presentía la nota más aguda de cada escala
La piedra lanzada hacia el vacío fallaba el blanco
y el envés de un deseo señalaba el camino fragoroso que conduce
hacia las casas de los extraños
hacia una peluquería sin parroquianos
Entonces difería todo mi regocijo
Yo soy el propietario del desierto





1966

La estrella encendida por la ira
estalla en un acre conflicto de colores
sacrílegos
saturado hasta el límite de cada estridencia
sobrepuesta a mi imagen
la imagen de una aspiración más horizontal
de antemano
los ojos enfocados en la viga
parto de la fragancia ociosa de la rosa
el dedo en ciernes
despierto
comenzando el ademán de bendecir mi guitarra
de asegurar un buen día al rechazo implacable
al umbral de la espera
me detengo
ya casi al borde del comienzo
con el gesto inconcluso
sin vigor
por la traición de todas las imprecaciones
cuotidianas
Tras la sorda fractura de la más respetable
quimera
Sin deseos
de continuar tornando cada instante en milagro
con la crueldad monótona de las gotas de lluvia
interminablemente
las horas permanecen al servicio
de la desproporción solemne
de la edad de crepúsculo





1967

Los colores de la tarde
últimos sobrevivientes de una era gloriosa o de una gran matanza
vienen contando antes de desaparecer
la biografía de los hechos y su orden exacto
sin olvidar que algunos ocurrieron simultáneamente
y otros… pudieron simplemente haber tenido lugar
Los colores de la tarde
al violar mis ventanas por enésima vez
hablan constantemente del instante apenas ido
y de la fragancia cuyas últimas trabas es casi preciso adivinar
y de un naufragio
Los colores de la tarde
saben de memoria como los papagayos
la historia de la última hoja que cayó del árbol
el otoño anterior
Los colores de la tarde
ya superada la postrera euforia
son los únicos que saben dónde y cuándo
ocurrirá mi última reencarnación





1968

Detrás de la ventana hay un rumor que no me pertenece
una larga punzada al sur de mi omóplato
– sonoridad remota del ensueño -
y un minutero fatigado
atisba
más allá de mi séptimo encuentro
un ocre agosta las raíces
de todo atardecer
y la ceniza
cortabas deslumbrado de fabricar eclipses
– sensación tumultuosa del acaso -
que desvanece
tras el rebaño nuevo de las ilusiones






1969

Ala sombría del pomposo abanico
-clorofila en el fraude del delirio -
vislumbrando la entraña remota
sumergida en los pliegues de un estentóreo púrpura
se apoya en el bastón apátrida
y en la penumbra herida
resaca la amargura
el celofán
donde estalla glorioso
el más reciente adiós de la gaviota





1970

Borrosa como la memoria alguna
los vientos – cuando los vientos del otoño acopian hojasla
nube de ilusiones irrumpe
recuerdo fractura su extravío
en los muros de piedra
el laberinto de una nueva experiencia
y gime
la mano
arboladura nueva del ensueño
se estremece
cuando el ángel naufraga
tras consumar la capitulación






1971

La arena
bajo el peso del pie milagroso
humedecida
esponja y cruje
– azul ardiente la espesura -
hiende
hiere la luz la umbrosa intimidad
del regreso perenne del cangrejo
y la piedra
desciende involuntariamente


Tomado de una edición artesanal, Ediciones El Mendrugo de Elena Jordana. 2009. 349 E. 65St. New York, N Y. 10021
Cortesia de Sofía Salazar 




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