sábado, 15 de septiembre de 2012

7842.- HORACIO HIDROVO PEÑAHERRERA


Horacio Hidrovo Peñaherrera nació en Santa Ana, Manabí, ECUADOR el 24 de junio de 1931.
Falleció el día viernes 8 de junio del 2012, dejando un legado inmortal en su provincia natal. 
Poeta, escritor, docente y gestor cultural. Premio Nacional Benjamín Carrión, Premio Nacional Eugenio Espejo, Condecoración Eloy Alfaro de Manabí. Autor de numerosas obras, siendo las más importantes: La Montaña, Vivir en Amor, Los Trenes de la Infancia y Antología Poética (recientemente editada por mar abierto). Organizador del 1er Encuentro de Poetas Latinoamericanos (Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, Ecuador, 2003). 




EL PELOTÓN FRENTE A LA LIBERTAD 

Esta corbata me asfixia. 
Quisiera subir a un tren y conocer ciudades. 
Si eso fuera posible, tener un nombre para mí mismo. 
Luego beberme todos los idiomas de la tierra. 
Caminar en medio de la multitud sin que nadie distinga mí rostro. 
No perdería el tiempo en mirar rascacielos. 
Me sentaría en sus colinas y preguntaría a la gente por sus héroes honestos. 
Conocería más niños. Golpearía las puertas de las casas proletarias. 
Pero no es menos cierto que este siglo nos amarra las ansias y el sistema se nos lleva el alma. 
Cada hombre vigila a otro hombre. 
No somos libres ni en los amaneceres, 
y el tiempo computado nos impide ver el vuelo de los pájaros. 
¡Que nos dejen en paz! 
Que nos dejen con nuestros libros 
y con nuestros árboles 
y con las rosas rojas 
y con el pedazo de tierra que nos toca. 
¡Llévense lo demás! 
Llévense las minas y todas las industrias; 
la plusvalía de los terrenos, 
los mejores almacenes de las ciudades; 
los automóviles con asientos convertibles. 
Pero déjennos un sitio donde crezcan los árboles. 
Eso sí, cuando hayamos crecido lo suficiente. 
Cuando las raíces de los árboles 
descansen en las raíces de los siglos. 
Cuando tengamos edades en el rostro, 
todo será nuestro. 
Repartiremos el pan con el canto de los pájaros 
y el aire puro ensanchará nuestros pulmones. 
Si no llueve 
se mueren los niños campesinos. 
Nadie sabrá nunca en qué sitio cayeron 
Como los pájaros. 
¿Conocéis el cementerio de los pájaros? 
El alma de los pájaros se queda en las raíces del viento.
Por eso siguen cantando 
y son los arquitectos de todas las auroras.




LA SOLEDAD ES UN DOMINGO LARGO

Qué fácil que es hacer la valija,
irse de pronto en el primer tren 
estrujando las cartas del pasado.
Qué fácil que es abandonar la túnica
de un lila que nos bañó de amor;
voltear la almohada,
dejar sin tibieza la sábana,
extraviar las sandalias del insomnio.
Y pensar que en este sitio,
bajo la luz agonizante de una lámpara,
tú tejías los recuerdos
en telares de nostalgia
y escribías pentagramas
con los primeros sonidos de la aurora.
Qué fácil que es cruzar la misma calle
y pisar las mismas huellas;
apagar en tus pupilas las noches ebrias de vino.
Mas es cierto que los años se ajan,
que el tiempo tiene otras citas,
que no en vano pasan los Otoños,
que la lluvia se quedó detrás de los cerros,
y que entre tú y yo,
sólo hay un río que dejó de crecer.




TUS SENOS

Cuando tomo la ruta de tus senos,
se desordenan mis sentidos.
Siempre descubiertos:
palpitan, brincan, tiemblan
y me regalan una tarjeta de invitación.
Los he visto moverse debajo de tu blusa,
abandonar el cauce.
En la cita esperada,
cuando se apagan los candiles,
te rasgaré el sostén
y respiraré tu pecho de madera.
Me gusta tu voz,
tus vocales obscenas, 
cuando escucho tu “ven” tu “tócalos”,
la sangría del final,
irme y volver,
extrañarte en medio del olvido.
Siempre he amado la metáfora de tus senos.




LA ESPERA

Te esperaré en el mar.
Por favor:
viento, red, gaviota
o caracol,
si tardo,
decidle
que hubo llanto en los caminos.

Después de vaciar mis ansias
sobre el vino dulce de sus muslos,
quise mirar la cara de la Luna.
Ebrios nos hundimos en el surco del mar.
Sus pequeñas palomas se quedaron sin alas.




DESDE TOLUCA

Ahora que te extraño,
cuando el silencio es un amigo
de confianza
y la soledad me araña el alma,
de ausencia te arrancaría los ojos,
te desordenaría el pelo,
te rompería tus telas interiores,
y todo porque son brazas tus distancia.
Me asomo en Toluca,
hay un diccionario de humo en sus fábricas;
no hay frutos en sus árboles
y la ultima ave abandonó el verano.




LA TÍA ABUELA INÉS

En el patio de mi casa
me paso remendando recuerdos,
confieso que es una bella ociosidad 
Este domingo en la tarde
que nadie llegue a golpear la puerta;
estaré conversando con la tía abuela Inés
Repetirá el mismo cuento todos los domingos
con la voz del estero de Sasay.
A la tía abuela siempre le digo que no deje de venir,
que su asiento la espera,
en el mismo sitio,
con las mismas flores,
entre platanales y geranios,
cuando la tarde hace su ultima flexión.
Ocurre que la tía abuela Inés
me cuenta cuentos fantásticos,
de unos hombres que se bajan en las noches
desde cerros azules
y se meten en las vegas
a recoger mazorcas de maíz
y luego se iban por los caminos del cielo.
Este domingo en la tarde,
cuando el sol doble sus rodillas
y su fatiga se quede sobre los cerros,
que nadie venga a golpear la puerta de mi casa,
que la Tía abuela estará de vuelta
y tiene cuentos que contar.




DE SORPRESA

Te tomaría de sorpresa,
como cuando llego al filo del crepúsculo
a embriagarme con los vinos rojos del ocaso,
luego besarte lentamente las mejillas,
como besa el estero a su orilla pequeña,
y hacer nidos con el viento de la tarde.




LO QUE ME GUSTA DE TI

Lo que me gusta de ti 
es que miras como los ríos montubios;
es que sonríes como los cañaverales al atardecer,
entre vientos verdes
y mariposas alegres.
Lo que más me gusta de ti 
es que tienes vergüenza
en tu palidez de platanal tierno
y en la breve coquetería del saludo.
Me gustas
porque amas las cosas que ama el silencio,
porque cuando callas hablas en voz baja,
y yo te entiendo
en la danza alegre de tus bellas pupilas.
Me gustas
cuando derramas tu aliento de fruta madura
sobre mi aliento de hierba fresca.
Es posible que tú gustes a otros hombres,
pero ocurre que yo transpiro cuando hablas,
entre hablar y no hablar,
es entonces cuando salto de alegría
y corro en busca de mi camisa verde.




EL RELOJ

¡No mires el reloj!,
tampoco el espejo;
no somos los mismos después de hacer el amor.
Mejor escuchemos el concierto azul de las campanas.
Está amaneciendo,
empieza la prisa de la ciudad,
ya la anemia camina al mercado,
ya se sienten los caballos de paso
sobre las calles empedradas;
la aurora se resbala desde los cerros
despertando el sueño de las ventanas enrejadas.
Es hora de llevarme tu aliento en mi aliento
A lo mejor volveré mañana
cuando enciendas el primer candil de tu cuarto
y hayan crecido las nueces de tus senos
y las escobas del día
hayan borrado los últimos espejos del ocaso.




MÁS ACÁ DE LOS MAIZALES

Sobre el vértice de esta tarde,
te espero.
Más acá de la esbeltez de los maizales,
después de las cortinas grises de la lluvia,
en el descenso de las aves,
cerca del jolgorio de las garzas,
de la hierba que crece junto al río,
mirando la última curva del camino real,
cuando rezan los cañaverales,
en la feria de un pueblo pequeño,
al paso de un grupo de colegialas,
bajo la sombra del árbol de mi infancia.
Te esperaré en el repaso de mis sueños azules,
mientras los últimos pájaros agujerean el ocaso,
más allá de las sábanas amarillas del sol,
contemplando el anillo que me devolvió tu mano.
Para seguir esperándote,
aquí junto al colibrí y su breve gimnasia,
salgo a la calle en un día de fiesta
con la media barba que tanto te gustaba.




ESPERAR ES MORIR

Si no llegas a la cita
me quemaré con mi fuego interior;
iré en busca de las sábanas de un ardiente crepúsculo
para convertirme en hoguera.
Voluptuosa, perfecta, eres;
miras y atrapas.
Debe tener leña seca tu piel,
leña de Otoño,
y arder hasta la nada.
Escucho los latidos de tus senos,
siempre desbocados en la noche,
cuando la sábana se destiende
y la lámpara despereza a la mañana.




SI FUERA FÁCIL REGRESAR

Si fuera fácil regresar,
escalar de nuevo la montaña,
quitar el polvo a los recuerdos,
limpiar las hojas secas de Otoño
Tantos años que nos bañamos en los manantiales de la aurora.
Si fuera fácil voltear el calendario,
quedarnos afirmados a las horas felices,
mas el tiempo está enfermo de pereza
y la matita de flores que creció junto a nosotros,
se quedó sin pétalos cuando vino el verano.



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